El golpe de Estado de 1973 que dio inicio al denominado neoliberalismo en América Latina es parte de una serie de fenómenos que se produjeron partir de 1971 cuando EU desvincula el dólar del oro y da inicio a un proceso de financiarizacion que dio preponderancia a la incidencia de los mercados financieros en la […]
El golpe de Estado de 1973 que dio inicio al denominado neoliberalismo en América Latina es parte de una serie de fenómenos que se produjeron partir de 1971 cuando EU desvincula el dólar del oro y da inicio a un proceso de financiarizacion que dio preponderancia a la incidencia de los mercados financieros en la economía internacional. Este proceso de financiarizacion generó el endeudamiento de los Estados, de las empresas, de las familias y de los particulares; promueve la desigualdad, la corrupción pública y privada, la pobreza, la delincuencia organizada y no organizada y todas las secuelas y consecuencias sociales derivadas de lo anterior
En el caso de Chile el denominado neoliberalismo mercantilizó todos los aspectos de la vida y las relaciones sociales entre seres humanos se transformaron en relaciones entre cosas. Se privatizó la educación, la salud, los servicios de distribución de agua potable junto con las fuentes de agua, las pensiones de retiro, las costas, las profundidades de la plataforma continental. Es decir, todos los servicios públicos y los bienes públicos que conforman las bases materiales del efectivo ejercicio de los derechos económicos y sociales, o sea, los derechos humanos se mercantilizaron.
Esta mercantilización genera que para poder educarse o acceder a los sistemas de salud hay que endeudarse y que después de toda una vida de trabajar al momento del retiro, la pensión no alcanza para enfrentar el costo de vida. Es decir, en palabras sencillas, el denominado modelo chileno basa su éxito en un proceso de precarización y degradación económica de las capas medias y de los sectores integrantes del mundo laboral. Acorde a declaraciones hechas por la escritora Isabel Allende, el 40% de los chilenos usa tarjetas de crédito para la compra de alimentos, o sea, que se endeuda para alimentarse. Si a esto agregamos que Chile sigue siendo en lo fundamental una economía muy dependiente de las exportaciones cupríferas, la caída de los precios del cobre en el mercado internacional afectó la economía chilena y por tanto tuvo consecuencias sociales.
Un nuevo Ciclo de larga duración
Este proceso de protestas en realidad empezó hace tres años cuando el 23 de junio de 2016 el electorado británico por estrecho margen votó contra la pertenencia de RU en la Unión Europea. Fueron fundamentalmente los trabajadores y trabajadoras de Inglaterra y Gales los que votaron en contra de Europa, en virtud que la Comisión Europea promovió con la aprobación del entonces Primer Ministro David Cameron, políticas de austeridad que degradaron las condiciones de vida de amplios sectores de la población. El Brexit desató una reacción en cadena en toda Europa de las corrientes y partidos del nacionalismo conservador y de la derecha radical.
Pero más recientemente esta protesta se manifiesta con la irrupción de los chalecos amarillos en Francia, que fue antecedidos por la protesta de los indignados en España que dio paso a la formación de Podemos como partido político. A los chalecos amarillos se suma la huelga general contra el intento de Macron de liquidar el sistema de pensiones.
Lo que observamos es que la protesta de las masas plebeyas puede ser canalizada ya sea por corrientes de la derecha, por corrientes democráticas e incluso de izquierda. Lo que si salta a la vista es que se desarrolla un proceso de rupturas del orden político neoliberal vigente desde la década de 1980.
La ruptura con el neoliberalismo
En el caso de Chile el choque de las manifestantes contra el neoliberalismo es muy claro y nítido. Pero no es el único en América Latina y se expresa de diferentes maneras. En México se manifestó con la elección de López Obrador a la presidencia en el 2018. Los mexicanos eligieron a Obrador como protesta contra las políticas neoliberales y contra el proceso de descomposición política e institucional del Estado mexicano. En Argentina la rebelión contra el FMI se canalizó con la elección de Alberto Fernández ante el claro fracaso de Macri. En Colombia la rebelión de la población no es solo contra las políticas neoliberales sino contra los asesinatos de líderes sociales y por la no ejecución de los acuerdos de paz de 2016. En Ecuador la población se rebeló contra medidas del FMI y no solo la derrotó sino que la coyuntura dio paso a nuevos actores sociales, entre ellos el movimiento indígena que dio un salto a nivel político colocando al Correismo a segundo plano.
En el caso de Bolivia el golpe de Estado contra Evo Morales ha dado paso a una dualidad de poderes. Por un lado, el gobierno de facto respaldado por la Fuerzas Armadas y las cúpulas económicas de Santa Cruz y por otro El Movimiento al Socialismo que controla las dos cámaras del Congreso y cuenta con el respaldo de la mayoría de las organizaciones indígenas y de los sindicatos, siendo estos un factor real de poder.
En otros países como Haití, la quiebra del tejido político e institucional del Estado y la sociedad genera una situación de protestas permanente que ya se prolonga por varios meses y que no ha recibido la debida atención de la comunidad internacional. Y en el caso de Brasil, el gobierno de Bolsonaro que propugna un programa neoliberal no ha podido instrumentar esta política ante la severidad de la crisis económica y el panorama político complicado que enfrenta a raíz de la puesta en libertad de Lula de Silva en tiempos recientes.
Lo cierto es que la ruptura con el orden neoliberal se manifiesta de diferentes formas en cada país pero también coincide con el agotamiento de un modelo económico basado en la exportación de recursos naturales o de productos agropecuarios como la soya.
Tenemos entonces un panorama sumamente complicado porque la ruptura con el orden neoliberal se conjuga con un sistema económico agotado que difícilmente se recuperara en el corto plazo.
Hacia una nueva fase de luchas democráticas
El fin de la guerra fría que provoca el colapso del denominado socialismo real y la desintegración de la Unión Soviética deriva en la desaparición del Movimiento Comunista Internacional. Esto generó un shock en todas las corrientes de la izquierda a nivel internacional que derivó en mutaciones políticas hacia la derecha o en su defecto en una revalorización ideológica del marxismo.
En el caso de la socialdemocracia y de otras corrientes afines estas adoptaron los cánones del neoliberalismo y junto con los liberales, demócratas cristianos y conservadores formaron lo que podríamos denominar como el gran partido del centro político y que en el caso de Chile se expresó con bastante nitidez con la alternancia de los partidos de la denominada Concertación por la Democracia y de la derecha clásica y pinochetista desde 1989.
Este modelo político basado en la preponderancia del centro político se establece con mucha claridad en Francia con la descomposición del partido socialista y la elección de Enmanuelle Macron como presidente de la Republica. El centro político de hoy es la base política del neoliberalismo, lo que implica en los hechos concretos el fin de la democracia liberal y su sustitución por lo que algunos denominan la Posdemocracia que según Colin Crouch, politólogo de la Universidad de Warwick, da la definición siguiente:
«Una sociedad posdemocrática es aquella que sigue teniendo y utilizando todas las instituciones de la democracia, pero en la que se convierten cada vez más en una cáscara formal. La energía y el impulso innovador pasan de la arena democrática a los pequeños círculos de una élite económica».
Dicho en términos leninistas, la posdemocracia es la expresión política más nítida y clara del Capitalismo Monopolista de Estado que es la estrecha imbricación del gran capital con la alta burocracia política. La Posdemocracia es la muerte de la democracia liberal y esta se escenificó en Grecia en noviembre del 2011 cuando los burócratas de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo forzaron la renuncia de George Papandreu que estaba por convocar a un referendo al señalar que «La democracia no puede estar a merced de la voracidad de los mercados financieros».
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