El tiempo siempre ha tenido una ventaja en la historia, se ha convertido en uno de los peores momentos para definir la realidad, o por el contrario simboliza el momento necesario para mostrar otra forma de ver la vida, y de construir la diversidad en medio de la crisis de estos tiempos. Resulta ser la […]
El tiempo siempre ha tenido una ventaja en la historia, se ha convertido en uno de los peores momentos para definir la realidad, o por el contrario simboliza el momento necesario para mostrar otra forma de ver la vida, y de construir la diversidad en medio de la crisis de estos tiempos.
Resulta ser la apuesta que se adelante en medio de la resistencia, es el grito por decir NO a la violencia, la pobreza, la sevicia y las ansias de lucrarse a través de la explotación del más pobre, bien mencionaba Leonardo Boff cuando señalaba que la pobreza es producto de la ausencia del amor, ya donde el amor se ha perdido sólo resta dejar que la miseria lleno los espacio de la soledad.
Uno de los grandes pensadores latinoamericanos como lo fue el Maestro Guillermo Hoyos Vásquez es su discurso sobre la ética para lo público, la ciudadanía y la educación, manifestaba el deber de los intelectuales en estos tiempos, no se trata sólo de producir ciencia, técnica y tecnología para el mercado SINO consiste en pensar y actuar en la ciencia, la técnica y la tecnología para lo público. El motivo consiste mencionaba el Maestro Guillermo en la responsabilidad de pensar de forma diferente pero no desconociendo la realidad histórica en la que estamos sumergidos.
En los últimos meses, el panorama colombiano es cada vez más incierto. Por un lado encontramos al gobierno anunciado la manera de blindar los «acuerdos» de la Habana pero es uno de los grandes grandilocuentes que ofusca la inestabilidad política internacional en otros países, un caso concreto el discurso sobre la realidad política en Venezuela y Brasil, se asocia a las lógicas de los países que ha impuesto históricamente sus formas de gobiernos y la visión del mundo en la perspectiva económica, político y cultural.
Un claro ejemplo es el primero balance realizado sobre el TLC de Colombia con Estados Unidos, en este informe nos muestran la famosa versión de que » nos fue como perros en misa» literalmente no tenemos las condiciones estructurales para competir y no poseemos ni siquiera el más mínimo capital humano para lograr generar una balanza. Pero en los diálogos el tema de fondo sobre el modelo económico nunca ha sido tocado ni mucho menos modificando, es posible pensar una paz duradera y estable sino se posee condiciones sociales, económicas y políticas para los sectores más desfavorecidos. Véase: http://www.elespectador.com/noticias/economia/le-fue-colombia-cuatro-anos-despues-de-tlc-estados-unid-articulo-632394
Otro punto inaudito es pensar una apuesta a la reconciliación, sino deja de ser un estado idealista y un pensamiento romántico, acá el punto radica en la praxis de la paz, dicha praxis implica cambios profundos desde la corrupción estructural que ronda las instituciones hasta las prácticas clientelares que se presencia en los establecimientos burocratizados y gamonalizados por la clase política tradicional de este país.
Ya los sindicatos, las corporaciones, las universidades en su mayoría han dejado a un segunda plano el pensamiento crítico y consecuente, la noción de re-pensar las circunstancias históricas que median los conflictos y el clivaje por donde el sujeto vive, siente y sufre la realidad y las problemáticas que lo han constituido en su presente. Ahora, grandes centros universitarios se han convertido en hacedores de títulos que son funcionales a lógica del mundo fetichizado y globalizado los grandes poderes transnacionales.
De esta manera, logramos observar que la reminiscencia del dolor se encuentra en estimar que la paz tal como ha sido pensada y elaborada será otro episodio de la historia de Colombia, un episodio de esos que marcara una huella en las enciclopedias, pero que en el telón de fondo no muestra mayor transcendencia para favorecer, transformar y construir sociedades más equitativas, relaciones con la naturaleza más horizontales y formas de ver la vida diferente a la tradición eurocéntrica del ser , hacer y estar en el mundo de hoy.
Para finalizar, lo he mencionado en mis anteriores columnas, el sendero de la paz no consiste en burocratizar la juventud, sumergir las universidades en programas y proyectos que sólo muestran un ejercicio técnico de la política, implica un ejercicio ético para lo público y sobre lo público. La apuesta consiste en el ser y su compresión con el mundo de la vida, más allá de un discurso una praxis entre su historia, la sociedad y su subjetividad en esta etapa de crisis civilizatoria.
José Javier Capera Figueroa es Politólogo de la Universidad del Tolima (Colombia), Analista político y columnista del Periódico el Nuevo Día (Colombia) y del portal de ciencias sociales rebelión.org (España). Correo: [email protected]
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