La llamada revolución ciudadana, dirigida por el presidente Correa, obtuvo un importante triunfo en la convocatoria electoral del pasado mes de abril. Con un porcentaje cercano al sesenta por ciento de los votos, Correa derrotó a su principal adversario, el derechista expresidente Lucio Gutiérrez (derrocado por una revuelta popular) y consiguió ser elegido en la […]
La llamada revolución ciudadana, dirigida por el presidente Correa, obtuvo un importante triunfo en la convocatoria electoral del pasado mes de abril. Con un porcentaje cercano al sesenta por ciento de los votos, Correa derrotó a su principal adversario, el derechista expresidente Lucio Gutiérrez (derrocado por una revuelta popular) y consiguió ser elegido en la primera vuelta de las elecciones, por primera vez en la historia del Ecuador. La Alianza País (acrónimo de Patria Altiva y Soberana) que agrupa a las fuerzas de izquierda, incluido el Partido Comunista del Ecuador, consiguió importantes avances.
En los tres últimos años, los acontecimientos se han precipitado en Ecuador. Tras su primera victoria electoral, Rafael Correa impulsó en abril de 2007 la Asamblea Constituyente con el objetivo de elaborar una nueva Constitución. Ésta, que consiguió en septiembre de 2008 un apoyo del ochenta por ciento del voto popular, se ha convertido en una herramienta decisiva para el cambio, junto con un parlamento favorable al nuevo proyecto político, donde sus partidarios consiguieron ochenta de los ciento treinta escaños, configurando así un buen escenario para el desarrollo de la revolución.
La nueva Constitución ecuatoriana ha supuesto un gran avance para el país, que recoge buena parte de los derechos políticos y sociales que siempre habían sido negados a la población, y que permite un control democrático popular, en línea con lo expresado por otras recientes constituciones latinoamericanas, como la venezolana y la boliviana, hasta el punto de que los electores pueden revocar a cualquier representante elegido, incluso al presidente del país, a mitad del mandato.
El gobierno de Correa (cuyo vicepresidente tiene el evocador nombre de Lenin Moreno), había decidido reducir el pago de los intereses de la deuda externa para dedicar los recursos a satisfacer las necesidades sociales de la población. Hay que recordar que, hace dos años, el pago de la deuda suponía casi el cuarenta por ciento del presupuesto del país. Correa ha mostrado su intención de impulsar el socialismo, denominado Socialismo del siglo XXI como en otros países de América Latina, y se ha mostrado contrario al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y al mantenimiento de la base militar norteamericana de Manta. De hecho, ya se ha puesto fecha al desmantelamiento de la base: noviembre de 2009. El acuerdo para la creación de esas importantes instalaciones a disposición de Washington fue firmado durante la efímera presidencia de Jamil Mahuad, y, según muchas evidencias, era un centro militar para desarrollar operaciones del Plan Colombia.
La consolidación de los lazos de Ecuador con Venezuela, Bolivia, Cuba y otros países, supone el inicio de un nuevo período, inédito en su historia, que tiende a fortalecer la aparición de una nueva América Latina, libre de ataduras con Washington. Además, Quito ha iniciado un acercamiento a Moscú, con el propósito de desarrollar un ejército nacional alejado de las hipotecas que le imponía Estados Unidos: el reciente encuentro entre una delegación militar ecuatoriana, presidida por el general Luis Ernesto González, con el comandante del ejército de tierra ruso, Vladimir Bóldirev, ha supuesto la firma de acuerdos de formación para militares ecuatorianos. Además, Rafael Correa viajará a Moscú en octubre de este año. Ese movimiento, así como los gestos hacia China, son una consecuencia inevitable de la estrecha relación y apoyo que Washington brinda al régimen de Uribe en Colombia, que no ha dudado en organizar provocaciones, e incluso ataques armados, en la frontera entre los dos países. Es una de las cuestiones sobre las que Ecuador debe permanecer vigilante. La tensión con Colombia, a propósito de la supuesta colaboración ecuatoriana con las FARC; y las diferencias económicas con Perú y Colombia, que han devaluado sus monedas (Bogotá, casi en un cuarenta por ciento) en un movimiento proteccionista perjudicando la economía ecuatoriana, son otros asuntos que pueden complicar el desarrollo de la revolución ciudadana. Otra cuestión importante que debe atender ésta es la consolidación de organismos y la implicación de los sectores populares en el proceso, evitando un protagonismo excesivo del presidente y del gobierno. Algunas leyes, como la reciente Ley de soberanía alimentaria han recibido críticas por sus aspectos discutibles y ambiguos, y por la limitada participación popular.
Cuando se está a punto de celebrar el bicentenario de la independencia, en Ecuador y en otros países latinoamericanos, los problemas a los que se enfrenta el gobierno de Correa son muchos: el desarrollo económico, la creación de puestos de trabajo, que permita la vuelta paulatina de la gigantesca comunidad ecuatoriana que vive en el exterior (en España, por ejemplo), en un país que, hace apenas dos años, contaba con casi el cincuenta por ciento de desempleados. También debe configurarse una nueva relación con la población indígena, cuya legendaria dirigente, Tránsito Amaguaña, acaba de fallecer, después de una larga vida de combate que le llevó a la cárcel acusada de tráfico de armas procedentes de la URSS, y por viajar, hace medio siglo, a Cuba y a la Unión Soviética para asistir a un congreso. Además, el gobierno de Correa debe impulsar la creación de un sector turístico moderno, la mejora de las condiciones de vida (casi la mitad de la población no tiene acceso al agua potable), el establecimiento de mecanismos de participación popular que fortalezcan el proceso revolucionario, la construcción de una economía nacional que no dependa exclusivamente de la explotación y venta de los recursos energéticos y naturales, para lo que deberá controlar la actividad de las compañías petroleras occidentales; y dotar de nuevas bases la relación con Estados Unidos y Colombia. El nuevo escenario es esperanzador, pero los retos para construir el socialismo son gigantescos. Correa, dirigente de ese viaje desde la vida andrajosa hasta el infinito, ha dicho que «la Revolución está en marcha y nadie la detendrá».