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La revolución televisada (Esta sí, la otra no)

Fuentes: Rebelión

  A Gary Cortés Ocampo, sin sus conversaciones ilustrativas estas líneas no serían posible. De Gill Scott-Heron a Juan Villoro Es lo que dijo Gill Scott-Heron, para otro escenario social y político, The revolution will not be televised [1] , porque no atendían (o no atienden) a las cosas de ese universo que está transcurriendo […]


  A Gary Cortés Ocampo, sin sus conversaciones ilustrativas estas líneas no serían posible.

De Gill Scott-Heron a Juan Villoro

Es lo que dijo Gill Scott-Heron, para otro escenario social y político, The revolution will not be televised [1] , porque no atendían (o no atienden) a las cosas de ese universo que está transcurriendo a un jeme de tu nariz. De ti, habitante de la injusticia social urbana, reblandecido en las calles duras. Nos ocurre a todos, mujeres y hombres. Es como un sueño que se sueña con los ojos abiertos; bastante bien abiertos. Siempre se trata de sueños mayores. El linaje cimarrón sueña los sueños imposibles, porque demoran un poco más pero son factibles. El factor que nos tiene aquí fueron esos sueños imposibles, poco después convertidos en actos de fe desmesurada por el mundo adverso que debieron enfrentar. A los sueños no se renuncian ni se los postergan, apenas quedan ahí emboscados hasta la condición básica de reiniciarlos en la realidad de la manigua, la plantación, la calle o la cancha de fútbol. La esencia de los sueños cimarrones es su no renunciamiento. Estuvieron o están al acecho, porque ser importante es el llamado de la especie urbana. Del barrio más barrio, de aquel de las alegrías que da la pelota, del Dios es redondo, en la geometría santera y santificadora de Juan Villoro. Al final de la tarde, en la cancha oscureciéndose, el triunfo o la derrota son accidentes de la Creación divina.

¿Quién no quiso ser futbolista de leyenda? De esos que al caminar por las calles las surte de curiosos, mujeres y hombres. A gritos preguntan por triunfos, por goles cumplidos o impedidos (según la ubicación responsable en la cancha) o por cualquier agua corta que contagie risa. A los futbolistas se los siente como de la propia familia, en tiempos de este jazzman se recortaban sus fotos y se averiguaba algún dato biográfico que orientara la imitación triunfal. A las comunidades negras no les gusta lidiar con perdedores, al menos hasta no hace mucho; por esa academia de significancias, por cuenta de la memoria colectiva que es la oralidad, se sabe de triunfos desde las llegadas cimarronas hasta el partido de fútbol de ayer. Las hazañas tienen más que ver con el peso es pecífico de la mente que con el cuerpo guascoso, ágil, explosivo, relampagueante, poético y también, por si acaso, de combate.

El fútbol es nuestro contradictorio valor de uso emancipador, durante gran parte del siglo XX, en las Américas. Salió de los potreros argentino o uruguayo, de la playa brasilera o de la pampita colombiana o ecuatoriana. El balompié fue ruta temporal de visibilización de la negritud de allá, al fondo. O de allá abajo; luego se convirtió en valor social de mercado, en mercancía, con precio monetario por el traspaso de la persona de un club a otro. Ahora sí, the revolution will be televised. Esta revolución sí tiene toda la televisión y también las redes sociales. Tiene sus estadios galácticos, su prensa con sus chamullos grandilocuentes y miles de millones que postergan las páginas de la política de los diarios por conocer con ojos ajenos qué fue aquello que hizo perder (o ganar) a su equipo de fútbol. Ni hablar si esa legión mínima representa al país con sus desencuentros o encuentros políticos.

El otro retorno de los brujos del balón

El mismo Gobierno ecuatoriano [2] que empujó la manumisión de los esclavizados y después la abolición de la esclavitud, entregó una porción de la provincia de Esmeraldas a los ingleses para que cobraran con personas y lo que hallaran en el territorio la deuda de la independencia. Siglo y medio después, Antonio Valencia, Ulises de la Cruz e inclusive Agustín El Tin Delgado fueron la muestra de las lecciones bien aprendidas y mejor ejecutadas de los creativos precursores. Como diría Malcolm X: una muestra de negros del campo [3] . El futbol en su viaje de regreso a Inglaterra en las mentes y en las habilidades de los descendientes de aquel mokonzi [4] popular que por primera vez futboleó en Ecuador. En Esmeraldas.

Este jazzman se pone porfiado con historia, esquina y demás cuando se la buscan en la colonialidad futbolera del Ecuador: el primer balón en espíritu de competencia se movió en Esmeraldas. Seguro, fue así. Creo que a las pocas semanas de que las tripulaciones de los mercantes ingleses empezaran a pelotear en terrenos urbanos de ese Esmeraldas de preguerra civil [5] , nuestra gente ya los imitaba primero y después hacía las suyas con ganas de superación al importador. El tiempo muerto de los marineros debió convertirse en desafíos sucesivos por los triunfos y derrotas alternados, en los partidos con estibadores y oficinistas esmeraldeños. Cuántas veces se irían frustrados por la goleada que volvía imposible el desquite.

La raza y la clase quedaban en el vestidor, porque en la cancha, el balón democratizaba las emociones. El día que los esmeraldeños se dieron cuenta del gusto épico y distractor del balompié, en las tardes que se quería y podía, fue porque tenían algo parecido a una liga futbolera. Diario El Telégrafo, edición de noviembre de 2018, publicó la foto histórica que debió acompañar a aquella noticia sobre la conclusión del campeonato local de 1918 organizado por la Liga de Fútbol de Esmeraldas. En la foto los futbolistas con sus pantalonetas por debajo de las rodillas, sostenidas con correas, camisas formales con los faldones por dentro de la bermuda premonitoria, zapatos y medias-polines y el sombrero canotier. La elegante formalidad de la época. ¿Se jugaría fútbol durante la guerra civil en Esmeraldas?

La Polverita de Barrio Caliente

Las canchas urbanas de Esmeraldas tienen su historia geográfica, al menos las más conocidas. Hacia 1 910, el cementerio estaba a unos doscientos metros de la calle más externa de la ciudad de Esmeraldas, por las razones que fueran fue cambiado al lugar donde está hasta ahora. Un día de aquellos ahí, en el permutado camposanto, se estableció otro santo campo o sea una cancha de fútbol, dos equipos cumplían con el derby esmeraldeño, el Unión y el 18 de Septiembre, disputaban partidos que continuaban con el mismo encono en salas de conversación, bares cerveceros y esquinas de bochinche. Esa cancha también fue trasladada, en línea recta, en dirección contraria al cementerio, a unos cientos de metros hacia el sur, el balompié de los días continuó rodando con sus artes pedestres hasta que el sitio se volvió el parque que está a orilla de Barrio Caliente (Parque Infantil Roberto Luis Cervantes, se llama). El nuevo traslado fue al pie de uno de los cerros que rodean la ciudad, pero en el dominio territorial del Barrio, ocurrió por los años ’30, del siglo pasado. Aquello que vino después es flow de la mejor historia futbolística de Esmeraldas, con el estadio Folke Anderson como el polvo mágico de sueños, revoluciones individuales y colectivas. Damas y caballeros, Eleggua abre caminos sin pedidos de rodillas, apenas con los deseos enunciados con las ganas.

La Polverita sustituyó por años al nombre del patrono. Fue el periodista Ronald Murillo que le compuso ese apodo por la polvareda que se levantaba en los veranos de fútbol. La cancha era de tierra batida. De esos polvos salieron nombres gloriosos del fútbol ecuatoriano: Ítalo Estupiñán (El Arponero Negro), Wilson Nieves, José V. Villafuerte, Carlos Delgado (Kiko), Tom Rodríguez, Carlos Torres Garcés, Fullman Camacho, por citar a un chininín de muchos. Antes estuvieron los pioneros: Carlos Miguel Castillo, Ricardo Valencia, Carlos Cañola, Tomás Angulo y Servando Madrid. Esos primeros cinco magníficos empezaron la historia del fútbol ecuatoriano en la versión esmeraldeña que aún no termina. Algo es cierto: nadie se hizo polvo subalterno aun si no llegó al éxito personal después de debutar en La Polverita. Incluyan a este jazzman.

Y la revolución, ¿acaso se extravió?

Ahora que la revolución del futbol si es televisada, con el sentido perdón al ánima bendita de Gill Scott-Heron modifiquemos los versos: «No te será posible quedarte en casa, hermano (te vas al estadio). No te será posible enchufar, encender y escabullirte. Sí te será posible entusiasmarte y pasar, levantarte a por cerveza durante los anuncios, porque la revolución es televisada«. La revolución del fútbol, mi gente. O la contra revolución de los camajanes, amos del espectáculo balompédico, ellos definen la geopolítica de la R D del Congo o de la República del Ecuador. Y por extensión mi provincia de Esmeraldas. O la involución que derrotó el ánimo libertario de hacer quimbas metafóricas o combas paradójicas con el balón y dejó como último héroe legítimo y planetario del buen fútbol a Diego Armando Maradona. En esa onda Eric Cantoná, Lilian Thuram, Sócrates [6] , Didier Drogba y Carlos Cazzelli.

No hemos el perdido gusto al balompié, pero tenemos sospechas que es canto distractor al cimarronismo necesario para enfrentar la restauración conservadora. O al último berrido del anacronismo cultural. Quizás el futbolista sin cancha Carlos La Bumba Valencia [7] , con sus trastornos de salud, tenga razón y pague de su exiguo bolsillo para que liberen pajaritos de la jaula o se cabree con las imágenes de un Cristo blanco mirando al cielo cuando él lo reclama negro. Carlos acierta sin fallas de sacrilegio: Cristo es terrenal también el balón, las sensaciones de ambas religiones son esas resurrecciones dominicales. Antes el fútbol era currulao o samba con sus prestezas estéticas, pero ahora es blues de estadio vacío. La Polverita, de la ciudad de Esmeraldas, sin aficionados autoriza este retrato: «There is a house in New Orleans./ They call the rising sun/ And it’s been the ruins of many a poor boy/ And god I know Im one …» [8] Se dice ‘Nueva Orleans’, pero muy bien podría nombrarse ‘Esmeraldas’, por el fútbol y la mediocre in extremis clase política ecuatoriana (la de Esmeraldas es un apéndice aún peor y con poca decisión). ¿Es o no es así, Gary Cortés?

Notas:

 


[1] La revolución no será televisada, de Gill Soctt-Heron. En 1971 el poeta, activista y cantante estadounidense Gil Scott-Heron lanzó The Revolution will not be televised, una llamada a la revuelta de la comunidad negra estadounidense. Este tema contiene numerosas referencias a la televisión de la época, que puedes ver listadas en su entrada de la Wikipedia. (http://traduzcocanciones.blogspot.com/2012/08/the-revolution-will-not-be-televised.html)

[2] Referencia al Gobierno del presidente José María Mariano Segundo Fernández de Urbina y Sáenz de Viteri (1804-1891). Aprobó la indemnización a los esclavistas, con dinero del presupuesto estatal, a cambio de manumitir a los esclavizados. La deuda de la independencia con Inglaterra empezó a ser saldada con la entrega, a libre disposición de los ingleses, de cientos de miles de hectáreas de territorio de la provincia de Esmeraldas, en sus zonas norte y sur, administrada por la Ecuadorian Land Company.

[3] Field negroes.

[4] Líder o autoridad en lingala.

[5] La guerra civil (o Revolución de Esmeraldas) fue entre 1913 y 1916.

[6] Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira

[7] Ex futbolista profesional afroecuatoriano. Tiene padecimientos en su salud mental con sorprendentes chispazos de lucidez.

[8] Hay una casa en Nueva Orleans, llamada del «sol naciente» y ha sido la ruina de muchos chicos pobres

y Dios sabe que yo soy uno de ellos…

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