«La clase media cree que puede vivir feliz ella sola, sin que cambie el mundo que le rodea, sin que los sirvientes dejen de ser sirvientes» La ampliación de los frentes de lucha La sociedad moderna está constituida por muchas esferas de vida. Pero la izquierda radical y la izquierda en general centran su actividad […]
«La clase media cree que puede vivir feliz ella sola, sin que cambie el mundo que le rodea, sin que los sirvientes dejen de ser sirvientes»
La ampliación de los frentes de lucha
La sociedad moderna está constituida por muchas esferas de vida. Pero la izquierda radical y la izquierda en general centran su actividad crítica y transformadora sólo en la esfera de la política. De esa manera el resto de las esferas de la sociedad queda libre de la necesaria crítica y desenvuelve su vida como si estuviera al margen de los conflictos de clases. De ahí la necesidad de que la izquierda cambie su mentalidad y amplíe los frentes de lucha. Su política transformadora debería alcanzar a todos los ámbitos de la vida. Creo que el ámbito de los medios de comunicación de masas, dentro de cuya programación se incluye la actividad cinematográfica, es uno de los frentes más importantes en la lucha por la transformación de la conciencia. Y la transformación de la conciencia es el requisito previo para la transformación económica y política de la sociedad.
El distanciamiento de una gran parte de los ciudadanos respecto de la política no implica su ausencia de conciencia respecto de los problemas del mundo, sino su falta de esperanza e ilusión en los sistemas políticos vigentes. Y esto se debe a que el político vigente en la actualidad sólo sabe moverse de forma pragmática, atendiendo a los intereses más inmediatos y palpables, permaneciendo de este modo alejado de los grandes ideales y de los intereses teóricos profundos. Y la gente que vive alejada de la política quiere valores, ideales y miradas de largo alcance. De ahí la necesidad de que la política transformadora de la izquierda alcance a todos los ámbitos de la vida y a todas las esferas del ser social.
Las etiquetas políticas y el absolutismo
Las luchas sociales se siguen concibiendo por una buena parte de la izquierda radical como si fueran dos contendientes uno frente a otro: aquí los revolucionarios y allá los reaccionarios. Pero la vida es mucho más compleja que todo eso y todo está lleno de matices. Una persona que se declara revolucionaria, sólo lo será en ciertos aspectos pero no en todo. Es posible, y la experiencia así lo enseña, que haya políticos revolucionarios que en el ámbito de la cultura y de la ideología sean reaccionarios. Al igual que hay personas que políticamente hayan sido etiquetadas de reaccionarias y, sin embargo, en otros aspectos de la vida sean revolucionarias. Así que lo revolucionario y lo reaccionario no deben ser concebidos como si fueran dos partidos políticos que están uno frente a otro, sino como tendencias y aspectos que se manifiestan en todas las personas y grupos.
No debe olvidarse que el comportamiento fascista no ha sido un fenómeno exclusivo de los partidos de derecha, sino también de los partidos comunistas y de los partidos marxistas-leninistas. Esto obliga a la izquierda a cambiar su estrategia: debe buscar las tendencias revolucionarias en todos los ámbitos de la vida y en todas las personas. No niego que existan partidos reaccionarios y partidos revolucionarios, sólo señalo que hay que tener en cuenta los matices antes mencionados. Ningún partido revolucionario es absolutamente revolucionario, como tampoco ningún partido reaccionario es absolutamente reaccionario.
En política es fundamental distinguir entre ser social y ser representante, puestos que hay personas cuyo ser social pertenece a la burguesía, por origen y estatus, como ocurrió con Marx y Engels, pero representan a la causa socialista. Aunque también sucede lo contrario: hay personas cuyo origen social está en el proletariado y, sin embargo, representan los intereses de la burguesía e incluso de las oligarquías más opresoras. Así que hay que huir del absolutismo en la aplicación de las etiquetas de clase.
Lejos del cielo
El pasado 13 de septiembre se emitió en la 2 de Televisión Española la película de Todd Haynes Lejos del cielo, un retrato de la clase media norteamericana de 1950, con todas sus ilusiones y limitaciones. La película trata de un matrimonio con dos hijos que viven en un tranquilo y hermoso barrio residencial. Frank Whitaker, así se llamaba el marido, era un alto ejecutivo de una gran empresa, mientras que Cathy Whitaker, así se llamaba la esposa, era una ama de casa. La trama se desenvuelve sobre dos cuestiones claves: la homosexualidad de Frank y las relaciones de afecto y de amistad de Cathy con un jardinero de piel negra llamado Raymond.
Frank le reconoce a su esposa que nunca la había amado, que era ahora, con un hombre joven, con quien conocía por primera vez el amor. Esto los llevó al divorcio, aunque desde el principio de la película se vio que Frank y Cathy vivían en dos mundos muy distintos y extrañados mutuamente. Cathy, que había encontrado refugio inicialmente en el jardinero, tuvo que renunciar a dicha relación por el racismo imperante en el pueblo. Más correcto sería decir que cedió a la presión racista del pueblo. Y cuando quiso recuperar de nuevo la confianza y el interés de Raymond, una vez que las relaciones con su marido se habían definitivamente disuelto, aquél ya había renunciado a salir de su mundo, prefiriendo vivir tranquilo con sus hermanos negros que no extrañado y amenazado en el mundo de los blancos. Su hija había sido apedreada por unos niños blancos y decidió marcharse a otro Estado.
Superficie y fondo
La contradicción entre superficie y fondo estuvo presente tanto en la homosexualidad de Frank como en el racismo reinante en el pueblo. La homosexualidad de Frank permaneció oculta durante toda la película, sólo lo sabía la mujer, y al final lo supo también la amiga más íntima de Cathy. Pero no tuvo ninguna repercusión en el pueblo. De hecho Frank mantenía sus relaciones homosexuales de modo oculto. Por el contrario, las relaciones entre Cathy y el jardinero se establecieron a la vista de todos, y esto provocó un gran revuelo. Cathy era una ciudadana modélica; y modélica quería decir atada por las costumbres y normas férreas del pueblo. Lo que Raymond rogaba a los ciudadanos del lugar, esto se lo comentaba a Cathy, era que fueran más allá de la superficie, que miraran más allá del color. Pero la presión racista del pueblo fue tan grande que Cathy se vio obligada a despedirlo por las relaciones que hubo entre ambos: fueron demasiado comprometidas. Lo de que se vio obligada a despedirlo es un decir, fue cobarde, también pudo haberse resistido.
Contradicciones principales y secundarias
Las contradicciones homosexuales y raciales no dejan de ser contradicciones secundarias, de cuya solución no cabe esperar profundos cambios sociales. Sucede que el predominio de estas contradicciones oculta la contradicción principal en las sociedades modernas: la existente entre capital y trabajo. No niego que las contradicciones secundarias también desempeñen su papel en la evolución de la humanidad, pero su solución nunca produce los cambios de raíz de la sociedad, puestos que estos sólo tienen lugar en el ámbito de la economía. De este modo la clave de fondo no estaba en que el jardinero fuera negro, sino en que el negro fuera jardinero. Si Raymond hubiera sido el alto ejecutivo y Frank el jardinero, el racismo no hubiera tenido lugar. Así que el asunto que está en el fondo de todo no es si una persona es negra, mujer u homosexual, sino si es capitalista o trabajadora.
La contradicción principal oculta
Al telespectador no le queda más remedio que apenarse de Frank y de Cathy: el primero por sufrir su condición de homosexual como si fuera una enfermedad, y la segunda, por venírsele el mundo abajo cuando su marido le pidió el divorcio. Su vida, en sus propias palabras, era ser esposa y madre. Así que con el divorcio perdió la mitad de lo que era y representaba.
Mientras los espectadores sufren por el matrimonio Whitaker, la sirvienta de la familia, que era de piel negra, permanece inadvertida. No es un personaje principal y de su vida nada se sabe. Así que la sirvienta, que es el miembro de la clase explotada, permanece oculta del todo en la historia o su historia es anónima. Y nadie se apiada de ella. No es ni buena ni mala. Mientras que Cathy es un persona muy buena, además de cándida; y Frank, un hombre sufrido.
El objeto representado y la forma de representación
La película es un retrato de una clase media de un lugar determinado en una época determinada. No es un retrato de todas las familias de clase media ni un retrato de una familia en todas las épocas de su vida. Y el retrato lo hizo una persona que conoce a la clase media y que tal vez participe de sus ilusiones y limitaciones. Si el director hubiera sido de la izquierda radical, a lo mejor le hubiera dado más protagonismo a la sirvienta, nos la hubiera puesto en primer plano y contado cosas de su familia. Pero al hacerlo así, ya dejaríamos de ver a la familia de clase media como la protagonista principal y la historia sería otra. Igualmente si el director hubiera sido revolucionario, tal vez hubiera puesto a un jardinero más valiente y luchador y a una Cathy igualmente más valiente y luchadora. Pero al hacerlo así, tal vez hubiera falseado la realidad. Puesto que la realidad no sólo está compuesta de valientes sino también de cobardes, como igualmente no sólo existen las victorias sino también las derrotas. Así que no debemos separar el objeto representado de la forma de representación, puesto que corremos el riesgo de falsear la realidad o de ocultar partes de la realidad. Y en este caso el objeto representado es la clase media y la forma de representación es la de la clase media.
La autosatisfacción y complacencia de Cathy
Cathy aparecía en las revistas del pueblo como esposa ejemplar. La reportera decía de ella que sus tareas eran organizar fiestas y posar junto a su marido. Y ella vivía así, en un mundo de rosa, ajena a los conflictos sociales. No sabía ni vivía lo malo que había en el mundo. Su vida cómoda, su aislamiento en un bario residencial, su participación en fiestas y visitas a exposiciones de pintura, le hacían pensar que el mundo era tal y como ella lo vivía. Pero el mundo es mucho más que su pequeña y limitada vida. Y esto no lo sabía. Y cuando fue afectada por dos de los conflictos sociales mundanos, la homosexualidad y el racismo, no supo mantenerse firme y se derrumbó. Se mostró como son muchas mujeres de la clase media: personas débiles.
La meta de la mujer de clase media
La mujer de clase media, la que sólo se dedica al hogar, mira con admiración a su marido, con cuyo trabajo su familia vive cómoda y lujosamente; y quiere para sus hijos lo mejor. Desea paz, amor y dinero para su hogar. Pero fuera de las cuatro paredes de su casa, donde su corazón se manifiesta grande y generoso, su alma se vuelve fría y reticente. En la fiesta celebrada en casa de los Whitaker uno de los invitados comentó sonriente, en presencia de otros invitados y de la propia Cathy, que ésta se había vuelto una defensora de los negros, pero la anfitriona lo esquivó con una sonrisa. No luchó. No defendió lo que creía justo. Y la clase media nunca lo hace. Sólo lo hace cuando la lucha ya tiene un trecho recorrido, cuando ya muchos han dejado su alma en el camino, cuando la victoria ya está al alcance de la mano, entonces la vemos envalentonada defendiendo las nuevas causas.
Las cuatro paredes
La mujer de clase media sólo busca la felicidad para su casa. Fuera de las cuatro paredes del hogar no quiere ver. Todo lo que hay de malo en el mundo la inquieta y prefiere cerrar los ojos antes de que no la deje dormir tranquila. No quiere saber lo que ocurre más allá de las cuatro paredes de su casa. Pero la felicidad nunca se logra en una isla. Ninguna familia puede ser enteramente feliz si el mundo que le rodea no es feliz. Para que la familia de clase media sea feliz, también deben ser felices las familias de la clase obrera. Y como la familia de clase media no vive en una isla, aunque los barrios residenciales puedan dar esa apariencia, sino que está interconectada con el mundo por muchas vías, siempre hay males del mundo que les alcanza. Entonces le llega la desesperación y piensa en los demás y se pregunta por qué no la ayudan. Sólo cuando sufre piensa que forma parte de un todo social. Pero mientras no sufre, piensa sólo en ella.
La extensa clase media
Lo que hoy identificamos como clase media siempre ha sido reconocido en la literatura marxista como pequeña burguesía. Así que para nosotros tiene la misma extensión el concepto de clase media que el de pequeña burguesía. Pero dado que se usa de manera más frecuente y generalizada el nombre de clase media, nosotros preferimos este nombre al de pequeña burguesía.
Dentro de la clase media cabe incluir a los políticos, a los profesionales, a los periodistas, a los artistas, a los ejecutivos, a los profesores, a los universitarios y a los intelectuales en general. De manera que la clase media es muy extensa, está muy ramificada y su influencia es muy grande.
Una gran parte de los males culturales e ideológicos que vive la sociedad moderna se debe a la perniciosa influencia de la mentalidad de la clase media. No debe olvidarse que su tendencia dominante es hacer desaparecer las diferencias y las contradicciones. Quiere armonía, pero no sobre la base de resolver las contradicciones, sino de disolverlas o de hacerlas desaparecer ante la conciencia.
De ahí la necesidad de que la izquierda elabore una crítica regular y metódica contra la clase media en sus más diversas manifestaciones. Se deben acentuar sus tendencias positivas, que también las tiene, pero se debe someter a dura crítica sus limitaciones y falsas ilusiones.