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La saturación mediática en el capitalismo neoliberal

Fuentes: Rebelión

Una de las principales características del capitalismo contemporáneo es la intensificación del consumo a través de los medios masivos que buscan unificar el mercado globalizado. Vivemos en un escenario dominado por redes infoelectrónicas y satélites que facilitan la libre circulación de productos y servicios culturales en todos los continentes, aumentando las ganancias de las corporaciones […]

Una de las principales características del capitalismo contemporáneo es la intensificación del consumo a través de los medios masivos que buscan unificar el mercado globalizado. Vivemos en un escenario dominado por redes infoelectrónicas y satélites que facilitan la libre circulación de productos y servicios culturales en todos los continentes, aumentando las ganancias de las corporaciones transnacionales. Delante de nuestras retinas, se sucede un torbellino de imágenes, sonidos y datos que estimulan el consumismo y difunden los valores dominantes. Somos privilegiados por la abundancia de los flujos mediáticos, pero, al mismo tiempo, percibimos que jamás conseguiremos retener una pequeña parte que sea de ese impresionante aluvión de informaciones y ofertas de entretenimiento. En la era del tiempo real, todo es demasiado veloz y inmediato, todo parece diluirse y restablecerse sin derecho a intervalos. La profusión de mensajes se ajusta a la intención de los medios y de las industrias culturales de aumentar la ansiedad por experiencias y sensaciones, sintonizándolas con sus productos y programaciones, con la finalidad de garantizar siempre más lucros y rentabilidad a sus negocios.


Los aparatos de difusión crean un modo de existencia que se alimenta del exceso de estímulos audiovisuales. Imposible ignorar los llamamientos consumistas que brotan de pantallas y monitores. Siquiera en las vacaciones estamos libres de los incentivos al consumo. Las transmisiones por satélites de los canales de televisión paga, sobrecargadas de mensajes publicitarios, penetran 24 horas por día en millones de cuartos de hoteles, resorts y centros turísticos de todo el globo.

Conveniencia, placer, riqueza, aventura, emoción: son estos los valores y sentimientos diseminados con insistencia por los medios. Ni percibimos el grado de inmersión en el océano de estímulos seductores. Navegamos, como nómadas insaciables, por redes de televisión y ambientes virtuales que se renuevan sin parar para atraer los ciudadanos consumidores.

Los anuncios en 3D que ocupan los paneles digitales no paran de transmitir en tiempo real las cotizaciones de los mercados financieros, de la Nasdaq y de los mercados futuros. Las informaciones incesantes también invaden las pequeñas pantallas de los teléfonos móviles, en una evidencia de que cualquier pierda de tiempo puede ser fatal para los inversionistas. Los controles remotos, por su vez, son accionados frenéticamente. En su libro Mídias sem limites, cuya edición brasileña yo tuve la satisfacción de presentar, Todd Gitlin menciona una investigación reciente según la cual los controles son accionados hasta 107 veces por hora por los tres cuartos de los norteamericanos con menos de 30 años que asisten diariamente a los informativos televisivos. (2)

La tecnología inalámbrica cortó la distancia que nos separaba, aunque temporalmente, de los acontecimientos. Hasta el famoso grupo de rock Rolling Stones, hijos de los años 1960, se ha rendido a la magia tecnológica. La banda ancha adopta soluciones inalámbricas para distribuir y actualizar informaciones sobre sus presentaciones, antes, durante y después de los shows. El grupo utiliza una red de 140 computadoras portátiles y un enlace de satélite que asegura transmisión en banda ancha. En los momentos de mayor tráfico, el sistema de los Stones procesa un volumen de datos equivalente a una oficina de medio porte, enviando y recibiendo correos electrónicos, editando textos y transfiriendo imágenes detalladas del escenario y de la platea. (3)

Para desvelar lo que se oculta tras de ese fenómeno global, necesitamos considerar el cuadro de aceleradas mutaciones comunicacionales. La revolución multimedia llegó más pronto que imaginábamos, dejó de ser una imagen futurista. Ella se concretiza a partir de un lenguaje digital única, habilitada a integrar procesos, redes y plataformas, generando una variedad de productos y servicios con amplio espectro de difusión. Según investigadores de la Universidad de California en Berkeley, si la cantidad de datos digitalizados producidos cada año en el mundo fuera almacenada en disquetes, serían necesarios 3,2 millones de kilómetros de extensión para colocarlos en línea reta – lo que equivale a recorrer 320 veces la costa brasileña. (4)

La digitalización sirve de soporte a la convergencia tecnológica entre las industrias de informática, telecomunicaciones y medios masivos. Esa convergencia, que bautizo de infotelecomunicacional para realzar las interrelaciones entre los tres sectores, multiplica el volumen de contenidos. Las corporaciones de comunicación y entretenimiento ambicionan industrializar bienes materiales y inmateriales que tengan acceso global y puedan ser vendidos, en el formato digital, al público de masa. (5)

Para dominar el mercado y rentabilizar las inversiones, los medios difunden un volumen despropositado de mensajes, beneficiándose del constante perfeccionamiento tecnológico y también de la ausencia de un control público eficiente sobre ese sector estratégico del mundo actual. Las corporaciones transnacionales disfrutan de una plusvalía excepcional obtenida con la exportación en serie de sus productos y servicios para todos los continentes. Tenemos ahí una paradoja desconcertante. Crece ininterrumpidamente la oferta de mercancías, pero concentrase cada vez más la propiedad de los medios de comunicación en las manos de gigantes empresariales – la mayoría de los cuáles de propiedad norteamericana – que disponen de poderío financiero, visión estratégica, capacidad industrial y esquemas de distribución por el planeta. Todo eso facilitado por las desregulaciones y privatizaciones absurdas que han sido promovidas por los gobiernos neoliberales en los años 1980 y 1990.

A la presión de naturaleza económica, se suma la importancia de la información, convertida en recurso básico de gestión y producción. La propia noción de información no se restringe más a la idea de noticia y engloba otras concepciones: información de base (bancos de datos, acervos digitales, archivos multimedios), información cultural (películas, vídeos, periódicos, programas televisivos, libros) y know-how (invenciones, patentes, prototipos etc.). Exactamente por infiltrarse en diversos ramos, la información se proyecta como factor decisivo para la reproducción de las hegemonías constituidas. Destacase como insumo esencial a la transmisión de conocimientos que pueden ser compartidos y aplicados en las organizaciones y, a las veces, entre empresas que actúan en asociaciones. Los sistemas avanzados incluyen bases de datos, plantillas, documentos, normas y procedimientos, además de registros de técnicas y experiencias difundidas, discutidas y asimiladas por el conjunto de la empresa. La gestión del conocimiento se basa en un flujo electrónico que proporciona análisis, interpretaciones y puntos de vista sobre situaciones, relaciones, bienes y servicios. La información se convierte, así, en elemento decisivo para aumentar las ganancias y superar los concurrentes. (6)


La articulación existente entre el modo de producción capitalista, la economía de la información y las tecnologías de comunicación favorece la acumulación de capital financiero en un escenario de interconexiones electrónicas generalizadas. El sistema tecnológico incorpora al capitalismo su lógica, caracterizada, según Manuel Castells, «por la capacidad de traducir todos los aportes de información en un sistema común y de procesarlos la velocidades crecientes, con una potencia en progreso, la un coste menor, a través de una red de distribución virtualmente ubicua.» (7) Con eso, asegura al capital total fluidez para estar en constante desplazamiento por los continentes en busca de rentabilidad.

Cabe subrayar que nunca hubo una fragmentación tan acentuada de los contenidos mediáticos destinados a segmentos bien delineados de lectores. Las estrategias de marketing de las industrias culturales agregan valor a las cadenas productivas filtrando identificaciones culturales, gustos semejantes y aspiraciones de consumidores con poder adquisitivo. Con la segmentación para clientelas específicas, aumenta de forma exponencial la producción para nichos de consumo. Niños y adolescentes no escapan a la regla. Diariamente, 150 horas de diseños animados, seriales y películas infantiles y juveniles son difundidas en Brasil por canales de televisión por firma. Sumando las opciones de la televisión abierta, son 180 horas de programación, intercaladas por campañas publicitarias que buscan incentivar hábitos y costumbres para marcas y productos diseccionados para los niños y adolescentes, pródigos en consumir y en influenciar las preferencias familiares. No hay preocupación con los efectos psicosociales y culturales de los contactos prolongados con diseños y seriales concebidos en estudios norteamericanos, sin ninguna relación con la realidad brasileña.

En la órbita de la cultura de la velocidad, el imaginario social está atravesado por materiales audiovisuales e impresos de todo tipo. Una investigación de World Future Society concluyó que la masa de conocimientos de la humanidad crece un 100% cada cinco años, con tendencia a doblar cada 90 días en 10 a 15 años. (8) ¿Como no enmarañarse en el exceso de información cuando se sabe que el tráfico en la Internet duplica cada 100 días? Cerca de un 3% de las fibras ópticas producidas son hoy utilizadas en la Tierra, siendo que, en el área de telecomunicaciones, menos del 2% de las redes están efectivamente ocupados con el transporte veloz de datos. (9) El abismo entre la superproducción digital y la capacidad humana de procesamiento es de tal orden que, para intentar llamar la atención del consumidor medio, fabricantes de bienes no-durables en Estados Unidos gastan 25 millones de dólares por año en publicidad y promociones comerciales. (10)


La fiebre mediática con que en los deparamos nada tiene de circunstancial. Con efecto, ella transforma los grupos sociales en componentes intrínsecos de un proceso de permanente estímulo al consumo – aunque las respuestas al consumismo puedan ser diferenciadas en función de los perfiles socioeconómicos y culturales. Si, de un lado, aumentan las alternativas cuando se dispone, por ejemplo, de 200 canales de TV paga (la mayoría de ellos separada por géneros o franjas de público), de otro las políticas de programación ambicionan la rentabilidad financiera, sin mayor preocupación con las líneas de formación educativa y cultural de las plateas. Tratase de asociar los vestigios de variedad a las ganancias (más subscripciones, más audiencias, más anunciantes, más consumidores, más recetas).

La saturación audiovisual no se agota en la búsqueda de realización de deseos y placeres; constituye un atajo seguro para la mercantilización. En el contexto del capitalismo neoliberal, los productos culturales se convierten en mercancías, perdiendo muchas veces sus contenidos humanos, sus calidades artísticas o sociales, que son disueltas en el puro valor de cambio monetario. En la obsesión por lucros, la prioridad es conquistar la fidelidad de las audiencias, sin verificación consistente de los modos de asimilación de los contenidos y sus usos socioculturales. David Harvey resalta que, en el contexto de la explotación comercial de la superproducción simbólica, el problema del capital «es encontrar maneras de comercializar y rentabilizar diferencias culturales sólo el bastante para que pueda apropiarse, la partir de ellas, de los ingresos monopólicos». (11)

Los más indulgentes podrían decir que, a pesar de los peses, la disponibilización frenética de materiales informativos permite una fusión nada despreciable de avances tecnológicos y demandas sociales. Sería el caso de contra-argumentar que hay una inquietante disparidad entre la economía de los cambios simbólicos y la economía de la atención de lectores y espectadores, con consecuencias sociales serias, como la pérdida de de la conciencia crítica y la manipulación de los modos de comprender os acontecimientos.

La crisis de la economía de la atención se caracteriza por la creciente imposibilidad de absorberse la descomunal carga de datos. Eso no es resultado sólo de la falta de tiempo o de factores técnicos, como también de la inadecuación de formatos, lenguajes y políticas editoriales. Hay también trabas provocadas por el carácter antisocial del neoliberalismo, que excluye grandes contingentes poblacionales de los beneficios del progreso y de los accesos al conocimiento. Y no debemos olvidar el fuerte desgaste de atención, tiempo y energía provocado por la búsqueda de trabajo en las grandes ciudades, consecuencia nefasta del desempleo estructural en el capitalismo contemporáneo.

Cuando afirmamos que el exceso de oferta interfiere en el horizonte de percepción, no estamos defendiendo la idea ingenua de que el mundo tecnológico produce sólo turbulencias y alienaciones. Sería desconocer que las tecnologías facultan nuevos modos de percepción, memoria, expresión y difusión, además de ensanchar espacios de sociabilidad y de intervención sociopolítica, como ya ocurre en el espacio descentralizado de la Internet. Por otro lado, persisten desniveles graves en las jerarquías planetarias, siendo una prueba de eso la exclusión digital y las tasas de analfabetismo aún alarmantes en países periféricos.

Existe el riesgo de enflaquecimiento de los lazos comunitarios y de las afinidades culturales cuando las transmisiones mediáticas borran referencias fundamentales a la comprensión correcta de los acontecimientos y de las situaciones sociales. Difícil no darse cuenta de las distorsiones en las identidades culturales cuándo sabemos que más de 150 mil horas de películas, seriales y programas deportivos producidos en los Estados Unidos son exhibidas mensualmente en las redes televisivas de los países latinoamericanos, equivalentes a un 77% de las programaciones de las emisoras de televisión de la región. (12)


No me parece exageración decir el virus de la saturación afecta la sensibilidad crítica, induciendo, sutilmente, al individualismo, a la dispersión y a la complacencia delante de injusticias sociales. Una tajada expresiva del que se transmite en exceso, en lugar de esclarecer, muchas veces confunde, tantas son las mediaciones que cruzan los recorridos y cambios comunicacionales.

Todo eso refuerza la urgencia de la crítica a los modos por los cuáles emergen y se cristalizan experiencias fabricadas por los gestores de la cultura tecnológica. La evolución técnica debería ampliar el conocimiento de las sociedades y de los hombres que lo habitan. En verdad, ocurre una perversa inversión: las técnicas avanzadas tienden a ser apropiadas por las elites y por actores influyentes en función de objetivos particulares, casi siempre sintonizados con intereses empresariales. (13)

Para vislumbramos una comunicación sin la interferencia de idiosincrasias, manipulaciones y desvíos, necesitamos desvelar y recusar la lógica de los encantamientos espectaculares, tan propicios a infundir magnetismos fugaces en los espectadores. En vez de asumir la bandera, hoy infelizmente ingenua, de la lectura ideal en el tiempo ideal, como si no hubiera las actualizaciones por segundo de las informaciones, debemos reivindicar una diversidad informativa y una difusión descentralizada que no se confundan con la desvalorización de la vida humana y con la neurosis capitalista por ganancias financieras.

No hay duda de que la pluralidad cultural es condición esencial para el fortalecimiento de la ciudadanía, de los valores éticos y de las identidades comunitarias. De la misma forma, el ejercicio ético del periodismo no puede prescindir de las manifestaciones del contradictorio, por más que el culto a la velocidad quiera diluir o restringir los sentidos múltiples de comprensión de los hechos sociales. Si contestamos la velocidad como virtud, debemos rechazar la idolatría del mercado como síntesis de organización social. El desafío de medio y largo plazos consiste en construir alternativas políticas que incentiven dinámicas de comunicación no contaminadas por el pensamiento mediático como dogma supremo. Para eso, necesitamos alcanzar nuevas formas de acción, movilización y articulación política y cultural, de alcance planetario, para, en un proceso inevitablemente marcado por avances y retrocesos, perplejidades y resistencias, intentar conciliar las responsabilidades humanas y las aspiraciones por un otro mundo y una otra comunicación posibles, superando las marcas visibles de un desarrollo socioeconómico profundamente desigual.


Notas:

(1) Paul Virilio. O espaço crítico. Rio de Janeiro: Editora 34, 1993, p. 9-11.

(2) Todd Gitlin. Mídias sem limite. Rio de Janeiro: Record, 2003, p. 102.

(3) BBC News, 14 de mayo de 2003.

(4) Mirella Domenich, «A era da obesidade da informação», Valor Económico, 7 de mayo de 2001, p. 8.

(5) Consultar Dênis de Moraes. «O capital da mídia na lógica da globalização», in Dênis de Moraes (org.). Por uma outra comunicação: mídia, mundialização cultural e poder. Rio de Janeiro: Record, 2003.

(6) Ver Ikujiro Nonaka e Hirotaka Takeuchi. The knowledge creating company. Nova York: Oxford University Press, 1995.

(7) Manuel Castells. La sociedad red (La era de la información: economía, sociedad y cultura, vol. 1). Madrid: Alianza Editorial, 1998, p. 59 e 506-510.

(8) Datos disponibles em el site de World Future Society: http://www.wfs.org.

(9) Mário Soma. «De olho no caos digital». Ícaro, nº 228, agosto de 2003, p. 22.

(10) Consultar Christian Marazzi. «A crise da new economy e o trabalho das multidões», in Giuseppe Cocco e Graciela Hopstein (orgs.). As multidões e o império: entre globalização da guerra e universalização dos direitos. Rio de Janeiro: DP&A, 2002, p. 36.

(11) David Harvey. «A arte de lucrar: globalização, monopólio e exploração da cultura», in Dênis de Moraes (org.). Por uma outra comunicação, ob. cit., p. 167.

(12) Dênis de Moraes. O Planeta Mídia: tendências da comunicação na era global. 2ª ed. Rio de Janeiro: Letra Livre, 1998, p. 65.

(13) Leer Milton Santos. «Elogio da lentidão», in Milton Santos. O país distorcido: o Brasil, a globalização e a cidadania. São Paulo: Publifolha, 2002, p. 162-166.


*Dênis de Moraes, doctor en Comunicación y Cultura por la Universidad Federal de Río de Janeiro, es profesor y investigador del Programa de Postgrado en Comunicación de la Universidad Federal Fluminense, en Brasil.