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La seguridad nacional y el desastre del Golfo

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Resulta irónico y trágico que, en los momentos en que el Gobierno Federal gasta decenas de miles de millones en la «seguridad del Estado» empleando a un ejército de 100.000 funcionarios, centenares, si no miles de estadounidenses han muerto por la ausencia de seguridad nacional. Seamos claros, el huracán, las atroces olas del mar y las inevitables inundaciones de los Estados del Golfo eran conocidas con días de antelación por las autoridades locales, estatales y federales. Esas autoridades urgieron a la gente a evacuar como mejor pudieran. En otras palabras, no hubo una política estatal eficaz de evacuación, ni a nivel federal, estatal o local, para ayudar a los centenares de miles de individuos que no disponían de medios de transporte privado. Muchos de los hombres y mujeres de la Guardia Nacional estaban en Irak, no en sus Estados de origen en donde habrían podido intervenir en esta emergencia nacional. Andy Thaggard, teniente de la Guardia Nacional de Mississippi, declaraba: Echar de menos al personal es lo más grave en este acontecimiento. Necesitamos a nuestra gente». La Guardia Nacional de Mississippi tiene una brigada de 4.000 soldados en la región central de Irak; Luisiana tiene 3.000 tropas de su Guardia en Bagdad.

El Director de la Seguridad Nacional y su ejército de funcionarios han sido elocuentes por su silencio y, lo que es peor, por su ausencia. A los equipos de rescate les faltaba personal y carecían de cualquier plan de ayuda de emergencia efectivo, gracias a los sustanciales recortes presupuestarios federales para bajar los impuestos del 1 % más opulento de la población. Como consecuencia de ello, docenas de hospitales, residencias de ancianos, instituciones mentales y otras instituciones públicas se encuentran sin electricidad, sin agua potable, teléfono y carecen de suministros de emergencia.

La filosofía gubernamental del «sálvese quien pueda», que coloca la codicia personal y la riqueza por encima del servicio público y el gasto social, ha transformado un suceso natural (huracán, grandes olas e inundaciones) en una catástrofe humana. La continuación de la guerra y la ocupación en Oriente Próximo han debilitado la seguridad de los ciudadanos de Estados Unidos de manera muy dramática y evidente, miles de familias hambrientas y sedientas que vadean, sumergidos hasta la cintura, aguas repugnantes, arriesgando sus vidas y su integridad física para conseguir los productos esenciales en los supermercados inundados. Ahora que el número de muertos se está elevando a miles y los funcionarios públicos se retuercen las manos y se afligen por la catástrofe, el presidente Bush ha abandonado sus prolongadas vacaciones pero el significado más profundo de este desastre político todavía queda por debatirse: la seguridad nacional significa, primero y ante todo, la seguridad del pueblo estadounidense.

Este desastre no era inevitable. En junio de 2004, el director de gestión de emergencias de Jefferson Parish, Luisiana, decía: «Parece que el dinero destinado a reforzar los diques ha sufrido cambios en el presupuesto del presidente y se va a dedicar a la seguridad nacional y la guerra en Irak, y supongo que es el precio que tenemos que pagar. Nadie en la zona se siente feliz porque no se terminen los diques y estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano, porque para nosotros es un asunto de seguridad». La seguridad nacional significa la recuperación de los presupuestos nacionales, estatales y locales para la defensa civil contra fenómenos naturales, la reconstrucción de nuestros diques, el aumento de vehículos de transporte de emergencia- barcos, helicópteros y camiones- para evacuar a las poblaciones vulnerables, instalaciones de emergencia seguras y accesibles con almacenamiento de alimentos, agua y servicios médicos.

El dinero, las agencias, los vehículos de transporte, los proyectos de ayuda de emergencia, y la Guardia Nacional están allí, en Irak, no en nuestro país, donde podrían salvar vidas. ¡Traigan nuestras tropas a casa, ahora!

James Petras, profesor emérito de Binghamton University, en la actualidad es un escritor y conferenciante independiente, autor de más de 50 libros y centenares de artículos relacionados con la economía política y los movimientos sociales. Escribe editoriales con regularidad para los más importantes periódicos de América Latina. Sus artículos se pueden encontrar en su página en inglés en www.rebelion.org