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La soledad de Althusser

Fuentes: En ProTexta 11

Traducido para Rebelión

La única definición posible de materialismo consistía, para Louis Althusser, en no contarse historias. El pensamiento como revelación de las relaciones de poder. La filosofía como herramienta contra las miserias del idealismo, la ideología burguesa que el autor de Pour Marx situaba en el cruce de humanismo, historicismo y evolucionismo. El conflicto atraviesa la teoría y la academia no permanece al margen del motor de la historia: la lucha de clases. Lo que sucede y lo que nos sucede, la cinta de Moëbius que recorre toda la existencia del pensador más discutido de su época, la construcción del consenso, las aristas y las grietas de las ideas dominantes, quien decide qué es la normalidad, caminando hacia Marx entre Maquiavelo y Spinoza. En contra de Louis Althusser (Birmachois, Argelia, 1918 – París, 1990) se escribieron libros, se publicaron artículos, se redactaron informes. La derecha de su partido, el Comunista Francés, lo redujo al ostracismo orgánico y la izquierda exterior, para quien las tesis del propio Althusser funcionaron como apertura de las líneas de fuga, lo rechazó por no ser capaz de abandonar su refugio político desde 1948. De la primera línea de combate -su conferencia en la universidad madrileña, en 1976, atrajo a tres mil estudiantes- al infierno del hospital psiquiátrico -en 1980, en un acceso psicótico, estrangula a Hélène Rythman, su mujer-, el volumen La soledad de Maquiavelo reúne un conjunto de ensayos que, de 1955 a 1978, componen una historia intelectual del marxista Louis Althusser.

Althusser empieza a actuar en el campo filosófico francés con una conciencia clara de su posición. Sus ataques contra lo nacionalitario y el chovinismo del pensamiento en su país, que recupera y describe en las estremecidas páginas memoriales de El porvenir es largo , lo sitúan en tierra de nadie. Su militancia en el PCF tampoco consigue evitar su aislamiento político. Saber el lugar desde el que escribe Louis Althusser es imprescindible a la hora de enfrentarse a su activismo ensayístico. Incapaz de negar la hipótesis comunista, la versión filosófica con la que Alain Badiou da cuenta del viejo topo, Althusser se resiste a la deserción en los grandes aparatos ideológicos comunistas, los partidos. Titula Lo que no debe durar en el Partido Comunista su última tentativa (1978) de condicionar y corregir una dirigencia que acaba de arrojar al cubo de la basura la dictadura del proletariado sin reconocer la dictadura de la burguesía. En un de sus pocos textos elaborados después de 1980, La única tradición materialista, afirma: «Ya no existe actualmente posibilidad alguna de reunificación de los partidos comunistas mundiales, siendo el Eurocomunismo la nueva ‘enfermedad infantil’ de algunos partidos comunistas occidentales».

Es Althusser un hombre atrapado en el siglo. La lucidez le permite una mirada exacta sobre la coyuntura y el eslabón más endeble. Su palabra de orden, «pensar en los límites», provoca continuamente distensión en sus consideraciones anteriores y desarma el suelo en que reposa. Apenas un furioso antihumanismo, en tanto el humanismo no excede el carácter de constructo de las clases dominantes, se detecta desde los primeros textos de Pour Marx hasta la descarnada búsqueda en el yo de El porvenir es largo. Escribe contra Marcuse y también contra el progresismo cristiano con el que hacía migas su primer secretario general, Maurice Thorez. Pero aquel que vivió la guerra del 45 y el campo de concentración no ajusta las fricciones entre teoría y praxis. Y así se lo había echado en cara uno de sus discípulos más brillantes, Jacques Rancière, en La lección de Althusser.

El agitador del hala izquierda del PCF, que concede carta de naturaleza político-filosófica a Mao Tse-Tung, les habla a los camaradas italianos de Il Manifiesto en 1977 bajo el epígrafe Por fin la crisis del marxismo: «Sería una forma de idealismo, incansablemente denunciada por Marx, considerar que la teoría marxista es, en tanto que teoría, responsable de la historia que se hizo en su nombre […] Mas sería igualmente otra forma de idealismo considerar que la teoría marxista no se encuentra involucrada y comprometida en la prueba de una historia en la que la acción de las organizaciones de lucha de clases que se inspiran en el marxismo o se declaran marxistas tuvo un papel importante o determinante». Althusser somete su propio pensamiento a tensiones brutales, a reelaboraciones contundentes y lo compara consigo mismo. Y con un método que no conoce la indulgencia, anticipa y dispara contra algunas de las causas que dejan a su partido fuera de mayo: la lucha de clases dentro de la organización, la retórica del consenso y de la patria. Su marxismo estrictamente filosófico abre puertas y campos de posibilidades, a veces de manera involuntaria, que transitarán después, entre otros, Toni Negri y el propio Alain Badiou, alumno a finales de la década de los 60: «[…] la conciencia de este hecho brutal, primitivo, de que la filosofía divide».

Pero es el mismo Althusser que denunció incansablemente la epidemia escolástica soviética quién finalmente no separaba economicismo y economía. Ernest Mandel expone, en Althusser corrige a Marx, que aquel que en la puerta de su despacho en la Escuela de Ulm tenía clavadas las Tesis sobre Feuerbach olvidaba lo real económico. Su apego al rigor del texto -célebre resulta su compartimentación de la trayectoria de Marx y su fidelidad lingüística casi obsesiva- extendía una armadura filológica sobre la obra del de Tréveris que impedía, frecuentemente, una productividad creativa. Este es el caso del manual de Marta Harnecker, Los conceptos elementales del materialismo histórico, del que Althusser, a pesar de presentarlo en sociedad con un prólogo, reconocía, también en el ajuste de cuentas de El porvenir es largo, lo escaso de sus méritos científicos, al tiempo que admitía las críticas de Rancière. El Louis Althusser que, retirado a la vigilancia y al castigo, fue confinado al cuarto de las cosas viejas decretado por los jóvenes filósofos (quien lo había precedido en el uso de la palabra en su conferencia madrileña, Gabriel Albiac, forma hoy a las órdenes ideológicas de El Mundo). «¿Dónde, entonces, se refugia hoy la política? Algunos dicen: en las comunicaciones, su explotación, sus manipulaciones. En los ‘inmateriales’ de la información y de la comunicación, en la guerra de las informaciones y de las comunicaciones y en la guerra de piezas de recambio que las hacen funcionar. No es falso. Mas hay en eso algo con que entrever el movimiento de conjunto y fundar una estrategia histórica?», terminaba, en 1985, La única tradición materialista. Adivinaba el desierto de lo real a la vuelta de la esquina de la historia.

Fuente original:

En proTexta 11 (primavera de 2009) http://www.temposdixital.com/wp-content/uploads/2009/06/protexta9.pdf

Referencias:

La soledad de Maquiavelo (Akal, 2008). Louis Althusser

El porvernir es largo (Destino, 1992). Louis Althusser

Louis Althusser. (Baía, 2004). Francisco Sampedro