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La solidaridad, un collar que se rompió

Fuentes: Rebelión

La solidaridad es la cuerda que sostiene la unidad de las cuentas.

Llevo días dándole vueltas a esta idea. Cuando el hilo de un collar de cuentas se rompe caen todas sus partes y se dispersan. Recogerlas para volver a reconstruirlo puede ser fácil o imposible. Es fácil si las piezas son visibles y caen en superficie segura y hay buena luz. Si son diminutas y caen en una alcantarilla o precipicio y no hay luz, se perdió el collar para siempre. 

La pandemia ha complicado un panorama muy complejo de por sí. Antes si deseabas hablar con un familiar o amigo o alguien, lo llamabas, lo visitabas, arreglabas un encuentro cara a cara y podías ver sus gestos, hablar con franqueza, reestablecer una amistad perdida por un mal entendido, una frase o un chisme mal intencionado. 

Hoy en día todo se ha complicado. Es el reino de la desconfianza, de los pregoneros vendedores de sueños, de los lobos disfrazados, de los chismosos, de los que hábilmente se mercadean como mesías, de las sectas cerradas bajo juramentos hipócritas de ocasión . 

La pandemia obliga al encierro, a la fragmentación. Cada humano es una cuenta de un collar que se rompe. El mercado, la ley de la selva, el más poderoso prevalece. La confianza se ha perdido, irremediablemente la solidaridad esta herida, casi  de muerte, profundamente herida. 


La solidaridad es la cuerda que sostiene la unidad de las cuentas, de cada ser humano frágil, humilde o sincero. La solidaridad se ha roto. Ha sido herida, por la pandemia, por el aislamiento, por el egoísmo. Y cada mentira, cada difamación, cada odio ha sido una navaja que ha ido cercenando el cordel del collar de la solidaridad. Cada acto sectario, mezquino, ha debilitado el cordel. Las redes sociales se han convertido en un gran pulguero de toda clase de mercancías y comentarios que caen en una profunda hojarasca, en lo más profundo de un abismo, en el olvido de la memoria rota. 

Miro a los niños que hace poco nacieron, y de pronto les veo sus perlitas por dientes, luego corriendo, creciendo a la velocidad de un rayo… y ya no son infantes , ya son niños, adolescentes y adultos. Y los mayores nos vamos poniendo canosos, y por más que nos cuidamos y ejercitamos con disciplina espartana, somos frágiles, seguimos el ritmo de la vida, despedimos a muchos, nos está llegando el tiempo de las tristes despedidas. 

Alguien como siempre vendrá a levantar cánticos, arengas de puros….oye no seas pesimista, parece mentira, abochórnate. Pero es que no se ha mirado en un espejo, no habla con sinceridad, oculta sus dolamas y guarda silencio sobre su paja en el ojo y el precipicio que vive, es otro vendedor, quincallero de cuentos, vendedor de sueños. 

Esos que van subiendo les corresponderá encontrar las cuentas en el acantilado, reconstruir el cordel de la solidaridad. Y yo si puedo y mientras tenga energías  les daré la mano, y les gritaré miren encontré una cuenta, aquí está. Pero son miles las cuentas, difícil la inmensa tarea que tienen las próximas generaciones.

José Nicolás Medina Fuentes: Abogado, profesor, escritor de centenares de ensayos, autor del libro La Deuda Odiosa y la descolonización de Puerto Rico (Publicaciones Libre Pensador, 2018), egresado de Harvard, Magna Cum Laude (1987)