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La sombra del ciprés es alargada

Fuentes: Bohemia

No, no es que uno quiera pasar por mero aguafiestas. Ocurre que, en aras de la lógica, si se trata de analizar siquiera someramente el evidente trastabillar del sistema transnacionalizado, debemos confrontar también las fuentes que siguen salmodiando acerca de la debacle por llegar. O de la debacle que, ya siendo -y acudimos a un […]

No, no es que uno quiera pasar por mero aguafiestas. Ocurre que, en aras de la lógica, si se trata de analizar siquiera someramente el evidente trastabillar del sistema transnacionalizado, debemos confrontar también las fuentes que siguen salmodiando acerca de la debacle por llegar. O de la debacle que, ya siendo -y acudimos a un clásico-, podría alargarse como «la sombra de un ciprés».

Porque el desastre no tiene por qué cesar, o «descafeinarse», aunque el Fondo Monetario Internacional, uno de los pilares del presente estado de cosas, haya aumentado a 4,6 por ciento su perspectiva de crecimiento mundial para 2010 y descartado una nueva recesión. Claro, para rebatirnos en toda la línea, alguien podría apelar a ciertas aseveraciones oreadas en público: El crecimiento universal continuará siendo calzado a mediano plazo por los países emergentes, fundamentalmente en Asia y América Latina, lo que impulsará el despegue desde el mondo 4 por ciento pronosticado en abril hasta la cifra actual, nada mal para las penurias previstas al comienzo de la crisis financiera.

Solo que la realidad, contradictoria hasta el tuétano, nos pone en sintonía con analistas como Manuel Freytas, que no cejan en alertar respecto de cuatro factores clave en la posibilidad de una recaída: el agravamiento del desempleo (principalmente en Estados Unidos y Europa), el hecho de que no se reactiva el consumo, la desaparición del crédito para la producción y las interrogantes que persistirían en caso de que se levantaran los estímulos (planes de rescate) a bancos y empresas.

Posibilidad esta más real aún si tenemos en cuenta un amplio espectro de variables. Como nos afirma, en Diario Colatino, Salvador Arias, otro rebelde a palabras melíferas, resultaría harto difícil lograr una recuperación vigorosa de la economía planetaria si no se recobran el empleo y el consumo en los países desarrollados. Y de comportarse en ellos el paro como se ha previsto, con un promedio anual de entre 10 y 12 por ciento, se mantendrían bajos los ingresos y la consiguiente capacidad de compra de la población asalariada: el mercado que tanto precisa el capitalismo.

Pero no son, las apuntadas, todas las nubes en un cielo de apretada lobreguez. Precisemos que los grandes bancos transnacionales no han estado expandiendo crédito a los sectores no bancarios, incluyendo consumidores, microempresas y empresas grandes. Y lo consabido: sin una expansión del préstamo la economía universal no saldrá de la espelunca, la gruta falaz en que la sumió la crisis de los dos últimos años.

En ese contexto, una fuente tan solvente en lo intelectual como Alejandro Nadal, articulista del diario La Jornada, México, nos recuerda que en el Congreso de los Estados Unidos campean la «corriente de los ingenuos», que estima cumplida la misión del estímulo fiscal y arribado el momento de devolver la estafeta al sector privado para mantener el crecimiento, y la «corriente perversa», sostenedora de que el paquete fracasó, que ya se agotaron sus efectos y no se deberá repetir la receta. Visiones que se complementan al extremo de obstaculizar la consecución por la administración Obama de otro «manojo» de incentivos, e incluso de hacer que la economía norteamericana, todavía la señera del orbe, regrese a la recesión en 2011, si no antes.

Por nuestra parte, igualmente convenimos con quienes, a modo de pábulo para un análisis concreto, subrayan el enseñoramiento entre los inversionistas de una aversión al riesgo que, atentando contra la preconizada recuperación, está dada por la debilidad estructural del dólar y las crecientes dificultades del Gobierno gringo para financiar su enorme déficit, billonario, por medio de colocaciones de bonos del Tesoro en naciones como China, la India, Brasil y Japón.

¿Conclusiones de este paneo incitado por ciertas trompetas triunfalistas? Pues en plena sintonía con quienes aducen que el carácter estructural de la crisis económica del Sistema, debida a factores tales el alto grado de especulación financiera, la precariedad de la demanda interna -con su origen en el desempleo consustancial-, la incapacidad de los estados de continuar con una política de gastos que alimente esa demanda y los altos niveles de endeudamiento de los hogares, así como la conocida crisis de superproducción, permite pronosticar al menos que la cacareada convalecencia será lenta y dolorosa para los pueblos de los países desarrollados y para el Tercer Mundo.

Algo que ¿acaso no implica la posibilidad de una sacudida social no precisamente vaticinada por el Fondo Monetario? Ah, me callo aquí, para quitar razón a quienes me acusen de aguafiestas en el estrepitoso concierto de los medios.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.