Veía ayer emocionado la ceremonia con que las etnias originarias de Ecuador entregaron a Correa el Bastón de Mando de los indígenas. Las banderas arco iris de los pueblos originarios removieron en mi alma ancestrales códigos, sentí un rugir noble, un olor a tierra mojada de sueños que nacía desde las entrañas de nuestros espíritus […]
Veía ayer emocionado la ceremonia con que las etnias originarias de Ecuador entregaron a Correa el Bastón de Mando de los indígenas. Las banderas arco iris de los pueblos originarios removieron en mi alma ancestrales códigos, sentí un rugir noble, un olor a tierra mojada de sueños que nacía desde las entrañas de nuestros espíritus y sentí que la Pacha Mama me hablaba.
Me recosté un rato y comencé a hilvanar milenarias leyendas que hoy parecieran haber regresado, haberse escapado de los cuentos para encarnarse en nuestras tierras. Los indómitos espíritus de los incas, de los mayas comenzaron a arrullar mi descanso con viejas profecías que entran hoy a la historia cotidiana y cuelgan guirnaldas de flores en nuestros presidentes y se rebelan y levantan banderas multicolores en Bolivia, en Perú, en Colombia, en Venezuela, en Nicaragua o en Honduras.
Cuando las antiguas pirámides, cuando Machu Pichu, cuando los templos Aztecas parecieran sucumbir en trillados destinos turísticos para los visitantes americanos y europeos, un soplo de magia parece haber bajado de los altiplanos y comenzó de nuevo a poblarlos y a revivirlos. No sólo sus cantos se escucharon sino que sus descendientes comenzaron a emerger, quien sabe de donde, a salir debajo de la tierra misma, de los árboles, de los ríos. Se llenaron de piel, de plumas, de ojos llenos de pureza nuestros caminos. Sus miradas llenas de historia fueron fotografiadas ensangrentadas defendiendo en Perú la soberanía de la Amazonía, marchando en Colombia hasta la mismísima Casa de Nariño y dejando sus huellas por las montañas de Honduras. Se me vino a la mente aquella vieja canción de Dylan: «Los tiempos están cambiando».
Se me escaparon de mis manos todas mis capacidades para interpretar, como trato a diario de hacerlo, y me llené de sueños en una especie de viaje por la memoria que estaba escrita en mi propia sangre, vi las luchas del mundo viejo por el mundo nuevo, entendí el quechua y el Guarani y sentí un soplido interno que me llenó de predicciones. Recordé entonces aquel famoso calendario de los mayas, que según había leído, marcaba el próximo sábado 23 de Diciembre de 2012 como su última fecha, el calendario maya finaliza abruptamente ese día.
Según sus cómputos, habrían tenido lugar ya 5 ciclos de 5.125 años, completando una serie de 25.625 años, período muy aproximado al de la «presesión de los equinoccios», conocido como «Año Platónico» o «Gran año Egipcio», correspondiente a un ciclo completo formado por las doce eras astrológicas (25.920 años).
Regresar a revolver viejos archivos me hizo revivir aquella sabiduría de nuestros antepasados, que en muchos de sus casos nunca fue superada por la occidental y me llenó de emoción e indignación: tanto fue lo que costó nuestro coloniaje, tan alto el precio pagamos. Recordé mi impresión cuando estudié las líneas de Nazca y su obvia interpretación como un lenguaje escrito sobre la inmensidad de nuestras tierras para grandes naves celestiales que nunca hemos podido entender. Los conocimientos de astronomía Maya que hoy sorprenden a los científicos, como por ejemplo, la desaparición en éstas fechas de las manchas solares y el comienzo de tormentas fuertes en el sol, que ya estaba todo escrito en las antiguas predicciones Mayas.
Dicen sus profecías que ese Sábado 23 de Diciembre del 2.009 se acaba una era y comienza otra, se acaba la era del egoísmo y da comienzo una era de amor, según ellos, del centro de la galaxia el Sol recibirá una emanación de una energía que marcará un cambio en todo nuestro universo, los hombres dejaremos de sentirnos dueños y señores del planeta y comprenderemos que tan sólo formamos parte de un inmenso milagro y luego de que el rayo y la llamarada radiante sea esparcida, el próximo sábado 23 de Diciembre, la humanidad toda comenzará un marcha que con la indetenible fuerza del amor sanará las heridas ecológicas y reestablecerá una sociedad llena de felicidad. Eso dejaron dicho los Mayas, los indios. Es la señal para el último día de su calendario.
El olor de aquellas guirnaldas que adornaron el pecho de Correa entró por mis narices y me perfumo el alma con olores de esperanza, quién sabe si el final del calendario Maya marque el comienzo de la sociedad socialista, quizá el retorno a la paz en Honduras y el camino de mi humanidad hacia el comienzo de la verdadera historia, tan lejos de estos años de guerra, de sometimientos, de esclavitud a la ganancia, a los bienes materiales, quizá, pensaba con ese perfume recorriéndome las venas, empezará
una historia donde amemos al planeta y sepamos que este breve paso por la vida dejará de ser un nido de injusticias y lo podamos dedicar a contemplar y disfrutar, a ser una hermandad de la conciencia universal y a cumplir los designios de ese cielo inmenso que nos mira.