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Entrevista a Adrià Casinos sobre Intermezzos. En torno a evolución y evolucionismo (I)

«La teoría evolucionista actual es, telegráficamente, aceptar la descendencia con modificación»

Fuentes: El Viejo Topo

Catedrático de Zoología (Biomecánica) en el departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Biología de la UB (actualmente emérito), Adrià Casinos ha impartido, además, cursos y seminarios en la Universidad Pierre et Marie Curie (París VI), el Muséum National d’Histoire Naturelle, París, y en otras instituciones de Argentina, Países Bajos, […]

Catedrático de Zoología (Biomecánica) en el departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Biología de la UB (actualmente emérito), Adrià Casinos ha impartido, además, cursos y seminarios en la Universidad Pierre et Marie Curie (París VI), el Muséum National d’Histoire Naturelle, París, y en otras instituciones de Argentina, Países Bajos, EE.UU y Venezuela. Autor de numerosos artículos de investigación y divulgación, es autor, entre otros libros, de Las vidas paralelas de Georges Cuvier y Georg Wilhelm Friedrich Hegel: naturaleza y filosofía, Un evolucionista en el Plata: Florentino Ameghino, y coautor de How vertebrates moved onto land. 

Nos centramos sobre todo en tu nuevo libro si te parece. Para conocimiento del lector déjame dar cuenta del sumario: Prefacio, ocho capítulos, bibliografía e índice. Te pregunto por el subtítulo: «En torno a evolución y evolucionismo». ¿La evolución es una teoría, un conjunto de hechos empíricos, una conjetura científica muy contrastada?

Pues según para quién. Personalmente creo, a diferencia de lo que afirmaba Popper, que es una teoría, confirmada por una gran cantidad de hechos empíricos a niveles muy diferentes: molecular, celular, orgánico, individual y poblacional. No sé si hay muchas teorías científicas que, a la vez, tengan una base tan empírica y una confirmación tan global. En definitiva, es mucho más que una conjetura.

¿Evolución en singular o en plural? ¿Evolución o evoluciones?

Si nos referimos a la evolución biológica, en singular. Tiene un carácter holístico, al igual que la teoría que la interpreta, como he dicho antes.

Lo mismo te pregunto sobre el evolucionismo. ¿De qué hablamos? ¿De una teoría, de un conjunto de teorías, de una cosmovisión muy generalizada en las ciencias biológicas?

El evolucionismo, como muchas otras cosas en ciencia, tiene su historia. No se ha desarrollado de golpe. Existía pensamiento evolutivo antes de Darwin. De forma explícita lo podemos encontrar en Lamarck o en el propio abuelo paterno de aquel, Erasmus Darwin. Implícito en otros naturalistas, como Buffon. Y posiblemente muchos habían pensado en esa posibilidad y no abordaron el tema por reparo ideológico.

Si tuvieses que hacerlo en cinco líneas, ¿cómo explicarías la teoría evolucionista?

La teoría evolucionista actual es, telegráficamente, aceptar la descendencia con modificación. A partir de un origen único (monofilético, en nuestra jerga) de la vida, se genera espontáneamente variabilidad. Sobre dicha variabilidad, actúa la selección natural, filtrándola. Es lo que podemos denominar «proceso adaptativo». Tampoco hay que descartar la existencia de caracteres neutros, es decir aquellos que la selección natural no elimina porque no perjudican la eficacia biológica.

Cuando se habla de neodarwinismo, ¿de qué se habla exactamente? ¿Se habla en oposición al darwinismo clásico, a la obra de Darwin? ¿Cuáles son sus diferencias esenciales?

No es en absoluto una contraposición al darwinismo clásico, sino su complementación mediante la teoría de la herencia, que no existía en tiempos de Darwin. Al mismo tiempo se deja de lado alguna idea, como la herencia de los caracteres adquiridos, lo que se conoce muchas veces como lamarckismo, aceptado por Darwin. El neodarwinismo se denomina también «teoría sintética» porque nace de la síntesis entre selección natural y los hallazgos de la genética de poblaciones.

Acompañas la dedicatoria con dos citas, una de Georges Cuvier; la segunda es de Steiner. Copio la segunda: «Hay Maestros que han destruido a sus discípulos… ha habido discípulos, pupilos y aprendices que han tergiversado, traicionado y destruido a sus Maestros… La tercera categoría es la del intercambio… el Maestro aprende de su discípulo cuando le enseña». ¿Es esta última para ti la relación adecuada entre un maestro y sus discípulos? ¿No es demasiada romántica, demasiado utópica, poco realista?

Pongámoslo como un desiderátum. De acuerdo que es difícil de alcanzar esa situación de equilibrio. Tiene dos cosas en contra. La primera es que el discípulo llega un momento, que luego suele superar, en el que necesita «matar», en términos freudianos, a su maestro/padre. La segunda, que el maestro puede verse arrastrado a sentir envidia por su discípulo, por su juventud, por su ímpetu, por la posibilidad, natural, de que pueda superarlo.

En la presentación escribes: «Ninguna ciencia es inmune al ambiente social en el que se desenvuelve, entendiendo por dicho ambiente social el conjunto de circunstancias tan diversas y, al mismo tiempo, tan complementarias, como las económicas, las culturales, o las ya decididamente ideológicas; todas ellas respondiendo a unas coordenadas espacio-temporales determinadas». ¿Equivale eso a decir que no existe una línea de demarcación clara entre ciencia e ideología, o que toda ciencia tiene aristas o caras ideológicas, o que toda ciencia es fruto y sólo es comprensible en el marco social y espacio-temporal en el que fue formulada? ¿No aspirábamos a la universalidad del conocimiento científico, a su objetividad?

Yo creo que la ciencia positiva es objetiva. Es más, creo en el realismo del conocimiento científico. No soy en absoluto kantiano. Ahora bien, otra cosa muy diferente es la interpretación que hacemos, consciente o inconscientemente, de los datos empíricos. Y, por supuesto, existe el factor añadido de los charlatanes, que han existido en cualquier época, capaces de falsear la evidencia obtenida para que se conforme a su supuesta hipótesis. No pretendo en absoluto que un científico viva encerrado en su torre de marfil, despreciando o ignorando la realidad social, pero a lo que me oponga, porque lo considero además contraproducente, desde el punto de vista de compromiso social, es a la ideologización de su trabajo cotidiano. Si él quiere incidir en la transformación social, en sentido progresista, por ejemplo, que lo haga como cualquier otro ciudadano. No buscándole unos supuestos tres pies al gato a su actividad. La ciencia es neutra. No lo es ni el científico, ni la utilización que se hace de ella.

El primer capítulo del libro se titula «El problema del ritmo en la evolución biológica». ¿De dónde la importancia del ritmo en la evolución? ¿Por qué es un problema?

En el proceso evolutivo cabe diferenciar la microevolución, o cambios que se producen en las poblaciones de una especie, de la macroevolución, que es el proceso que lleva a la generación de nuevas especies, que denominamos también cladogénesis. Los datos empíricos muestran que la microevolución es un proceso gradual. Eso hizo que el neodarwinismo se inclinara a proyectar dicho esquema gradualista sobre la macroevolución. Por supuesto se trata de algo hipotético, ya que las especies más recientes, en el mejor de los casos, datan de algunos miles de años. La alternativa al gradualismo sería una visión discontinua. Personalmente, considero absurdo decantarse exclusivamente por una solución u otra. Puede darse una u otra según las circunstancias.

¿Cuál es tu posición entonces respecto a la conjetura del punctuated equilibria de Niles Eldredge y Stephan Jay Gould? ¿Tiene alcance universal o, de valer, vale para algunos casos? ¿Por qué ha sido tan discutida? Aún más y perdona la insistencia: ¿es aceptada actualmente por la comunidad científica o está muy lejos de ello?

De todas las hipótesis no gradualistas, o discontinuas, que se han emitido, la de Eldredge y Gould (en castellano, equilibrios interrumpidos o equilibrios a intervalos) es la más elaborada. El problema es que requiere la simultaneidad de una serie de factores que, separadamente, hay evidencia de que se dan, pero no tienen siempre por qué coincidir. Sus autores le dieron a su hipótesis un valor universal, como una alternativa al gradualismo. Con posterioridad Gould la redujo a una posibilidad. Creo que sería la posición correcta.

«El origen de las especies. Entre Darwin y Mayr» es el título del segundo capítulo. ¿Qué posición te parece más razonable, más fundamentada, en la discusión sobre la existencia de las especies? ¿Eres nominalista o eres realista en este caso? Algunos filósofos sostienen que nuestras casillas clasificatorias siempre son casillas nuestras, no divisiones ónticas o reales.

Yo, por lo que se refiere a la especie de los organismos con reproducción sexual, soy realista. A diferencia de las otras categorías taxonómicas (género, familia, orden,…) la especie no es un constructo mental, sino que responde a una realidad biológica, fruto a la vez de la interfecundidad de los individuos y poblaciones que constituyen la especie, y de su aislamiento reproductor frente a los de otras especies próximas.

Por cierto, para el lector no puesto en materia, ¿qué es eso de la cladogénesis? Antes has usado el concepto.

Yo a mis estudiantes les pongo el siguiente ejemplo. En la actualidad existen x especies, más o menos diferentes entre sí. Luego hay una doble variabilidad, la genética, ligada a la interfecundidad y al aislamiento, evocados antes, y la fenotípica, que hace que nosotros seamos diferentes de un chimpancé o de una higuera. Ahora bien, podemos imaginar dos escenarios alternativos. El primero consistiría en que se hubiera mantenido una única especie desde el principio de la vida, pero que los individuos que la formaran reprodujeran la variabilidad fenotípica actualmente existente. Diríamos que solo se habría producido anagénesis. Alternativamente, podemos fantasear con la situación alternativa: x especies como en la actualidad, pero sin que los individuos fueran diferentes. Entonces diríamos que solo habría habido cladogénesis. Ahora bien, el proceso evolutivo ha implicado la existencia de ambos mecanismos de variabilidad, la anagénesis y la cladogénesis. Por eso por muy semejantes que seamos genéticamente a los chimpancés, nuestro aspecto es diferente.

El ejemplo es excelente. Ayuda mucho. El tercer capítulo del libro se titula: «Internalismo y externalismo. Las supuestas alternativas a la selección natural». Una pregunta previa: ¿selección natural es equivalente a selección del más fuerte? ¿El darwinismo o el neodarwinismo sostienen, fundamentan o apoyan de algún modo el llamado darwinismo social en algunas de sus variantes? ¿No juega papel alguno la cooperación en la evolución de las especies?

Empezaré por el final. Aunque el comportamiento no es ni de lejos una cuestión que domino, es evidente que la cooperación ha tenido un papel importante en la evolución. Es lo que se denomina «altruismo».

A ver, la selección natural nace del desequilibrio existente entre capacidad reproductora y recursos existentes, que Malthus enunció para la población humana. Eso quiere decir, para simplificar, que de todos los componentes de la camada de una gata sobrevivirán alguno, o ninguno. ¿Los más fuertes? ¿Y por qué no los más astutos? Asumimos que los que sobreviven presentan alguna ventaja adaptativa, lo que les confiere más eficacia biológica. Luego serán ellos los que se reproduzcan y transmitan a sus descendientes la ventaja adaptativa que les ha permitido sobrevivir. Por supuesto, como todo ejemplo, se trata de una simplificación. La adaptación puede afectar a aspectos muy diferentes de la estructura del animal o de su comportamiento.

Citas en este capítulo a Richard Dawkins y su gen egoísta. ¿Somos, como creo que defiende Dawkins, un vehículo de replicación de los genes? ¿Es razonable mantener una concepción así del ser humano?

No creo que haya ni de lejos una base empírica para sostener que un ser vivo es, no ya un mero replicador de genes, sino un vehículo para que los genes puedan transmitirse. A veces el argumentario suena a ciencia ficción. Por supuesto en el caso de las especie humana la cosa se complica, ya que se desprecia el influjo de la cultura. Por otra parte, y volviendo al caso humano, a veces me he preguntado si todas esas ideas no responden filosóficamente a una negación del libre albedrío, con argumentos supuestamente científicos.

Haces referencia en este capítulo a la obra de Lynn Margulis (1938-2011), una científica entusiasta de la poesía de Federico García Lorca que recitaba muy bien. ¿Su obra es una alternativa, un mecanismo radicalmente nuevo y distinto al darwinismo como a veces se ha afirmado? ¿Cabe hablar, a veces lo he leído, de darwinismo versus margulismo?

Conocí personalmente a Lynn Margulis, quién además estuvo en relación con mi esposa. La visitamos en el Boston College y luego coincidimos en Barcelona. No niego la importancia del mecanismo simbióntico, que ella, y no solo ella, demostró de especial importancia en la formación de la célula eucariota. Personalmente creo que exageraba algo en cuanto a la universalidad de dicho mecanismo, de larga tradición en teoría evolutiva. Discutí en algún momento con ella sobre el tema. Ahora bien, presentarlo como alternativa al darwinismo es una completa sandez. El que dice tal cosa, ni ha entendido el darwinismo, ni tampoco a Margulis.

«Los aspectos cambiantes de la biogeografía» es el título del cuarto capítulo. Intentas, lo señalas tú mismo, analizar someramente los grandes debates metodológicos sobrevenidos en esta disciplina en los últimos 30-40 años. Dos preguntas: ¿qué es esto de la biogeografía? ¿Nos puedes dar el nombre de algún científico destacado en esta disciplina?

La biogeografía sería la disciplina biológica que intenta explicar las causas de la distribución de los seres vivos en el Planeta. Hay diferentes maneras de enfocar dicha explicación. Unas son de carácter más digamos ecológico, mientras que otras ponen más en el acento en el aspecto histórico. Según cuáles ven los seres vivos como sujetos más bien pasivos; para otros la dispersión sería más bien una cuestión meramente activa, en el caso por supuesto de los animales. El fundador de la disciplina fue Alfred Russell Wallace, quién formuló, de forma paralela e independiente de Darwin, la hipótesis de la selección natural

La segunda pregunta, la que estaba pendiente: ¿qué observas de interés en esos debates a los que haces referencia? Las palabras de cierre de este capítulo: «Aunque se trata únicamente de un ejemplo, ilustra la posibilidad de que, contrariamente a las posturas más fundamentales, ambas interpretaciones biogeográficas, dispersionismo y vicarianza, no solo sean posible sino complementarias». ¿Es esa tu posición, una especie, si me permites, de síntesis dialéctica?

No, simplemente que de igual manera que hay ejemplos evolutivos que se ajustan al gradualismo y otros a los modelos discontinuos, es absurdo empecinarse en creer que la distribución de los seres vivos se ha dado solo a través del dispersionismo o de la vicarianza. La realidad biológica es muy compleja. Un buen amigo, ya hace largo tiempo fallecido, el argentino Osvaldo A. Reig, de quien hablo en algún momento, atribuía esa búsqueda del «blanco o negro» a la contaminación que había sufrido la biología por parte de la física. Los físicos siempre han tendido a llevar la voz cantante en materia de filosofía de la ciencia. El problema es que su «realidad» tiene muy poco que ver con la biológica.

El quinto apartado: «Un ejemplo de «fósil viviente»: el celacanto». ¿»Fósil viviente» no es una contradicción en sus términos?

Es una expresión muy poco afortunada. Que un animal en su aspecto externo no se diferencie en nada de otro que vivió hace millones de años, no implica gran cosa. Puede haber variado a nivel fisiológico, por ejemplo. En el caso del celacanto, su anatomía interna no tiene nada de «fósil».

¿Qué interés tiene la historia del celacanto? ¿Estás personalmente interesado en ella como científico?

Es fundamentalmente un recuerdo de juventud, una curiosidad que he ido siguiendo a lo largo de los años. No he trabajado nunca directamente sobre el celacanto, pero sí que he publicado sobre el origen de los vertebrados terrestres. Y el celacanto ha formado siempre parte de la discusión sobre dicho origen. En el libro he destacado la historia de ese pez porque tiene también algo de aventura.

Copio una de tus afirmaciones: «Pero España fue también el lugar en el que, de forma inopinada, aparecieron argumentos más sólidos sobre una distribución geográfica de los celacantos mucho más más amplia que la pequeña zona del Índico vecina a las Comoras». Nos cuenta qué pasó, es una historia poco conocida.

Bueno, en España fue el lugar en el que se encontraron dos exvotos que reproducían de forma muy fidedigna el celacanto. La cosa hizo correr mucha tinta en su momento. Hay quien dice ahora que no se trata de piezas históricas, sino de reproducciones hechas a posteriori del primer descubrimiento. No me considero capacitado para juzgar. Lo que es cierto es que el pez era conocido por los pescadores antes de su primera descripción científica. De igual manera que Colón no fue el primero en llegar a América.

«Extinciones, dinosaurios y otros animales» es el título del siguiente capítulo, el sexto, vamos avanzando. ¿Muchas extinciones? ¿Existe alguna explicación válida para todos los casos?

Se reconocen cinco grandes extinciones masivas y, de ellas, hay tres con mucho las más importantes: Ordovícico tardío, finales del Pérmico y finales del Cretácico. Pueden haber habido algunos factores comunes, pero por descontado que no hay ninguna explicación válida común a todas ellas.

Desde el punto de vista de la teoría evolucionista, ¿las extinciones representan alguna dificultad para encajar hechos contrastados y aceptados por las comunidades científicas con la teoría?

A mi modo de ver, en absoluto. Si acaso se pueden contemplar como fenómenos que han dado oportunidad de desarrollo a grupos biológicos que antes eran marginales, al haberse desocupado en gran parte ciertos nichos ecológicos. Al fin y al cabo las crisis, de cualquier tipo, siempre perjudican a unos, pero favorecen a otros. Hay especialistas que han creído ver una cierta periodicidad en las extinciones. Personalmente no creo que haya ningún determinismo. Para mí se trata de sucesos aleatorios.

Una curiosidad cultural: ¿por qué se habla tanto de la extinción de los dinosaurios? ¿Dónde reside su especial importancia? ¿Por qué hemos sufrido la invasión cine-más-cine-dinosaurios-más-dinosaurios?

Difícil respuesta. Desde la primera mitad del siglo XIX, cuándo se descubrieron los primeros fósiles y Richard Owen creó el término dinosaurio (que podríamos traducir como «lagarto terrible»), se despertó el interés. Juega a su favor por supuesto el tamaño. Pero sin lugar a dudas el cine ha contribuido mucho a resaltar su importancia. Personalmente creo que en el ámbito científico hay un sesgo algo exagerado por lo que respecta a estos animales. Es mucho más fácil publicar sobre ellos que sobre otros grupos. Son los «starletts» de la paleontología.

Estamos ya en el séptimo capítulo. Descansemos un momento si te parece.

De acuerdo.

Fuente: El Viejo Topo, n.º 361, febrero de 2018.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.