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La «transfusión» del mando

Fuentes: Rebelión

Hace años que la Nueva Mayoría (o Concertación recauchada) perdió la brújula política y se fue alejando del pueblo. Esto no es novedad: allí están sus derrotas en las elecciones presidenciales de 2009 y 2017, ambas bajo gobiernos de la presidenta socialista Bachelet. Sobre todo en esa última elección -por lo estruendoso de la derrota- […]

Hace años que la Nueva Mayoría (o Concertación recauchada) perdió la brújula política y se fue alejando del pueblo. Esto no es novedad: allí están sus derrotas en las elecciones presidenciales de 2009 y 2017, ambas bajo gobiernos de la presidenta socialista Bachelet. Sobre todo en esa última elección -por lo estruendoso de la derrota- quedó en evidencia que la NM camina por un lado y el pueblo lo hace por otro. Como estigma vergonzoso de aquello está la investigación que establece que Piñera ganó en 17 de las 20 comunas más pobres de Santiago.

La NM no sólo consiguió desteñir el significado de la democracia al profundizar las desigualdades que produce el neoliberalismo que prometió combatir. También amenaza -por sus torcidas interpretaciones de la derrota de diciembre- empujar al pueblo a una sumisión prolongada a las políticas de la derecha. La brújula de la NM se extravía y apunta al norte equivocado. Se inclina a decir que perdió porque su programa fue demasiado «izquierdista». La culpa sería del candidato en busca de los votos del Frente Amplio. Conclusión: la NM, en conjunto o por separado, debe priorizar la atención del centro político y moderar su programa y discurso.

Se trata de una cortina de humo para ocultar el bochornoso rol político jugado por la NM. Esa coalición ha sido desalojada del gobierno -aunque no del poder, que seguirá compartiendo con la derecha- por la traición a sus promesas y por la magnitud de la corrupción en este periodo, que ha contaminado los niveles más altos de las instituciones civiles, militares y policiales. El pueblo que votó en diciembre -la mayoría no lo hizo- rechazó a la NM por esos motivos y no porque considerara muy radical su programa o el discurso de su candidato. Lo que en realidad sucedió fue que la mayoría, cansada de mentiras, no le creyó. El motivo de la derrota -que la NM se niega a reconocer- es que el pueblo se cabreó de tanta demagogia y corrupción. La mayoría quería un cambio y la única alternativa fue la derecha en la versión liberal que representa Sebastián Piñera. Vale la pena señalar que el programa del presidente electo no está muy distante de las políticas de la NM. Así como su anterior gobierno (2010-2014) fue calificado -en forma socarrona- como el «mejor gobierno de la Concertación», es posible que el siguiente pase a ser el «mejor gobierno de la Nueva Mayoría».

Piñera se ha esmerado en insistir que hará las cosas «mejor», e insiste en que no echará pie atrás en las reformas iniciadas por Bachelet. Esto es razonable en el esquema político de coaliciones como la NM y Chile Vamos. Ambas hacen profesión de fe en defensa del mercado como sistema rector de las relaciones económicas y sociales del país. El «retorno» a la moderación del centro político, que es el itinerario trazado por casi todos los partidos de la NM, es el viaje a Canossa para expiar sus veleidades reformistas. Esa conducta acentuará el distanciamiento y desconfianza entre la NM y el pueblo. Permitirá, sin embargo, acercar posiciones entre el gobierno de Piñera y la oposición de «centroizquierda». Es lo que ambos sectores necesitan para alcanzar un modus vivendi que fortalezca la hegemonía neoliberal.

Se trata de un proyecto de largo alcance que necesitará numerosos reacomodos políticos. Desde luego el presidente Piñera tendrá problemas con la UDI y otros grupos de extrema derecha para aplicar su programa liberal. Para jaquearlos requiere de una leal oposición mediante una línea de continuidad con el gobierno de la NM. Esa intención queda de manifiesto en el curioso proceso de «transfusión» del mando que hizo desfilar por Apoquindo 3000 -oficinas de Piñera- a casi todos los ministros de Bachelet y al propio ex candidato presidencial de la NM, que ha comprometido una oposición constructiva.

En resumen, asistimos al inicio de un periodo más o menos prolongado de gobiernos de Chile Vamos, asistido por algunos partidos de la NM. Esto no significará, en los hechos, ningún cambio notable respecto a lo que hemos vivido desde 1990. Por el contrario, la línea conservadora de los análisis poselectorales de la NM muestran que la derecha también logró derrotarla en el plano ideológico… O al menos en los vestigios de ideología que pudieran quedar en partidos que hace casi treinta años prometieron sepultar el legado de la dictadura. Este escenario, sin embargo, presenta condiciones para la reconstrucción de la Izquierda política y social. Esa tarea plantea una revolución cultural desde las trincheras de los pobres y excluidos. En el ámbito de la conciencia es donde la Izquierda sufrió su peor derrota en los años 70. Y es en ese terreno donde necesita volver a echar raíces.

Editorial de «Punto Final», edición Nº 893, 26 de enero 2018.  www.puntofinal.cl