No se puede tomar como simple pretexto para continuar siendo presidente de Ecuador la afirmación de Rafael Correa de que las fuerzas retrógradas del continente se reagrupan para enfrentar a los gobiernos progresistas y a las organizaciones revolucionarias. La respuesta a este fenómeno ha de producirse desde posiciones de izquierda. Como en otros aspectos, el […]
No se puede tomar como simple pretexto para continuar siendo presidente de Ecuador la afirmación de Rafael Correa de que las fuerzas retrógradas del continente se reagrupan para enfrentar a los gobiernos progresistas y a las organizaciones revolucionarias.
La respuesta a este fenómeno ha de producirse desde posiciones de izquierda.
Como en otros aspectos, el presidente de Ecuador fundamenta muy bien su juicio, aunque exhibe una posición moderada.
La ultraderecha no solo se reagrupa, actúa como sector pasando por encima de las rivalidades entre sus representantes, y trata de avanzar, aunque tenga que negociar posiciones y muchas veces disfrazarse.
En el caso de Colombia, la reciente competencia electoral enfrentó a dos opciones de derecha. Hay que señalar que el giro táctico de Juan Manuel Santos no es definitorio. Santos ha tenido que recurrir al diálogo con una fuerza beligerante que la oligarquía no ha podido aniquilar, pero sigue siendo un hombre de derecha identificado con la ultraderecha.
En la segunda vuelta electoral de Colombia hubo un sufragio por el proceso de paz, pero no por ello se puede afirmar que Juan Manuel Santos está auténticamente comprometido con la paz.
Reconocer la importancia del rechazo a la candidatura de Óscar Iván Zuluaga, aliado de Álvaro Uribe Vélez y partidario del inmediato desmonte de la mesa de negociaciones en La Habana con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, no implica calificar a Santos como un hombre de paz.
Santos es agresor y entreguista, tuvo participación protagónica en muchas de las tropelías cometidas por el grupo de Uribe Vélez y sigue intentando aniquilar a las fuerzas beligerantes.
La necesidad de adaptarse a las circunstancias, de hacerse protagonista en un espacio político en el cual las fuerzas retrógradas le tienen asegurada la jefatura a Uribe, lo ha llevado a adoptar posiciones en apariencia distintas.
Eso no lo despoja, sin embargo, de la condición de representante de la oligarquía y servidor del imperialismo (la colaboración con Israel y la presencia militar norteamericana lo dejan claro).
En Colombia, como en el resto de América Latina, se impone, pues, dar pasos firmes hacia el avance en términos políticos y hacia el afianzamiento de las conquistas sociales, canalizando el descontento popular hacia la búsqueda de soluciones auténticamente superadoras.
Cuando se oculta lo esencial
Hace casi 90 años, Antonio Gramsci, como diputado por el Partido Comunista, despojó de la máscara a la derecha italiana, al afirmar, en acalorada discusión con Benito Mussolini, que los conflictos entre facciones no impedían que ese sector actuase en conjunto contra los obreros y los campesinos. Hoy, es preciso visualizar el mismo fenómeno a nivel global.
Las recientes elecciones al Parlamento de la Unión Europea y la actividad en los partidos oligárquicos de Estados Unidos, dejan claro que la derecha y la ultraderecha recurren a toda suerte de manipulación política para sacar provecho del descontento generado por las políticas neoliberales.
Al referirse a un proyecto de ley introducido por los fascistas con el pretexto de reprimir a la masonería, le dijo al propio Mussolini: «La masonería es la pequeña bandera negra que sirve para que pase la mercancía reaccionaria antiproletaria. No es la masonería lo que os importa. La masonería se convertirá en un ala del fascismo. La ley os sirve para los obreros y los campesinos, los cuales lo comprenderán muy bien por el modo como se aplicará la ley. Decimos a esas masas que no conseguiréis sofocar las manifestaciones organizativas de su vida de clase, porque está contra vosotros todo el desarrollo de la sociedad italiana.»
Es aleccionadora la discusión, en la cual Benito Mussolini destaca las contradicciones del fascismo con sectores como la banca y la propia masonería, y Gramsci destaca los vínculos determinados por la condición de clase y afirma que, por eso mismo, en algún momento, habrá acuerdos.
Si era peligrosa la miopía en aquel momento, mucho más lo es ahora, cuando la ultraderecha ha logrado imponer su sello político en las grandes potencias.
En Estados Unidos, ha impuesto su visión en temas de alto interés como la migración y el otorgamiento de recursos para el rescate de grandes corporaciones. Las organizaciones comprometidas con el sistema, sobre todo el Partido Demócrata y el Partido Republicano, hacen propuestas y concesiones, y asumen los dictados de los sectores predominantes. Ponen traje de verdad la ideología disfrazando de ejercicio democrático la imposición.
Actualmente, en el seno de los sectores oligárquicos europeos, hay contradicción en torno al destino de la Unión Europea y a los efectos de la moneda única, pero estos grupos hacen concesiones o diseñan tácticas de cohabitación. Lo que no hacen es desmontar el modelo de explotación ni renuncian a la coerción de clase.
La demagogia es un recurso que la ultraderecha utiliza para legitimar la presencia de sus figuras y sus organizaciones y para imponer su sello en el tratamiento de temas esenciales.
El viejo dicho de que no pierde el zorro las mañas por haber perdido el pelo, se aplica a Juan Manuel Santos, quien no estará comprometido con el cambio mientras no renuncie a la práctica de la guerra sucia y mientras se resista al comprometerse con el cambio en materia social y política. Y se aplica también a la ultraderechista francesa Jean Marie Le Pen, al oligarca presidente electo de Ucrania Petró Poroshenko, a los dirigentes de la oposición venezolana, y a todas las figuras comprometidas con la oligarquía a nivel global.
Las rivalidades entre figuras oligárquicas y las contradicciones entre grupos pertenecientes a ese sector, pueden ser coyunturales, pero la condición de clase y el compromiso con el esquema imperialista son permanentes y esenciales. Dejarse engañar, es miopía, y hacer concesiones de principio, es traición. La respuesta a la imposición de las posiciones de derecha, es la firmeza en la lucha por la justicia, la equidad, la soberanía y la paz.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.