Recomiendo:
0

La utopía neoliberal y el socialismo del siglo XXI

Fuentes: Rebelión

Crecimos esperando que llegara 1984 para ver si se cumplían las profecías de Orwell. La utopía negativa de Georges Orwell («1984») se ha realizado casi literalmente. Tardó unos años más, un par de décadas, en aparecer como realidad. Pero, contrariamente a las interpretaciones más usuales (intencionadamente anticomunistas) de Orwell , la antiutopía no se realizó […]

Crecimos esperando que llegara 1984 para ver si se cumplían las profecías de Orwell. La utopía negativa de Georges Orwell («1984») se ha realizado casi literalmente. Tardó unos años más, un par de décadas, en aparecer como realidad. Pero, contrariamente a las interpretaciones más usuales (intencionadamente anticomunistas) de Orwell , la antiutopía no se realizó bajo un régimen de apariencia totalitaria de connotaciones «pseudocomunistas estalinianas», no fue ningún régimen heredero del socialismo real el que lo llevó a cabo, sino el estandarte de las democracias liberales.

La pesadilla fue alumbrada tras la resolución de la Guerra Fría, en eso sí anduvo acertado Orwell, pero el triunfo correspondió al capitalismo neoliberal, a los EUA. El socialismo colapsó a finales del siglo XX. Y el siglo XXI parecía comenzar bajo el signo inequívoco del triunfo neoliberal, presentado como triunfo de la democracia, de los derechos humanos individuales y la derrota del totalitarismo.

Todo fue un falso espejismo que duró poco más de un escaso decenio. Rápidamente, el neoliberalismo mostró su verdadera cara. Indudablemente totalitaria, unidimensional, necesitada de fundarse en un pensamiento único y generadora de una violencia excesivamente cruel, impulsora de guerras de agresión bajo apariencia humanitaria. Un breve interregno entre los dos siglos (1989-2001), eso fue lo que duró la utopía. El breve espejismo de la utopía neoliberal.

Se profetizó el fin de la política, de la historia, de las ideologías, de la filosofía. Pero la historia siguió su camino, la pesadilla fue de las peores, su rastro de sangre y de violencia se hizo sentir en los Balcanes, en Somalia, en Oriente Medio, en Palestina, en Líbano, Irak, Afganistán, ¿cuál será el próximo?

El discurso sobre el totalitarismo dedicado al comunismo, al socialismo real, tan bien urdido desde 1948 por los ejecutores intelectuales de la doctrina Truman, remunerados por la CIA, tuvo buenos réditos políticos. Hora es ya de volver sobre ese discurso. La verdadera utopía totalitaria realizada ha sido el neoliberalismo. Si lo medimos por el número de muertes causadas, por el ejercicio de la violencia sobre la humanidad, no dejan de ser irónicas las críticas desde la intelectualidad anticomunismo de la fraseología pacifista del socialismo real. La supuesta demagogia pacifista de la URSS fue, en términos reales, con los datos en la mano, una estrategia defensiva. El militarismo agresivo lo ejercieron, en la práctica, diferentes gobiernos de los EE.UU. que lanzaron ofensivas de guerra contra la población civil por toda la geografía mundial.

A finales del siglo XX, el triunfo neoliberal en la Guerra Fría produjo el espejismo de creer, como dice Zizek1, que con un poco más de democracia se acabaron los problemas politicos. La utopía real era la de los años 90, la de la economía global liberal.

Los problemas políticos siguen ahí, reales y tozudos. Vuelven las ideologías, nunca se marcharon en el fondo, vuelve la filosofía, vuelven las alternativas políticas. Es tiempo de seguir intuyendo alternativas revolucionarias, un poco más desengañados, más sabios y aún más dialécticos si cabe. Sólo dos apuntes de claridad en las tinieblas:

  1. Las alternativas políticas van a surgir del desarrollo del pensamiento crítico. Sólo huyendo del pensamiento unidimensional se puede construir alguna alternativa al sistema basado en la forma operacional tecnológica de pensamiento. Es hora de volver a los conceptos filosóficos y huir de las palabras vanas de los sociólogos empíricos y los psicólogos terapeutas. Parafraseando a Marcuse2, el trabajador B dice «los salarios son bajos» porque «los salarios son bajos», no porque el trabajador B «tiene un problema personal dado que su mujer está enferma y el médico le reclama sus facturas». El trabajador B es una especie muy abundante, los salarios son bajos y los alquileres inasequibles.

  1. Los derechos políticos y las libertades son un concepto social, no individual. De nada sirve la declaración de respeto a los derechos humanos individuales y las libertades políticas de elección cuando no es posible el ejercicio de los derechos sociales y la decisión política colectiva. La Constitución del Reino de España de 1978 reconoce el derecho al trabajo, a la educación, a la vivienda y a un montón de cosas más, pero ¿es realmente posible la realización social de estos derechos? A principios de los 90, unos cuantos fundaron una «Mesa por los derechos sociales». Los tiempos no eran muy propicios y aquello se disolvió, como «lágrimas en la lluvia». Pero, desde entonces, no hacen más que aparecer pequeños brotes de movimientos sobre algunos derechos sociales concretos: la vivienda, la renta básica, la libre circulación de las personas.

Rosa Luxemburg planteó aquel antiguo dilema de «socialismo o barbarie». «Socialismo del siglo XXI» suena con ecos distintos, con músicas de armonías plurales, algunas disonantes, pero «barbarie» sigue siendo una posibilidad demasiado terrible para resignarse.

1 Zizek, Slavoj: «La suspensión política de la ética». Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005

2 Marcuse, Herbert: «El hombre unidimensional». Barcelona, Editorial Seix Barral, 1968