Irọ le siwaju awọn ọdun, sibẹsibẹ otitọ de ọdọ rẹ ni ọjọ kan [1] (La mentira puede avanzar años, sin embargo la verdad la alcanza en un día). (Proverbio yoruba)
Hoy en Ecuador las preguntas calludas y verrugosas van por fuera de nuestras academias clásicas. Sin embargo, hay otras congregaciones de fino entendimiento con parecidas y distintas virtudes, aquellas que nacen, crecen y se reproducen en las calles; calles duras y bravísimas por circunstancias políticas bastante sabidas. Ese Ecuador urbano y de a pie, por ahora en reposo y tragando gruesas las derrotas. Calles manigüeras con sus intelectuales embluyinados, con cinco lecturas básicas, son de pensamiento rápido para esa maravillosa labia callejera, con alguna queja y bastante optimismo reciclado desde otras peripecias, están ahí con ideología bajita, melodía de reggaetón y, por fin, parece que partidizan sin pretender el centro absoluto en sus tendencias. ¿Y por qué no, hay preguntas desconcertantes? Preguntas cargadísimas de preocupaciones, con ese swing de hallar respuestas en el fondo de una taza de café o no buscarlas porque a la vuelta de una esquina se encuentran ocho contestaciones distintas y riesgosas. Y dale con esas preguntas resabidas, por el abuso superficial de analistas encorbatados y augures con un kilo de títulos universitarios. Ahí les van las de estos últimos tiempos: ¿se acabaron las ideologías convencionales (izquierda y derecha)? ¿Es el fin de esta historia comenzada no sé cuándo? ¿O se equivocó Heráclito de Éfeso? ¿O será que en la contradicción está el origen de todo? Esta cantaleta preguntona y analítica es por el retorno, en estos afanes siglo-ventiunezco, de Atila con disfraz de derecha ultra. O es al revés.
“Lo único constante es el cambio”, frase atribuida a Heráclito de Éfeso. ¿Cambio o cambalache? Fácil de responder para aquello que ocurre en Ecuador; fue lo segundo, sin ninguna duda. La historicidad de Argentina confirma que el tango con ese título resume la llamada ‘Década infame’. Acá, en Ecuador, es el ‘septenio malvado’. El 2 de abril de 2017, el Ecuador electoral decidió bañarse en el mismo río, pero con aguas cambiantes. Ahí fue cuando ocurrió el cambalache, porque si lo único constante es el cambio, ¿faltaría saber si en nuestro país no es espejismo o movimiento pendular de falsa renovación? O las dos valoraciones son correctas, unas veces es espejismo (como el Gobierno de Roy Gilchrist) o falsa renovación como el de GASLM. Y todo se fue al carajo, incluida la creencia que cada día es diferente al de ayer. El cambio al revés fue rápido y sostenido con esa absurda necedad de polarizar todas las conversaciones. Y no es entre izquierda y derecha, bueno fuera. En una década, la abundancia de descrédito para todo aquello que pintaba de izquierda, de ser increíble devino en aceptación a veces resignada y otras con alevosía de insólito resentimiento. Ese fue un cambio en línea heraclítica. Ahora mismo, la situación política ecuatoriana es una desesperante deconstrucción con los instrumentos de comunicación conservadores que se podría describir como el bello y mentiroso arte de sobrevivir de la gente de las barriadas. Y si falla la mentira burda y peluda, entonces la culpa es de… ya saben. Culparlo equivale a ser patriota de bandera cambiada (aquella de la Embajada, ya saben). Adrede somos crípticos. Antoni Gutiérrez-Rubí sentenció, palabras más o palabras menos, “la comunicación, en democracia, es un ejercicio político”. En Ecuador se verifica, pero como catástrofe social.
Si hubo un fin de alguna historia fue de ese privilegiado conservadurismo ecuatoriano, de la derecha clásica y light. Sin rehuir el convencionalismo secular. ¿Cómo escamoteó ojos a vistas su costumbrismo político? No fue secreto, en las últimas elecciones presidenciales no se guardaron nada, hablaron fuerte y clarísimo de las probables tropelías que causarían, inclusive los subsidios a la clase hiperadinerada. O una parte del electorado no entendió, creyó que era una broma de buena fe o le importó un garabato. De todas maneras, valgan algunas hipótesis de trasnoche, por ejemplo, ese electorado cambió su sentido común por desesperanza inducida por todos los medios comunicación o quizás los think thanks derechosos decidieron que la sociología ya no era entretenimiento de gente vaga, sino la lupa para conocer y aprovechar a su favor las costuras de la sociedad ecuatoriana. Y concluyeron que si funciona en Europa, por qué no acá. Sí, ¿por qué no? Masticar la verba izquierdosa hasta decir que son revolucionarios cool (es decir, cualquier vaina zurda indefinida). También el descaro más afrentoso convertido en componente utilitario de la comunicación del Gobierno de Roy Gilchrist, porque confían en la ninguna memoria popular y subvaloran la capacidad intelectual de la gente ecuatoriana. Esto es serio, muy en alto grado.
Barrio adentro se tuntunea que no solo hay que ‘conocer’ sino también ‘saber’. Nos devolvemos a Heráclito de Éfeso, “la abundancia de conocimientos no necesariamente equivale a sabiduría”. Por estos años y por acá se supo y se padeció el feriado bancario (GASLM, presidente), nos menospreciaron con consultas tautológicas, sabemos que tienen miles de millones de dólares en el extranjero mientras anuncian que un tropel de inversionistas llegará en la próxima… ¿Década?
Con esta derecha ultra se cumplió la advertencia de Angelo Dundee: el golpe que no ves venir ese es el que te tumba. O como dijo el Triste de Éfeso Si no esperas lo inesperado no lo reconocerás cuando llegue. Y llegó con ganas hasta de desarreglar el universo (remember la embajada mexicana). Ella está en plan de quedarse por todo el tiempo que sea necesario para virarnos el mundo al revés. Literalmente. Es el terraplanismo político puro, duro y áspero. Pero alcanza con éxito mentes y corazones ecuatorianos. ¿Ingenuidad popular? ¿Broma mortal derechista? ¡Quién Dios sabe!
Chévere, en la contradicción está el origen de todos los cambios revolucionarios. Su guerra es por apropiarse hasta de nuestra credulidad, pero el “arte de la guerra de basa en el engaño.”[2] Por engaños adornados con elegantes descaros o aprovechando su seriedad fósil nos ganan la guerra. Por ahora. (Valga la promesa de Hugo Chávez). En lecturas posteriores de Sun Tzu se encuentra esta advertencia: “los que no son totalmente conscientes de la desventaja de servirse de las armas (del engaño) no pueden ser totalmente conscientes de las ventajas de utilizarlas”. Cierto, porque ahora a eso se llama pensamiento crítico cimarrón. Y es un motivador empuje emancipador.
Notas:
[1] La mentira puede avanzar años, sin embargo la verdad la alcanza en un día (traducción del yoruba).
[2] El arte de la guerra, Sun Tzu, libro en pdf, p. 2. www.librosinpapel.com (2006).
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