“Uruguay; Dos personas fallecidas y pérdida de ganado se produjo luego de un choque de camiones, y tras el impacto, ambos camiones se prendieron fuego propagándose éste a ambos márgenes de la ruta”.
Un hecho trágico de esta característica, aunque sucede en un pequeño país, deja aflorar una realidad más profunda que cobra toda su dimensión cuando se instala la protesta, cuando los trabajadores denuncian y protestan, en una palabra, cuando se movilizan.
Desde 1938, varios comités, comisiones y reuniones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han debatido cuestiones relativas a las condiciones laborales de los conductores de vehículos de transporte de carretera y a la seguridad vial.
Nada puede llamar la atención de estos comportamientos, ya que en el capitalismo no puede haber relación laboral justa, pues ésta descansa sobre la explotación del trabajo vivo por parte del capital y sobre la existencia de una población excedente que sirve, como dicen los clásicos marxistas, de “ejército industrial de reserva” para satisfacer las necesidades de acumulación capitalista.
Sin duda, el sector del transporte por carretera tiene una importancia estratégica fundamental para el desarrollo social y económico y asegura la movilidad de los pasajeros y de las mercancías entre territorios y países. Asimismo, contribuye en gran medida al crecimiento económico y a la creación de empleo.
Las inversiones en infraestructura vial y las actividades conexas tienen repercusiones considerables en otros sectores de la economía. Pero cada año, mueren en el mundo alrededor de 1,3 millones de personas, y hasta 50 millones sufren traumatismos no mortales como consecuencia de los accidentes de tránsito en las carreteras.
Entre el 10 y el 22 por ciento –aproximadamente- de todos estos accidentes de tránsito se producen con vehículos comerciales. Los accidentes de tráfico son la principal causa de mortalidad entre los niños y jóvenes de 5 a 29 años, y la octava causa en general. Además del sufrimiento humano que generan, las muertes y los traumatismos debidos a accidentes de tránsito entrañan pérdidas importantes en términos sociales, económicos y financieros.
No obstante, se ha experimentado una evolución considerable en el sector del transporte por carretera, que ha registrado en los dos últimos decenios un incremento de la demanda y de las oportunidades de trabajo.
Si bien la globalización estuvo marcada por el aumento de la liberalización del comercio internacional y la prevalencia del comercio electrónico, que ha conducido, en algunos casos, a una circulación más eficiente de las mercancías y los pasajeros, en otros han tenido consecuencias negativas para las condiciones laborales de muchos trabajadores del transporte.
Entre las posibles alteraciones de la demanda cabe citar los cambios modales impulsados por las políticas públicas (por ejemplo, hacia el transporte ferroviario) o las profundas transformaciones ocurridas en la industria manufacturera (por efecto de fenómenos como la llegada de la impresión tridimensional o la repatriación de actividades) que pueden tener repercusiones en la planificación y la capacitación de la fuerza de trabajo del sector.
Las novedades experimentadas en los 20 últimos años han tenido un impacto considerable en la composición del sector. La fragmentación entraña una serie de desafíos concretos. Los elevados niveles de segmentación y fragmentación, por ejemplo, incluida la creciente utilización de la subcontratación, han intensificado la competencia.
Los conductores de vehículos comerciales no asalariados y las pequeñas y medianas empresas conforman el grueso del sector del transporte de mercancías. En algunos casos, la clasificación incorrecta de los trabajadores plantea problemas.
Los trabajadores del sector, incluidos los autónomos dependientes, son vulnerables, ya que a menudo deben asumir los costos de la propiedad y el mantenimiento, y otros costos de funcionamiento de los vehículos, si bien no pueden participar en el diálogo social y tampoco pueden beneficiarse de la protección, incluida la protección social, que se brinda a otros trabajadores.
No obstante, la presencia de formas atípicas de empleo bien concebidas y reguladas en el sector del transporte por carretera no se traduce necesariamente en unas condiciones de trabajo precarias, ni conlleva operaciones ilegales de por sí, siempre que los empleadores no las utilicen indebidamente para obviar sus obligaciones legales y contractuales y otras responsabilidades relacionadas con el empleo.
Las pequeñas empresas de transporte por carretera, incluidos también los trabajadores autónomos o los propietarios-operadores, pueden proporcionar oportunidades, independencia financiera y flexibilidad. Un sólido marco regulador de las empresas y la seguridad puede impulsar a estas pequeñas empresas y asegurar que cumplan con las leyes y los reglamentos nacionales.
Pero una serie de factores están desestabilizando la igualdad de condiciones. En algunas regiones, las operaciones ilegales e informales añaden presión a las empresas de transporte que cumplen las normas. Los trabajadores informales de este sector podrían ser especialmente vulnerables, puesto que quizás no tengan acceso a mecanismos de protección social y trabajen con niveles bajos de salario, productividad, cualificación, tecnología y capital.
La prestación de servicios de transporte informales tiene lugar sobre todo en los países de ingresos bajos y medianos, ya sea para el transporte de mercancías o de pasajeros.
El trabajo informal acarrea problemas de seguridad y salud
El sector del transporte por carretera se caracteriza y se ve influido por múltiples cadenas de suministro y cadenas de contratación que suelen generar presión en los márgenes incapacitando a los trabajadores del transporte para ejercer los principios y derechos fundamentales en el trabajo.
Si bien el diálogo social puede allanar el camino para conciliar la competencia de mercado, la seguridad y salud en el trabajo de los trabajadores del transporte, y la seguridad vial, los acontecimientos recientes en el sector del transporte por carretera en algunos países han debilitado el diálogo social, el poder de negociación de los trabajadores y los derechos fundamentales en el trabajo de muchos trabajadores en el sector del transporte.
Las normas e instrumentos internacionales pueden influir de manera positiva en la iniciación del diálogo social a nivel nacional y sectorial. La presión ejercida por las entidades de la cadena de suministro puede ser un motivo subyacente de las prácticas de conducción más arriesgadas y peligrosas que adoptan algunos trabajadores del transporte.
En ocasiones, las leyes y los mecanismos de cumplimiento existentes van dirigidos a los conductores y no alcanzan directamente a las entidades que originan esas prácticas. El empleo justo y crecimiento económico para todos son otras tantas falacias de la economía burguesa utilizadas para asegurar la continuidad de la dictadura del capital.
La seguridad social de los trabajadores en un mundo en crisis, la paulatina destrucción de los sistemas de protección social auspiciada por el Banco Mundial y el FMI, supeditada a las teologias neoliberales, ha puesto la mayor parte de la clase trabajadora a un nivel de vulnerabilidad y explotación similar al existente en el ultimo cuarto del Siglo XIX.
La llamada revolución informática y las sucesivas crisis y sus efectos mundiales no han hecho otra cosa que extender el desempleo y la fragmentación de la fuerza de trabajo en nueva categorías: trabajadores informales, precarios, autoempleados, migrantes forzados. Estas nuevas categorías de trabajadores están casi desamparados frente a las prácticas laborales de explotación de las grandes corporaciones capitalistas.
*Periodista uruguayo acreditado en la ONU-Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
Fuente: https://estrategia.la/2022/02/19/la-vida-del-camionero-no-vale-nada-en-la-logica-del-lucro/