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Releyendo al poeta francés Paul Éluard

La vida tenía un cuerpo, la esperanza tendía sus velas

Fuentes: Rebelión

La lectura de algunos poemas del poeta francés resistente Paul Éluard, nos remite a una indispensable y terapéutica reflexión acerca de las metas más altas de la humanidad, que dan sentido a nuestra larga caminata, interrumpida ya por tantas marchas. Resuelto el quiénes somos y de dónde venimos, la pregunta es a dónde nos dirigimos […]

La lectura de algunos poemas del poeta francés resistente Paul Éluard, nos remite a una indispensable y terapéutica reflexión acerca de las metas más altas de la humanidad, que dan sentido a nuestra larga caminata, interrumpida ya por tantas marchas. Resuelto el quiénes somos y de dónde venimos, la pregunta es a dónde nos dirigimos a través del movimiento convulsivo de la historia. ¿Es necesario para ello que recobremos una memoria «perdida»?

La historia de las culturas nos revela el lento y milenario transcurso de la prehistoria, la división original de la comunidad primigenia en clases y el oleaje tormentoso de la lucha de clases, que irrumpió para transformar la sociedad humana durante cinco mil años hasta nuestros días, en los que se alzan ante el mundo las titánicas puertas del socialismo..

«Tanto soñar con abrir las puertas del mar»… Años semejantes a siglos de cruel opresión, y abrupto desenlace de ciclos de pesadilla en una lucha de pocos años, se alternaron… «Correr y corre liberación y encontrarlo todo y tomarlo todo».

Terrible era la nostalgia del poeta Éluard, que minó sus años. Su nostalgia era de la dimensión de la antigua nostalgia de los pueblos. La poesía es la historia y la prueba del tránsito del espíritu humano hacia el ser social sensible y conciente, emanado de la suma de todas sus batallas y trabajos materiales y espirituales, individuales y colectivos. Memoria ígnea de la edad en que fuimos uno con el bosque. Uno con los animales, con el viento, con las estrellas.

«Iba sin fin hacia la luz/ La vida tenía un cuerpo la esperanza tendía sus velas/Provisora de miradas confiadas para el alba/ De la noche surgía una cascada de sueños/»

Paul Éluard fundó en 1920 la revista Proverbe en la que escribieron los dadaístas. Formó parte del equipo de la revista Littérature y se hizo dadaísta. Posteriormente se hizo parte del movimiento surrealista, uno de sus más visibles integrantes.

Éluard permaneció en París durante la ocupación alemana, convirtiéndose en uno de los escritores militantes de la Resistencia antinazi, al lado de Louis Aragon y Rene Char, entre otros. En 1938 se separó del surrealismo. En 1942 se incorporó al Partido Comunista Francés en la clandestinidad. El poeta que moraba en sus antepasados, en sus genes, desde tiempos inmemoriales lo habitaba de nuevo, en el llamado insistente a la primavera humana. Entonces, para no preguntarse siempre a dónde iríamos -sin respuesta-, soñaba, para saberlo por otras vías:

«Los campos están labrados las fábricas resplandecen/ Y el trigo hace su nido en una enorme marea/ Las mieses la vendimia tienen muchos testigos/ Nada es singular ni simple /El mar está en los ojos del cielo o de la noche/ El bosque da a los árboles seguridad/ Y los muros de las casas tienen una piel común/ Los caminos siempre se encuentran/ Estamos hechos para entendernos/Para comprendernos para amarnos/Tenemos hijos que serán padres de los hombres/ Tenemos hijos sin fuego ni lugar/ Que inventarán de nuevo a los hombres/ Y la naturaleza y su patria/La de todos los hombres/ La de todos los tiempos».

La poesía está inmersa en la lucha de millones de humanos (y de humanas) contra las imposiciones imperiales. Bárbaros estadounidenses quieren evitar que tomemos una cabeza de playa, para materializar las esperanzas y los deseos de los pueblos, en la atmósfera de libertad y plenitud. Pues todos somos de la tierra y la tierra nos pertenece a todos. La vida tenía un cuerpo. El cuerpo es el pueblo.

«Cuando comenzó a sonreír/ Ya no tenía un camarada/ Sino millones y millones/ Para vengarle/ Lo sabía/ Y para él se alzó la aurora/». Paul Éluard nació en Saint-Denis el 14 de diciembre de 1895. Murió inesperadamente de angina de pecho el 18 de noviembre de 1952. Recordémosle con amor. Y contra la enemiga tiniebla que cree que nos rodea y que no amanece todavía, millones de hombres y mujeres aún leeremos, reunidos en torno al fuego de su noble memoria, los versos de Paul Éluard, uno de los nuestros:

«Escribo tu nombre./ Y por el poder de una palabra/ Reinicio mi vida/ Nací para conocerte/Para nombrarte/ Libertad»/