Recomiendo:
0

Ladran pero no cabalgamos

Fuentes: Mundo Obrero

Una ingente cantidad de editorialistas, redactores, tertulianos, analistas reputados de sesudos, showmen de magazines y en general todos aquellos y aquellas que quieren sentar cátedra de fieles alineados con «nuestra democracia», la Constitución y el «mundo libre», vierten un día tras otro, las consignas que sus propietarios les marcan en la hoja de ruta del […]

Una ingente cantidad de editorialistas, redactores, tertulianos, analistas reputados de sesudos, showmen de magazines y en general todos aquellos y aquellas que quieren sentar cátedra de fieles alineados con «nuestra democracia», la Constitución y el «mundo libre», vierten un día tras otro, las consignas que sus propietarios les marcan en la hoja de ruta del quehacer periodístico cotidiano. Fotos trucadas, silencios mendaces, tergiversaciones clamorosas y artículos de escritores laureados conforman el diario menú con el que se nutren periódicos, revistas, radios y televisiones. Los gobiernos de Cuba, Bolivia, Venezuela, Ecuador, etc constituyen el blanco de sus dicterios en el marco de una referencia descalificatoria más global; el comunismo y las políticas «populistas anti-mercado».

Y no se trata de análisis más o menos aviesos pero con un mínimo de datos y rigor o de exposiciones que se basen en un trabajo previo (siquiera tendencioso) de investigación, sino de torrentes y torrentes de baba sazonados con zafiedad, estulticia y ausencia total de deontología profesional. Desde todos los puntos cardinales se lanza una permanente descalificación a las ideas comunistas o simplemente de izquierda consecuente. Programas en los que la revolución soviética se equipara al nazismo o al fascismo en todas sus encarnaciones, tergiversaciones o silencios de hechos históricos que podrían demostrar, siquiera con tacañería, aportaciones, realizaciones y logros conseguidos en nombre de otra forma de entender la economía, la política, las relaciones sociales o las preferencias a la hora de redistribuir la riqueza. Es más, cuando las zaheridas víctimas de sus desafueros verbales son ejemplos clamorosos para este mundo occidental nuestro, en la práctica de la democracia hasta extremos no usuales por estos pagos, se les ridiculiza, cuestiona y coloca en la picota.

¿Por qué? ¿Cuántas ojivas nucleares tienen estos países? ¿Están en peligro los niveles consumistas de nuestra sociedad? ¿Son menores los latrocinios de nuestras empresas allí instaladas por ser españolas?¿Qué tiene de malo que se pretenda dignificar y elevar el nivel de vida de todos sus habitantes sin exclusión? ¿No son acaso mandatos imperativos de las Naciones Unidas el conseguir que todos los DDHH se extiendan a toda la población? ¿Pero no habíamos quedado que el comunismo ha fracasado y carece de cualquier posibilidad de renacer?¿Es que Fukuyama no extendió bien el acta de defunción de esta «quimérica idea»? ¿Acaso no han saludado a las organizaciones ,otrora de izquierdas, cuando éstas se bañaban en el Jordán de la «izquierda posible»?¿No es cierto que habéis vencido y la «bendita globalización» avanza en la resolución de las lacerantes diferencias internacionales y sociales?

La cuestión radica en otro sitio. Tras la «derrota del comunismo» las ideas del libre mercado, la competitividad y el crecimiento sostenido darían paso a un mundo libre, sin gastos armamentísticos y de democracia elevada a su máxima expresión. Fue lo que vino en llamarse La Utopía de los años noventa. Incluso dentro de las formaciones comunistas y colectivos de izquierda se instaló el pesimismo, la duda sobre la propia identidad y el éxodo hacia otras formaciones políticas que representaban la izquierda no cutre (Felipe González dixit) y no moderna.

El Liberalismo, libre de sus cargas y rémoras imputadas a la Guerra Fría, podía entonces mostrar al mudo su munificencia, las bondades del credo liberal y el imperio del derecho democrático. La Socialdemocracia o izquierda puesta al día, e incardinada consecuentemente en el mundo de hoy, podía demostrar ahora cómo el Socialismo del Siglo XXI era posible sin tener que soportar la carga política de ser relacionada, ni siquiera de lejos, con los derrotados.

El problema de las guerras de agresión protagonizadas por la OTAN , USA y «el mundo libre» en esa misma década y la siguiente, la aumentada producción de armamentos, las más de cincuenta guerras olvidadas por los medios de comunicación, la corrupción instalada en los entresijos del Estado, la amoralidad de los negocios rápidos y rapaces postulada como la nueva frontera de la Modernidad por ministros como Solchaga, la entrada a saco en los bienes y fondos públicos, el crimen de Estado, etc mostraban que el problema era otro; estaba en ellos y en su sistema.

La mayor crisis conocida: económico-financiera, energética y alimentaria, el crac permanente de las instituciones crediticias del Imperio y su incidencia en el resto del mundo, el desmontaje del Estado del Bienestar, allí donde lo hubo, junto con el crecimiento exponencial de las diferencias de todo tipo, han dejado a los sacerdotes de la nueva religión anonadados, estupefactos y confundidos. Ni siquiera las medidas que en otros tiempos funcionaban se muestran incapaces; los fondos públicos a esquilmar no son ilimitados; la libertad de mercado es hollada en nombre del intervencionismo estatal a fin de salvar a los poderosos; los países dependientes en vías de desarrollo protestan contra el intercambio desigual y el proteccionismo de los ricos. Y como trasfondo sombrío el repunte de una nueva Guerra Fría con su carrera de armamentos incluida.

No tienen salidas desde sus esquemas; sus recetas les fallan porque el sistema que los aúpa ha dado la vuelta al mundo y ya no hay espacios nuevos que explotar; por otra parte, en los viejos la competencia es terrible. Y es ahí donde está la clave del resurgimiento del lenguaje, los métodos y la propaganda de la Guerra Fría: el horno está preparado para la cocción de una alternativa de izquierda global, continental y estatal. Los ejemplos de otras formas, otros métodos y otras utopías concretadas día a día en pequeños países y en pequeñas parcelas de la realidad es demasiado evidente. En el fondo atisban que aquello de que Otro mundo es posible no parece quimérico, Saben perfectamente que la Utopía puede hacer transacción con la realidad, enraizarse en ella y producir con dificultades y esfuerzos, avances, logros y conquistas para la mayoría. Les aterra de nuevo el fantasma del Comunismo. Si no fuera así ¿por qué molestarse tanto en alancear al supuesto moro muerto?

El problema es que ellos ladran, pero al contrario del refrán, nosotros no cabalgamos. La situación clama por la construcción de una alternativa total desde la izquierda. La necesidad de una respuesta en programas, propuestas, valores, acción política, movilizaciones y organización consecuente con todo ello es más que urgente. Se perfectamente que no puede improvisarse de la noche a la mañana pero recordemos aquello de la paciencia impaciente.

Y es aquí, en esta tesitura donde nosotros con nuestros problemas estamos insertos y tejiendo constantemente un velo de Penélope para uso interno. Intensifiquemos el trabajo para que la Asamblea de IU sea el comienzo de un proceso con dos vectores o líneas de fuerza : la Refundación de nuestras herramientas y de manera simultánea y paralela la construcción de una amplia alianza que abarcando desde La Economía, El Estado, los Valores, la Ética y la Democracia promueva desde aquí, y en íntima sintonía con los demás de otras latitudes, el renacer de un tiempo nuevo.