Hace unos días “tropecé” con “El Derecho a la pereza” de Paul Lafarge, y me di cuenta, que a la que te descuidas un poco, en la lucha de clases, te despistas y te vas por vericuetos que no te llevan a ninguna parte.
Lafarge que fue uno de los que madrugo bastante en lo que significaba la ideología vital para la clase obrera; empleó tinta y pluma plasmando gritos de aviso, tratando de despertar la conciencia de la clase obrera disparándole salvas ideológicas. Para ello, no escatimó en recordarle de mil maneras de cuanta ignorancia estaba embadurnada para dejarse dividir y explotar, afanándose en torbellinos competitivos de productividad, que les llevaba una y otra vez al desempleo y ruina.
No obstante el siglo XIX trajo despertares y amaneceres esperanzadores. La comprensión y el desarrollo ideológico de la clase obrera, en cuanto al significado del trabajo, la catapultaron a trascendentes luchas por el reparto del trabajo y de sus beneficios: 8 horas de esfuerzo para percibir un salario aceptable, 8 horas de descanso y, 8 horas para el esparcimiento, la contemplación, el estudio, la amistad, el amor, etc.
Si en el siglo XIX la jornada laboral, mucho más reducida, era una lógica asumida por las masas obreras fabriles, (intelectualmente, razonada de forma científica), ¿cómo poder explicar en nuestros días, que se siga trabajando jornadas similares a las que se hacían en aquellos tiempos decimonónicos de explotación?
Alguna opinión, interpreta que Lafarge, escribe “El derecho a la pereza”, irónicamente para salir al paso del “derecho al trabajo” reivindicado por Louis Blanc durante la revolución francesa del 1848. Yo desconocía estos textos referentes a Blanc, y me alegré al encontrarlos, en un artículo de Pablo Scotto Benito, profesor de la Universidad de Barcelona, en la Revista Oxímora. En este artículo se escriben jugosas citas de debate, en base a esta cuestión, que se produjo durante los años de Gobierno del que Blanc era componente.
Resulta que Louis Blanc, a partir de 1850 defendía el concepto del derecho al trabajo pero, lo vinculaba al derecho de propiedad; reconocía y defendía que los obreros se asociaran entre sí para disfrutar de los beneficios de su esfuerzo.
Scotto, plasma que cuando Marx reflexiona sobre la revolución de 1848 ve claramente el potencial emancipador que se esconde tras de la idea del “derecho al trabajo”; si bien opina que esta fórmula no es la mejor para expresar esta reivindicación. “El derecho al trabajo es, en el sentido burgués, un contrasentido, un mezquino deseo piadoso”. Para Blanc, como para Marx, reivindicar derecho al trabajo, se contradice con la forma capitalista de organizar la producción, con la apropiación de los medios que producen y con la apropiación de lo producido. Luego entonces, Lafarge no puede escribir el derecho a la pereza para discutir sobre el derecho al trabajo con Blanc y menos con Marx.
Hace ya bastantes años, sin conocer estos estudios, yo me atreví a escribir y a opinar que la reivindicación del “derecho al trabajo” era antimarxista. Era reivindicar el derecho a que te exploten. A este razonamiento, en una reunión de debate y formación de economía marxista, destacada economista de izquierdas, ironizó diciendo: “pues ya vemos, ahora nos enteramos de que la reivindicación del derecho al trabajo es antimarxista”. La verdad es que, después de bastantes años aún no he deducido el sentido de la ironía.
Ciertamente podría justificarse, marxistamente, encuadrando ésta reivindicación en ese marco de presión que genera contradicciones al capitalismo a través de sus procesos productivos y salida de los productos. Sin embargo estamos viendo, que el capitalismo con su principal resorte el estado, le viene siendo fácil encontrar escapes que, la clase obrera misma, sus organizaciones, le idean y proponen. De modo que, si el derecho a que te puedan explotar, no es garantizado; se pide al estado capitalista prestaciones por paro obrero, renta básica (que viene a ser lo mismo), así como otras propuestas de paguitas y ayudas familiares y personales. Y todo esto, el estado procura resolverlo siempre teniendo en cuenta que sirve para ofrecer salidas a las presiones que, en cada momento, tengan sus representados capitalistas; tanto por agobios de sobre producción, cómo por agobios económicos de los trabajadores que pudieran provocar peligrosas explosiones de revueltas.
De cualquier manera, o punto de vista que lo queramos analizar, las contradicciones que ya, hace tiempo, tendrían que haber ahogado al capitalismo, este, sigue esponjándolas, y superándolas. Y no es porque Marx haya dejado de tener razón, sino porque los marxistas al frente de las más importantes organizaciones de izquierda, han venido aplicando la praxis marxista como los “lagartones”… Y así, el capitalismo, puede seguir burlando sus contradicciones hasta en situaciones inimaginables e ilimitados caminos.
De este tema, por suerte, hay mucha tinta bien aprovechada; mientras que por desgracia, cientos de textos han sido ignorados, cuando no escondidos, por quienes tenían la obligación de conocerlos, divulgarlos y convertirlos en praxis de lucha obrera.
Es tal el despiste incrustado en la izquierda, (en la izquierda honesta de verdad) que a lo largo de todo este tiempo, la derecha se viene permitiendo teorizar e imponer condiciones económicas y laborales abyectas e insultantes a la inteligencia de l@s trabajador@s: misma jornada laboral de 8 horas legalmente ya establecida en 1886 en algunos sectores productivos y ciudades de los EEUU (en España se logra en 1919), se inventan una reducción de jornada con contratos precarios, basura, y míseros salarios; se despide libremente; retrasan la edad de jubilación; han bajado los salarios a límites que obligan hacer jornadas interminables, no ya de 8 horas sino de 10, 12 y más para tratar de llegar a fin de mes; (por ejemplo en el montaje de la industria química se vienen haciendo estas jornadas), se establecen alquileres e hipotecas de vivienda de donde se desprende un costo del 50% del salario establecido en la mayor parte de los convenios; Han privatizado servicios esenciales como la energía, la telefonía, el transporte y persiguen, con bastante éxito, de momento, la privatización de la enseñanza, de la sanidad, de las residencias de mayores, etc.
Está claro que todo esto estaba y sigue estando en manos de un estado capitalista, y que por ello, cuando necesita de traspasos públicos a sus manos, lo han hecho y lo siguen haciendo. Por los mismos motivos, las leyes laborales y salariales han venido siendo recortadas más y más, para que los capitalistas del estado español no se ahogaran en sus vastas contradicciones y pudieran zafarse de las exigencias competitivas internacionales.
La realidad ha venido siendo modificada por el capitalismo a su gusto, y lo ha hecho con una facilidad pasmosa haciendo uso de sus mejores armas de clase. Por este orden: atiborrar a su enemigo de alienación, y también de represión cada vez que ha hecho falta. Las facilidades que el capitalismo ha tenido para alienar a las masas trabajadoras de toda índole y nivel, han sido conseguidas previa corrupción de sus dirigentes en unos casos, en tanto en otros, los consecuentes y honestos, fueron encarcelados o asesinados.
De cualquier modo hoy, tengo la certeza que el capitalismo precisa más que nunca de sus gobernantes, para practicar con esas dos letales armas (alienación y represión) para someter al pueblo y a la clase obrera a estados “catatónicos” y de terror. Es por eso que se permiten, laboral y económicamente, establecer disparates funcionales de hace tres siglos; si bien entonces había muy poco, casi nada de las cosas necesarias, mientras hoy sobra absolutamente de todo, incluido productos no necesarios, que sólo sirven para seguir esclavizando a los trabajadores en el trabajo y en el consumo “jodiendo” la salud de las personas y del medio ambiente.
Si no logramos hacer tomar conciencia a las masas trabajadoras de su historia, de que la siguen explotando como en siglos pasados (cuando ya debería estar todo socializado, cuando las jornadas laborales habrían de estar acorde con nuestras capacidades y verdaderas necesidades), si en primer lugar los “dirigentes” no somos capaces de comprender en profundidad la realidad que nos envuelve, entonces no habrá límite para que el capitalismo siga profundizando en nuestra derrota.