La conmemoración del 150 aniversario de la gesta patriótica de Lares este próximo 23 de septiembre crea una oportunidad única para retomar con nuevas ideas la lucha por la supresión del coloniaje en Puerto Rico. En particular, nuestras acciones deben de tener como meta principal la unidad del pueblo. Necesitamos asistir a las efemérides, sean […]
La conmemoración del 150 aniversario de la gesta patriótica de Lares este próximo 23 de septiembre crea una oportunidad única para retomar con nuevas ideas la lucha por la supresión del coloniaje en Puerto Rico. En particular, nuestras acciones deben de tener como meta principal la unidad del pueblo. Necesitamos asistir a las efemérides, sean en Puerto Rico o Nueva York, con mucha humildad, voluntad unitaria y valentía. ¿No es eso, acaso, lo que significa la máxima de Albizu Campos de que para lograr la independencia compete, ante todo, retomar la espiritualidad de Lares? Un independentismo unido, en propósito y estructura, podría hacer la gran diferencia en la coyuntura actual, en que los partidos de la burguesía se encuentran internamente divididos.
Siguiendo la tradición, Lares es un día de remembranza, una oportunidad de honrar colectivamente a los fundadores del movimiento a favor de la independencia de Puerto Rico. Pero Lares es también día de celebrar la combatividad más que centenaria de nuestro pueblo. Durante el último siglo y medio, la nación boricua ha dado ejemplo tras ejemplo de su capacidad de resistencia y voluntad de lucha. El nacionalismo revolucionario, bajo la dirección de Albizu Campos, fue sin duda un capítulo mayor de ese devenir en el siglo XX. También lo fueron, innegablemente, la lucha en contra de la minería, del superpuerto, del militarismo en las universidades, de la presencia del NAVY en Culebras y Vieques, así como la continuada afirmación de nuestros valores culturales. Somos un pueblo luchador. A Lares no hay que entrar con fingido apocamiento. Allí vamos quienes hemos luchado junto al pueblo por lograr sus grandes victorias, que no han sido pocas. No hemos derrotado aún el dominio imperial sobre nosotros, pero hemos tenido nuestras victorias. En eso, representamos el triunfo sobre la adversidad, la victoria de la luz sobre la sombra.
Los enemigos de nuestra nacionalidad, autonomistas y anexionistas, por igual no pueden convocar a una celebración del significado moral de Lares. Están manchados por el vicio de la avaricia y traición. Lares es pureza de principios, sacrificio por la nación humilde. Allí no se va a celebrar la infamia de entregarles en dulcera los recursos del país a los invasores. Allí se va a ensalzar el heroísmo de tantos y tantas boricuas que han dado vida y hacienda por el ideal de un Puerto Rico libre.
Este 23 de septiembre tiene un significado muy especial. No se trata exclusivamente de que en 2018 enfrentamos abiertamente un plan perverso del imperio y sus lacayos para destruir nuestra nación. Eso, como decía Albizu, ya aburre; es lo único que ellos hacen: buscar nuestra destrucción. Se trata, y esto es fundamental, de que apenas un año atrás, inmediatamente después del impacto devastador del huracán María el 20 de septiembre de 2017, nuestro pueblo se echó encima la labor de mantener viva nuestra nacionalidad. Eso, tanto en lo material como en lo espiritual. No se puede ser mezquino en el reconocimiento. La labor fundamental de levantar a Puerto Rico, después de María, la efectuó el propio pueblo, con limitados recursos y enfrentando el cinismo y las acciones humillantes del presidente Trump y sus lacayos en la isla. No es esto un asunto menudo para un pueblo como el nuestro, que ha sufrido 120 años de un coloniaje rapaz bajo la bota del imperio más poderoso en la historia de la humanidad. ¿Qué no han tratado en contra nuestra? ¿Qué planes genocidas y asesinos no han implementado? ¿Qué ayuda humanitaria no nos han negado en medio de catástrofes naturales?
Cierto es que, con el huracán María, para usar una expresión del libertador Simón Bolívar, «la naturaleza se nos fue en contra». Pero al igual que ha ocurrido una y otra vez, nuestro pueblo respondió con firmeza y voluntad latinoamericana. El imperio prohibió la entrada de barcos de Cuba, Venezuela y otras naciones hermanas. Nos tiraron rollos de papel sanitario para humillarnos. Fueron mezquinos y sórdidos, en no cumplir con la obligación que tiene todo poder imperial de socorrer humanitariamente a sus colonias. Pero en cada rincón de esta sufrida tierra, la gente humilde buscó formas de auto organizarse. Se crearon cocinas comunitarias, se impulsaron formas alternas de producir y distribuir energía, se distribuyó lo poco que había de la forma más equitativa posible. Y en medio de toda esa desgracia, se renovó entre la juventud puertorriqueña el amor por los ritmos caribeños y de nuestra patria. El tambor volvió a sonar como en los tiempos de las grandes movilizaciones de la década de los treinta del siglo XX. Y esa lucha titánica de este pueblo chiquitito, doblegado por la fuerza económica y política del imperio, resonó en todos los corazones nobles del planeta. En el mundo entero, por dondequiera que andaba dispersa la diáspora boricua, no hubo botella de agua ni lata de comida ni lámpara de baterías que no se destinara para la patria chiquita, engrandecida ahora en su lucha por sobrevivir. ¿Qué alma pura en el extranjero no quiso boricua al menos por un instante, para hermanarse con nuestro empeño de seguir siendo quiénes somos? Ahí está, precisamente, el requisito de la humildad: si en 2018 podemos ir a Lares a conmemorar la gesta patriótica de Betances se lo debemos al pueblo. Derrotar los estragos del huracán María ha sido la gran gesta libertadora del siglo XXI.
Mienten los que dicen que en Puerto Rico no hay un movimiento revolucionario vivo. Que estamos dispersos organizativamente no puede negarse. Pero de que aquí hay hombres y mujeres con conciencia patriótica y voluntad rebelde para derrotar al imperio, no me cabe duda. No es por casualidad que Lares es, como dijera Albizu, «el santuario de la patria». Nadie que se haya lucrado del sufrimiento de nuestro pueblo tiene derecho a entrar a Lares con la cabeza en alto. Y es que, a pesar del asesinato, persecución y encarcelamiento de nuestros líderes y militancia, el movimiento independentista puertorriqueño nunca se ha aliado al imperio, ni adentro ni afuera del país. Hemos sido fieles a los principios de libertad y justicia heredados de la gesta patriótica de Lares. En eso somos insobornables, como lo constató el Che, al hablar de Albizu ante la ONU. Ni antes ni durante ni después de María hemos abandonado al pueblo. Mientras los partidos coloniales no actúan más que como «tropas de asalto al presupuesto colonial», nuestra izquierda siempre ha rechazado enmarcar la actividad política dentro de los parámetros angostos de las ventajas personales y la explotación de las masas. Esa es la clave que nos dará el triunfo.
Este Lares, por encima del hábito de querer preservar las estructuras organizativas heredadas del pasado, debemos dar paso a la unidad efectiva de pensamiento y acción. La historia está llena de momentos en que un grupo, incluso pequeño, de revolucionarios ha logrado intervenir exitosamente para cambiar el curso de los eventos históricos. La crisis que hoy viven los partidos políticos burgueses en la isla abre esa posibilidad.
Nuestro movimiento trae consigo una fuerte tradición de lucha y resistencia. Es nuestra dispersión organizativa la que no nos deja convocar masivamente al pueblo para acciones decisivas. Tal ha sido la lección de los últimos meses, en que se ha convocado una y otra vez a paros generales o parciales, pero ninguno ha logrado darle un severo hamaqueo al dominio imperial. De hecho, el Primero de Mayo de 2018 la policía colonial, bajo el mando de los federales, logró reprimir impunemente a los sectores más jóvenes y combativos de la resistencia. Y es que sin la unidad de las fuerzas revolucionarias y, en particular sin victorias, incluso parciales, no vamos a lograr avanzar. En este sentido conviene recordar las palabras de José Martí con motivo de la fundación del Partido Revolucionario Cubano-puertorriqueño; expresiones que, dicho sea de paso, recibieron el apoyo decidido de Ramón Emeterio Betances: «La unidad de pensamiento, que de ningún modo quiere decir la servidumbre de opinión, es sin duda condición indispensable del éxito de todo programa político».
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