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Las confusiones y pertinacia de los que quieren juzgar y condenar al Papa Francisco

Fuentes: Rebelión

«En verdad, me atrevería a afirmar que el intelectual tiene que estar dispuesto a mantener una disputa que dura tanto como su vida con todos los guardianes de la visión o el texto sagrados, cuyas depredaciones han sido legión y cuya pesada mano no soporta la discrepancia y menos aún la diversidad. El principal bastión […]

«En verdad, me atrevería a afirmar que el intelectual tiene que estar dispuesto a mantener una disputa que dura tanto como su vida con todos los guardianes de la visión o el texto sagrados, cuyas depredaciones han sido legión y cuya pesada mano no soporta la discrepancia y menos aún la diversidad. El principal bastión del intelectual laico es la libertad incondicional de pensamiento y expresión: abandonar su defensa o tolerar falsificaciones de cualquiera de sus fundamentos es de hecho traicionar la llamada del intelectual.» Edward W. Said

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«Pero apégase de tal modo el hombre a su sistema y a su deducción abstracta, que capaz sería de alterar la verdad a sabiendas de fingirse sordo y ciego con la única mira de no invalidar su teoría.» Fiodor M. Dostoyevski

«Cuando se producían hallazgos ocasionales que amenazaban el retrato de una historia judía ininterrumpida y lineal, raramente eran mencionados, y cuando salían a la superficie, desaparecían rápidamente enterrados en el olvido. Las exigencias nacionales crearon una mordaza de hierro que impedía cualquier desviación de las narrativas dominantes. Los particulares marcos dentro de los que se elaboran las informaciones sobre el pasado judío, sionista e israelí -en concreto los exclusivos Departamentos de Historia Judía, completamente separados de los departamentos de Historia General y de Oriente Medio- también han contribuido en gran medida a esta asombrosa parálisis y a la tenaz negativa a abrirse a una nueva historiografía que hubiera investigado con seriedad el origen y la identidad de los judíos. De cuando en cuando la pregunta «¿quién es judío?» ha agitado al público israelí, principalmente por los aspectos legales que conlleva. Pero no ha perturbado a sus historiadores. Ellos siempre han sabido la respuesta: un judío es un descendiente de la nación que fue enviada al exilio hace dos mil años.» Shlomo Sand

En el Estado de Israel todas las formas de definir la judeidad son profundamente engañosas, impregnadas de mala fe y de arrogancia.
Shlomo Sand

Dos hechos fundamentales ocurrieron luego de la visita del Papa Francisco a Palestina y del reconocimiento que hiciera del Estado Palestino. Lamentablemente, no sé si por ignorancia o por temor, la prensa mundial hizo que pasaran casi desapercibidos para el público en general. Hubo y sigue habiendo un silencio intencional de ambas partes involucradas: el Vaticano y el Estado de Israel.

Por un lado, el asesor del primer ministro israelí, Dror Eydar, señaló:

Sr. Papa, estableciendo un Estado Palestino sobre las colinas de Samaria (la Ribera Occidental) en el corazón de la histórica Tierra de Israel, es el último intento para clavar a todo el pueblo judío en la cruz.

(«Mr. Pope, establishing a Palestinian state on de Samarian hills (the West Bank) in the heart of the historic Land of Israel, is the latest attempt to nail de entire Jewish people to the Cross.»)

Y, por otro lado «el Sanedrin le envió una carta al Papa Francisco en reacción al reciente apoyo del Vaticano a la Autoridad Palestina», informó la revista en hebreo Matzav Haruach, el 24 de junio.

Adam Eliyahu Berkowitz, en una reseña de las tantas aparecidas en internet, transcribe en inglés ese texto que el Sanedrín le enviara al Papa Francisco, al Vaticano, y del cual resumo lo más destacado del mismo.

Trataré de realizar algunas reflexiones porque tanto el asesor del primer ministro israelí como los que suscriben la misiva al Papa Francisco parecen ignorar la historiografía, no sólo contemparánea, como veremos, ya que la crítica como la misiva al Papa Francisco carecen de seriedad al desconocer todos los descubrimientos arqueológicos realizados por arqueólogos judíos, así como los análisis filológicos y semánticos, en los últimos años en el propio Estado de Israel.

También hacen como que ignoran lo que muchos pensadores israelíes han escrito sobre la situación que se vive en ese Estado, porque contradicen todo lo que ellos pretenden difundir como logros incuestionables, mientras que la realidad muestra deterioros incuestionables en el devenir de ese país.

Y por ceguera intelectual o por conveniencia, ignoran, reitero, o hacen como que ignoran, los descubrimientos realizados en el propio Estado de Israel y que han cambiado totalmente las interpretaciones que se hicieron hasta época reciente de los textos de la Torah y del Tanaj.

Aunque debo aclarar que la mayor parte de esos cambios sustanciales fueron escritos y enseñados desde hace siglos, pero que todos ellos fueron rechazados con acusaciones de antijudaísmo, o antisemitismo, palabra esta última carente de toda validez al estar referida tan sólo a un protolenguaje o lengua madre de las lenguas que se hablaban en el antiguo Canaán, pero que se sigue utilizando como slogan.

Como prueba de lo antedicho, esto es, que muchísimos años antes otros pensadores e investigadores señalaron los errores contenidos en la Torah y el Tanaj, pero refiriéndolos al denominado Antiguo Testamento. Aunque manteniendo algunos de esos errores como se verá por la lectura del texto que citamos y los posteriores descubrimientos arqueológicos que también citamos más adelante. Entre ellos, ya hace casi 60 años atrás, E. O. James, profesor emérito de historia de las religiones en la Universidad de Londres, en su libro Los dioses del mundo antiguo, resumía:

«Los relatos (del Antiguo Testamento), en su mayor parte, han tomado la forma de mitos explicativos, destinados a aclarar o justificar sucesos descritos y separados de los hechos reales por no menos de 500 años, ya que los documentos en su forma actual fueron recopilados por primera vez entre el año 850 y el 750 a. de C.»

……………..

«Por tanto, aunque bajo la tradición bíblica en su forma compleja hay una base de hechos históricos, la relación con los datos arqueológicos se encuentra con dificultades insuperables, debido a que el relato de los acontecimientos que condujeron a la invasión de Canaán y culminaron en ésta, fue radicalmente transformado y refundido para servir a las intenciones de una interpretación teológica posterior.»

Como Shlomo Sand vive en el Estado de Israel y conoce mejor que nadie la mentalidad de sus compatriotas, nadie con mayor aptitud que él para describirnos sus reacciones frente a los nuevos descubrimientos. El texto del epígrafe destaca exactamente la actitud de sus colegas universtiarios:

«Cuando se producían hallazgos ocasionales que amenazaban el retrato de una historia judía ininterrumpida y lineal, raramente eran mencionados, y cuando salían a la superficie, desaparecían rápidamente enterrados en el olvido.»

Asimismo transcribiré algunos breves párrafos del libro de Israel Finkelstein y Neil Silberman titulado «La Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígines de sus textos sagrados.

Una síntesis de este libro podría resumirse así: a) los israelitas nunca estuvieron en Egipto en la cantidad y en la forma que lo narra la Torah, ni, por supuesto, fueron esclavos que ayudaron a construir las pirámides, b) no existió el famoso Éxodo, c) por lo tanto no existió Moisés, d) ¿existió Jhvh?, e) no hubo invasión a Canaán, f) el templo de Salomón no se encontró nunca porque no fue construido como narra la Torah, g) no hubo la tal monarquía unificada porque David y Salomón fueron tan solo dos caudillos de ignotas aldeas de Judá.

Tomaré sólo algunos párrafos esclarecedores que son los que me permiten afirmar la insensatez del asesor como de esos rabinos que pretenden juzgar al Papa Francisco basados en una interpretación literalista de narrativas ficcionales, como si hubieren sido acontecimientos históricos, o supuestas «revelaciones» de su deidad Jhvh.

Porque la realidad y la verdad que van surgiendo de los descubrimientos arqueológicos son muy distintas a los imaginarios creados por las fantasías voluntaristas, no sólo de aquel rey Josías, sino también de los redactores-autores de los textos del Tanaj, quienes seguramente expresaron en sus escritos con fidelidad los deseos y ambiciones del rey, y que los rabinos actuales asumen como hechos históricos y/o los atribuyen a su deidad Jhvh.

En el capítulo 4, dedicado a indagar el origen de los israelitas, Finkelstein y Silberman, luego de analizar los datos arqueológicos existentes hasta el momento llegaronn a esta conclusión, «ironía de ironías»:

«El proceso descrito aquí es, en realidad, el contrario del que encontramos en la Biblia: la aparición del primitivo Israel fue el resultado del colapso de la cultura cananea, no su causa. Y la mayoría de los israelitas no llegó de fuera de Canaán, sino que surgió de su interior. No hubo un éxodo masivo de Egipto. No hubo una conquista violenta de Canaán. La mayoría de las personas que formaron el primitivo Israel eran gente del lugar –las mismas a las que vemos en las tierras altas a los largo de las edades del Bronce y del Hierro–. En origen, los primeros israelitas fueron también –ironía de ironías– ¡cananeos!» (p. 133)

Y, en el capítulo 7, haciendo referencia al reino de Omrí (884-842), a quien Finkelstein y Silberman, reivindican por su habilidad y capacidad negociadora, señalan que:

«La nueva datación de esas ciudades que pasan de la época de Salomón al tiempo de los omritas, tiene consecuencias enormes para la arqueología y la historia. Da al traste con la única prueba arqueológica de la existencia de la monarquía unificada con su centro en Jerusalén e indica que, desde un punto de vista político, David y Salomón fueron poco más que caudillos tribales de la serranía cuyo alcance administrativo no superó un ámbito bastante local, limitado al territorio montañés. Y, lo que es más importante, la nueva datación demuestra que, a comienzos del siglo IX a. de C., surgió en el norte un reino de tipo absolutamente convencional en las tierras altas de oriente próximo, a pesar de la insistencia de la Biblia en la singularidad de Israel.» (p. 211)

Y más adelante en el capítulo 9, agregan:

«A pesar de la afirmación mantenida durante largo tiempo de que la opulenta corte salomónica fue escenario de un florecimiento de la literatura, el pensamiento religioso y la historiografía, faltan en Judá testimonios de una alfabetización amplia en los tiempos de la monarquía dividida. No se ha hallado ni una sola huella de la supuesta actividad literaria judaíta en el siglo X.

De hecho, las inscripciones monumentales y los sellos personales –signos esenciales de un Estado plenamente desarrollado– no aparecen en Judá hasta doscientos años después de Salomón, a finales del siglo VIII a. de C.

……..

A la luz de las conclusiones vemos ahora con claridad que Judá no disfrutó de una Edad de Oro precoz en la Edad de Hierro. David y su hijo Salomón, y los siguientes miembros de la dinastía davídica reinaron sobre una región marginal, aislada y rural, sin signos de una gran riqueza o una administración centralizada, y que no cayó súbitamente en una posición de debilidad y desgracia desde una época de prosperidad sin parangón.

La Jerusalén de David y Salomón era sólo uno de varios centros religiosos dentro de la tierra de Israel; y en un principio no fue reconocida, seguramente, como centro de todo el pueblo israelita.» (p. 261)

Transcribiré, asimismo, algunos párrafos de los libros publicados por el actual historiador israelí, Shlomo Sand, quien ha renunciado a su condición de judío, los que agregan mayores argumentos a los del libro de Finkelstein y Silberman. Sus títulos son suficientemente esclarecedores: La invención del pueblo judío por un lado, La invención de la tierra de Israel, por otro y su último Cómo dejé de ser judío.
Todos ellos publicados en el Estado de Israel en hebreo y luego traducidos a distintos idiomas europeos.

Las referencias que están en el epígrafe de este texto son la más clara demostración del modo de actuar de los rabinos, ideólogos, intelectuales y universitarios judíos cuando deben enfrentarse a la realidad que les demuestra la falsedad de sus afirmaciones, realizando un lectura literalista reitero, de narrativas ficcionales y ficticias, pero que ellos aún siguen citando como históricas y supuestas «revelaciones» de su deidad Jhwh.
«Revelaciones» transmitidas por ignotos y desconocidos escribas, todos ellos a sueldo de reyes ambiciosos, y como bien lo describiera uno de los más destacados investigadores y especialista en estudios judaicos y literatura comparada, el doctor Richard Elliott Friedman en su libro ¿Quién escribió la Biblia?, en el que este autor, dice:

«Hace ya casi dos mil años que la gente lee la Biblia. Sus lectores la han aceptado literal, figurativa o simbólicamente. La han considerado como dictada, revelada o inspirada por Dios, o bien como una creación humana. Se han comprado más ejemplares de la Biblia que de cualquier otro libro. Se la ha citado (a veces erróneamente) con mucha mayor frecuencia que otros libros. Se la ha traducido (también, a veces, erróneamente) mucho más que a otros libros. La Biblia se encuentra en el núcleo del judaísmo y el cristianismo. Se ha dicho que de ella que es una gran obra de la literatura y la primera obra de historia. La predican los ministros, sacerdotes y rabinos. Los eruditos se pasan la vida estudiándola y enseñándola en universidades y seminarios. La gente la lee, la estudia, la admira, la desdeña, escribe o polemiza sobre ella y la quiere. La gente ha vivido y muerto por ella.

Y, sin embargo, no sabemos quién la escribió».

También aquí debo aclarar que a pesar del título, el doctor Friedman se refiere sólo al texto hebraico de la Torah. No existe referencia alguna a los Evangelios, textos que relatan la historia de Jesús de Nazaret. El título del libro del doctor Friedman es incorrecto, debió denominarse Quién escribió la Torah. Y también el doctor Friedman hace un uso indebido de la palabra ‘Dios’, ya que la deidad a la que se refiere tiene como único nombre Jhwh. Y no debe traducirse a otros idiomas, porque se falsea su identidad única, según los propios rabinos e ideólogos judíos.

Hechas estas breves aclaraciones vayamos al texto en el idioma inglés como ha aparecido en internet y citado por muy diversos autores, lo que parece una edición entregada por los mismos firmantes.

«The Sanhedrin sent a letter to Pope Francis in reaction to the Vatican’s recent support of the Palestinian Authority’s unilateral moves to declare themselves a nation, reported the Hebrew magazine Matzav Haruach on June 24.

The letter stated:

«Because the Vatican recognized the organization known as the Palestinian Authority as a nation, and has begun to refer to it as a nation in its documents. His honor has named the head of said authority as an ‘Angel of Peace’, as was explained by a spokesman for the Vatican, that his intention was to encourage Abu Mazen to advance towards peace. These actions, to our great dismay, are consistent with a long series of actions and stances that are as in the days of the Roman Catholic Religion, that swore to persecute Israel because we refused to accept their Messiah as the Messiah of Israel, and to renounce our faith. The recent announcements and actions of the Vatican are a rebuke to the Jewish Nation and to the Bible, which you use to interpret the prophecies, as if God has abandoned his original Nation of Israel. Reality has proven the opposite to be true.»

«We require from you an apology for your recognizing as a nation those who stole the land, those who are known as the Palestinian Authority, and we are informing the Vatican that the sole God given right to the land of Israel is to the Nation of Israel.

If His Honor the Pope, and the Vatican, do not apologize within two weeks of receiving this letter, and if he does not change his ways, we shall judge these actions in the Court of Mount Zion, in a court of 71 Jewish elders of Zion, and enact the prophecy of ‘The liberators will rise up upon Mount Zion, to judge the Mountain of Esau and the kingdom shall be God’s’ (Obadiah 1:21). The court shall judge the Vatican in its presence or in absentia, and it is possible that the Vatican will be found guilty of anti-Semitism, as has been known to be done several times throughout history, and to place responsibility upon the Vatican for all of the outcomes of its actions.»

The letter was signed, «The Secretariat of the Court of Mount Zion». The authorized representatives of the High Court are Rabbi Yoel Schwartz, Rabbi Dov Levanoni, Rabbi Israel Ariel, Rabbi Daniel Stavsky, Rabbi Yehuda Edri, and Rabbi Dov Meir Shtein.

«The trial and judgment will be on September 20th, 2015. If Pope Francis chooses to ignore the summons, he will be judged in absentia.»

La traducción que sigue de partes del texto de la carta es de mi autoría y sobre la misma haré algunas reflexiones aclaratorias siguiendo lo que he indicado más arriba, en cuanto a la ignorancia de la que parecen adolecer los firmantes de la carta al utilizar un lenguaje arcaico, literalista y ficcional, que, desde mi perspectiva, no sólo se trata de ignorancia de lo que he indicado antes sino también que hacen gala de una petulancia acorde con su pretensión de ser portavoces de una deidad menor del panteón cananeo como lo fue Jhwh. Jhwh, al cual ellos transcriben en idiomas europeos y con el nombre de deidades europeas como lo son God en inglés o Dios en castellano. (Doy por supuesto que el texto aparecerá en diversos idiomas y en cada uno de ellos el nombre de su deidad Jhwh será reemplazado y travestido con el nombre de la deidad del pueblo y del idioma de ese pueblo).

«Porque el Vaticano reconoció a la organización conocida como la Autoridad Palestina como una nación, y ha comenzado a referirse a ella como una nación en sus documentos….

Estas acciones, para nuestra gran consternación, son consistentes con una larga serie de acciones y posturas que son, como en los días de la Religión Católica Romana, las que juran perseguir a Israel porque hemos rechazado aceptar su mesías como el mesías de Israel, y renunciar a nuestra fe.

Los recientes anuncios y acciones del Vaticano son un reproche a la nación judía y a la Biblia, la cual ustedes usan para interpretar las profecías, como si Dios ha abandonado su original nación de Israel. La realidad ha probado que lo opuesto es la verdad.

Nosotros requerimos de usted una disculpa por su reconocimiento como nación a aquellos que robaron la tierra, aquellos que son conocidos como la Autoridad Palestina, y le informamos al Vaticano que el único Dios le otorgó los derechos de la tierra de Israel a la nación de Israel.
Si Su Santidad el Papa, y el Vaticano, no piden disculpas en las próximas dos semanas de recibida esta carta, y si no modifican sus formas, nosotros juzgaremos estas acciones en la Corte del Monte Zion, en una corte de 71 ancianos judíos de Zion, y promulgaremos la profecía de «Los liberadores se levantarán hasta el Monte Zion, para juzgar la Montaña de Esaú y el reino será el de Dios (Obadiah 1:21).

La corte juzgará al Vaticano en presencia o en ausencia, y es posible que el Vaticano será encontrado culpable de antisemitismo, como ha sido conocido muchas veces a través de la historia, y colocar la responsabilidad sobre el Vaticano por todas las consecuencias de sus acciones.»

Esta carta está firmada por el secretario de la Corte del Monte Zion. Los representantes autorizados de la Alta Corte son los rabino Yoel Schwartz, Dov Levanoni, Israel Airel, Daniel Stavsky, Yehuda Edri y Dov Meir Shtein. Y el autor de la nota aclara que el Sanhedrin no tiene estatus político o legal y claramente no tiene autoridad sobre el Vaticano.

Y luego agregan otro texto que dice: «Las resoluciones de la Corte tienen la significación espiritual más alta. El mandamiento para designar a los jueces está tomado directamente de la Biblia (Exodus, 18:13) y el actual Sanhedrín es un esfuerzo para reestablecer una tradición que data de los tiempos de Moisés.»

Voy a dejar de lado algunas referencias a textos y personajes que pertenecen exclusivamente al mundo y a la historia que los propios judíos que escriben consideran importantes para el juzgamiento del Papa Francisco.

Y no los tomaré en consideración porque entiendo que pertenecen al mundo ficcional de los escribas a sueldo de reyes ambiciosos, como lo fuera Josías, quien hizo redactar lo que hoy se conoce como el Tanaj, en el cual sus cinco primeros libros son conocidos como la Torah, y que son tomados como textos históricos, «revelados o escritos» por el mismo Jhvh, por quienes pretenden ahora juzgar al Papa Franciso, siendo que son sólo narrativas literarias ficcionales, como lo han demostrado numerosos pensadores, incluso muchos judíos, entre los que señalé tan sólo a los indicados más arriba.

Cuyos textos utilizaré para demostrar las falacias de los rabinos que pretenden juzgar y condenar al Papa Francisco, porque descarto que éste no se excusará ni pedirá disculpas, como se le exige, de lo que dijo e hizo porque sería someter su condición de Papa del Catolicismo a la voluntad de unos rabinos que se auto asumen como representantes de su deidad Jhvh, a la que suponen y consideran única deidad, «monoteísmo» inventado.

Pero ahora quiero hacer algunas reflexiones que pondrán un poco de orden y de luz en el lenguaje utilizado por los personajes que firman la carta, y que espero permitan una mejor comprensión de lo que quieren decir con su ambición desmedida de juzgar y condenar a Francisco, el actual Papa del Catolicismo.

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«Cuando perdemos la base moral, dejamos de ser religiosos. La religión no puede cambiar ni suplantar a la moral. Por ejemplo, un hombre no puede vivir en la mentira, la crueldad y la lujuria y pretender, al mismo tiempo, tener a Dios consigo.»
Mahatma Gandhi

«Me atengo a la última expresión y pregunto si la Moral ha de ser interpretada según la Biblia o más bien la Biblia según la Moral.»
Immanuel Kant

«Supongo que mi idiosincracia judía queda confirmada porque las iniquidades israelíes me duelen todavía más que las atrocidades cometidas por otros países.»
Zygmunt Bauman

«Debiendo soportar que las leyes israelíes me imponen la pertenencia a una etnia ficticia, y también tener que soportar el aparecer frente al resto del mundo como miembro de un club de elegidos, yo deseo renunciar y cesar de considerarme como judío.»
Shlomo Sand

1) En primer término los firmantes de la carta al Papa Francisco no deben utilizar la palabra ‘Biblia’ ya que la misma corresponde a un texto del siglo IV de la E.C. y es un texto cristiano. Debieran los autores de la carta, para ser precisos y correctos, referirse a la Torah o al Tanaj, que pertencen a las narrativas judías, a las que debieran comprender que son sólo referenciadas hoy al 0,2% de la población mundial y que por ello mismo los demás habitantes de la Tierra, no tenemos por qué aceptar y mucho menos acatar sus normatividades.

Y qué decir con respecto a Francisco, el Papa del Catolicismo, que representa a no menos del 20% de la población mundial.

Normatividades que, además, como lo hemos indicado, son una interpreación literalista de narrativas ficcionales que carecen totalmente de veracidad histórica. Aceptarlas como narraciones históricas es caer en lo que los historiadores han denominado literalismo, dando a esta palabra un sentido peyorativo.

Y pretender que el Papa Francisco acate tales ficciones escritas hace siglos, porque sino será condenado, seguramente a muerte, nos obliga moralmente a desmistificar toda esa farsa y llamar la atención a un mundo que parece no haber percibido semejante insensatez.

El texto final es intimidatorio y deja en un misterioso suspenso las acciones que habrán de tomar, luego de juzgar al Papa Francisco, dando por anticipado que habrán de encontrarlo culpable:

«La corte juzgará al Vaticano en presencia o en ausencia, y es posible que el Vaticano será encontrado culpable de antisemitismo, como ha sido conocido muchas veces a través de la historia, y colocar la responsabilidad sobre el Vaticano por todas las consecuencias de sus acciones.»

2) Otra errónea nominación es la utilización de la palabra ‘Dios’ o ‘God’ para referirse a Jhvh, su propia deidad y tan sólo aceptada por los rabinos y sus adeptos, pero que no pueden pretender que todos los demás habitantes de la Tierra, esto es el 98%, aceptemos que el único nombre con el que debamos mencionar a la Divinidad es el que han utilizado los rabinos, y pretenden imponernos como único nombre, y mucho menos podemos aceptar esa travestización que realizan al cambiarlo por el nombre con que los distintos pueblos de la Tierra nominan a sus propias deidades.

Por ello es que el camino del análisis etimológico se hace imprescindible para desenmarañar la tejida malla de fantasiosas confusiones creadas por un lenguaje ideologizante, supuestamente teológico, e intencionalmente tergiversador de la realidad, que pretendieron expresar antiguos escribas y redactores anónimos y desconocidos del Antiguo Testamento, una parte importante de ellos siendo integrantes de las cortes reales, y posteriormente, hasta la actualidad, rabinos, sacerdotes y teólogos con pretensión de ser transmisores de la palabra de esa deidad a la que decían y dicen representar y/o expresar, y con las mismas ambiciones de aquellos reyes.

Para ello nos serán útiles las reflexiones de Kripke, con respecto a las definiciones de los nombres, y que son las que tomo en consideración para las críticas que realizo a quienes, traducen designadores rígidos, como si fueran conceptos generalizadores, y olvidan que estos designadores rígidos no pueden ser cambiados por otros nombres, pues ello tergiversaría su verdadera significación:

«… un nombre no es, en absoluto, una descripción abreviada, sino un designador rígido –un término que designa al mismo individuo en todos los mundos posibles–. En otras palabras, un nombre se refiere a un individuo en todas las circunstancias concebibles en las que podamos hablar con tino sobre él, sean cuales fueren los hechos biográficos.

… Cuando conocemos un nombre, implícitamente estamos apuntando a alguien con independencia de lo que nosotros o cualquier otra persona, sepamos acerca de ese individuo.»

Asimismo es conveniente agregrar otra aclaración que resultará útil para comprender mejor las tergiversaciones a las que fuimos sometidos durante siglos, y por ello es importante saber que cuando se tradujeron los textos del Tanaj, (travestidos como Antiguo Testamento) y de los Evangelios, (conocidos como Nuevo Testamento) al griego, los traductores griegos utilizaron la palabra ‘Zeus’ (Theos), como equivalente del cananeo (arameo) El, lo mismo que para el tetragrama hebreo Jhvh, y luego la utilizaron también como equivalente de Jesús.
En un trabajo publicado por Eissfeldt, refiere que en un ensayo de F. Lokkegaard, destacaba que: «El es la contribución especial de Canaán al mundo.»
Es en los libros de la Torah que debemos encontrar quién es Jhwh, la deidad de los judíos. En el Deuteronomio 32:8-9, aparece con claridad lo que los sacerdotes judíos o, mejor dicho, los desconocidos escribas quienes por orden del rey Josías redactaron ese libro, dejaron para la posteridad su versión de Jhwh:

«Cuando el Altísimo repartió las naciones, cuando distribuyó los hijos de Adán, fijó las fronteras de los pueblos, según el número de los hijos de Dios, mas la porción de Jhwh fue su pueblo, Jacob su parte de heredad.»

Otro ejemplo: en la traducción que aparece en la Sagrada Biblia, de la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid, 1955, p. 250, en traducción de Eloino Nacar Fuster y Alberto Colunga, dice así:

«Cuando distribuyó el Altísimo su heredad entre las gentes, cuando dividió a los hijos de los hombres. Estableció los términos de los pueblos, según el número de los hijos de Dios, pues la porción propia de Jhwh es su pueblo, su lote hereditario es Jacob.»

Además, se encontrarán diferencias en cada traducción a los distintos idiomas, pero en todas queda claro que Jhvh es una deidad menor en el panteón cananeo, en el cual también no quedan dudas que El es la divinidad mayor. Y a El se lo nombra como Elyon o el Altísimo.

Y, con respecto al tan excepcional ‘monoteismo’, con el que se pretende eliminar a todas las deidades de todos los pueblos del planeta Tierra, en un libro editado por Bárbara Nevling Porter, en la primera página se encuentra colocado un dibujo, que representa a Zeus, con sus rayos en las manos, acompañado por dos deidades menores del panteón griego, con un texto que indica estrictamente lo que pretendo destacar en este escrito, en el que Zeus dice:

«It’s called monotheism, but it looks like downsizing to me»

«Lo llaman monoteísmo, pero pareciera que lo han reducido a mi.»

Ese dibujo y ese texto reflejan exactamente lo que ocurre en la realidad. Todos los que dicen ‘Dios’, o escriben ‘Dios’, lo sepan o no, no dicen o no escriben sino la traducción de ‘Zeus’ o, en su posterior traducción al latín, ‘Deus’ (Theos), idioma utilizado oficialmente por la iglesia católica desde sus inicios, cuando se incorporan al imperio romano como religión oficial. Podrán o querrán decir algo distinto, pero, en definitiva no dicen sino la traducción al castellano de la palabra ‘Zeus’; y este es un nombre propio no intercambiable, porque no es sinónimo de ningún otro nombre propio.

Y lo mismo es válido para la palabra ‘God’, dado que su original es el teutónico ‘Got’, deidad europea que nada tiene que ver con Jhvh.
También por este intercambio se produce el gran error, la gran falacia, la gran mistificación involucrada en hacer creer que ‘Dios’ (‘God’) son sinónimos de Jhvh.

Este uso incorrecto de ese sinónimo también se trasvasó a diversas deidades de numerosos pueblos de varios continentes, a medida que Occidente se fue expandiendo en función de su ambición imperialista. Y así tenemos que deidades como ‘Wiracocha’, o ‘Brahma’, o ‘Quetzalcoatl’, o ‘Shiva’, o cualquier otra deidad de cualquier otra religión de cualquier lugar del planeta, también son denominadas ‘Dios’ o ‘God’, con mayúscula o con minúscula, eliminando así sus verdaderas identidades, y son transmutadas o travestidas todas ellas con el nombre que impone el conquistador.

Queda claro con ello que la intención de los colonizadores fue la de imponer sus culturas a los pueblos conquistados, y así eliminar las originarias y borrar de sus cultos a sus seres sagrados y sus nombres, imponiéndoles el genérico ‘dios’ (‘god’), obligándolos a venerar al ‘dios-god’ del conquistador.

Porque los pueblos no lo saben, y es aquí donde rabinos, sacerdotes, teólogos, dirigentes confesionales, intencional y voluntariamente los engañan, porque ellos sí saben que no es lo mismo, saben que producen esta tergiversación del lenguaje, este intercambio de nombres como sinónimos, esta engañosa sinonimia, por su voluntad de poder, el que les otorgan misteriosamente las palabras ‘Dios’ o ‘God’, importadas por los colonizadores a nuestro continente americano y lo mismo a los de África y Asia.

Con gran sagacidad, los europeos, supieron cómo liberarse de esta crítica, agregando otra gran falacia: autodesignaron a su «religión» como «monoteísta», con lo que habiendo un solo «dios», un «único» dios, este no podría ser sino el de ellos, el de la Torah, incluido en la Biblia, que levantaban como estandarte con una mano y con la otra sostenían la espada del conquistador.

Así lograron durante siglos mantener esta gran falacia, y agregaron que las otras religiones no eran tales sino y meramente mitologías o, concediéndoles una gracia, son «religiones menores», o «religiones politeístas».

Y todo ello lo lograron utilizando el texto cristiano denominado ‘Biblia’, el cual convertido en texto sagrado, y en el que se introdujo un Antiguo Testamento como antecedente de los Evangelios que narran la historia de Jesús, galileo cananeo, quien fue considerado no judío, y por ello el Sanedrín de aquella época no lo aceptó como su mesías, como lo destacan en el texto enviado al Papa Francisco.

Es necesario recordar que el gran rabino Jacob Neusner en su libro Jews and Christians. The Myth of a Common Tradition, considera que

«Aunque en estos días cristianos y judíos intentan un diálogo religioso, no hay ahora ni ha habido nunca un diálogo entre las religiones, judaísmo y cristianismo.

La concepción de una tradición judeo-cristiana que el judaísmo y el cristianismo comparten es simplemente un mito en el viejo mal sentido: una falsedad.»

Debo decirlo, con la misma sinceridad y franqueza del rabino Jacob Neusner, comparto su enfoque y, basado en múltiples lecturas de autores de los más diversos orígenes, que no voy a indicar aquí por no ser este el lugar apropiado.

Y con respecto al ‘monoteísmo’, nadie mejor que Alain Danielou nos ayuda a comprender lo que este concepto ha significado metafísica y políticamente:

«El monoteísmo es un error metafísico, ya que el principio del mundo, que está fuera del mundo, se halla más allá del número, es impersonal, indescriptible, incognoscible.

Sobre todo, el monoteísmo es peligroso por sus consecuencias, dado que se trata de una proyección del «yo» humano a la esfera divina, que reemplaza el amor, el respeto de la obra divina en su conjunto por el de un personaje ficticio, una especie de rey celestial que rige los asuntos humanos y al cual se le atribuyen los edictos más absurdos. Intolerante, el dios supuestamente único no es, al fin y al cabo, más que el de una tribu.

Las religiones monoteístas son las que sirven de excusa a las persecuciones, a las masacres, a los genocidios y las que combaten entre ellas con el fin de imponer a los otros el dominio de su tirano celeste.

El monoteísmo no es, en realidad, más que una ficción política. En el plano religioso no existe. Veneramos a la diosa-madre, la madre-tierra que aparece en las cavernas. Veneramos diversos símbolos, profetas, héroes, santos, lugares sagrados. En nuestro acercamiento a lo divino, la cuestión no es la imagen, el rostro que le atribuimos. Podemos perfectamente decirnos: «Yo veo a Dios en Jesús. Para mi representa la forma visible en la que mejor concibo el rostro de Dios».

Pero cuando decimos: «Baal no es dios, destruyamos esos ídolos, o bien, Apolo no es dios, Dios no reside en el árbol sagrado, el falo no es símbolo del Creador», estamos negando la presencia de lo divino en la obra manifestada. Dios es todo. Está en todas partes, o no está en ninguna y no es nada.

Nosotros confundimos lo que los hindúes llaman el Ishta Devatâ, «el dios elegido», el aspecto bajo el cual cada uno de nosotros elige representarse lo divino y venerarlo, con la realidad cosmogónica del Ser Universal. Nuestra devoción hacia nuestro dios favorito no debe convertirse en negación de los otros rostros de lo divino.

En un razonamiento similar se basa el error del monoteísmo, que opone un dios favorito a los mil rostros a través de los cuales se transparenta la realidad divina.

¿Quién puede saber a través de qué aspecto del mundo se nos manifestará un día la experiencia de lo divino?»

3) Con respecto a la pretensión de ser «el pueblo elegido» al que le fue otorgada «una tierra prometida», ya en 1955, el gran historiador inglés, Arnold J. Toynbee, realizó una de las críticas más demoledora a las pretensiones absurdas de los rabinos e ideólogos judíos de presentar sus libros, Tanaj y Torah, como «revelaciones», en las que se autoconsideran «pueblo elegido» de Jhvh, a quien, como señalo antes transmutan en «God» o «Dios» en Europa y que, en las conquistas por los europeos de las poblaciones de los territorios de Africa, América y Asia, le impusieron esos nombres, con intención de borrar los nombres de las deidades de las propias culturas ancestrales de los pueblos sometidos.

Decía sabiamente Arnold J. Toynbee:

«El punto de vista del historiador no es incompatible con la creencia de que Dios se reveló al hombre con el fin de ayudarlo a conquistar la salvación espiritual que el ser humano no podría obtener liberado a sus solos esfuerzos, pero a priori al historiador le parecerá sospechosa toda exposición de esta tesis que afirme luego que Dios dio una revelación única y definitiva a mi pueblo en mi época, en mi satélite de mi sol, perteneciente a mi galaxia.

En tal explicación egocéntrica de la tesis de que Dios se revela a sus criaturas, el historiador presentirá la presencia de la pata hendida del Diablo. Pues lógicamente no hay conexión necesaria alguna entre la creencia de que Dios se revela a sus criaturas y la creencia de que Dios eligió como recipiente de su revelación a una criatura, que resulta ser precisamente yo mismo, y de que esa revelación, dada exclusivamente a mi, es única y definitiva.»

Y a estas sabias reflexiones de Arnold J. Toynbee, agregaremos las también sabias reflexiones que Shlomo Sand nos entrega en su libro citado, referidas a la supuesta «tierra prometida»:

«¿Habría alguien que apoyaría una reclamación árabe para establecerse en la península ibérica y establecer un Estado musulmán simplemente porque sus antepasados fueron expulsados de la región durante la Reconquista? ¿Por qué los descendientes de los puritanos que siglos atrás fueron obligados a abandonar Inglaterra no intentan regresar en masa a la tierra de sus antepasados para establecer el reino celestial? ¿Apoyaría cualquier persona en su sano juicio las reclamaciones de los nativos americanos para asumir la posesión territorial de Manhattan y expulsar a sus habitantes blancos, negros, asiáticos y latinos? Y algo un tanto más reciente, ¿estamos obligados a ayudar a los serbios a regresar a Kosovo y recuperar el control sobre la región debido a la heroica batalla sagrad de 1389, o porque los cristianos ortodoxos que hablaban un dialecto serbio constituyeron una decisiva mayoría de la población local solamente hace doscientos años?

Bajo esta óptica podemos imaginar fácilmente una marcha de locos iniciada por la afirmación y el reconocimiento de incontables ‘antiguos derechos’ que nos enviaría de vuelta a las profundidades de la historia y sembraría el caos generalizado.

Nunca llegué a aceptar como evidente la idea de los derechos históricos de los judíos a la Tierra Prometida.»

4) También los autores de la carta critican al Papa Francisco haberle reconocido al pueblo palestino el derecho a residir en Palestina, la supuesta tierra de Israel y haber desconocido que ese derecho le asiste sólo al pueblo o nación judía, y repiten la consabida letanía de la «tierra prometida» por su deidad Jhvh y sólo a ellos.

Aquí también recurriré al historiador Shlomo Sand, quien en uno de sus libros hace la necesaria aclaración a esta absurda afirmación::

«Si queremos ser coherentes y lógicos con nuestro entendimiento del término ‘pueblo’ –como se utiliza en casos como el «pueblo francés», el «pueblo estadounidense», el «pueblo vietnamita», o incluso el «pueblo israelí»–, entonces referirse a un «pueblo judío» es tan exraño como hablar de un «pueblo budista», un «pueblo evangélico» o un «pueblo baha’i». Un destino común de portadores de una creencia compartida unidos por una cierta solidaridad, no les convierte en un pueblo, o en una nación.

Incluso aunque la sociedad humana esté formada por una colección de complejas experiencias multifacéticas vinculadas entre sí que desafían todos los intentos de formularla en términos matemáticos, no obstante debemos hacer cuanto esté a nuestro alcance por emplear mecanismos precisos de conceptualización.

Desde los comienzos de la era moderna, los ‘pueblos’ han sido conceptualizados como grupos en posesión de una cultura unificadora (que incluye elementos como una gastronomía, un lenguaje hablado y una música). Sin embargo, a pesar de su gran singularidad a lo largo de toda la historia los judíos han estado caracterizados ‘solamente’ por una diferente cultura de la religión (que incluye elementos comunes como un lenguaje sagrado no hablado, rituales y ceremonias.»

Con argumentaciones fundadas en hechos históricos, Shlomo Sand, demuestra cómo el proyecto sionista fue necesitando valerse de los textos de la Torah para justificar la conquista de Palestina, cambiando los nombres árabes de regiones, aldeas, ciudades, barrios, calles, bosques, ríos y montañas, hebraizándolos, para justificar su proyecto de dominio y el expansionismo del Estado de Israel.

En un texto por demás esclarecedor, Sand indica cuál fue el objetivo que lo llevó a escribir su libro:

«Mi principal objetivo en este libro es desmontar el concepto del ‘derecho histórico’ judío sobre la Tierra de Israel y sus asociadas narrativas nacionalistas, cuyo único propósito era establecer la legitimidad moral para apropiarse del territorio. Desde esta perspectiva, el libro es un esfuerzo para criticar las historiografía oficial del establishment sionista israelí y, en el proceso, trazar las implicaciones de la influyente revolución paradigmática sionista dentro de un judaísmo que gradualmente se está atrofiando. Desde el principio, la rebelión del nacionalismo judío contra la religión judía imnplicó un constante aumento de la instrumentalización de las palabras, valores, símbolos, festividades y rituales de esta última.

Desde el inicio de su empresa de asentamiento, el sionismo secular necesitaba una vestimenta formal religiosa, tanto para conservar y fortalecer las fronteras del ethnos como para situar e identificar las fronteras de su ‘tierra ancestral’. La expansión territorial de Israel, junto a la desaparición de la visión socialista sionistam, hicieron que esta vestimenta formal fuera todavía más esencial, reforzando hacia finales del siglo XX el estatus de los componente ideológicos etnorreligiosos de Israel dentro del gobierno y de los militares.»

Agregaré, para terminar esta parte, un texto muy significativo porque en él se muestra fehacientemente lo que significó la «Biblia» para los pueblos conquistados.

Cuando el Papa Juan Pablo II visitó Perú, recibió una carta abierta de varios movimientos indígenas, en la que le decían:

«Juan Pablo II, nosotros indígenas andinos y americanos, hemos decidido aprovechar su visita para devolverle la Biblia, dado que en cinco siglos no nos ha dado ni amor ni justicia.

Por favor, tome la Biblia y devuélvasela a nuestros opresores, porque ellos necesitan sus enseñanzas morales más que nosotros. Desde la llegada de Cristóbal Colón una cultura, un lenguaje, religión y valores que pertenecen a Europa han sido impuestos en América latina por la fuerza.

La Biblia vino a nosotros como parte de la impuesta transformación colonial. Fue el arma ideológica de su asalto colonialista. La espada española que atacó y asesinó los cuerpos de indígenas día y noche se volvió la cruz que atacó las almas indígenas.»

No tengo ninguna duda que los textos de la Biblia a los que hacen referencia los que le escribieron esa carta al Papa Juan Pablo II, son los de la Torah, porque en el mensaje de Jesús no hay sino reglas morales de conducta en las que prima la idea del amor al prójimo.

Alguna vez los teólogos católicos deberán revisar si no es conveniente separar los dos llamados «testamentos», porque, tal como lo señaló Jacob Neusner: «La concepción de una tradición judeo-cristiana que el judaísmo y el cristianismo comparten es simplemente un mito en el viejo mal sentido: una falsedad.»

Y, visto el rechazo de la persona de Jesús que destacan cuidadosamente los rabinos que escribieron la carta al Papa Francisco, habrá que pensar si no es llegada la hora de tomar esa decisión entre ambos, el Rabinato y el Vaticano.

Demás está decir que cuantas veces leo este texto de Pablo Richard me hace acordar a Theodor Herzl y su famosa frase con la cual quiso convencer a los europeos judíos ricos y también a los gobernantes de las potencias imperiales para que financiaran su proyecto de implantación de un Estado judío en Palestina:

«Para Europa formaríamos allí parte integrante del baluarte contra el Asia: constituiríamos la vanguardia de la cultura en su lucha contra la barbarie»

Y en cuanto pudieran ocupar la tierra que obtendrían si su plan funcionaba, en su Diario, encontramos una frase muy reveladora de cómo había que actuar inmediatamente, y en particular con los pobres:

«Cuando ocupemos la tierra, traeremos beneficios inmediatos al Estado que nos reciba. Debemos expropiar cuidadosamente la propiedad privada en los Estados asignados a nosotros. Intentaremos animar a las poblaciones pobres a cruzar las fronteras procurándoles trabajo en los países de tránsito mientros les negaremos cualquier empleo en nuestro propio país. Los propietarios se pondrán de nuestro lado.

Ambos procesos, el de expropiación y el de remoción de los pobres deben ser hechos discretamente y con circunspección.»

Lo único que los dirigentes sionistas no tomaron de Theodor Herzl ni le hicieron caso, fueron la «expropiación y la remoción de los pobres deben ser hechos discretamente y con circunspección».

Deir Yassin y las más de 600 aldeas destruídas y las matanzas indiscriminadas de hombres, mujeres y niños en esas aldeas, por las hordas de europeos judíos sionistas quedaron registradas por funcionarios de las Naciones Unidas que fueron testigos, y las describieron y publicaron, pero que lamentablemente el mundo no las conoció y, también lamentablemente, hasta hoy mismo, aunque ya no se puede ignorarlas, permanece silencioso y mudo.

Jacques de Reynier, oficial francés que formaba parte de la Misión del Comité Internacional de la Cruz Roja, y que casualmente se encontraba en el lugar, en su entrada en la aldea de Deir Yassin, describe en su libro, un instante, como una fotografía:

«Entre la tropa había algunos muy jóvenes, casi adolescentes, todos con vestimenta militar y con cascos, hombres y mujeres armados hasta los dientes con pistolas, metralletas, granadas y también grandes cuchillos, la mayoría aún ensangrentados.

Una joven, muy bella, pero con los ojos de una criminal, me mostró el suyo, todavía goteando sangre, que ella levantaba como un trofeo.
Es el equipo de limpieza que cumplía ciertamente muy conscientemente su trabajo.»

3

«En los cataclismos, la pupila del hombre ha vuelto a ver a Dios y, de reflejo, ha vuelto a divisarse a sí mismo. Si debemos predicar y realizar un evangelio de justicia y de progreso, es preciso que fundemos su verificación en la superación individual como premisa de la superación colectiva.

Los rencores y los odios que hoy soplan en el mundo, desatados entre los pueblos y entre los hermanos, son el resultado lógico, no de un itinerario cósmico de carácter fatal, sino de una larga prédica contra el amor. Ese amor que procede del conocimiento de sí mismo e, inmediatamente, de la comprensión y la aceptación de los motivos ajenos.»
Juan Domingo Perón

«Sólo una sociedad que deliberadamente se dedique a crear personalidades que se sientan lo suficientemente seguras como para asumir los riesgos de perjudicarse ellas mismas, será capaz de regeneración en el proceso de socialización.
La idea dinámica de la socialización, por tanto, no está basada estrictamente en una conformidad y una rutina estricta, tal como ocurría en las sociedades tribales, sino en la búsqueda contínua de la nueva verdad que nazca en el proceso de la cooperación para el bien común.»
Karl Mannheim

«El sionismo me ha parecido siempre un credo político perverso, insostenible para cualquier ciudadano patriota del Reino Unido.

Yo voluntariamente privaría de los derechos de ciudadanía a todos los sionistas y estaría también tentado de proscribir a la Organización sionista como ilegal y por estar en contra del interés nacional.» Edwin S. Montagu

Podría continuar tomando otros conceptos utilizados por los redactores de la carta al Papa Francisco, y descolonizarlos, pero con lo antedicho me parece suficiente, porque ahora quisiera agregar algunas reflexiones y recomendaciones a esos firmantes tan sólo con la intención de que comprendan que el mundo en el que vivimos, nada tiene que ver con aquel en el cual ellos parecen haberse quedado anquilosados y, más aún, petrificados.

Y con respecto al sionismo, a los rabinos les ha ocurrido lo mismo que en la lucha del titán con la serpiente en la mitología griega (en el fragor del combate no se podía distinguir el uno del otro), esto es, que si bien en los inicios del sionismo los rabinos se opusieron a las ambiciones de sus inventores, terminaron los rabinos conviertiéndose en sionistas y ahora son ellos mismos los que pretender dar sustento a esas ambiciones recurriendo a las narrativas ficcionales de la Torah.

Tal pareciera que han olvidado las críticas que Hannah Arendt hiciera a esa concepción que ha resultado nefasta tanto para los propios judíos, y muy especialmente para el Pueblo Palestino expulsado de su Patria ancestral, como para los pueblos de los países vecinos:

«No menos peligrosa y totalmente acorde con esta tendencia general fue la única nueva parte de la filosofía de la historia a la que los sionistas contribuyeron con sus nuevas experiencias.

‘Una nación es un grupo de personas… que se mantiene unido por un enemigo común’ (Herzl). Una doctrina absurda que sólo contiene una pizca de verdad: que muchos sionistas, verdaderamente, estaban convencidos de que ellos eran judíos porque así los consideraban los enemigos del pueblo judío.

Por lo que, estos sionistas, concluyeron que sin el antisemitismo el pueblo judío no habría podido sobrevivir en los países de la diáspora: y por ello se oponían a cualquier intento de eliminar el antisemitismo para siempre.

Por lo contrario, ellos declararon que nuestros enemigos, los antisemitas ‘serán nuestros más confiables amigos, y los países antisemitas nuestros aliados’ (Herzl). El resultado sólo podía, sin duda, llevar a una absoluta confusión en la que nadie podría distinguir entre el amigo y el enemigo, en la que el enemigo se convertía en el amigo y el amigo en el velado, y por lo tanto en el más peligroso enemigo.»

Pero antes de continuar quiero dejar clara mi posición con respecto al significado de las palabras que he utilizado en este escrito, y que, en general, son tergiversados intencionalmente o por ignorancia o confusión de la mayoría de los autores. Y lo hago para evitar el uso ambiguo de esas palabras.

1) Judío – referencia única y exclusivamente religiosa.
2) Semita – referencia única y exclusivamente lingüística.
3) Sionista – referencia única y exclusivamente ideológica.
4) Israelí – referencia única y exclusivamente política.

Y ahora algunas sugerencias y recomendaciones, para lo que recurriré a hombres sabios que trataron de encontrar solución a los problemas que planteaban las ambiciones de los líderes europeos sionistas aliándose a las potencias imperiales europeas para implantar un enclave colonial en Palestina, recurriendo «a un desembozado terrorismo», como lo describiera Mahatma Gandhi.

Y también algunas expresiones críticas, con afán de ayudar a enmendar los errores para que encuentren el camino que los lleve a una convivencia fraternal y solidaria con el pueblo palestino. En un único Estado, donde todos los ciudadanos tengan igual trato ante la Ley, y donde no haya ni pueblos elegidos ni tierras prometidas.

En primer término Mahatma Gandhi.

«Sin duda mi simpatía está con los judíos en su no envidiable y melancólica situación. Pero uno está dispuesto a pensar que la adversidad les habría enseñado lecciones de paz.

¿Por qué, entonces, ellos dependen de los dólares estadounidenses y de las armas inglesas para forzar su entrada en una tierra en la que no son bien recibidos? ¿Por qué tienen que recurrir a un desembozado terrorismo para hacer posible su expropiación de Palestina?

¿Por qué los judíos como otros pueblos de la tierra, no han hecho su hogar nacional del país donde han nacido y donde ganan sus sustento?
¿Si los judíos no tienen hogar sino en Palestina, aceptarían la idea de ser forzados a abandonar los otros países en los que se hallan instalados? ¿O es que desean un doble hogar en el que puedan permanecer a su arbitrio?

Este clamor por un hogar nacional proporciona una plausible justificación a la expulsión de los judíos de Alemania.

El camino más noble sería insistir en un justo tratamiento para los judíos en el lugar donde han nacido y crecido.»

Albert Einstein predijo la catástrofe que ocurriría en Palestina y luego dejó escrito un texto revelador de su posición ante el judaísmo que no fueron considerados para reflexionar sobre ellos, por quienes produjeron la catástrofe y ahora quieren juzgar y condenar al Papa Francisco.

«El 10 de abril de 1948, Albert Einstein en una carta dirigida al director ejecutivo del grupo terrorista, conocido como la Banda Stern, Shepard Rifkin, denunciaba la responsabilidad de quienes ocasionarían la catástrofe que sobrevino al pueblo palestino y consecuentemente también, predijo, a los judíos:

«Estimado señor:

Cuando una real y final catástrofe caiga sobre nosotros en Palestina, el primer responsable de ello serán los ingleses y el segundo responsable por ello la organización terrorista forjada desde nuestras filas.

Yo no estoy dispuesto a ver a ninguno asociado con esas personas confundidas y criminales.

Sinceramente suyo,
Albert Einstein.»

En una carta descubierta recientemente, Einstein escribió, un año antes de su muerte:

«Para mi, la palabra ‘Dios’ no es otra cosa que la expresión y el producto de la debilidad humana, y la Biblia una colección de leyendas honorables todavía primitivas, que resultan muy pueriles! (…) El judaismo es la encarnación de las supersticiones más pueriles (…) Yo no veo nada de ‘elegidos’ en los judíos.»

Seguramente cuando Einstein usa la palabra ‘Dios’ su referencia es a Jhvh, la deidad de los judíos, y no a Zeus (del cual es la única traducción al castellano) o un concepto genérico. Y cuando menciona a la «Biblia», también seguramente sus referencias son a la Torah y al Tanaj, y no a los Evangelios, ya que sus señalamientos son al judaísmo.

Y con relación a los textos que hemos analizado, quien mejor ha expresado, con la máxima claridad posible, una verdad incuestionable, que está amordazada e impedida de ser difundida por los prejuicios y los temores que conlleva su señalamiento, y también cuestionada con absurdas acusaciones ideológicas, carentes de sustento, y pretendidamente teológicas, es G.E.M. de Ste. Croix, el más importante historiador inglés contemporáneo:

«No tengo la intención de dar a entender que los romanos fueron habitualmente la potencia imperial más cruel y despiadada de todas. No sé decir qué nación de la antigüedad aspiraría al título con más justicia, pues no conozco toda la documentación.

Sin embargo, basándome en la que conozco, puedo afirmar que sólo sé de un único pueblo que se creyera con derecho a decir que realmente tenía orden divina de exterminar a poblaciones enteras que pudiera conquistar, a saber, Israel.

Hoy día, los cristianos, al igual que los judíos apenas suelen fijarse en la despiadada ferocidad de Jhwh, tal como nos la revelan no las fuentes hostiles, sino la propia literatura que ellos consideran sagrada.

De hecho, por regla general suelen arreglárselas para olvidar incluso la existencia de este material incriminatorio.»

También un gran historiador de la ciencia, Joseph Needham, en su libro Dentro de los cuatro mares, continuando en esta línea de pensamiento que creemos esclarecedoramente comprensiva para analizar la concepción del «pueblo elegido», en su análisis de la polémica entre Umberto Campagnolo y Alioune Diop, sobre la civilización universal, en la que el primero ve solamente a la civilización occidental y el segundo replica argumentando algo con lo que Needham está totalmente de acuerdo y lo describe así:

«La civilización de lo universal no puede confundirse ni por un momento con la civilización de Occidente, sino que debe necesariamente surgir de las contribuciones de todos los pueblos; y el hecho de que no conozcamos aún sus rasgos no es un argumento para negar su advenimiento. Ni que decir tiene que estoy totalmente de acuerdo con Diop.

La calificación de «pueblo elegido», el escogido de Dios, que europeos y estadounidenses se han otorgado a sí mismo considerándose herederos del antiguo Israel, a través del vínculo entre puritanismo y capitalismo en las primeras fases del desarrollo tecnológico occidental, causa aún muchos estragos en el mundo.»

Y por último, un misterioso texto de un hombre que dedicó su vida a predicar, como Mahatma Gandhi, la verdad y la no-violencia, así como la confraternidad entre los pueblos del mundo, me refiero a Louis Massignon:

«Pues, ni en Palestina ni en parte alguna tendrá el mundo paz en la justicia hasta que Israel no revise la causa de la madre de Jesús. Y no se trata tanto de las groseras calumnias del Sefer Toldoth Jeschu (y de su eco talmúdico), como del juicio canónico de la Comunidad judía de Nazaret (mischmar cohenim, no lo olvidemos) que, antes de Barcochebas, hizo borrar el nombre del padre legal de Jesús (‘un tal’) en los rollos genealógicos (megilloth juchasin), con la glosa marginal: ‘hijo de una adúltera’ (glosa advertida por R. Schim’on bar ‘Azzai); juicio canónico que la conciencia de Israel ha de anular si quiere vivir de nuevo.»

Quizá, quien mejor podría comprender este extraño texto de Louis Massignon, sería Israel Shahak, un hombre sabio que vivió sus últimos años en el Estado de Israel, y como presidente de la Liga israelí de los derechos humanos, llevó a cabo una tarea de denuncia de los delitos que cometía el gobierno del Estado de Israel, que le valió ser considerado por Edward W. Said como «una de las personalidades más extraordinarias del Oriente Medio contemporáneo».

Una anécdota de su vida describe la personalidad egregia de este gran hombre:

«A quienes buscaban desacreditarlo calificándolo de ‘judío que se odia a sí mismo’, Shahak les recordaba algo de lo que tuvo, desgraciadamente, conocimiento de primera mano.

‘Esa es una expresión nazi. Los nazis calificaban a los alemanes que defendían los derechos de los judíos como alemanes que se odian a sí mismos.’

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.