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Las cuentas del Capitán General

Fuentes: Punto Final

El ex dictador Augusto Pinochet Ugarte está de nuevo en la picota pública por justificados indicios de corrupción y enriquecimiento ilícito. El informe del Comité de Investigaciones Permanentes del Senado de Estado Unidos -sobre el Banco Riggs y eventuales maniobras vinculadas al lavado de dinero y corrupción externa-, entrega elementos importantes para configurar el verdadero […]

El ex dictador Augusto Pinochet Ugarte está de nuevo en la picota pública por justificados indicios de corrupción y enriquecimiento ilícito. El informe del Comité de Investigaciones Permanentes del Senado de Estado Unidos -sobre el Banco Riggs y eventuales maniobras vinculadas al lavado de dinero y corrupción externa-, entrega elementos importantes para configurar el verdadero carácter de la dictadura y el papel que Pinochet jugó en ella.
La justicia chilena, gracias a una iniciativa de los abogados Carmen Hertz y Alfonso Insunza, también tomará cartas en el asunto. El magistrado Sergio Muñoz fue designado para conocer la denuncia y el Consejo de Defensa del Estado también comenzó a accionar.
Hace unos días, la Corte de Apelaciones de Santiago estableció que el ex dictador tuvo participación activa en la Operación Cóndor, asociación terrorista de las dictaduras del Cono Sur para exterminar opositores. Ahora, se agrega el informe norteamericano que permite completar un cuadro en que la represión y la sangre se mezclan con la corrupción y la droga.
Cuentas de Pinochet en el Banco Riggs, enmascaradas para no ser descubiertas o instaladas en sociedades de papel en paraísos fiscales, movieron fondos por 8 millones de dólares entre 1994 y 2002. Más de cinco mil millones de pesos que Pinochet no pudo jamás reunir con sueldos percibidos como líder del gobierno dictatorial y comandante en jefe del ejército.
Las revelaciones del informe tienen un significado adicional. No son producto de una investigación específica sobre la fortuna de Pinochet, sino resultado de un examen general sobre el manejo efectuado por el banco de fondos en depósito, que podrían tener un origen oscuro. La sola existencia de cuentas por 8 millones de dólares es propia de alguien que dispone de un patrimonio mucho mayor. El Banco Riggs en el perfil como cliente de Pinochet le atribuye un patrimonio de 50 a 100 millones de dólares.
El manejo tortuoso de las cuentas detectadas hasta ahora en el Riggs, es una verdadera presunción de culpabilidad. Sería inexplicable tanto secreto si se hubiera tratado de dinero limpio. Tampoco es verosímil que las cuentas del Riggs hayan sido las únicas de Pinochet en el exterior. Debe haber otras, aún no descubiertas. Las sospechas son múltiples. En 1999, la prensa británica calificaba a la familia Pinochet como una de las diez más ricas de América Latina. Hay pistas obvias que deberían rastrearse.
Las privatizaciones significaron el traspaso de activos por miles de millones de dólares a multinacionales y empresarios chilenos. Un terreno fértil para coimas, donaciones y simples apropiaciones. Así ocurrió, por ejemplo, con Soquimich, empresa salitrera del Estado que por arte de birlibirloque terminó en manos de Julio Ponce Lerou, entonces yerno de Pinochet.
Las compras de armas durante los diecisiete años de dictadura -y en los ocho siguientes en que Pinochet siguió como comandante en jefe del ejército- deben haber dejado enormes comisiones, habituales en estas transacciones, como lo ha demostrado el juicio que siguen tribunales belgas por la venta de aviones Mirage a Chile, que significaron para sus gestores alrededor de quince millones de dólares en ganancias.
Ya había indicios que fueron negados. En 1999 apareció un giro por un millón de dólares en favor de Pinochet en el Banco Riggs (ver PF Nº 442) que fue calificado de «invención».
Pinochet participó en proyectos de construcción y adquisición de armamentos, como el cañón de largo alcance desarrollado por la industria armamentista sudafricana. El proyecto del cohete Rayo -realizado en conjunto por Famae y Royal Ordnance, de Gran Bretaña- fue uno de los favoritos de Pinochet. Lo ayudaron sus conexiones con la industria militar británica y con los círculos castrenses de ese país, que se robustecieron a raíz de la guerra de las Malvinas. Royal Ordnance incluso invitó a Pinochet a Inglaterra y le dio tratamiento de huésped distinguido. En definitiva, el proyecto Rayo fue un fracaso que significó al ejército una pérdida de 100 millones de dólares.
Cuando Pinochet fue detenido en Londres, se dijo que había viajado a Gran Bretaña por negocios militares. El general Alan Sherman, director de la Asociación de Industriales Británicos para la Defensa, reconoció a un corresponsal del diario mexicano Excélsior que el ex dictador había viajado al frente de una misión militar, con conocimiento y apoyo del gobierno chileno. El periodista argentino Rogelio García Lupo, en Barcelona en esa época, informó que Pinochet tenía el encargo de negociar la compra de barcos para la Armada por unos 440 millones de dólares, negocio en el que él recibiría una comisión del uno por ciento.
Ni siquiera pueden descartarse fondos provenientes del lavado de dinero. El narcotráfico encontró en Chile un paraíso durante la dictadura. Por su parte, la Dina trabajó en drogas a través del químico Eugenio Berríos, posteriormente asesinado en Uruguay.
No debe olvidarse tampoco el episodio de exportación de armas de Famae a Croacia, con participación de cercanos a Pinochet y a la Dina, que representó varios millones de dólares. Un participante clave en la operación, el coronel Gerardo Huber, fue asesinado meses después.
La familia Pinochet Hiriart ha hecho ostentación de riqueza. No sólo con la frenética adquisición y alhajamiento de residencias e inmuebles, sino por su tendencia a disponer de bienes y dineros públicos como propios. En la construcción de la mansión de Lo Curro, que Pinochet y su esposa esperaban habitar, invirtieron más de 20 millones de dólares. La adquisición de los terrenos de El Melocotón provocó un escándalo cuando se demostró que se habían comprado a través de «palos blancos» y, también, con un préstamo que Pinochet obtuvo en la Caja de Previsión de la Defensa Nacional.
El negocio de Augusto Pinochet Hiriart, obligando al ejército a comprarle una fábrica de fusiles, significó al Fisco tres millones de dólares. Pinochet movilizó tropas en dos oportunidades para defender las operaciones comerciales de su hijo. Impuso, finalmente, que el presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle ordenara paralizar las acciones legales aduciendo «razones de Estado».
A primera hora del 11 de septiembre de 1973, el almirante José Toribio Merino, posicionado en Valparaíso, lanzó una proclama que decía: «Esto no es un golpe de Estado. Sólo persigue el restablecimiento de un Estado de derecho. No tenemos compromisos, sólo gobernarán los capaces y los honestos. Estamos formados en la escuela del civismo, del respeto a la persona humana, de la convivencia, de la justicia, del patriotismo».
Todo aquello se demostró ser falaz y sólo palabras. Todavía está pendiente el balance espectral de la dictadura como lo que fue, un régimen criminal y corrupto. Pero el tiempo va poniendo las cosas en su lugar. El informe del Senado norteamericano agrega un elemento clave al prontuario de Augusto Pinochet Ugarte. La dictadura no sólo fue una fiesta de crímenes y represión para un puñado de altos oficiales y hombres de negocios. También significó para ellos la rapiña y el enriquecimiento personal.