Si entre todos los países del sistema no se somete a la economía convencional, la Cumbre del clima en Glasgow, como las demás Cumbres, habrán sido una pantomima tras otra. Esta es la XXVI en veintiséis años. Hasta ahora, desde la primera en Berlín en 1995, no se ha avanzado ni un paso. Al contrario. Los esfuerzos e ingenios para neutralizar el avance del CO2, principal causa del calentamiento global y del cambio climático, no pasan de ser testimoniales. El plástico, por ejemplo, no ha sido superado, pues si es cierto que se ha conseguido reciclar, también lo es que al parecer el reciclado es más caro. De todos modos, son muchos los factores contaminantes a los que se puede atribuir el cambio del clima, todos provenientes de la acción humana. Con lo que, si no se consigue doblegar a la economía, lo más probable es que a la larga o a la corta se acabe colapsando la biosfera.
Y el problema parte de que, siendo la política una mera superestructura cambiante de lo económico (Marx), mientras la sociedad humana no consiga que la política deje de ser absolutamente dependiente de la economía, que es lo que sucede al menos en el reino de la ideología capitalista y neoliberal de los países a la cabeza de todo, no habrá mucho que hacer. Son numerosos los efectos producidos en las sociedades y en el planeta que se basan en esa ideología. Por eso, no será posible la regresión a las condiciones medioambientales primigenias mientras los argumentos economicistas preponderen en la teoría y en la práctica sobre todos los demás; empezando por la política. Pasa lo mismo con los propósitos de cambiar el signo de la propia economía. Mientras no se declaren prohibidos o proscritos los paraísos fiscales, las enormes grietas por donde desaparece de hecho de las riquezas nacionales, en detrimento de la parte de la sociedad más débil, un inmenso número de millones, no habrá otra cosa que amagos o simulación de justicia social.
La solución sólo puede estar en una inversión del predominio. Vivimos en un sistema en el que la política es absolutamente dependiente de los poderes fácticos: es decir, de la economía y de las finanzas. Ellas son el becerro de oro, el fatum. Por eso, todos los intentos, también los de la socialdemocracia cada vez con menos fuelle, se estrellan con esa realidad. De ahí el fracaso clamoroso, uno tras otro, de las XXV Cumbres anteriores.
Porque, dígase lo que se diga, cualquier iniciativa política que, dentro de un sistema cuya naturaleza está frontalmente opuesto a cualquier clase de intervencionismo estatal en lo privado, sólo puede consistir en penalización económica, impositiva, etc se estrellará contra la resistencia feroz de los ciclópeos intereses de las empresas que contaminan. Por lo que sólo una política capaz de penalizar los argumentos capitalistas del tipo, “todo por las ganancias”, o “el riesgo justifica el beneficio”, y hacerlos anatema, puede cambiar el sempiterno estado de cosas relacionado con este asunto. Sólo una política que fulmine la libertad de mercado y practique un intervencionismo certero, podría revertir las condiciones de la biosfera. De otro modo el capitalismo neoliberal y la libertad de mercado que interactúan con materias ultrasensibles provocadoras del calentamiento global, sepultarán a la humanidad antes de que acabe con ella directamente el CO2. Si no se consigue que la política se imponga al sistema, Cumbres como ésta y las anteriores seguirán siendo un espectáculo infantil donde los niños se tapan la cara para no ver el desastre que se avecina.
Por otra parte, disponemos de mucha información sobre los esfuerzos de quienes están en esta Cumbre con el loable pero casi fingido propósito de adoptar acuerdos. Pero nada informan las agencias sobre los motivos de China, India y Rusia para no estar presentes en la farsa; presentándolas, así como naciones cuya población sumada representa más de un tercio de la mundial, que se niegan a cooperar. Pero es seguro que sus razones no publicadas tienen mucho peso. Seguro que, más o menos tienen que ver con lo siguiente: como Rusia e India son capitalistas y China ha abandonado las bases del comunismo, aun conservando sin embargo los planes quinquenales, los gobernantes de las tres naciones no se atreven a coartar demasiado la libertad de mercado implantando o reimplantando el intervencionismo en sus respectivos países. Aunque también puede suceder que se planteen que, aunque ellos consiguiesen domeñar a “sus” respectivas economías domésticas, los demás países del sistema, los que han acudido a la Cumbre, al no cambiar en los términos de la tesis que expongo aquí, sólo serán capaces de maquillajes que nada solucionarán. En suma, que si Rusia, India y China no han asistido a la Cumbre es para no participar de una nueva pero ya vieja comedia….
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