El estudioso británico, Collin Crouch, citado por Atilio Boron en entrevista realizada por Fernando Arellano, para la Agencia Internacional de Información Argos, afirma en su libro «Posdemocracia» que la «era de la democracia» llegó a su fin en los países desarrollados». «Fue un momento en la historia del desarrollo capitalista que ya cumplió su ciclo, […]
El estudioso británico, Collin Crouch, citado por Atilio Boron en entrevista realizada por Fernando Arellano, para la Agencia Internacional de Información Argos, afirma en su libro «Posdemocracia» que la «era de la democracia» llegó a su fin en los países desarrollados». «Fue un momento en la historia del desarrollo capitalista que ya cumplió su ciclo, dado que las grandes empresas y las fuerzas del mercado adquirieron una preponderancia extraordinaria desvirtuando por completo el proceso democrático». Y si esto es así, para los países capitalistas desarrollados, fácil resulta imaginar la debilidad de nuestras mal llamadas democracias latinoamericanas, que jamás llegaron a tener el desarrollo de sus contrapartes del mundo desarrollado».
Sin duda, se operó un desplazamiento del Estado en beneficio de las corporaciones, tanto de las pertenecientes al complejo militar industrial como las del capital financiero transnacional y las inefables corporaciones mediáticas. Este desplazamiento de la entidad estatal la hace lucir innecesaria, al arrastrar al desván de la Historia, las instituciones que aún, solo en apariencia, forman parte de la superestructura estatal, para decirlo en términos marxistas. Infinidad de hechos demuestran como el sacrosanto principio de la «división de poderes», deviene en una entelequia, cuando de imponer el poder del Ejecutivo, expresión del complejo militar-industrial-financiero-mediático, se trata. (Corea, Vietnam, Irak, etc. son ejemplos incontrovertibles), al igual que el establecimiento de cárceles clandestinas en territorio de países europeos y a la práctica de la tortura en AbuGraby, Irak y Guántamo, Cuba, donde el poder legislativo estadounidense, lejos de intervenir para evitar tal práctica, ha legislado para darle rango legal a la utilización de métodos de presión, eufemismo por tortura, contra los prisioneros, que en esas mazmorras permanecen sin formula de juicio, violentando así, tratados internacionales suscritos por Washington, como el de Nurenberg, con motivo de la segunda guerra mundial.
Esta percepción de agotamiento del modelo democrático burgués, que se instituyó con el advenimiento del orden liberal en las postrimerías del siglo XVIII y que no cesó de fortalecerse durante los siglos XIX y XX, no solo ha sido expuesto por los estudiosos de las ciencias sociales, que por su desempeño profesional son los llamados a hacer el examen de las estructuras y de sus posibles anomalías, sino que además, ha sido objeto de atención de mentes esclarecidas como el Premio Nobel, de la Paz, Pérez Esquivel y los de Literatura, los escritores Darío Fó, José Saramago y Gunter Grass, todos ellos verdaderos intelectuales orgánicos para usar la definición de Gramsci.
Llama la atención que tal fenómeno empieza a manifestarse, inmediatamente después que sobreviene el rápido Fin del » Fin de la Historia», tesis del estadounidense de ascendencia japonesa, Francis Fukuyama, quien basándose en la interpretación francesa de la tesis hegeliana (El fin de la Historia), publicó un artículo ¿El fin de la Historia? que, en pleno derrumbe del llamado » socialismo real», causó una verdadera conmoción, y en cuyo texto exponía que la democracia liberal-capitalista era el fin de la búsqueda político-ideológica. Además del artículo inicial, publicado en 1989, cuando caía el Muro de Berlín y se desmoronaban los regímenes «socialistas» del este europeo, Fukuyama publicó «El fin de la Historia y el último hombre» en 1992, coincidente con el desplome de la URSS, en 1996 «Confianza», y en 1999, «La gran ruptura», textos que tendían a desarrollar su posición.
Fácil resulta recrear el impacto, pues apenas ha transcurrido algo más de tres lustros, causado por los acontecimientos que dieron al traste con el más formidable reto, que en su tormentosa y sangrienta historia ha recibido el capitalismo. En primer lugar, el universo conformado por las organizaciones de las izquierdas de todas las latitudes, asistió incrédulo y estupefacto al insólito acontecimiento. Desde las organizaciones socialdemócratas hasta los partidos comunistas y las tendencias trotskistas y anarquistas, etc., hubo quienes trataron de explicarse aquél sismo político-ideológico. Casi todos, erraron en el diagnostico. Solo por lo que a Nuestra América respecta, la postura de ese adalid revolucionario y de sus compañeros más entrañables, de dentro y de fuera de su patria, Fidel Castro Ruz, sostuvo la tesis de la resistencia, que finalmente se reveló acertada. En efecto, Cuba pudo contra todo pronóstico, sobrellevar el impacto que significó la pérdida de su mercado principal y la perversa aplicación de la nueva legislación norteamericana, tendiente a fortalecer el más prolongado bloqueo comercial que país alguno haya sufrido por parte del más poderoso de los imperios que la humanidad haya padecido. Su sabia política del «Periodo Especial en tiempos de Paz», aún vigente, acatada y practicada estoicamente por el pueblo cubano, ha dado los resultados esperados, y hoy, en medio de las dificultades que se derivan del bloqueo, Cuba sigue firme en su camino revolucionario, adelantando políticas solidarias en conjunción con la Venezuela Bolivariana y otros pueblos y gobiernos hermanos, entre las cuales destaca la Alternativa Bolivariana para América (ALBA), de la cual el país antillano es miembro fundador junto a Venezuela y que hoy integran, además, Bolivia y Nicaragua.
Ahora bien, ante la evidente crisis existencial de la democracia liberal burguesa, tanto en sus ámbitos de los países desarrollados como en los territorios subdesarrollados, se comienza a conformar una política que busca proponer modelos sustitutivos. En este sentido, la Historia que de nuevo ha echado a andar, se ha manifestado como en 1810, en las naciones suramericanas, Venezuela a la cabeza de ellas, con un proyecto revolucionario, que implica una democracia de nuevo tipo, que desecha la «representatividad» de la democracia liberal e intenta sustituirla por el principio de la «participación», lo que implica el ejercicio de la democracia directa, donde el poder popular, a través de los canales que para ello se creen, vía reformas constitucionales, como en la actualidad se adelanta en Venezuela, o mediante la convocatoria del poder constituyente como ya se hizo en este último país, y como en medio de inmensas dificultades se intenta llevar a cabo en Bolivia y Ecuador.
Grandes han sido los obstáculos que las oligarquías plutocráticas y el imperio que las tutela, han interpuesto en el camino escogido por nuestros pueblos en su afán de reafirmar las soberanías de sus patrias, grandes continuarán siendo, por ello el pueblo debe desarrollar sus organizaciones de masas, sus partidos socialistas, como lo ha propuesto Hugo Chávez, para la construcción de la verdadera sociedad socialista, alternativa insustituible del sistema capitalista irremediablemente condenado a su desaparición.
Gilberto Madrid. Abogado, MS en Derecho de Integración e Internacional Económico. UCV.