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Las elecciones primarias: ¿democracia o plutocracia?

Fuentes: Rebelión

Durante los últimos días estamos asistiendo al espectáculo de las elecciones primarias en EE.UU., calificadas por los medios de comunicación de masas como el summum de la democracia. Sin embargo, «democracia» es un término absolutamente devaluado por su uso excesivo y su deformación. Recordaremos que el término significa (aunque sea una verdad de Perogrullo hay […]

Durante los últimos días estamos asistiendo al espectáculo de las elecciones primarias en EE.UU., calificadas por los medios de comunicación de masas como el summum de la democracia. Sin embargo, «democracia» es un término absolutamente devaluado por su uso excesivo y su deformación. Recordaremos que el término significa (aunque sea una verdad de Perogrullo hay que repetirlo) gobierno del pueblo. Pero la palabra se utiliza incorrectamente para referirse, sin distinción alguna, al estado de derecho, al constitucionalismo o al sistema parlamentario sostenido por los partidos políticos.

Si en la democracia el pueblo tiene derecho a elegir a sus representantes, no basta el reiterado principio «una persona, un voto«, sino que también es necesario que cualquier ciudadano tenga posibilidades reales de ser elegido por sus iguales. Las primarias usamericanas sirven precisamente para un fin opuesto, para que únicamente los candidatos propuestos por los más poderosos tienen posibilidades de alcanzar el poder político.

Si leemos cualquier crónica sobre el proceso de primarias usamericano en el que los partidos demócratas y republicanos están inmersos, vemos que hay un dato muy importante para conocer cuál de los candidatos tiene más posibilidades de ser elegido: los fondos recogidos. ¿Tiene eso algo que ver con la democracia? Nada, las elecciones se banalizan y quien dispone de más publicidad y, consecuentemente, más apoyo de los medios será el candidato vencedor. Apenas se discute el programa, ninguno de los aspirantes se atreve a exponer un programa de medidas políticas y económicas con un mínimo de concreción, todos los analistas se ciñen a describirnos cuestiones de puro márketing: el peinado, el color del traje, la oratoria… aspectos todos ellos supervisados hasta el menor detalle por asesores de imágen muy bien pagados.

No hemos descubierto nada nuevo, por lo que resulta aún más sorprendente que la izquierda española adoptase tan nefasto sistema. Primero fue el PSOE, cuyo experimento fue un absoluto fracaso en 1999 cuando las bases eligieron a José Borrell como candidato a Presidente de Gobierno y, poco después, éste tuvo que abandonar, puesto que todo el aparato del partido estaba en su contra.

Izquierda Unida, bajo la batuta de Llamazares, ha sido el último partido de la izquierda en descubrir las primarias. ¿Cómo se toma esa decisión con tan nefastos antecedentes? Elegir un candidato a cargo público puede realizarse básicamente de dos formas, una es la asamblea, donde las bases se reúnen y discuten sobre el programa, los candidatos se presentan ante los militantes y deben explicar las políticas que pretenden realizar. El otro método son las elecciones primarias, donde cada afiliado envía el voto por correo sin tener otro conocimiento sobre las diferencias políticas entre candidatos que lo que puede leer o escuchar en los medios de masas.

Llamazares, a pesar de haber fracasado en todos los procesos electorales en que ha sido candidato, es un personaje querido y mimado por los grandes grupos de comunicación (Mediapro y Prisa), mientras que la otra candidata, Marga Sanz, era desconocida para muchos militantes. Además, el equipo de Llamazares contaba con una ventaja significativa, dispuso de los fondos económicos necesarios para realizar la campaña electoral por correo. Como vemos, Izquierda Unida dispone de un sistema de elecciones primarias que no tiene nada que envidiar a la de los partidos Demócrata y Republicano de EE.UU. Incluso lo quiere imponer en el Esquerra Unida del País Valencià, saltándose el protocolo de federación de esta última organización con IU.

Cuando se intenta implantar la democracia participativa en municipios como Porto Alegre, en Brasil, el sistema de primarias no es más que otro obstáculo para impedir que cualquier ciudadano pueda acceder a un cargo representativo. En el proceso asambleario hay auténtica igualdad de oportunidades, no sólo prevalece el principio de «un ciudadano un voto», sino que también cada ciudadano tiene posibilidades reales de hacer escuchar su opinión y ser elegido.

El retroceso de la izquierda en Europa se debe principalmente a cuestiones coyunturales, pero el abandono de lo mejor de la tradición participativa y asamblearia es un factor más que ha coadyuvado a su decadencia.