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Entrevista a Concepción Cruz Rojo sobre salud pública, difteria y vacunas (y III)

«Las explicaciones y argumentaciones sobre la conveniencia de la vacunación es más que suficiente para que vacunen a sus hijas e hijos»

Fuentes: Rebelión

Profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública. Militante del Sindicato Andaluz de Trabajadoras/es (sección PDI de la Universidad de Sevilla) y miembro del movimiento sociopolítico andaluz «Asamblea de Andalucía». Simpatiza y colabora con aquellas personas, grupos o pueblos con los que coincide, en la idea de confluir a través de escritos, acciones y vindicaciones transformadoras […]


Profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública. Militante del Sindicato Andaluz de Trabajadoras/es (sección PDI de la Universidad de Sevilla) y miembro del movimiento sociopolítico andaluz «Asamblea de Andalucía». Simpatiza y colabora con aquellas personas, grupos o pueblos con los que coincide, en la idea de confluir a través de escritos, acciones y vindicaciones transformadoras que tienen como finalidad la emancipación personal, social y política.

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Seguimos si te parece. En un apartado de tu escrito hablaa del origen y desarrollo de la vacunación en España. Añades: «Una buena organización, basada en un sistema público de salud es fundamental para la asistencia, prevención y promoción de la salud a través de la atención sanitaria a demanda y programadas a toda la población independientemente de sus recursos económicos.» ¿Debemos entender que estás de acuerdo con esta arista del sistema de salud pública española?

Estoy de acuerdo con los sistemas de salud públicos y universales, para todas la personas y equitativos, dando más a los que más lo necesitan. Así que la población migrante, obviamente, mucho más incluida si cabe. Además, son los sistemas públicos de salud para todas, las que permiten los programas de prevención y promoción de salud. Pero ya he comentado en algún escrito anterior que un sistema público de salud, o de cualquier otro servicio esencial para la sociedad, como la educación o la vivienda, nunca serán públicos de verdad si están insertos en una sociedad «privada», donde impera las leyes de los grandes propietarios. El caso de los precios abusivos de los medicamentos contra la hepatitis C es un ejemplo claro de lo que digo, mientras los medicamentos sean propiedad de esas grandes empresas, dependeremos de su mercadeo anti ético, porque la salud nunca puede ser un negocio.

Es por ello que también defiendo que no exista la propiedad privada; y cuando hablo de propiedad privada me refiero a esas grandes empresas, no a tener una vivienda, una casita en el campo o un coche; ni a las pequeñas propiedades del campo o del comercio. Los servicios sanitarios deben ser públicos, igual que la vivienda, el agua o la atención a los dependientes. Es muy sencillo de decir y de entender, pero muy difícil de obtener porque nos enfrentamos a empresas muy poderosas que defienden con todo tipo de «armas», y armas, su poder no solo económico y político, sino también jurídico, ideológico y militar; la omnipresencia de la OTAN en las últimas guerras e invasiones es solo la cara más visible de la inhumanidad de los estados imperialistas que forman una unidad con dichas empresas.

Pero eso no debe inmovilizarnos sino todo lo contrario, tener los «pies en la tierra», saber lo que es mejor para nuestros pueblos, cuales deben ser nuestras metas e ir avanzando y consiguiendo con el esfuerzo individual, en pequeños grupos, o en grandes grupos más organizados, nuestras aspiraciones humanas más elementales: las que nos da la salud y felicidad verdadera.

Por cierto, ¿por qué hablas siempre de Estado español y no de España?

Desde sus orígenes el Estado español ha supuesto una cárcel de pueblos producido por los intereses de la burguesía nacionalista española y de un pacto de burguesías centrales y periféricas, con mucha represión para conseguirlo en nuestra reciente historia: siglos XIX y XX (franquismo, transición) hasta la actualidad. Los estados plurinacionales como el Estado español o el francés han utilizado mecanismos políticos, ideológicos, económicos y represivos para mantener a dichos pueblos en el seno del Estado. Es lo que actualmente se viene en llamar pueblos oprimidos. Estos mecanismos se han desarrollado de forma diferente en función de la distinta configuración de clases en cada uno de ellos. El impacto de dicha configuración de clases en «la cuestión nacional» tiene dos manifestaciones, dentro del propio territorio y fuera de él en la relación de pactos con los gobiernos y clases estatales; relaciones internas y externas que interaccionan entre si.

En el caso andaluz a diferencia de otros territorios, siguiendo en la historia reciente, la clase que ha sido potenciada por la burguesía del nacionalismo español y por otras burguesías «periféricas» ha sido la clase terrateniente. En este sentido la naciente industria andaluza con grandes potencialidades a nivel económico fue frustrada por aquellas burguesías, que le atribuyen a Andalucía el papel de suministradora de materias primas y mano de obra barata creando un territorio muy dependiente del resto. Esto afectó a nivel interno en la ausencia de una burguesía potente, que en otros sitios fueron uno de los elementos que intensificaron y aglutinaron el sentimiento de identidad nacional. Y explica que «lo andaluz» se haya asociado falsamente con el nacionalismo español, así como los diferentes grados de identidad colectiva en relación con otros pueblos del Estado español. Sin embargo, existen otros elementos y realidades objetivas (que son históricas), y por tanto subjetivas, que hacen que la identidad andaluza tenga una gran personalidad y orgullo de lo propio, muchas veces incomprendida y difícil de entender.

Voy a poner un ejemplo personal, yo nací y vivo en Andalucía, y me siento andaluza cien por cien (aunque mis padres no lo fueron); y como es natural quiero a mi tierra y le deseo lo mejor. Es por eso que prefiero que el gobierno andaluz pueda decidir sobre cuestiones muy importantes para la población andaluza; por ejemplo no ser el «granero» del resto del Estado, ni terreno de cementerios nucleares o concentración de las industrias más tóxicas y contaminantes (Huelva y Bahía de Algeciras). Tampoco quiero que se la utilice para campos experimentales con transgénicos. Y todo ello, y más cuestiones, lo decide el Estado español o la Unión Europea no el gobierno andaluz. Es cierto que las pocas competencias que se «nos han otorgado» y el talento e inteligencia del pueblo andaluz importantes en sectores como el sanitario, educativo, artístico, entre otros, a pesar de la escasez de recursos económicos que sufre Andalucía.

Tampoco quiero que el gobierno estatal haga un convenio con EE.UU para que la base de la OTAN de Morón de la Frontera sea permanente y soberana para EE.UU, sede del Africom. Ni bases de la OTAN ni sus maniobras, que se celebrarán próximamente en suelo andaluz. Una de ellas en el Retín, Barbate, cuyo pueblo lleva años reclamando que paren las maniobras militares. Pero no existe soberanía municipal ni andaluza. Por supuesto que no quiero cualquier gobierno andaluz, pero eso solo lo pueden decidir el pueblo andaluz, valga la redundancia. No es un derecho solo, el de autodeterminación de los pueblos, es una necesidad el poder decidir por nosotras mismas. Igual que es necesario que las mujeres decidan si quieren, o no, continuar con un embarazo no deseado, independientemente de que se mejore una educación sexual integral y participativa.

 Los ejemplos que has citado de la situación andaluza arguyen en el sentido de ampliar las competencias del gobierno andaluz pero no veo que eso implique o conlleve el ejercicio de autodeterminación de la ciudadanía andaluza.

Si el gobierno andaluz tuviera esas competencias de fiscalidad, moneda, defensa, política exterior, etc., estaríamos hablando de Estado andaluz. El movimiento al que pertenezco, «Asamblea de Andalucía» reivindica una Andalucía que sea reconocida como pueblo-nación con todos los derechos y competencias que ello implica, un verdadero autogobierno que permita profundas transformaciones económicas y sociales que son urgentes para nuestro pueblo.

Los nuevos Estados solo surgen por intervenciones militares externas, como el caso del Israel, o como un ejercicio de autodeterminación consciente de los pueblos guiados por los intereses de una clase u otra. No hace falta decir qué clase es la que me gustaría que guiara dicho proceso de soberanía en el caso de los pueblos del Estado español.

Y sabiendo que incluso las naciones con Estados propios, como el español , francés o Grecia no tienen una verdadera soberanía política. Sólo hay que recordar que el gobierno de Zapatero modificó la Constitución española, que resulta tan difícil de cambiar para otros aspectos que no interesan, siguiendo el dictado de la Unión Europea para dar prioridad absoluta al pago de la deuda en los presupuestos generales, sin enmienda o modificación posible. Antes hablaba del TTIP, si se firma antes de las elecciones, el gobierno que resulte «del color que sea» no podrá hacer nada ante los blindajes que se habrán acordado con las grandes empresas internacionales, entre otras medidas.

 El ejemplo de las mujeres, si no ando errado, tiene que ver con el derecho al propio cuerpo pero no parece estar relacionado directamente con el derecho de autodeterminación.

No estaba comparando el derecho de autodeterminación. Lo que trataba de hacer era un paralelismo, entre la falta de soberanía de un pueblo, esto es, su incapacidad de decidir en aspectos que le atañen vitalmente, y la ausencia de soberanía de las mujeres sobre su propio cuerpo y sobre su necesidad de decidir sobre su destino como personas verdaderamente libres. La presión social sobre las mujeres sobre su físico, sobre su situación sociolaboral, su estado personal y orientación sexual, entre otros muchos aspectos, es tremenda. Y tiene mucho que ver también con afrontar la violencia machista que no cesa. Y nuevamente debemos volver a reclamar el empoderamiento y la conciencia de ser mujeres independientes y soberanas que afronta su destino y decisiones libres de la «tutela» de novios, maridos o padres.

Te cito de nuevo: «Mientras, en el año 1941, la incidencia media de difteria era de 1.000 casos por 100.000 habitantes (¡1 de cada 100!), tras un primer descenso más intenso en los siguientes años, éste continuó de forma más suave y finalmente cae a unas tasas de incidencia de solo 0,1 casos por 100.000 habitantes, coincidiendo con dichas campañas de vacunación». ¡Mil veces menos! ¿No hay duda entonces de la eficacia de la vacuna contra la difteria y de la necesidad de vacunarse?

El descenso más pronunciado desde esas altas tasas de incidencia en 1941, como se observa en la gráfica del escrito que comentamos, fue antes de la vacunación, en la década de los años 40 del siglo XX. Luego hay un descenso más suave, también antes de la vacunación sistemática (década de los 50 y primera mitad de los 60). Es en el último descenso, casi al final de la gráfica, desde la segunda mitad de los años 60 y hasta el último caso de difteria (en 1987), el que se considera producido por las campañas masivas de vacunación que continúan en la actualidad.

Hablas de los movimientos o grupos «anti-vacunas» que se añaden, señalas, a una situación más grave de retroceso en las coberturas de vacunación por parte de los servicios sanitarios». ¿Dónde se ha detectado este retroceso? ¿Es alarmante?

Realmente creo que más que movimientos podríamos llamarlos corrientes, personas que no son partidarias de la vacunación o que consideran que tiene más riesgos que beneficios. Antes comentaba sobre la importancia de servicios sanitarios públicos de salud que trabajen con calidad los programas de promoción y prevención como el de vacunación. Que duda cabe que los recortes y los intentos, y practicas, privatizadores han hecho retroceder la calidad del sistema público de salud. No es alarmante, pero «bajar la guardia» en la vacunación, como ocurrió con la vacuna triple vírica (sarampión, rubeola y parotiditis), supone padecer epidemias de sarampión que han aparecido en el Estado español en los últimos años. Y que previamente habían sufrido, por ejemplo, Canadá y el Estado francés.

¿Qué razones esgrimen los movimientos anti-vacunas? ¿Son atendibles sus críticas?

La posibilidad de efectos secundarios que siempre existen no solo en las vacunas, sino en medicamentos e intervenciones sanitarias en general. Unido a la desconfianza en un sistema, que abusa de las intervenciones sanitarias, la medicalización y mercantilización de la salud, y en esos aspectos comparto las críticas. Creo que para mejorar las intervenciones sanitarias de todo tipo, la población debe participar, el sistema sanitario promover esa participación y las/los profesionales debemos ser más abiertos al debate y a la argumentación. Aunque siendo conscientes de que la participación de la comunidad es muy difícil en un sistema como el nuestro, pero se puede mejorar.

¿Es razonable que una familia deje de vacunar a sus hijos y consiga su inmunidad a partir de la vacunación de los otros? ¿Debe permitirse una opción así?

De hecho es lo que ha venido ocurriendo en nuestro medio, son enfermedades graves y mortales donde la enfermedad está prácticamente eliminada y con altas coberturas de vacunación en la población infantil que producen el comentado «efecto rebaño». Si un niño o niña no se vacuna cuando el resto está inmunizado lo están protegiendo de la enfermedad. El problema aparece cuando afecta a adultos que a su vez puede transmitirse a los pequeños, esa probabilidad es muy baja, insisto en poblaciones con altas tasas de inmunización por la vacunación, pero puede ocurrir. En el caso particular de la difteria, esta situación de menor protección infantil y adulta fue lo que provocó en Europa, epidemias importantes en varios países europeos como Suiza, Dinamarca y Suecia, en los años 70 y 80 del siglo XX; y en 1990, en la Federación Rusa y otros países de la antigua URSS, como se analiza brevemente en el artículo.

Con respecto a la segunda pregunta, las explicaciones y argumentaciones sobre la conveniencia de la vacunación, especialmente las que protegen a las enfermedades más graves es, en mi experiencia, más que suficiente para mover a que los padres y madres vacunen a sus hijas e hijos.

Afirmas que «no todo vale», y que «no todas las vacunas se administran, o se deben administrar de forma sistemática», que hay que considerar muchos factores. ¿Cuáles no deberían administrarse de forma sistemática?

La idea que quería transmitir es que cada vacuna que se incorpora a un calendario de vacunación infantil, debe ir precedido de un estudio muy concienzudo de todos los aspectos de seguridad, posibles incompatibilidades, logística, cadena de frío, los beneficios…son muchos elementos que deben ser estudiados. Al menos en Andalucía, en los años en que participé de este programa estos estudios y la información consiguiente era fluida y abundante.

Sobre las vacunas que no deben incluirse de forma sistemática en personas adultas y en menores hay muchas. Por ejemplo la vacuna contra la tuberculosis, la vacuna contra la gripe o contra la fiebre amarilla que solo se debe administrar en grupos o situaciones de riesgo.

Hablas también del ejemplo de Cuba. ¿Qué tiene este ejemplo de admirable?

«TODO». Pese a ser un pequeña isla sometida a un bloqueo económico, que pretendía -pero no ha conseguido- ser criminal, y siendo un país no precisamente rico. Me refiero a rico económicamente, porque es muy rica en otras muchas cosas. El bloqueo económico a Cuba tenía como finalidad su estrangulamiento económico, social y político. La historia nos muestra de forma clara, y dramática, como ha sido, y sigue, utilizándose como un arma muy potente. Tres ejemplos de una crudeza inhumana lo puede representar: Numancia, Leningrado y, ahora, Palestina. Siempre una potencia imperialista y reaccionaria, el imperio romano, el imperialismo nazi y el Israelí con el apoyo de otras potencias, son las causantes de ese estrangulamiento y la sangría que provoca.

Y si hablamos de Salud, Cuba es un referente hasta para organismos internacionales que no se caracterizan precisamente por su simpatía por su revolución y el socialismo. El pueblo cubano ha demostrado ser un pueblo que quiere su independencia y, por lo mismo, puede ser el más internacionalista, también en la ayuda sanitaria. Antes hablábamos de naciones oprimidas que quieren independizarse de los Estados que los gobiernan, y es que ser nacionalista en el mejor sentido de la palabra -no en el sentido burgués-, es ser internacionalista. Son las dos caras de la misma moneda, los dos polos aparentemente contrarios que se unen y que nuevamente la dialéctica nos ayuda a entender.

El sistema de salud de Cuba, junto a otros sistemas gratuitos para toda la población, como el educativo, es uno de los mejores del mundo; que además «exporta» solidariamente, de igual a igual, su sabiduría. No solo son sus buenos indicadores de salud, como la mortalidad infantil y de menores de 5 año, la mortalidad general y materna o la esperanza de vida al nacer; es la organización de su sistema sanitario, la calidad de su gestión y la integración de los niveles de asistencia sanitaria que va desde la promoción de la salud a la rehabilitación de las secuelas de enfermedades incapacitantes.

La importancia de la participación de la comunidad en sus actividades sanitarias, a través de asambleas de barrios, Comités de Defensa de la Revolución y la Federación de Mujeres Cubanas. Que participan activamente en tareas colectivas de saneamiento, vacunas y diagnóstico precoz de diversas patologías, entre otras. La intensificación del uso de la medicina natural y tradicional se combina con las innovaciones más avanzadas en biotecnología, que patenta vacunas y medicamentos contra algunos tipos de cáncer o productos que desintegran los trombos en las primeras horas de un infarto, disminuyendo su mortalidad. Sus sistemas de información y entrevistas de satisfacción les permite analizar sus debilidades. Por ejemplo la insatisfacción por la demora de entrega de lentes o en algunos servicios estomatológicos por la insuficiente producción de prótesis dentarias. Aspectos que se vigilan para tratar de minimizar la situación.

Hablábamos también del internacionalismo del pueblo cubano, cuando practica su solidaridad en casos de epidemias como la del cólera en Haití o la del Ébola en Guinea Conakry, Liberia y Sierra Leona; o sus programas de atención oftalmológica de forma gratuita a pacientes latinoamericanos, son solo algunos ejemplos de solidaridad internacionalista.

Cuba, su gobierno y su pueblo, es un país admirable, verdaderamente.

¿Quieres añadir algo más?

Agradecer la oportunidad de esta entrevista que toca «muchos palos», y pese a que he intentado ser lo más clara y rigurosa posible no he podido ser más exhaustiva para no alargarla en exceso. Algunos de los temas tratados sólo he podido analizarlos muy sucintamente, aunque requieren mucho más tiempo y espacio. Y más participación de otros compañeros y compañeras que pueden aportar más y mejor que yo. Pero ya habrá otras ocasiones para debatirlos en grupos, charlas o por estos medios escritos y alternativos.

Muchas gracias.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.