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Las FARC-EP y nuestro futuro

Fuentes: Rebelión

El colectivo La Haine me pidió hace unos días mi opinión sobre los últimos acontecimientos relacionados con las FARC-EP. Debido a la falta de tiempo para elaborar un texto más amplio y profundo, me limito a presentar las siguientes tesis. 1. La ofensiva contra las FARC-EP en las Américas y que ya se está extendiendo […]

El colectivo La Haine me pidió hace unos días mi opinión sobre los últimos acontecimientos relacionados con las FARC-EP. Debido a la falta de tiempo para elaborar un texto más amplio y profundo, me limito a presentar las siguientes tesis.

1. La ofensiva contra las FARC-EP en las Américas y que ya se está extendiendo a Europa, es parte de la ofensiva general del capitalismo contra la humanidad trabajadora. Si bien su causa primera ha de buscarse en el interior de Colombia y en la región circundante hasta abarcar toda América, no debemos olvidar la cuestión decisiva del agotamiento del largo ciclo expansivo capitalista de alrededor de cincuenta años –los «treinta gloriosos» más las dos décadas que el sistema ha logrado estirarlos gracias al neoliberalismo, la financierización y el «dinero barato», la «nueva economía», la «economía inmaterial» o de «la inteligencia», el globo financiero-inmobiliario, el keynesianismo militar, los bajos precios de las energías, etc.–, que ahora parece que toca a su fin, sin entrar aquí al debate sobre los ciclos de Kondratiev, las fases largas y otras teorías al respecto.

2. Lo que sí está claro es que el imperialismo se enfrenta a problemas nuevos y a problemas clásicos pero enervados al máximo, como el de la lenta pero persistente caída de la tasa media de beneficio a nivel mundial, que es más decisivo de lo que se cree a simple vista, por ejemplo. Como veremos en las tesis, la sincronización y confluencia de tales problemas nuevos y clásicos, «crisis parciales» que como afluentes se fusionan en un gran torrente, en una previsible «crisis sistémica» más grave que las anteriores, nos obliga a avanzar hipótesis de futuro. Pues bien, en el contexto nuevo al que parece que estamos abocados, las FARC-EP, al igual que otras organizaciones revolucionarias dignas de tal nombre practiquen o no la lucha armada, asumen un papel clave en lo práctico y en lo teórico.

3. La represión incrementada que sufren todas ellas, practiquen o no la violencia política de respuesta, no responde sólo a su lucha presente, y esto nunca debe olvidarse ni menospreciarse, sino también a su potencial de praxis cara al futuro que se aproxima, y que en muchas cosas es ya presente inmediato. Como sabemos, el imperialismo tiene aparatos dedicados exclusivamente a prever las tendencias evolutivas fuertes, las plausibles pero sobre todo las más factibles, y a adelantar estrategias y tácticas para intervenir en ellas con suficiente antelación. Desde hace varios años, el imperialismo está prestando mucha atención a los llamados «escenarios críticos» que proliferan por doquier porque por doquier surgen las resistencias activas o pasivas contra el imperialismo. La persecución de las FARC-EP y de las izquierdas revolucionarias en general es parte de las estrategias ideadas con antelación, como la segunda invasión de Irak estaba pensada antes del 11-S de 2001.

4. Las tesis que aquí presento van más allá de muchas de las interpretaciones al uso, ideas comunes que se repiten machaconamente y que reducen el problema a simples asuntos internos colombianos, llegando en algunos casos a entrever el problema general de las Américas y de su función dentro de los proyectos norteamericanos. Pero estas tesis son irreconciliables con el grueso de la ideas de la izquierda tradicional y del reformismo llamado «duro». Para estudiar esa oposición frontal hay que partir de lejos porque una de las peores consecuencias que para el marxismo tuvo la degeneración parlamentarista –que es todo lo contrario del uso revolucionario del parlamento burgués como una táctica más de lucha política revolucionaria– que comenzó a darse a finales del siglo XIX fue la de abandonar en la práctica y luego combatir abiertamente en la teoría el papel que hasta entonces había tenido lo militar en el corpus central de la praxis revolucionaria.

5. «Lo militar» visto en sentido marxista, que no en el burgués, es una teoría única que integra cuatro grandes bloques interrelacionados: uno, el papel de los ejércitos en la producción económica desde la antigüedad hasta ahora; dos, el papel de los Estados explotadores y de sus aparatos de violencia represiva específicamente sociopolítica e ideológica; tres, el papel de la violencia en las luchas revolucionarias como el conjunto de tácticas, métodos y alternativas de acción que chocaban de inmediato o que tarde o temprano chocarían con las fuerzas represivas y violentas del opresor, y que por eso debían y deben ir adaptándose a los cambios en las correlaciones de fuerzas y a las necesidades de la lucha, tácticas transitorias siempre sujetas a los objetivos históricos y a la estrategia adecuada; y, cuatro y último, el papel de la ética revolucionaria para explicar el derecho/necesidad de la violencia defensiva de las masas explotadas ellos en cada uno de estos puntos particulares y en la teoría marxista en su conjunto.

6. El efecto devastador del parlamentarismo se multiplicó exponencialmente con la «teoría de convivencia pacífica» entre la URSS y el imperialismo, especialmente en Europa occidental en donde la mezcla entre el marxismo libresco y academicista, que odiaba la práctica y dormía en los claustros, y el reformismo eurocomunista dio como resultado la extinción del marxismo en cuanto teoría de la revolución comunista. En su lugar, el mercado de las ideologías «alternativas» al sistema fue inundado por modas fugaces y supercherías pacifistas –¿alguien se acuerda del «Partido Radical» italiano, de los «verdes ecopacifistas» alemanes, por no hablar del postmodernismo más reciente, etc.?–, fabricadas industrialmente por la casta intelectual, que barrieron rápidamente a los restos maoístas y marxistas-leninistas, y que ahora están acabando también con los trotskistas obnubilados por un «anticapitalismo» elástico que puede terminar justificando casi todo.

7. Dada la influencia considerable de este eurocentrismo reformista en buena parte de las izquierdas de otros continentes y culturas no es de extrañar que «lo militar» también desapareciera en otras muchas organizaciones excepto en aquellas que por diversas circunstancias siguieron aplicando el método marxista, su ortodoxia en sentido lukacsiano. Las FARC-EP son una de ellas, en la que nos extenderemos después. Ahora tenemos que seguir exponiendo el proceso degenerativo que ha llevado a que ante la actual crisis capitalista que puede terminar en un caos más destructor que el de la crisis sistémica de 1929, y desde luego muy superior al de la crisis estructural de finales de los ’60 y comienzos de los setenta del siglo XX, ante esta deriva actual hacia el caos, prácticamente nadie que no sea «ortodoxo marxista» tiene en cuenta «lo militar» como una parte esencial de la totalidad capitalista en su devenir histórico.

8. Conceptos como el de «guerra global permanente», «capitalismo de guerra», la guerra como «modelo del capitalismo», «guerra preventiva», «guerra asimétrica», «guerra irrestricta», «nueva guerra de los 100 años», «guerra continua», etc., son muy frecuentes en los análisis sobre la situación actual. Son incluso conceptos obligados en muchos textos porque la brutalidad imperialista es tan descarada y cínica que cualquier estudio sobre el presente que busque un mínimo crédito debe hacer siquiera una mención indirecta al papel de la violencia explotadora en diversas sus formas, desde los ejércitos «privados» hasta las bases yanqui en todas partes, pasando por la interacción entre guerras de diferentes «generaciones» incluida la «cuarta» contra las clases y pueblos insurgentes de medio mundo incluida Euskal Herria en el corazón de la «Europa democrática», en el mantenimiento del sistema imperialista a comienzos del siglo XXI.

9. Pero con demasiada frecuencia hay un abismo insalvable entre estas referencias casi obligadas, casi tópicas, y la teoría marxista de la violencia en la historia en general y en el capitalismo en concreto. Una síntesis de esta teoría la ofrece Marx en su carta a Engels del 25 de septiembre de 1857:

«La historia del ejército prueba, con mayor evidencia que nada, la justeza de nuestro punto de vista acerca de la conexión entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales. En general, el ejército tiene importancia en el desarrollo económico. El salario, por ejemplo, se desarrolló plenamente y por primera vez en el ejército de los antiguos. El peculium castrense es también, en Roma, la primera forma jurídica en que se reconoce la propiedad mobiliaria de los no cabezas de familia. Lo mismo puede decirse del régimen gremial, que surgió por primera vez en las corporaciones de los fabri. También aquí observamos por primera vez la aplicación de las máquinas en gran escala. Incluso el valor especial de los metales y su uso como dinero parece remontarse originariamente -apenas superada la Edad de Piedra de Grimm- a su importancia militar. También la división del trabajo dentro de una misma rama de la industria parece haberse aplicado por primera vez en los ejércitos. En ellos observamos además, resumida y palmariamente, toda la historia de la sociedad civil. Si algún día tienes tiempo, debes analizar el problema desde este punto de vista.

Los únicos puntos que has dejado por tocar en tu escrito son, a mi entender, los siguientes: 1) la aparición de auténticas tropas mercenarias, por primera vez, en gran escala, y de golpe, entre los cartagineses (para nuestro uso privado consultaré un libro sobre el ejército de Cartago escrito por un berlinés y de cuya existencia me he enterado hace poco). 2) El desarrollo del ejército en Italia en el siglo XV y comienzos del XVI. Aquí, precisamente, nacieron las argucias militares de carácter táctico. (…). Y por fin, 3) El sistema militar asiático, tal como apareció originariamente entre los persas y, después, en las más diversas variedades, entre los mongoles, los turcos, etc….».

10. No es de extrañar, por tanto, que basándose en esta teoría enunciada en 1857 por Marx, que ya venía siendo desarrollada desde algo más de una década y que sería completada posteriormente sobre todo en el brillante capítulo sobre la acumulación originaria en el Vol. III de El Capital, Engels pudiera decir dos décadas más tarde en El Anti Dürhing, texto en el que las páginas económicas estaban redactadas por Marx, que el gran acorazado moderno era un compendio entero de la sociedad capitalista. Esta afirmación es exactamente cierta porque muestra cómo la lógica de la explotación social, de la obtención de plusvalía y de la dictadura del tiempo asalariado o tiempo burgués, rigen determinantemente en toda la sociedad capitalista, en sus sistemas tecnocientíficos y en sus aparatos militares y estatales. La disciplina militar, temporal, laboral y moral reinante en, por ejemplo, la IV Flota imperialista yanqui que amenaza directamente a la paz precaria de los pueblos soberanos en las Américas, es la quintaesencia del orden disciplinario que actúa consciente e inconscientemente en el seno de la sociedad capitalista yanqui.

11. Por ejemplo, la IV Flota así como los miles de soldados y mercenarios yanquis que actúan impunemente en las Américas funcionan con la disciplina fabril capitalista porque están bajo el imperio ciego de la temporalidad burguesa, de la exigencia de la máxima acumulación en el mínimo tiempo posible, y de la supeditación del obsoleto espacio material y del trabajo descualificado a las prioridades de los nuevos espacios materiales y simbólicos de producción y del trabajo cualificado que le es inherente. Si ataca la flota no será sólo una «intervención militar» en el sentido normal del término, sino una política general de implantación del capitalismo yanqui más moderno en el corazón de las Américas, es decir, una especie de injerto artificial, o peor y más correctamente definido: la inoculación del virus mortal de la salvaje civilización yanqui, de los «diablos rubios», en las culturas y formas de vivir de los pueblos americanos, ya bastante deterioradas pero que pueden empeorar al ser infectadas por la «civilización del norte».

12. Los otros tres componentes internos de la teoría marxista de la violencia y de «lo militar» muestran aquí su vital valía ya que explican, por un lado, el papel clave del Estado burgués y su sistema represivo como garantes de la pasividad obediente de la fuerza de trabajo explotada; por otro lado, las respuestas de defensivas u ofensivas de los pueblos trabajadores explotados y por último, la importancia de la lucha teórica y ética contra la ideología burguesa. Una de las virtudes de esta visión dialéctica e integral del problema es que nos permite y a la vez nos exige tener siempre en cuenta la dependencia de las llamadas incorrectamente «burguesías nacionales» hacia sus hermanas exteriores, las burguesías imperialistas.

13. Desde esta perspectiva, el desarrollo del capitalismo y sus crisis es inseparable del accionar interno de «lo militar» en su globalidad, aunque siempre considerando el aspecto clave en última instancia de que la producción de armas si bien a corto plazo desatasca determinadas crisis puntuales, a medio y largo plazo es un gasto improductivo, un despilfarro irracional que lastra y frena el proceso de acumulación ampliada de capital. La evolución del imperialismo durante un siglo no ha hecho sino confirmar la corrección histórica de esta teoría en su esencia, ampliándola y mejorándola en sus aspectos particulares.

14. Las regularidades genético-estructurales confirmadas en el tiempo muestran cómo las resistencias de todo tipo -incluidas las pacíficas y no violentas– de los pueblos explotados y de sus clases trabajadoras han sido decisivas para, a escala mundial, acelerar desde dentro de la totalidad concreta del sistema capitalista la interacción entre las contradicciones endógenas o estrictamente económicas y las exógenas o políticas, nacionales, culturales y medioambientales. La solución de una supuesta y falsa separación absoluta y artificial entre lo endógeno y lo exógeno dentro de la totalidad, se obtiene simplemente comprendiendo que lo socioeconómico es inseparable de lo sociopolítico, siendo lo social el nexo interno cohesionador de las diversas instancias que deben ser analítica y diacrónicamente estudiadas pero a la vez que sintética y sincrónicamente interpretadas.

15. No se trata, por tanto, de sostener que «ahora» y frente a la crisis que avanza, el capitalismo recurre a la guerra porque no tiene otra opción, lo que es cierto, sino que se trata de saber que, primero, históricamente, sin guerra no existiría el capitalismo y que, por tanto y segundo, las guerras que ya se libran y las que está preparando la burguesía internacional responden a la ciega necesidad de la acumulación. Quiere esto decir que si bien gracias a la acción conjunta de las fuerzas mundiales democráticas, progresistas y revolucionarias podemos y debemos evitar el mayor número posible de conflictos militares, tal o cual guerra concreta, tal o cual conflicto bélico regional y, sobre todo, evitar que se desencadene una espiral irracional e incontrolable hacia la hecatombe nuclear que concluya en el exterminio total, siendo esto cierto, necesario y deseable, aun así semejante constatación es sólo una parte del problema porque la otra, la decisiva, es la cuestión de qué clase detenta el poder político-militar y la propiedad privada de las fuerzas productivas y destructivas.

16. Mientras que esta segunda pero crucial cuestión no esté históricamente resuelta el peligro de la hecatombe nuclear seguirá vigente así como el de guerras cada vez más atroces, por la simple razón de que las contradicciones objetivas y subjetivas del capitalismo desbordan el límite de la pasiva sumisión de la humanidad trabajadora, de la disponibilidad de reservas energéticas y alimentarias en el marco desarrollista y consumista actual, y de la capacidad de carga, de absorción y de reciclaje que tiene la naturaleza. En este contexto, la antigua consigna romana de ‘si vis pacen para bellum’ ha adquirido toda su contradictoria valía. No es cierto que a la guerra imperialista se le pueda responder exclusivamente con la paz porque toda la historia del siglo XX, por ejemplo, ha demostrado que el único freno que puede detener a la burguesía más fundamentalista y fascista es el de la directa amenaza de una violencia defensiva superior por parte de las y los explotados.

17. Al fascismo y al neofascismo, al militarismo, a las supuestas «democracias autoritarias» (¿?), al ascenso de los grandes poderes criminales que ya incumplen sus propias leyes porque necesitan la impunidad absoluta, desde las detenciones y arrestos ilegales hasta las torturas permanentes al margen de cualquier ley burguesa, pasando por el racismo más reaccionario y los ingentes gastos en nuevas técnicas de control., vigilancia, represión y exterminio, a esta tendencia ascendente en el capitalismo actual sólo se le puede enfrentar una decidida movilización consciente de la humanidad trabajadora, que muestre en sus acciones una potencia revolucionaria tal que disuada a la burguesía de cualquier aventurerismo inhumano.

18. Para comprender en su urgencia plena lo dicho hasta aquí, hay que ser consciente que lo que está en juego, en definitiva, es el tránsito de una fase periclitada a otra nueva del modo de producción capitalista en la que la clásica disyuntiva o dilema popularizado por Rosa Luxemburgo en 1915 de Socialismo o Barbarie, esta consigna tan válida durante muchos años ha quedado superada en el sentido dialéctico, es decir, confirmada, enriquecida e integrada en otra superior que es la Comunismo o Caos. Desde finales de la década de 1970 y de manera creciente, esta consigna va abriéndose paso en medio de la lógica incomprensión de los dogmáticos, del rechazo directo de los reformistas y de la expectación creativa de cada vez más movimientos revolucionarios. No es casualidad que hayan sido algunos independentistas vascos, que luchan en un contexto en el que bullen todas las contradicciones pasadas y presentes, materiales, simbólicas, culturales e identitarias posibles en el capitalismo imperialista y patriarcal, los que más han insistido en la actualidad de este dilema.

19. Muy en síntesis, se aprecia el siguiente avance en lo relativo a las consignas, que va desde el Manifiesto Comunista en 1848 que plantea la consigna fundamental: «¡Proletarios de todos los países, uníos!». La segunda es de 1850 en el Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas: «Su grito de guerra ha de ser: la revolución permanente». La tercera es de 1871 en los Estatutos de la AIT: «La emancipación de la clase obrera debe ser obra de la propia clase obrera». La cuarta es de Rosa Luxemburgo de: «Socialismo o Barbarie». La quinta es la de Lenin en 1917: «Todo el poder a los soviets». La sexta es el conjunto de consignas de las luchas revolucionarias de liberación nacional, entre las que destacamos por no extendernos: «Pueblo o Imperialismo», y «¡Patria o Muerte, venceremos!», utilizadas por Che Guevara entre otros muchos, y la séptima de «Comunismo o Caos».

20. Cada consigna refleja la importancia de una determinada dirección práctica de las luchas hacia un objetivo prioritario, decisivo, en las diversas áreas de la lucha entre el capital y el trabajo. Pero la importancia de las dos en las que nos centramos radica en que ponen el dedo en la llaga de la supervivencia de la especie humana, y en la urgencia cada vez más imperiosa de acabar con la propiedad privada y con el poder destructor del capitalismo. En efecto, en los casi cien años transcurridos desde 1915 y en especial en las dos últimas décadas, han empeorado casi todos los medidores que entonces se podían emplear sobre la situación del planeta, algunos de forma relativa pero otros absolutamente, y, lo que es definitivo, no habían surgido los problemas que hoy nos ponen al borde del caos.

21. Hoy la especie humana se encuentra ante problemas de supervivencia estricta insospechables en 1915, problemas inconcebibles entonces por la simple razón de que no se habían desarrollado todas las fuerzas destructivas capitalistas. No es este el sitio para exponer en extenso esta temática, tarea que se hará en un texto posterior. Sí debemos decir, empero, que una de las lecciones que se extraen del salto de una a otra consigna es simplemente la de la reducción dramática aunque todavía no trágica, del tiempo disponible para derrotar al capital, evitar que active sus fuerzas destructivas, y expropiar la propiedad privada y socializarla. La crisis que en la actualidad está incubando el capitalismo sin duda va a acortar el plazo al que nos referimos. Ahora bien, esta concepción se opone precisamente al determinismo catastrofista sobre el fin automático del capitalismo sin la decisiva intervención consciente de la humanidad trabajadora, su sepulturera.

22. Al contrario, la lúcida visión de los problemas de supervivencia a los que nos enfrentamos con menos tiempo de resolución que hace un siglo, esta descarnada advertencia teóricamente constatable, exige más que nunca antes la praxis revolucionaria. La burguesía no se extinguirá ella sola, consumida en su misma podredumbre, si no es a manos de la humanidad trabajadora. Si esto no se produce, la burguesía seguirá explotando pero en condiciones tan estremecedoras y espeluznantes que sólo podremos entenderlas si recurrimos al símil del caos, un caos que ya avanza en África, un continente que a comienzos de 1990 empezó a ser «prescindible» para el capitalismo excepto en muy determinados espacios poseedores de vitales recursos estratégicos. Y el destino inhumano impuesto a África se está extendiendo a otras partes de la tierra.

23. Solamente desde esta concepción histórica del presente, podemos comprender lo que está en juego en lo relacionado con las FARC-EP y en general con todas las izquierdas que al margen que practiquen o no la violencia de respuesta en cualquiera de sus formas, no se dejan encadenar por las imposiciones restrictivas y represivas burguesas, practican su independencia política de objetivos, estrategia y tácticas, y afirman explícitamente que su fin y su medio es la revolución comunista. Lo que ocurre con las FARC-EP y con otras organizaciones dentro y fuera de las Américas, es que, por circunstancias, están en primera línea en todos los frentes de combate contra el imperialismo.

24. Incluso en el caso en el que las FARC-EP pudieran por fin pasar a una forma de acción política no militar porque se ha llegado a un acuerdo democrático que borra los insalvables obstáculos represivos que actualmente impiden la vida democrática en Colombia, conocidos internacionalmente, incluso así las FARC-EP seguirán siendo el mayor peligro para la burguesía de la región, que no sólo de Colombia, debido a su enorme legitimidad, experiencia y fuerza social alcanzada. Tendrían que cometer errores muy serios para dilapidar ese caudal acumulado, como los han cometido otras fuerzas ex guerrilleras que han debilitado su esencia revolucionaria para caber por entre los muy estrechos márgenes del parlamentarismo oficial.

25. La experiencia histórica de las FARC-EP debe ser analizada en períodos o fases diferentes dependiendo de las transformaciones del capitalismo colombiano e internacional, pero manteniendo intocables los principios por los que lucha. Es indudable que durante tantos años se han producido adaptaciones y mejoras en las doctrinas de contrainsurgencia con innovaciones de todo tipo que han asestado golpes a las fuerzas revolucionarias. También es innegable que los cambios internos en la explotación capitalista y en el conjunto de relaciones sociales han propiciado transformaciones políticas y culturales que han permitido a la burguesía colombiana implementar espectaculares campañas de manipulación psicológica y propagandística, explotadas intensamente por la industria político-mediática capitalista a escala internacional.

26. Sin embargo, la realidad es tan terca como brutal y corrupta es la dictadura práctica del régimen uribista narcotraficante y paramilitar, amparado en la pasividad cómplice de la burguesía en su conjunto y en el silencio de la Iglesia, sin olvidar el decisivo apoyo de los EEUU. La propaganda oficial que sostiene que existe un crecimiento económico en Colombia oculta, primero, que el cáncer del narcocapitalismo lo pudre todo; segundo, que los beneficiarios de tal crecimiento son los burgueses y no el pueblo; tercero, que la ayuda militar yanqui es decisiva para que ese crecimiento corrupto se mantenga; cuarto, que a medio plazo el costo de un ejército enorme lastrará incluso a los beneficios extras del narcocapitalismo; quinto, que este deterioro sólo puede ser contrarrestado mediante el endurecimiento represivo hacia un mayor autoritarismo neofascista interno, cuando no fascista; sexto, que en estas condiciones objetivas tarde o temprano se ampliarán las simpatías populares hacia las FARC-EP si éstas no cometen serios errores de sectarismo, y séptimo, que estas tendencias van confluyendo con las similares que recorren a la Patria Grande latinoamericana.

27. Un ejemplo de la vetusta obsolescencia de las izquierdas tradicionales que miran sin ver lo que está sucediendo, son las afirmaciones de que las FARC-EP nunca han brillado por sus elaboraciones teóricas propias, están alejadas del pueblo colombiano y de sus condiciones de vida habiendo perdido el apoyo que tuvieron, han caído en el militarismo, el verticalismo y el pragmatismo, se encuentran aisladas del resto de luchas por los cambios mundiales desde la caída de la URSS hasta ahora, empiezan a estar desmoralizadas y cunden en ellas las deserciones, y son la excusa perfecta para que el uribismo justifique sus crímenes y hasta los aumente, a la vez que pone en serios aprietos a la «oposición democrática». Estos críticos terminan diciendo que si las FARC-EP empezasen un debate internacional y nacional sobre las condiciones políticas, económicas y militares para dejar las armas, pondrían al régimen uribista en dificultades.

28. Las FARC-EP y el conjunto de fuerzas revolucionarias latinoamericanas tienen argumentos sobrados para hundir estas críticas. Desde Europa y Euskal Herria sólo podemos añadir varias cosas sin mayor trascendencia. La primera es que tales ideas no son exclusivas contra las FARC-EP ni tampoco son nuevas, sino que son repetidas machaconamente contra otras fuerzas revolucionarias siempre que no se plieguen a los dogmas librescos de los autoproclamados «partidos dirigentes», «intelectuales independientes» o incluso «finos analistas». La soberbia de esta gente es tal que no duda en rozar la acusación de analfabetismo teórico a los movimientos de liberación nacional que no se ciñen a sus recomendaciones. Olvidan el principio marxista de aprender de las masas que luchan, de sus innovaciones y aciertos, y, por el contrario, se sitúan encima de ellas y desde la segura comodidad de la distancia imparten doctrina con sus gafas de plomo mientras el mundo real se dirige hacia combates aún más duros.

29. Lo segundo que hay que decir es que han perdido toda precaución metodológica ante la eficacia alienante y manipuladora de las industrias político-mediáticas y ante el fracaso de las propias convicciones. Sentados frente a las televisiones del imperialismo, leyendo la prensa de la «oposición democrática» y de colectivos afines, estos intelectuales terminan creyéndose la versión dada por la industria de la manipulación, con los retoques añadidos por los grupos afines a ellos. Y si la realidad no coincide con sus deseos y con esas versiones, peor para la realidad. Tesis idénticas se han sostenido y sostienen desde el dogmatismo stalinista hasta el trotskista, pasando por una amplia gama intermedia. Pero hay que decir que si los pueblos les hubieran hecho caso apenas habría habido procesos revolucionarios.

30. Lo tercero que hay que decir es que la propuesta de que las FARC-EP inicien un amplio debate internacional y nacional para concretar las condiciones de su abandono de las armas no pasa de ser una filigrana escapista para eludir el asunto decisivo: cómo prepararse para vencer a los planes contrarrevolucionarios que el imperialismo está ideando en las Américas, con la colaboración de las burguesías autóctonas, de sus fuerzas armadas legales, privadas e ilegales, con la extensión creciente de las redes del narco-tráfico y con el apoyo de otros servicios secretos internacionales. Al margen de cómo evolucionen estas variables, siempre hay que aplicar el sabio criterio leninista de prepararse para lo peor, para estar en condiciones de responder a las más duras acometidas del enemigo de clase, nacional y de sexo-género, criterio que no desprecia sino que exige que también haya alternativas menos duras, pero siempre manteniendo la independencia política propia.

31. Lo cuarto que hay que decir es que en el fondo de estas posturas existe una incapacidad absoluta para entender que, fuera de que se aplique o no la violencia de respuesta como lucha táctica, lo que debe debatirse es la idoneidad o no de la teoría marxista de «lo militar» en sus cuatro componentes básicos expuestos, como teoría surgida de las entrañas de las contradicciones sociales y que puede aplicarse total o parcialmente según las necesidades y circunstancias. Este es uno de los debates permanentes que recorren la historia revolucionaria desde que el marxismo inicial empezó a diferenciarse tanto del pacifismo como del blanquismo, por cierto y en este segundo caso, manteniendo siempre una profunda admiración y afecto personal hacia Blanqui, héroe revolucionario.

32. El parlamentarismo, la teoría de la «coexistencia pacífica», el academicismo y el reformismo eurocomunista, en síntesis, impusieron una visión claudicacionista al respecto, como hemos dicho al principio, que terminó en colaboración con las fuerzas represivas capitalistas para destrozar físicamente a las fuerzas revolucionarias que se negaban a aceptar el monopolio burgués de la violencia. Pero también desde las izquierdas revolucionarias que optaban por la llamada «violencia de masas» y criticaban la llamada «violencia individualista» o «pequeño burguesa», o simplemente «lucha armada», desde éstas hubo y sigue habiendo una oposición práctica y teórica justificada con el argumento de que «no existen condiciones objetivas» para dar el paso a la «violencia de masas» y menos aún a la «lucha armada».

33. La necesidad de una explicación teórica permanente sobre la dialéctica entre el arma de la crítica y la crítica de las armas, para utilizar los conceptos empleados por Marx, aparece expuesta ya en los primeros textos del marxismo. La experiencia acumulada posteriormente en todas las luchas sociales que han llegado a un nivel de antagonismo irreconciliable con el opresor es concluyente al respecto, mostrando la conveniencia de que las masas explotadas conozcan siquiera lo esencial de la teoría marxista de la violencia, de «lo militar» aunque no la practiquen. La conozcan en sus implicaciones psicológicas, es decir, que asuman conscientemente que puede llegar el momento que necesiten pasar a la autodefensa, que deben estar preparadas para eso con antelación, lo que requiere de un conocimiento teórico y de una preparación psicológica.

34. Recordemos lo sucedido al comienzo del fascismo, cuando bastaban muy pocos provocadores entrenados militarmente para destrozar a palos, con estacas y golpes, sedes y locales sindicales, socialistas y comunistas, lugares de venta de prensa y libros de izquierda o progresistas, asambleas y reuniones de trabajadores, manifestaciones enteras de hombres, mujeres y niños. La socialdemocracia y el stalinismo habían abandonado la preparación psicológica suficiente y el mínimo entrenamiento en autodefensa de la clase trabajadora. Los obreros pasivos, acobardados e inertes, pacifistas y parlamentaristas, echaban a correr, desperdigándose y asumiendo una catastrófica sensación derrotista, de inutilidad de toda resistencia, de resignación ante lo que se avecinaba.

35. Este ejemplo, que venía adelantado por el exterminio de los consejos obreros rojos y anarquistas, de los espartaquistas y comunistas desde 1918 a manos de los pre nazis en Alemania bajo la dirección socialdemócrata, se ha repetido con entristecedora y enervante frecuencia en el capitalismo posterior, y no sólo en Europa: recordemos a la China de finales de los ’20. La descarada opción procapitalista de la socialdemocracia y el interclasismo de la Rusia stalinista con la supeditación de la independencia política de la clase obrera a las exigencias de la «burguesía democrática y antifascista», el frentepopulismo, estas dos corrientes mayoritarias condujeron –con diversa responsabilidad– al movimiento obrero al pacifismo suicida; el primero de forma directamente teórica y política, el segundo de forma indirecta, con argumentos sobre la necesidad táctica de posponer la lucha revolucionaria a la previa salvaguardia de la «democracia».

36. Durante la guerra de 1939-45 en la Europa capitalista, buena parte de las izquierdas iniciaron tenaces luchas de liberación nacional contra el fascismo ocupante y contra los colaboracionistas internos, la mayoría burgueses y empresarios, pero también obreros y campesinos de extrema derecha. Guerras revolucionarias de liberación nacional y social que en 1945, al retirarse los invasores y con ellos bastantes colaboracionistas, crearon situaciones de doble poder, en las que el pueblo en armas era una de las dos autoridades, siendo la otra el ejército aliado bajo la dirección de los EEUU y Gran Bretaña; y en muchas más zonas en donde no se llevó al doble poder de facto, sí proliferaron verdaderos contrapoderes populares basados en las guerrillas armadas. La burguesía europea estaba muy desautorizada y deslegitimada ante el pueblo trabajador por su productivo colaboracionismo con nazis y fascistas. Las ocupaciones de fábricas abandonadas por los empresarios huidos o escondidos eran constantes. Si no estaban dadas ya las condiciones objetivas y subjetivas para una revolución social, faltaba poco para ello.

37. Como es sabido, los pactos entre la URSS y los EEUU, más la socialdemocracia y las Iglesias cristianas, salvaron a un capitalismo europeo en agonía. No nos extendemos en esta amarga experiencia general, excepto para recalcar dos cuestiones básicas para el tema que ahora tratamos: una, la deliberada destrucción de la memoria colectiva europea de estos acontecimientos, y otra, simultáneamente, la generalización de una ideología interclasista, pacifista y parlamentarista en extremo que, junto a lo anterior, creó una sociedad europea amorfa, progresista en la forma externa pero conservadora en el fondo. Las largas mayorías parlamentarias socialdemócratas, laboristas y de centro-reformista, ocultaban otra realidad que aparecería más tarde.

38. Los sacrificios heroicos de la lucha guerrillera, el colaboracionismo aplastante y masivo de las burguesías con los nazis, las situaciones de doble poder y contrapoder generadas en 1945, las ocupaciones de fábricas, la aplicación de la justicia popular contra los colaboracionistas, estas y otras muchas cosas fueron silenciadas y echadas al olvido mientras se desarmaba a las guerrillas y se obligaba a los trabajadores a aceptar la explotación capitalista. En su lugar se impuso una mezcla de amnesia social, silencio mediático y mentira descarada creada con las famosas «películas de resistentes» que volaban trenes y camiones nazis, pero que en modo alguno exponían lo que realmente ocurrió.

39. Simultáneamente, al calor de la denominada «guerra fría» y creando y manipulando el terror social a una guerra nuclear con la URSS, tanto la sociología como la teoría política y jurídica burguesas, crearon el mito antimarxista del supuesto «Estado del bienestar» (¿?), ocultando su naturaleza clasista e imperialista, ocultando las excepcionales condiciones históricas que lo habían propiciado, y ocultando que en otras zonas de la «Europa democrática» existían salvajes dictaduras fascistas. Los pactos interclasistas, el oportunismo calculador de la burguesía, la pasividad de la URSS y la presencia todopoderosa de los EEUU, garantizaron «la paz, la democracia y la ganancia» en la Europa capitalista.

40. Comenzó así el declive pre morten de los antaño poderosos partidos comunistas que vieron cómo la crisis de finales de los ’60 y comienzos de los ’70, generaba un movimiento de lucha que llegó a rozar momentos prerrevolucionarios y que les desbordó definitivamente. Su respuesta fue la clásica desde los años ’30: ponerse al servicio del capital, desmovilizar a los obreros que aún seguían creyendo en ellos como «vanguardia», y ayudar a reprimir a los revolucionarios, especialmente a los que optaron por la lucha armada. Años de parlamentarismo y aceptación incondicional de la ideología pacifista burguesa habían desarmado teórica, política y psicológicamente a amplios sectores de la clase obrera europea que, tras una participación inicial en las luchas y bajo las presiones conjuntos de sus dirigentes y de los burgueses, se desanimaron, se desmovilizaron y fueron incapaces de responder contundentemente a la ofensiva capitalista, al neoliberalismo, lanzada pocos años más tarde.

41. Especial mención hay que hacer aquí al Partido Comunista de España, cuya militancia había luchado con un heroísmo encomiable, sobre todo la guerrilla, y que fue luego abandonada y traicionada por una dirección política decisiva para el triunfo de la maniobra continuista del poder burgués, que abandonó algunas formas del franquismo, las inservibles, mantuvo sus aparatos fundamentales y creó otros nuevos, todos ellos protegidos por la corona dejada por el dictador Franco. Una sopa ecléctica de tópicos socialdemócratas, eurocomunistas y stalinistas formaba la «teoría» del PCE que justificaba la colaboración incondicional con la «burguesía democrática» y con las fuerzas represivas, bautizadas como «trabajadores del orden» (sic).

42. De esta forma, y por seguir con el ejemplo europeo, una gran parte, la mayoritaria, del movimiento obrero con cierta conciencia de clase no solamente fue abandonado a su suerte en lo teórico en el sentido marxista, sino que además fue presionado para que aceptara con más fuerza la ideología burguesa parlamentarista y pacifista. Semejante debacle fue reforzada indirectamente con la tesis de las izquierdas tradicionales de que no existían condiciones ni para la preparación psicopolítica de la militancia en lo tocante a la teoría marxista de la violencia, ni mucho menos para ejercitar formas de autodefensa colectiva como parte menor de la «violencia de masas», todo ello dentro de su rechazo absoluto a la «lucha armada individualista y pequeño burguesa». No pasaría mucho tiempo hasta que los restos de la izquierda tradicional, muy debilitados, abandonaran el concepto de «lucha armada» y aceptaran el oficial de «terrorismo», como lo exigía la clase dominante.

43. Además de en otras razones de peso que ayudan mucho a explicar la desaparición del PCI, y la práctica desaparición del PCF y del PCE, así como de otros muchos «partidos de vanguardia», y que explican también el rebrote del neofascismo y del fascismo, del autoritarismo más reaccionario gracias también a decenas de miles de votos ex comunistas de los cinturones rojos urbanos en proceso de desindustrialización posrfordista, además de estas razones, debemos considerar el efecto demoledor del parlamentarismo y del pacifismo burgueses sobre la muy precaria y débil base teórica, política y psicológica de los sectores más concienciados o menos aburguesados del movimiento obrero y revolucionario.

44. ¿Pudo el movimiento revolucionario haber evitado perderse en esta auténtica «vía muerte» que le condujo en buena medida a la estación final del capitalismo? Pienso que sí pudo evitarlo en mayor o menos medida, o que al menos sí hubiera podido mantener tras la derrota mejores condiciones subjetivas, de organización, de conciencia y de capacidad teórica, etc., suficientes como para, una vez reactivadas, haber respondido con mucha más contundencia y masividad a la ofensiva neoliberal. Es cierto que no se perdió todo, que el movimiento obrero europeo ha resistido a la defensiva en bastantes cuestiones, aunque es innegable que el retroceso en derechos y en condiciones de trabajo es apreciable. Pero no es este el momento para rozar la historia ficción, sumergirnos en elucubraciones fáciles y entrar en análisis más detallados que exigen rigor metodológico.

45. La pregunta es: ¿podrá el nuevo movimiento revolucionario que está emergiendo no cometer el mismo error estratégico si no aprende las lecciones aportadas por la teoría marxista de «lo militar»? Pienso que no, que volverá a repetirlo si no aplica las lecciones teóricas aprendidas a costa de tantas derrotas y también gracias a algunas victorias. Una de esas lecciones consiste en desarrollar una visión crítica muchos más plena de la unidad estructural entre guerra y capitalismo, en todos los sentidos. Otra consiste en actualizar la teoría marxista del Estado como centralizador estratégico de las violencias burguesas en cualquiera de sus múltiples e interactivas formas. Además, debe desarrollarse la teoría de las tácticas, desde las pacíficas y no violentas hasta las de autodefensa legal e institucional, pasando por la amplia gama intermedia. Por último, debe masificarse la ética de la resistencia, del derecho/necesidad a la rebelión.

46. Llegados a este punto y para ir concluyendo, la última pregunta es ¿qué aportan las FARC-EP teniendo en cuenta lo visto? Básicamente, tres cuestiones: Una, que frente a las muy previsibles realidades extremas de explotación a escala planetaria que el imperialismo está desarrollando, es más vital que nunca actualizar la dialéctica entre el componente de rebeldía inextinguible dispuesta a los más heroicos sacrificios y el componente de búsqueda de soluciones democráticas mediante el diálogo y la negociación entre las partes, o sea, la famosa dialéctica reforma/revolución, entre programa-mínimo y programa-máximo, etc. Esta dialéctica es consustancial a la teoría marxista de la violencia, y sólo se escora hacia un lado u otro cuando la evolución de las contradicciones internas a la totalidad del problema del que se trate, ha llegado a un punto crítico de no retorno, momento en el que se produce un salto a otra situación.

47. Tanto en los «pequeños» conflictos, en los individuales, en los mal denominados «privados», como en los «grandes», en las luchas sociales a gran escala, en estos extremos y en los intermedios, la dialéctica reforma/revolución actúa siempre, siempre está activa, excepto en las situaciones de terrorismo de Estado, fascista y salvaje que impide cualquier intento de conversaciones, no siquiera de contacto entre explotadores y explotados. Puede haber períodos relativamente largos en los que tal dialéctica no esté activada por determinadas circunstancias, pero por la misma lógica interna del conflicto tiende a surgir, sea impulsada por una o otra parte, o por ambas sobre aspectos secundarios o decisivos. La experiencia muestra que estos procesos se han dado incluso en los peores momentos de los conflictos más ensangrentados, aunque por razones obvias sean los explotadores e invasores quienes los oculten o los desvirtúen.

48. Dos, la dialéctica reforma/revolución, en modo alguno sostiene que el programa-máximo, la socialización de la propiedad privada, la extinción de Estado, etc., garantice automáticamente la esperanza de su logro pacífico. No. Aunque desde su mismo origen, el marxismo ha reconocido la posibilidad y la voluntad del tránsito pacífico al comunismo, siempre ha añadido de inmediato que tal posibilidad es la más remota, lábil y fugaz de todas, casi imposible de facto, una rara y anormal singularidad histórica, mientras que lo más probable, casi lo ineluctable, es que la burguesía resista hasta el final de sus días recurriendo como siempre a todas las violencias imaginables e inimaginables. Por tanto, hay que estar preparados psicológica y materialmente para lo más duro, aunque se explore la vía negociada, reformista y pacífica hasta agotarla. Las FARC-EP, como marxistas, saben que cuanto más eficaz y potente sea la preparación para lo más duro, más posibilidades habrá de acortar al mínimo las situaciones de dolor y sufrimiento inevitables a cualquier conflicto violento, por desgracia.

49. Esta lección cobra mayor trascendencia en la actualidad cuando a la burguesía le urge llevar su dominación a lo más recóndito de lo humano. Las personas han de conocer las dinámicas, fluctuaciones y desenlaces posibles de las luchas que iniciarán en defensa de sus derechos cada día más perseguidos. Han de saber cómo prepararse con antelación, mentalizarse colectiva e individualmente para resistir lo peor, aprender de otras luchas para evitar repetir sus errores, y han de estudiar la mejor o menos mala y dolorosa de las soluciones posibles. No pueden iniciar resistencias desde la ignorancia histórica más supina, y menos desde la ideología pacifista y parlamentarista burguesas que les encadenan mental y materialmente. De hacerlo, repetirán los errores del pasado y volverán a ser engullidas por el agujero negro del capitalismo. La continuidad de las FARC-EP es, en este sentido, una preciosa lección.

50. Tres y último, la tendencia al caos en la que nos ha sumergido el capitalismo supone, entre otros muchos desastres, también el del aniquilamiento de las culturas, lenguas e identidades de los pueblos –por tanto de ellos mismos– que se resisten, nos resistimos, a ser desintegrados como tales y luego transformados en simple mercancía a disposición del beneficio burgués. Las FARC-EP son muy conscientes del peligro real que se cierne sobre los pueblos de la Américas y de la humanidad entera. La insistencia que ellas y otras fuerzas revolucionarias hacen en sintetizar los aportes del bolivarismo, del pensamiento de Martí y de otros próceres, con el marxismo y el socialismo, esta tarea posee un decisivo contenido emancipador pues aúna lo bueno, democrático, progresista y revolucionario de los pueblos explotados al borde de su extinción.

51. Cuando la cultura burguesa se escora hacia lo irracional, mistérico y esotérico, reforzando el fundamentalismo cristiano y sus dogmas más oscurantistas y machistas, a la vez que la casta intelectual permanece ciega, muda y sorda ante esta debacle o la apoya sutilmente o con descaro; mientras la guerra, el hambre, la enfermedad y la catástrofe ecológica, los nuevos jinetes del Apocalipsis, cabalgan por el mundo, la (re)construcción democrática de las culturas populares y su inserción práctica en la lucha revolucionaria aparece como una de las prioridades urgentes incluso dentro del capitalismo imperialista, «céntrico» o del «norte».