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Las insostenibles finanzas que inflan las burbujas de la Inteligencia Artificial

Fuentes: Ganas de escribir

Hace unos días comenté en otro artículo las tres grandes burbujas que se están generando en torno a la Inteligencia Artificial (IA). Hoy te voy a mostrar con más detalle cómo se forma la financiera y creo que así verás por tu propia cuenta y sin necesidad de muchas explicaciones por qué tiene que explotar inevitablemente.

Como dije, las grandes empresas tecnológicas están recurriendo a todo tipo de recursos para poder financiar inversiones multimillonarias que no sólo no les proporcionan beneficios, sino que incluso las hacen entrar en pérdidas, actualmente, y que tampoco es seguro que puedan dárselos a medio o largo plazo.

Puse como ejemplo a OpenAI, la empresa dedicada a crear y vender modelos de IA y, en concreto, las diferentes versiones del popular ChatGPT. En este año 2025 tendrá unos 10.000 millones de dólares de ingresos y perderá la mitad, 5.000 millones. En esta situación, sin embargo, ha anunciado contratos inmediatos por valor de un billón de dólares. Y su director ejecutivo, Sam Altman, comunicó hace poco a sus empleados que la empresa quería construir, de aquí a 2033, 250 gigavatios de nueva capacidad informática, lo que podría costar más de 10 billones de dólares.

Puesto que las grandes tecnológicas involucradas en la carrera por desarrollar la IA no generan por ellas mismas suficientes recursos para financiar las inversiones ingentes que se precisan, la otra burbuja de la que también hablé en el anterior artículo, tienen que endeudarse. Lo están haciendo en cantidades tan inmensas que se ven obligadas, como igualmente señalé, a ocultarlas de sus balances, recurriendo para ello a todo tipo de trampas contables, y a la creación de productos de ingeniería financiera que (como pasaba con las hipotecas basura que acumulaban los bancos antes de la gran crisis de 2007) trasladan el riesgo a otros sujetos. Su realidad contable se acabará descubriendo, poniéndose de manifiesto su verdadero valor; y la difusión del riesgo sólo conseguirá que el daño se extienda mucho más si el fallo se produce, como pasó a partir de 2007 cuando la basura financiera acumulada y difundida por la banca no sólo le afectó a ella, sino a toda la economía.

Sin embargo, ni siquiera multiplicando la deuda es suficiente para obtener la gran cantidad de recursos que requieren las inversiones ingentes necesarias para que cada gran empresa trate de lograr ventaja sobre las demás en su alocada carrera por dominar el desarrollo de la IA. Han ido aún más lejos creando una extensa trama para financiarse entre ellas sin necesidad de tener dinero. Aunque los detalles son complejos y difíciles de asmiliar para quien no conozca con detalle el mundo de las finanzas, lo fundamental del entramado y su peligro son fáciles de entender.

Las grandes tecnológicas no obtienen recursos, como podía pensarse y ocurría en la economía tradicional, de los resultados de su propio negocio, sino de las cotizaciones en bolsa de sus acciones, las cuales pueden hacer que suban y bajen artificialmente, simplemente anunciando expectativas de contratos, negocios o beneficios futuros, aunque sobre su certeza o éxito no haya seguridad alguna.

Para ello, además, se pone en marcha lo que se llama un esquema circular basado en la financiación que las empresas proporcionan a sus propios proveedores y clientes, gracias, como acabo de decir, al dinero que brota de la subida que ellas mismas provocan en las cotizaciones en bolsa de sus acciones.

Esto es lo que ha ocurrido recientemente: Nvidia que vende chips anuncia que invertirá hasta 100 000 millones de dólares en Open AI para que esta se los compre por el mismo valor. A su vez, para producir sus modelos usando los chips de Nvidia, OpenAI anuncia un acuerdo de 300 000 millones de dólares con Oracle para construir más centros de datos. Y para ponerlos en funcionamiento, Oracle compra los chips de Nvidia. Por otro lado, OpenAI anuncia y firma un contrato con AMD que también fabrica chips, y adquiere una participación del 10 % de su capital. Al mismo tiempo, Nvidia invierte 100 000 millones de dólares en OpenAI. Y en medio de todo ello está Microsoft, uno de los principales accionistas de esta última, fuente del 20% de los ingresos de Nvidia, y también cliente de CoreWeave, una empresa de computación en la nube con IA en la que Nvidia posee una participación significativa.

Todas esas interrelaciones se traducen en un entramado societario circular que se autoalimenta y que hace que la suerte, el éxito o el fracaso de cada empresa, dependan de las demás. El riesgo, por tanto, se multiplica.

Las propias empresas incrementan el riesgo y lo asumen porque es gracias a ello que se financian pues, como he dicho, basta con el anuncio de cada una de esas operaciones o contratos para que se produzcan aumentos espectaculares en la capitalización de las empresas. El de OpenAI con Oracle hizo que las acciones de esta última subieran más de un 40 % en un solo día, el 10 de septiembre pasado, añadiendo unos 240.000 millones de dólares al valor de mercado de esta segunda compañía. Y el de OpenAI casi se ha duplicado, gracias a esos procedimientos, en menos de un año.

La existencia de una burbuja financiera en torno a la IA es indiscutible. En lo que va de 2025, las ganancias de las cotizaciones de las empresas que la desarrollan han representado el 80 % de las de todas las acciones estadounidenses. Y la separación entre el precio de las acciones y el valor contable de las empresas tecnológicas es actualmente 17 veces mayor que el registrado cuando estalló la burbuja de las puntocom de 2000 y cuatro veces superior a la de las hipotecas basura de 2007.

A todo lo anterior hay que añadir algo que incluso parecerá todavía más surrealista. Muchas de esas operaciones y contratos se realizan, en realidad, sin ni siquiera poner dinero. El acuerdo entre OpenAI y AMD que he mencionado, para que la segunda proporcione a la primera procesadores de inteligencia artificial por valor de 100.000 millones de dólares, se «paga» mediante los llamados «warrants». Es decir, unos títulos que emite AMD por los que concede a OpenAI el derecho a comprar hasta 160 millones de sus acciones si cumple las condiciones de compra establecidas. Y, en cualquier caso, gracias al llamado «dinero financiero», el medio de pago que simplemente procede de canjear acciones cuyo valor en bolsa se eleva artificialmente.

Lo que se está comprando y vendiendo para financiar el crecimiento en burbuja de la IA es humo, acciones sobrevaloradas, deuda sin seguridad de que vaya a ser devuelta, puro papel, como son los billetes del juego del monopoly que nos distraía de pequeños. Sin que nadie se pregunte qué está sucediendo, de dónde vienen y para qué sirven realmente las cosas tangibles que sirven de excusa para acumular inversiones desmesuradas, deuda que no se podrá pagar y títulos financieros de alto riesgo y sin respaldo en valor real. El caso de la inversión en ChatGPT es significativo: la inversión que necesitó su versión 3 fue de 50 millones de dólares, el 4 ya costó 500 millones y el último ChatGPT-5 ha costado 5 000 millones, sin que sus ventajas estén claras o sean proporcionales a ese incremento de coste.

De lo que acabo de exponer resumidamente se podrían sacar tres conclusiones principales:

– Las empresas que logren convertir en realidad su sueño de dominar su respectivo mercado, consiguiendo imponer a las demás su dominio tecnológico, habrán triunfado, como le sucedió a las que sobrevivieron a las burbujas tecnológicas anteriores. Pero, tal y como se está desarrollando la carrera, será inevitable que dejen a su alrededor un reguero de destrucción en forma de otras empresas arruinadas y de capitales desperdiciados.

– Si, por el contrario, alguna de esas grandes empresas tropieza por el camino, se llevará consigo a las demás y la debacle será mucho más grande que cualquiera de las que hasta ahora hemos conocido, dada la magnitud de los capitales en juego.

– La acumulación exagerada de inversiones en IA y en el sector tecnológico en general está absorbiendo una cantidad de recursos tan grande que provoca escasez en el resto de los sectores. Si se sigue así, las economías (empezando por la de Estados Unidos) comenzarán a sufrir muy pronto un declive productivo que producirá desindustrialización, desempleo, recesión y crisis.

Todo lo anterior no es nuevo. Es, en realidad, una expresión más de que el capitalismo funciona a base de oleadas de destrucción creativa, como explicó muy bien el genial economista austriaco Joseph A. Schumpeter. Es decir, produciendo innovaciones que se consolidan destruyendo lo anterior.

En esta ocasión, sin embargo, hay una diferencia. En China, el proceso de innovación y desarrollo de la IA se está llevando a cabo de otro modo, con planificación y, por tanto, sin generar la sobreinversión, una burbuja en sí misma y que provoca, como hemos visto, otra financiera, bursátil y de deuda. Por eso allí se desarrolla la IA con más rapidez, a mucho menor coste y más eficacia y, por tanto, sin provocar la destrucción y la crisis que producirá la burbuja occidental cuando estalle. Esa es también la razón por la que las grandes tecnológicas occidentales tienen tanta prisa y aceleran sin parar. Tratan de evitar que China llegue primero, pero esa aceleración, en lugar de asegurarle el éxito, es lo que adelanta la explosión de la burbuja.

PD. Precisamente por haber explicado los procesos de destrucción creativa con modelos matemáticos sofisticados han recibido el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel los economistas Philippe Aghion y Peter Howitt,

Fuente: https://juantorreslopez.com/las-insostenibles-finanzasque-inflan-la-burbuja-de-la-inteligencia-artificial/