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La frontera y el tráfico de drogas en la música mexicana

Las notas rojas del narcocorrido

Fuentes: Diagonal

El narcocorrido es noticia por la línea que separa la apología de la violencia y la libertad de expresión. Hacemos un breve repaso por algunos de los grupos y temas que configuran una música conocida sobre todo por las leyendas que la rodean.

 

Por ambición al dinero/
me metí en el contrabando
no soporté la pobreza/
las promesas me cansaron.

Me estaba muriendo de hambre/
y todo por ser honrado.
Al igual que muchos otros/
tengo derecho a la vida
hoy tengo mucho dinero/
y vivo como quería
sigo siendo agricultor/
nomás cambié la semilla.

[…] No se me espanten señores/
yo sólo ando trabajando
y al país traigo divisas/
y empleos estoy generando
si hay otros peores que yo/
y hasta los andan cuidando.

El agricultor (Interpretada por Los pumas del norte)

Cuando, en la década de los ’70, los corridos comenzaron a abordar el tema del narcotráfico y las hazañas de quienes se hallaban involucrados, su difusión jamás fue cuestiona por sector alguno de la sociedad; pero también en aquel entonces el narcotráfico no era percibido como un problema de dimensiones potenciales. El fenómeno en el que posteriormente se convirtió fue generando, como consecuencia lógica, un rico caldo de cultivo en el que los autores de corridos comenzaron a chapucear para realizar sus primeras composiciones. Décadas después los corridos con este tipo de temática proliferaban, lo que llevó a que se consolidara el subgénero que hoy se conoce como narcocorrido.

Aparecido a finales del siglo antepasado, el corrido -también conocido en algunos estados del país como bola suriana- es un género musical con características épico-lírico-narrativas, con una clara influencia del romance español y cuya intención primigenia era relatar de manera exaltada tanto las proezas de ciertos personajes, como acontecimientos de trascendencia social.

Como fuente inagotable de tradición oral el corrido se ha referido a los temas más variados: desde los típicos Revolucionarios, La toma de Zacatecas; pasando por Próceres, La tumba vacía; Cristeros, Quirino Navarro; Fusilamientos, Benjamín Argumedo; Valientes, Valente Quintero; Bandoleros, Dos amigos; Carcelarios, La cárcel de Cananea; Caballos, El caballo blanco; Tragedias Pasionales, El mero día de San Juan; Venganzas, Venganza de Alonso; injusticia social, Luto en Guerrero; política, El circo; hasta, por supuesto, el Narcotráfico.

El narcocorrido comenzó a tener una muy fuerte aceptación primeramente en estados del norte del país y en ciudades de Estados Unidos, donde existe una intensa población de origen mexicano, como Los Ángeles y Chicago -desplazando a géneros como el Tex-mex y la música grupera-. Posteriormente su éxito se fue extendiendo hasta el extremo sur de la República Mexicana, centro y sur de América; a tal grado que en países como Colombia comenzaron a tocar grupos que abordaban las gestas de los narcos de la región.

Dentro de los músicos que han hecho (o hicieron) del narcocorrido una renovada forma de manifestación musical, de los más importantes e influyentes se encuentran Chalino Sánchez, Los Cadetes de Linares y Los Tigres del Norte, sólo por mencionar algunos.

El de Chalino Sánchez fue un caso en verdad excepcional. Oriundo del norteño estado de Sinaloa [1], Chalino fue un corridista que interpretó temas -muchos de ellos «por encargo» [2]- de personajes «denodados» envueltos en situaciones siempre de mucha violencia. Violencia que, por cierto, vívidamente estará presente en el propio entorno de Chalino, pues cuando daba uno de sus conciertos, en California, repelió desde el escenario con un arma de fuego a un agresor que intentó asesinarlo. Sin embargo, el 16 de mayo de 1992 no correrá con la misma suerte. Un día después de haber recibido, tras terminar un concierto, una nota con amenazas de muerte, es ejecutado en Culiacán, Sinaloa, a la edad de 32 años. Como suele suceder con los artistas que perecen en pleno ascenso de su carrera, la fama y venta de sus discos aumentó considerablemente [3].

Los Cadetes de Linares (originales [4]) son un referente obligado en la música norteña. Formados en Linares, Nuevo León, por Homero Guerrero, el grupo norteño se convirtió en uno de los más escuchados y afamados en la década de los setenta. Con mucha menos fama hoy en día, el grupo volvió a ser noticia cuando en diciembre del año pasado fueron detenidos por haber participado -junto a los grupos Los Bravos del Norte, Ramón Ayala [5] y Grupo Torrente- en una narcofiesta organizada en una mansión de Tepoztlán, Morelos, por Édgar Valdés Villarreal, ‘La Barbie’, jefe de sicarios del cártel de los hermanos Beltrán Leyva.

Los Tigres del Norte, también conocidos como «Los ídolos del pueblo», son el grupo norteño con mayor trascendencia y proyección a nivel nacional e internacional, y su relación con el narcocorrido tiene sus antecedentes en la interpretación de lo que se convertiría en el hito de este subgénero musical: Contrabando y traición [6]. Pero el repertorio de este grupo nacido en San José, California (EE UU), no está conformado únicamente de narcocorridos, sino también de temas con un fuerte contenido social y político [7]; haciendo un énfasis de manera muy especial en las historias que hablan sobre los problemas a los que se enfrenta tanto la comunidad méxico-americana como aquellos mexicanos que intentan atravesar de mojados (ilegales) hacia EE UU. Vivencia que los integrantes del grupo, casi todos hermanos, experimentaron en carne propia cuando tuvieron que emigrar de su natal Rosa Morada, Mocorito, Sinaloa, hacia EE UU en busca busca de mejores oportunidades.

Pero también existen aquellos grupos norteños que han visto en el narcocorrido un camino para intentar hacerse de popularidad, muchas veces apoyándose en letras con un contenido soez y nefario, donde la apología de violencia y consumo de drogas es totalmente explícito (como es el caso de Los capos de México, Los amos de Nuevo León, Grupo Marrano y Larry Hernández). Temas, aseguran las autoridades, altamente nocivos, sobre todo para los jóvenes que, en este caso, son los más vulnerables. Situación que motivó a que en meses pasados una fracción del derechista Partido Acción Nacional (PAN) de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión presentara una iniciativa de ley para sancionar hasta con tres años de prisión a quienes realicen apología del delito mediante la difusión de narcocorridos en medios electrónicos o por internet.

Y «como ejemplo de la nociva influencia de los narcocorridos en la sociedad», la propuesta de reformas al Código Penal Federal y al Código Federal de Procedimientos Penales citó la declaración ministerial de un joven sicario detenido por la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada: «Originario de Sinaloa, Víctor Javier Serrano, El G1, reconoció su vinculación y deseo de pertenecer al crimen organizado, ‘porque le gustaban mucho los corridos y siempre soñó con que a él le hicieran uno’. Al momento de su detención, a El G1 se le encontró una ametralladora Barret, conocida como ‘tumba-aviones’, y admitió que aspiraba a derribar helicópteros de la seguridad pública. Serrano participó en la ejecución de más de 30 personas y ordenó matar a sus enemigos, la mayoría menores de edad.

Sanciones que desde el 2001 el gobierno ya ha venido aplicando: desde este año a la fecha el Gobierno ha amonestado a 71 emisoras radiofónicas del país por difundir narcocorridos, con base a la Ley Federal de Radio y Televisión de 1961; que en su artículo 63 prohíbe «las transmisiones que causen la corrupción del lenguaje y las contrarias a las buenas costumbres, ya sea a través de expresiones maliciosas o haciendo apología de la violencia o del crimen».

Es indudable que el narcotráfico ha crecido de forma cancerígena en nuestro país, que la violencia intrínseca ahora no sólo mancha las ciudades fronterizas y que los muertos ya no son sólo producto de la venganza entre cárteles, pero recurrir a la prohibición de la creación y difusión de los narcocorridos significa una grave violación al derecho de la libertad de expresión. Maniobra desesperada que además evidencia no sólo la ineptitud de las autoridades, sino la hipocresía y falsa moral de los políticos, ya que son éstos quienes más nexos suelen tener con el narcotráfico.

En su libro El corrido mexicano, Vicente T. Mendoza vaticinó la «decadencia y próxima muerte del corrido, como género genuinamente popular». Es verdad que las estólidas, ramplonas y culteranas letras de varios grupos han contribuido en mucho a la decadencia y desprestigio de este subgénero, pero asimismo existen aquellos grupos que intentan y consiguen mantener una frescura, fluidez y originalidad en sus letras, reivindicando el aspecto popular y creativo que les dio origen; pero sobre todo reflejando una realidad que aunque cruenta y dolorosa no deja de ser verdad.



[1] Estado donde nace una de las organizaciones delictivas más sólidas dedicadas al tráfico de narcóticos: el Cártel de Sinaloa. Encabezado por Joaquín El Chapo Guzmán e Ismael El Mayo Zambada. El primero fue capturado en 1993, pero el 19 de enero de 2001 se fuga del Penal de Alta seguridad de Puente Grande, Jalisco; aún continúa prófugo

[2] La vida, siempre sobredimensionada, de los personajes que musicalmente se narran en los corridos puede generar tanto impacto y fascinación, que hay quien ha pagado pare ser el protagonista de algún de éstos.

[3] Su vida y violenta muerte será motivo y pretexto para que se compusieran ¨El corrido de Chalino Sánchez, de El monarca de Sinaloa, o La muerte de Chalino Sánchez, de Pepe Cabrera. El corridista hecho corrido.

[4] En 1982, después de la muerte de su fundador Homero Guerrero, el grupo se diluyó oficialmente; pero Lupe Tijerina, la otra parte del dúo, invitó a su compadre Rosendo Cantú para continuar tocando con el nombre de Cadete de Linares. Posteriormente Rosendo se separa de Tijerina para formar Los Cadetes de Linares de Rosendo Cantú. Poco después comenzarán a aparecer un sinnúmero de bandas norteñas con el nombre de Cadetes (http://www.milenio.com/node/252965).

[5] Con una muy destacada trayectoria, este cantautor conocido como el Rey del acordeón, originario de Monterrey, Nuevo León, es también uno de los más notables representantes de la música norteña (entre los que se encuentran algunos narcocorridos).

[6] Como tema de inspiración, Contrabando y Traición ha llevado al rodaje de películas (de muy pésima calidad, por cierto), así como de la famosa novela de Pérez-Reverte, La reina del sur.

[7] Algunos ejemplos: César Chávez, sobre el activista y líder campesino mexico-americano y uno de los fundadores de la Asociación Nacional de Trabajadores del Campo (NFWA, por sus siglas en inglés), símbolo de resistencia chicana e hispanoamericana en los años 60; El Prisionero, sobre crímenes cometidos por y en contra de políticos mexicanos; El niño de la Calle, sobre los hijos de migrantes que terminan abandonados en la frontera norte; Las mujeres de Juárez, sobre el grave problema de la desaparición y asesinato de mujeres en la fronteriza Ciudad Juárez, Chihuahua.

 

http://www.diagonalperiodico.net/Las-notas-rojas-del-narcocorrido.html