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Las políticas del péndulo

Fuentes: Mundo Obrero [Imagen: Mujer con burkini. Créditos: Myousry6666 CC BY-SA 4.0, tomada de Mundo Obrero]

Parece que la izquierda atraviesa un triste desierto ideológico, que el mantra del peligro a la ultraderecha se está convirtiendo en nuestra única musa ideológica y activista.


Vivimos tiempos de confusión ideológica en los que muchas veces parece que la izquierda, para posicionarse, necesita utilizar como referente lo que hace la ultraderecha. Ante una ausencia de análisis o de programa, proponer lo contrario que la ultraderecha puede ser la solución fácil e infalible. Veamos algunos ejemplos.

En Cataluña, Silvia Orriols, la líder del partido ultraderechista catalán Alianza Catalana, propuso la prohibición del velo islámico en espacios públicos y en la escuela. También reclamaba derogar la normativa que permite el uso del burkini en las piscinas públicas y privadas de uso comunitario. Su propuesta no salió adelante, pero logró también el apoyo de Vox con algunos cambios. Independiente de que su motivación sea xenófoba, es una realidad que el velo islámico es un signo de opresión religiosa de las mujeres. De hecho la izquierda no cesa de denunciar su imposición en países como Irán.

Sin embargo, aquí, la izquierda no podía coincidir con la ultraderecha, y ERC y los Comuns se posicionaron contra la propuesta de Alianza Catalana argumentando que los valores occidentales defienden la libertad religiosa.

Del mismo modo, en un programa matinal de Televisión Española en Cataluña, Café d’idees, un magazín de actualidad presentado por Gemma Nierga, y al hilo de esa discusión, para confrontar a la ultraderecha trajo al plató a la economista Najia Lotfi (“especialista en Economía y Finanzas Islámicas”, se presenta, porque parece que la economía cambia según cuál sea tu dios). Lotfi, cuyos libros sobre «finanzas islámicas» se publican en editoriales de izquierda, afirmó que “el burka es más cultural que religioso. (…) quieren ir así las mujeres”, refiriéndose a las mujeres afganas.

Como la ultraderecha prohibía el velo islámico, lo progresista tenía que ser aprobar el burka en Afganistán.

No sé si la motivación de Alianza Catalana era xenofobia contra el islam, pero su argumentación se amparaba en la defensa de un “estado laico y aconfesional”, la “seguridad pública”, y la “dignidad de la mujer”, para promover la prohibición. Pero parece que el “cordón sanitario” contra el fascismo requería irse al otro lado y apoyar el burka en las piscinas.

Entonces me acordé de una anécdota en un pueblo de Albacete de larga trayectoria comunista y, por tanto, laica y anticlerical, Villamalea.

Primero hubo dos encuentros abiertos a todo el mundo para conocer, por un lado, la iglesia y, por el otro, la mezquita. El trabajador social dijo que se hacía “con una idea muy cultural y explicativa, para que los interesados supieran cómo es cada templo y qué hay dentro”.

Al finalizar la visita, el imán invitó a quienes quisieran ver cómo rezaban, en un área para no interrumpir. Varios vecinos se quedaron. “Fue muy bonito porque al terminar les aplaudieron”, explicaba el trabajador social.

La euforia celestial fue creciendo y, fruto de estas conversaciones, decidieron invitar a otras religiones del municipio, y así fue como se unieron evangelistas, ortodoxos y greco-católicos y se fijó un día para hacer una jornada interreligiosa donde “cinco mujeres, harían cada una un rezo, una explicación o una lectura de su religión que hablara de la paz”, dice el trabajador social, empleado público de nuestro Estado laico.

Acordaron que fuese después del Ramadán y durante la Cuaresma. Ya saben, un mundo que gira en torno a lo supraterrenal.

De modo que ahí tenemos a un pueblo históricamente comunista, presentándose como vanguardia religiosa organizando misas, rezos, lecturas de textos sagrados, visitas a iglesias y mezquitas, y apologías de curas e imanes. Todo ello organizado por los empleados públicos y con presupuesto público.

Otro tema en el que también parece que la izquierda ha optado por la política del péndulo, es decir, si la derecha o cualquier otro “enemigo” dice esto es que nosotros debemos decir lo contrario, es sobre la obesidad.

Una empresa farmacéutica difundió una campaña publicitaria en la que señalaba que la obesidad es “una enfermedad” y que “puede matar”: “Es un problema de salud, no de estética. Y sigue expandiéndose mientras discutimos cómo hablar de ella”, concluía el anuncio. La campaña estaba avalada por una asociación de personas con obesidad y varias sociedades científicas.

Inmediatamente surgieron las voces progresistas denunciando la gordofobia de la campaña de la empresa.

No seré yo quien piense que esa firma comercial se mueve por valores filantrópicos y no busca conseguir beneficios, obviamente no es así, el problema es si la izquierda cree que su posición hacia el tema debe ser precisamente el opuesto porque alguien gana dinero diciendo que la obesidad es un problema para la salud.

La portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales (SEMG), otra de las organizaciones que avaló el anuncio, recuerda que es la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) “quien califica la obesidad como una enfermedad y alerta de las graves consecuencias que tiene para la salud”. “Por eso que nosotros en el congreso [de la sociedad científica, celebrado recientemente] decíamos que no es un problema estético”, argumenta.

Pero la izquierda prefirió aplaudir a la humorista Lalachus, con claro sobrepeso y habitual colaboradora en La Revuelta. En el programa, con el aplauso de presentadores y público, denunciaban el anuncio como gordofobia y rieron de su comentario diciendo “la turra que están dando, y dejad en paz a la gente que solo quiere trabajar y ser feliz”. Todo ello muy difundido en las redes de TVE.

Por supuesto, a nadie se le podía ocurrir asociar el sobrepeso de la actriz Itziar Castro (1,62 de altura y 130 kilos de peso) con su muerte con 46 años. Castro decía estar orgullosa de su peso y de su físico. “La actriz apareció en primera página de una revista desnuda, mostrándose tal como es: una mujer orgullosa”, decía la prensa. Lo progresista era aplaudirle por ello. Es evidente que no es aceptable humillar o despreciar a una persona por su sobrepeso, pero tampoco hacerle creer que es motivo de orgullo.

Eso de apuntarse desde la izquierda al bando contrario de las empresas y multinacionales también motivó que muchos sectores libertarios renegaran de las vacunas argumentando que son un negocio de las empresas. Con el mismo criterio podrían renegar de los cascos en las motos o de los abrigos en invierno, detrás de lo cual siempre hay empresas y beneficios. Por cierto, las vacunas cubanas y chinas no son de ninguna empresa capitalista.

En conclusión, parece que la izquierda atraviesa un triste desierto ideológico, que el mantra del peligro a la ultraderecha se está convirtiendo en nuestra única musa ideológica y activista, y que, de ese modo, basta con hacer y decir lo contrario, la política del péndulo, para encontrar nuestro lugar en la política. Pues algunos creemos que no, que la izquierda se debe caracterizar por su pensamiento, sus análisis y sus propuestas propias, sin importar quién coincida y quién no, y con qué intereses se muevan los otros.

Fuente: https://mundoobrero.es/2025/10/14/las-politicas-del-pendulo/