Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Palmira, distrito de Homs, Siria
El autor, aparentemente, siempre calcula mal las realidades de la vida. Por ejemplo, se hizo ilusiones recientemente al creer que los miembros de Hizbulá son los conductores más indómitos, afortunados y rápidos desde los sitios arqueológicos en Baalbek en el Valle Bekaa en el Líbano, o para un viaje rápido a la encantadora aldea de Britel, en los suburbios del sur de Beirut. Incluso si uno toma una furgoneta pública de pasajeros (la tarifa es de solo 7,50 dólares) y el conductor es pro resistencia, como es usualmente el caso, el viaje tarda solo un poco más que la mitad del tiempo con un conductor de furgoneta libanés «normal». Pero esos «muchachos H» como frecuentemente se refieren a ellos los estadounidenses que viven en Dahiyeh le recuerdan a uno algunos de los más lentos conductores de las carreteras dominicales del sur de Iowa en comparación con la forma en que algunos taxistas sirios conducen estos días, particularmente de noche, en las principales carreteras de Siria, como me acaban de recordar.
Otro día de 20 horas (28.03.2014) dominadas en ciertos momentos críticos por mi casi demencial, pero apaciguador y encantador, taxista. El día comenzó bien al salir de Damasco al alba hacia Palmira, nombrada en 1980 uno de los seis sitios «Patrimonio de la Humanidad» de Siria, ubicada en el desierto sirio. Nos aconsejaron que tomáramos la carretera M-5 de Damasco a Homs y luego nos dirigiéramos al oeste hacia Irak, aunque el trayecto es más de 100 km más largo que la ruta normal de Damasco hasta el sitio arqueológico. Durante muchos siglos, Palmira (oasis con Palmeras) fue un punto vital de detención para las caravanas que cruzaban el desierto sirio y obtuvo el título de «Novia del Desierto» por su belleza. En días previos a la crisis cuando había verdaderos turistas, cientos de personas visitaban cada día los lugares arqueológicos de Palmira y los buses turísticos solían usar mi ruta preferida. Pero actualmente algunos sujetos de Daesh y Jabhat al Nusra han cortado la carretera y mi conductor (y el ejército sirio) no estuvieron de acuerdo con esa ruta más corta y más directa, de modo que guardé silencio.
Honrado porque me permitieron visitar los sitios arqueológicos dañados de Siria durante la actual crisis, como parte de un fascinante proyecto de investigación y acompañado a menudo por la seguridad del ejército sirio, pasar el tiempo visitando Palmira, fundada durante el II milenio a.C., con sus antigüedades de la edad de Bronce al período otomano y sus objetos culturales griegos, romanos y árabes es profundamente inspirador. Pero no menos inspirador a un nivel humano, en esta cuna de la civilización, es la dedicación, el trabajo esmerado, y a veces peligroso, de los sirios para preservar, proteger y reconstruir, donde sea posible, el patrimonio sirio. Que además es nuestro patrimonio global del que los sirios son custodios.
Como está cada vez más documentado, para gran crédito de la Dirección General de Antigüedades y Museos (DGAM) del Ministerio de Cultura, cientos de lugares del patrimonio mundial sirio, incluidos los declarados por la UNESCO como merecedores de protección internacional, están amenazados, dañados y en algunos casos sustancialmente destruidos.
En el distrito de Homs, uno de 14 distritos administrativos de Siria, hay amplio daño que va de la ciudad vieja de Homs a la recientemente liberada fortaleza romana, crac des chevaliers, 100 km al oeste a Homs, y de ahí a Palmira, 200 km al este de Homs y hacia la frontera iraquí. Ocupada durante diez meses por rebeldes islamistas y ahora bajo control del ejército sirio. Más hacia el este está Raqaa en Siria oriental, cerca de Irak y que se dice que está bajo el control duro, a menudo alimentado por la droga, de Daesh. Muchos otros sitios antiguos dañados todavía no pueden ser visitados por representantes del DGAM debido al control rebelde.
Una de las principales razones de esta catástrofe es la breve (y a veces más prolongada) pérdida del control gubernamental sobre áreas claves, una situación difícil que hace que sitios del patrimonio sean vulnerables a vándalos, ladrones y excavadoras pesadas, mientras al mismo tiempo quedan a disposición de milicias para su uso como campamentos o polígonos de tiro. Los esfuerzos son además complicados por el saqueo de los falsificadores y saqueadores, contrabandistas de antigüedades y operadores del mercado negro, así como ideólogos extremistas inclinados a la extirpación de monumentos invaluables. En general ese tipo de ataques se han perpetrado impunemente y el saqueo continúa en la actualidad. Sin más conciencia, sin un esfuerzo por movilizar al público internacional y sus gobiernos para que actúen, estos ataques contra el patrimonio cultural de Siria continuará has que quede poco que aprender de los objetos descontextualizados y arruinados.
Algunos de los daños más destructivos y angustiosos de los que se informó al autor en Palmira tienen que ver con el templo consagrado en el año 32 d.C. al dios semítico Bel. Fue adorado en Palmira con el dios lunar Agilibol y el dios sol Yarhibol y este trío formó el centro de la vida religiosa en Palmira y la amplia cultura del lugar.
El autor tomó notas cuando le mostraron el agujero en el muro sur del templo (aproximadamente 1×2 m) así como otro en el muro este del almacén de madera adyacente a la casa de huéspedes, a su lado sur (1,5 x 1,5 m aproximadamente). Además, varias columnas del pórtico sur del templo fueron alcanzados y dos se derrumbaron. El muro sur del templo sufrió el impacto de cientos de balas y muchos obuses en varios sitios; el muro oeste fue atacado desde el interior y el exterior; el muro norte fue dañado por dos impactos limitados y el muro este del templo sufrió dos grandes agujeros.
La columna de la esquina noreste del pórtico de la cerca del templo fue dañada y se pueden ver rastros de la quema del dintel del pórtico este del templo. Causaron más quemaduras en el muro norte y el muro este así como en la ventana sur del templo. Un guía del Museo de Palmira también me mostró y me permitió fotografiar las excavaciones dañadas e ilegales en el área de tumbas del sudeste y del sudoeste, daños y excavaciones ilegales en el Campo de Diocleciano, daño en los muros del Museo de Palmira y robos de antigüedades en el Oasis, en el Teatro, y la Casa de Huéspedes. Esta última fue ocupada por Daesh y/o Jablat al Nusra durante diez meses y robaron y la despojaron básicamente de todo incluyendo los cables eléctricos. Varias columnas de 13 metros de altura adyacentes a la Casa de Huéspedes también fueron atacadas en el verano de 2013 y varias de ellas fueron arrancadas a sus fundamentos. Numerosos impactos de obuses y balas cubren grandes áreas de las antiguas ruinas.
El director del impresionante Museo de Palmira, el doctor Khalil al Hariri, mostró al autor más de cien objetos invaluables que habían sido robados por rebeldes y recuperados durante los últimos dos años de sus escondites. Se logró sobre todo con ayuda de los habitantes sirios nacionalistas locales, quienes se refieren a sí mismos como palmireños. Arriesgándose a veces a los disparos de francotiradores o ataques de venganza, los ciudadanos locales siguen recolectando los tesoros robados e informando al respecto a las autoridades. Estas y muchas otras antigüedades se han recuperado gracias a sus esfuerzos. En parte como resultado de la vigilancia ciudadana, de la visión de futuro del Gobierno sirio y de las lecciones aprendidas de Irak y del Museo de Bagdad, los 32 museos de Siria, así como un 80% de las antigüedades ubicadas en el Museo local de Palmira se enterraron temprano en el conflicto y hasta ahora ninguna de las cámaras de almacenamiento han sido descubiertas o dañadas, ya que la gente del lugar ha mantenido en secreto lo que sabe. También se han instalado pesadas puertas de metal en las entradas a los museos de Siria con la seguridad reforzada por fuerzas del Gobierno y comités voluntarios locales de comités de «vigilancia del vecindario» formados por ciudadanos de a pie.
El autor abandonó Palmira al anochecer. En la ruta de vuelta a Damasco nos detuvieron los más de dos docenas de puestos de control del ejército, ya que mi conductor manejó como un loco durante los más de 320 kilómetros, y se mostraron notablemente comprensivos considerando que estaba absolutamente oscuro en el desierto y que nos habían advertido más de una vez de que no permaneciéramos en la carretera en la oscuridad ya quea veces aparecían «terroristas» a lo largo de la ruta del desierto. Cuando sugería a mi conductor que tal vez debería reducir un poco la velocidad, por lo menos a unos tranquilos 120 km por hora, ya que no podíamos ver gran cosa frente a nosotros en parte por su destartalado coche y con un solo foco en funcionamiento, solo sonreía y decía lo que tanta gente parece decir para tranquilizarlo a uno cuando existe una eminente alta probabilidad de que ocurra una catástrofe; «No hay problemas. Buena carretera. ¿Cómo en EE.UU., verdad? Obama Qwess (¿bueno?)». Luego aceleraba y volvíamos a volar.
En lugar de prepararme para un accidente, en realidad estaba meditabundo durante nuestro oscuro viaje de regreso a Damasco y pensaba en todo lo que vi en Palmira y en la tristeza que reflejaba la cara del palmireño doctor Kahlil Hariri, Director del Museo de Palmira, durante parte del tiempo que pasamos juntos. Nunca olvidaré la expresión del caballero mientras mencionaba que los arqueólogos remueven el suelo de los sitios arqueológicos cucharita a cucharita usando guantes de nylon para proteger sus hallazgos, a veces con un equipo trabajando semanas o más en un metro cuadrado de terreno. Y mientras explicaba que actualmente las operaciones mafiosas internacionales, respaldadas por inversionistas en Irak, Israel, Jordania, Líbano, Turquía e incluso por ciertos museos occidentales y famosas casas subastadoras de antigüedades, utilizan masivos equipos pesados para remover miles de metros cuadrados de lo profundo de nuestro pasado en solo minutos, mientras violenta y brutalmente arrancan nuestro patrimonio cultural para ganar dinero vendiendo nuestros tesoros. Y todo el tiempo estos y muchos gobiernos hacen caso omiso o no imponen las actuales leyes municipales e internacionales.
El patrimonio cultural de Siria, el patrimonio cultural de cada uno de nosotros, también está protegido por una penumbra legal que emana de la IV Convención de Ginebra, y la amplía, de 1949 sobre la protección de los civiles. Los ataques al patrimonio cultural también son ilegales según los tratados internacionales bilaterales y multilaterales posteriores a la Segunda Guerra Mundial, así como según el derecho consuetudinario internacional.
La comunidad internacional está obligada a actuar sin más demora por su responsabilidad moral y legal de preservar, proteger, y también donde sea necesario y posible, reconstruir los sitios arqueológicos dañados; sitios que durante milenios han estado bajo la custodia del pueblo sirio. Toda la gente de buena voluntad debe honorarlo por sus sacrificios y su humanidad.
Franklin Lamb es profesor de Derecho Internacional en la Facultad de Derecho, Universidad de Damasco y es voluntario en el Programa de Becas Sabra-Chatila (sssp-lb.com).
Fuente: http://www.counterpunch.org/2014/03/31/the-brave-souls-of-palmyra/
rCR