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Lección aprendida: cuestiones organizativas en Lenin y Rosa Luxemburgo

Fuentes: Rebelión

¿Qué hacer en materia organizativa?

 Lenin, uno de los líderes del Partido Obrero Social Demócrata Ruso, (POSDR) escribió su libro ¿Qué hacer? (1902), con el mismo título de la novela de Nikolai Chernyshevski, para enfrentar lo que él consideraba expansión del revisionismo en ese partido.

Al principio el libro no creó polémica, tanto la vieja guardia (Plejanov, Axelrod, Zasúlich), como la nueva (Lenin, Martov, Potresov), consideraban que exponía los que todos creían. A saber, que la debilidad de la clase burguesa en Rusia hacía necesario que los objetivos políticos democráticos tenían que ser culminados por la clase trabajadora, ya que la burguesía no estaba interesada en luchar por ellos. La autocracia zarista les permitía obtener pingües beneficios y se conformaban con esto y no ansiaban una democracia burguesa.

 Además de lo expuesto en ¿Qué hacer?, Lenin expone que la clase trabajadora era incapaz de llegar a la idea del socialismo por sí misma y expuso el tipo de partido que era necesario para que avanzara la socialdemocracia entre los trabajadores. Sus argumentos textuales eran los siguientes:

1.“Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esta sólo podía ser introducida desde fuera.

2. La historia de todos los países atestigua que la clase obrera, exclusivamente con sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una conciencia tradeunionista (sindicalista), es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc.

3. En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas, elaboradas por representantes instruidos de las clases poseedoras, por los intelectuales. Los propios fundadores del socialismo científico moderno, Marx y Engels, pertenecían por su posición social a los intelectuales burgueses.

4. De igual modo, la doctrina teórica de la socialdemocracia ha surgido en Rusia independientemente en absoluto del ascenso espontáneo del movimiento obrero, ha surgido como resultado natural e inevitable del desarrollo del pensamiento entre los intelectuales revolucionarios socialistas”. (V.I. Lenin, ¿Qué hacer?)

Por tanto, lo esencial de su argumentación es que la conciencia socialista solamente puede llegar a los trabajadores si es introducida desde fuera, que no surge –espontáneamente- de sus luchas por salarios, o por cualquier tipo de reivindicación democrática o social.

Dicho de otro modo, no se convierte uno en socialista espontáneamente, sino mediante la formación –a un nivel más simple o más elaborada- de una conciencia política y social, de la relación de uno, como individuo, y de la clase a que pertenece, con la sociedad.

Tomando conciencia del papel que uno desempeña en el entramado de las relaciones sociales. Conociendo  el lugar que ocupa, en definitiva, en las relaciones sociales como propietario/no propietarios de medios de producción de riqueza. De si tu salario es insuficiente para vivir de acuerdo a las necesidades del  nivel de civilización de tu sociedad / o te  permite vivir  con holgura o incluso tener un consumo ostentoso. De si solo debe importar tú y tu familia /o ser además, solidario con las necesidades de los demás.

Todo ello implica un proceso, una labor interior de asimilación de ideas, de valores y de sentimientos. Y de adquirir una actitud de ver la realidad tal cual es, sin distorsionarla, por prejuicios de todo tipo o creencias de que las cosas pueden cambiar hacia mejor para todos, solo por una voluntad exterior a nosotros e incluso al mundo. Es decir, que hay que confiar en la ciencia, la investigación, la acción humana individual y colectiva. Nada de eso “surge” espontáneamente o por arte de magia, por un  azar de la vida.

La conclusión de Lenin era que para mantener el necesario rigor teórico un partido socialdemócrata -en las condiciones políticas de una monarquía absoluta-, tiene que estar centralizado, con una disciplina rigurosa y llevada a cabo por profesionales dedicados a tiempo completo a la construcción, organización, formación, desarrollo y expansión del partido. El les llamaba revolucionarios profesionales. Más tarde, constituido el Gobierno soviético e institucionalizada la revolución, se les llamaría apparatchiki  (funcionarios del partido)  y Nomenklatura a las cimas del Gobierno, del Estado y del Partido.

 El afilador de Tolstoi

La división en el Partido Obrero Social Demócrata de Rusia, POSDR, se produjo en el II Congreso celebrado en Bruselas y continuado en Londres, debido a la persecución policial, por algo que visto desde fuera puede parecer banal: ¿quién puede ser miembro del partido?

Lenin era en eso implacable y señalaba que debía ser un partido con un acceso muy restringido. Se puede buscar una explicación histórica en esta aparente cerrazón. El hermano de Lenin fue apresado y ejecutado por el zarismo debido a que se dejó entrar en la organización en que militaba a dos individuos, que resultaron ser infiltrados de la policía y que fueron los que le delataron. Lenin sentía en sus carnes la necesidad de que no se permitiera entrar al partido como se entra a un supermercado, sino que hubiera una criba de los aspirantes. Eso evitaría la entrada de delatores y de todo tipo de sinvergüenzas y oportunistas de toda laya.

Opuesto a ésta idea de Lenin en el partido ruso estaba otro líder, Julius Martov, para quien era importante en Rusia tener un partido amplio, flexible,  y de masas. Un partido de masas es un partido que acepta a los miembros sin muchos requisitos. Quizás Martov no pensaba en lo que denominamos hoy en ciencia política un “catch-all-party” (como el PRM, el PLD, el PRD, etc.), pero si en un partido con más facilidad de dejar entrar a militar en él a individuos de  la clase trabajadora y de otras clases.

El POSDR se dividió en el II Congreso de 1903. Los partidarios de Lenin tomaron el nombre de Bolcheviques (mayoría) y los de Martov se llamaron Mencheviques (minoría). Trotsky describió esa división diciendo que era más propio definirla entre los del ala dura y el ala blanda.

La división y los motivos para que la misma se produzca en un partido, para los que no son militantes, para los espectadores, puede ser siempre intrascendente pero para los implicados las cosas no son realmente como se ven desde fuera, nada ilustra esto mejor que la metáfora del afilador de Tolstoi para comprender estos conflictos.

Estaba Tolstoi paseando y vio a lo lejos a un individuo que en cuclillas en el suelo hacia movimientos extraños con la mano. Pensó que sería un loco o alguien que, por los movimientos manuales que hacía de arriba abajo y abajo arriba, estaba masturbándose. Al acercarse al hombre pudo ver que el buen señor estaba afilando un cuchillo contra los adoquines del piso del paseo.

La moraleja es que esto sucede también con las discusiones teóricas y políticas. De fuera o de lejos, parecen absurdas pero si se entiende de qué se trata, lo que está en juego, cambia la apreciación, uno comprende que se trata de algo de importancia. Al menos para los implicados. Pues bien, esto explica lo que ocurrió en el II Congreso del POSDR y por qué se produjo la división. La diferencia entre quien podía ser miembro del partido cambia la naturaleza del partido. Por ende, no es trivial.

Rosa Luxemburgo y los problemas organizativos en el partido ruso

En 1904 los del ala blanda o menchevique, que controlaban el periódico del partido Iskra (La Chispa), le solicitaron a Rosa Luxemburgo, como especialista que era de la Segunda Internacional para los asuntos de Polonia y Rusia, y la única mujer miembro del Buró Socialista de la misma, que analizara la división que se había producido a la luz del escrito de Lenin “Un paso adelante, dos pasos atrás” (1904). Sus comentarios aparecieron publicados con el título de “Cuestiones de organización de la Socialdemocracia de  Rusia” tanto en Iskra como en Die Neue Zeit en julio de 1904.

Rosa Luxemburgo reconoce que la situación es muy diferente en Alemania  y en Rusia. Esta última era una sociedad de predominancia campesina viviendo bajo un régimen autocrático. Alemania era una sociedad con una  industria avanzada y al menos con los rudimentos de una democracia burguesa. En Rusia, había que crear la conciencia socialista antes de que la burguesía tuviera el poder político. Eso influía no solo en cuestiones de agitación sino de organización.

En un primer momento se trataba de la propaganda como actividad principal, con grupos dispersos y con total autonomía entre ellos. En una etapa posterior se requiere la unidad en una organización más amplia que actúe concertadamente en todo el territorio, lo cual reclama la centralización, y esa idea fue defendida por todo el partido.

Sostiene Luxemburgo, que la propuesta ultra centralista de Lenin- expuesta en “Un paso adelante , dos pasos atrás”- no era aceptable  porque el comité central tenía todas las prerrogativas para nombrar y disolver sin ningún tipo de apelación los comités locales, de manera que: ”el comité central es el único núcleo activo del Partido, y todos los otros agrupamientos son órganos ejecutivos”. (Rosa Luxembourg, 1946, p.18, «Questions d’organisation de la social-democratie russe”, Cahiers Spartacus, París)

Ahora bien, que es lo que afirma Lenin. En breve lo siguiente:

“que hay que estructurar el partido de arriba abajo” Y que se opone a la idea de Martov y cía que consideran que se debe “ir de abajo a arriba”, permitiendo que se consideren miembros del partido a cualquier profesor, cualquier estudiante… y todo “huelguista”· Y también que no consideran necesario que se “exija a un miembro del partido la pertenencia a una de las organizaciones reconocidas por éste”…y “su “tendencia al autonomismo y no al centralismo” (V. I. Lenin, Un paso adelante, dos pasos atrás)

Luxemburgo está de acuerdo en que una organización y una política socialista requieren centralización pero ella considera que también exige la independencia para la acción directa de las masas. “De esto se sigue-escribe Rosa Luxemburgo- que la centralización socialdemócrata no puede estar basada ni en la obediencia ciega, ni en la sumisión mecánica de los militantes del partido a su autoridad central”. (1946, p.21)

Frente al argumento de Lenin que los obreros, los trabajadores no rechazan la disciplina porque están acostumbrados a ella en las fábricas y en los diferentes puestos de trabajo. Que los que no están acostumbrados a ella son los “intelectuales” (utilizo el término en sentido súper amplio, no en el estricto), y un gran componente de la pequeña burguesía, que es lo que explicaría que desarrollen actitudes muy individualistas y archi autonomistas, Rosa Luxemburgo replica que:

“La “disciplina” que Lenin tiene en mente está inculcada en el proletariado no solo por la factoría sino también por los cuarteles y por la burocracia moderna-en una palabra, por el entero mecanismo de la burguesía de Estado…No es a través de la disciplina inculcada en el proletariado por el Estado capitalista, con la transferencia directa del bastón de la burguesía a un comité central socialdemócrata, con lo que esto se resuelve, sino sólo al desafiar y desarraigar este espíritu de disciplina servil que el proletario puede ser educado para la nueva disciplina de la social democracia.” (Ibid.,p.22)

Para Luxemburgo la conciencia socialista no es algo que los líderes del partido inventan y luego insertan dentro de la clase trabajadora, ella puede surgir de la experiencia directa de éstos a través de sus luchas espontáneas de clase. Y sentencia, que el ultra centralismo de Lenin está imbuido “del espíritu estéril del guardián nocturno”. Que busca controlar el Partido, no fecundarlo.

Siguiendo con su análisis, Luxemburgo, creía que Lenin temía que los intelectuales, así como  los aprovechados y oportunistas, se infiltraran en el movimiento de los trabajadores, se apoderaran de él y lo utilizaran para promover sus propias carreras (cosa que se ha demostrado por doquier que era un peligro cierto, no una especulación de una mente paranoica, CJBE) En esto Lenin veía muy claro los peligros, teniendo en cuenta que Rusia era un país no desarrollado, con una autocracia y sin ninguna tradición democrática. Los “mogoles” les denominaba peyorativamente Marx.

Sin embargo, Rosa desecha los argumentos de Lenin  con  burla, comparándolo con los combates que darían unos intelectuales contra otros. Afirma, pues: “De hecho, nada entregará con mayor facilidad y seguridad un movimiento proletario aún joven a los intelectuales hambrientos de poder, que atenazar el movimiento con la camisa de fuerza de un centralismo burocrático que reduce a los trabajadores militantes a ser instrumento dócil de un comité”.

Y continúa afirmando. “Hablando francamente entre nosotros: los errores hechos por un movimiento obrero verdaderamente revolucionario son, históricamente hablando, inconmensurablemente más fructíferos que la infalibilidad del mejor Comité Central posible”. (Ibid.,p.33)

Debemos decir que en cierto modo la criticidad de Rosa Luxemburgo con las ideas de Lenin en materia organizativa se puede ver como una manera de criticar al progenitor de algunas de esas ideas, especialmente la de la concepción del partido, que no es otro que Karl Kautsky. Lenin, hasta el inicio de la primera guerra mundial, seguía fielmente las ideas de Kautsky, y llevó a su límites lógicos  la idea de un partido centralizado- en las condiciones políticas de Rusia que no eran las de Alemania-, pero el núcleo del pensamiento sobre el partido está en el “Papa” del marxismo de la Segunda Internacional, Kautsky.

Criticando a Lenin, Rosa ajustaba cuentas con un partido, el SPD, que ella veía como excesivamente centralizado y  burocratizado, y ello era extensible a los sindicatos socialdemócratas, cuyos líderes le tenían una verdadera inquina por las críticas que les hizo en su libro “Huelga de masas, partido y sindicatos”, tildándolos de excesivos en su centralización y en sus ansias de controlarlo todo evitando toda manifestación espontánea y creativa de las masas.

Rogando… y con el mazo dando

Sin embargo, en el seno del SDKPiL, la dirección que era ejercida por  Luxemburgo, Jogiches y  Dzierzynki (que luego sería el jefe de la Tcheca, antecedente de la GPU y la KGB), no se caracterizaba precisamente por una concepción libertaria de la organización. Al contrario, llevaban una lucha contra las facciones y las minorías de una manera muy dura.

Luxemburgo expulsó del SDKPiL a aquellos militantes que discrepaban  de  sus análisis y  decisiones políticas, con el argumento de su superior autoridad intelectual. ¿Cómo iban a discrepar de ella que era una intelectual con formación, una profesional universitaria, reconocida por toda la socialdemocracia europea como una autoridad marxista?

En 1912, Leo Jogiches (Tyszka, para el partido polaco), que era tan duro y centralista o más aún que Lenin y sin la capacidad de éste para argumentar por escrito u oralmente los puntos de divergencias con los adversarios,de acuerdo con Rosa Luxemburgo, expulsaron del partido a todo  el comité de Varsovia, sin ningún  tipo de contemplaciones, ni mediando una discusión libertaria. Y es que en política, como en la vida, una cosa es predicar y otra muy diferente, es dar trigo.

A modo de conclusión

Respecto a esta polémica sobre asuntos de organización del partido que representa los intereses de los trabajadores de todo tipo, y al conjunto de los sectores populares, las conclusiones que –desde mi perspectiva- se pueden extraer, se basan en rechazar ambas posiciones en su lectura más literal.

Obviamente, un ultra centralismo al estilo de un ejército en tiempos de guerra no se puede admitir, salvo que se esté en un escenario de guerra ”caliente”, dónde las órdenes se acatan sin rechistar. Eso o el caos de la indisciplina, que es siempre más letal organizativamente, que el más recio verticalismo.

Por otra parte, el espontaneísmo y la laxitud organizativa tampoco pueden ser admisibles, si se está hablando de un partido que quiere organizar y formar a sus militantes para un objetivo tan ambicioso como, primero, conquistar el poder del Estado y, segundo, emprender transformaciones estructurales  profundas, no meramente cosméticas.

Empero, ambas posiciones tienen aspectos positivos que justamente articuladas pueden proporcionar a una organización con un programa mínimo de reformas y un programa máximo de cambio estructural profundo a lograr de manera estratégica, elementos para su accionar político.

Una estructura vertical disciplinada, compuesta en sus diversos escalones jerárquicos por militantes probados y formados (es decir que hayan demostrado que saben cumplir las tareas y que están aptos para supervisar tareas de otros), que puedan ir subiendo por la escala jerárquica en base a sus méritos político-organizativos y/o, por sus desempeños en la sociedad civil.

Un partido, de las características arriba expuestas, no es y no puede ser un club de discusión para deleite de pedantes y eruditos, ni para egos hipostasiados de gente enamoradas de sí mismos. Se discute si, pero para tomar las mejores decisiones y cuando éstas se toman se acatan sin rechistar. Aunque puede ser admisible que no se encargue de una tarea a alguien que se ha opuesto a la misma, con el fin de respetar su criterio individual. Y sólo si esto es posible. La libertad absoluta no es una opción.

Lo anterior es compatible con una acción más abierta de los cuadros que ejercen la máxima libertad en las organizaciones sociales, sindicales y de otro tipo. En la cual los militantes que en ella participan no imponen las directrices de la organización política  sino que aceptan las que tome la mayoría, aunque deben tener la flexibilidad y habilidad para que las mismas se encaminen hacia metas viables y de eficacia, para evitar derrotas y frustraciones o para minimizarlas.

Visto de esta manera se puede combinar una estructura muy jerárquica y centralizada con una estructura  basada en redes. Donde se pueda tener presencia en la mayor parte de los ámbitos de la sociedad sin pretender, ni por asomo, manipular, sino someterse a las decisiones democráticas adoptadas por la mayoría.

Esto no sólo es posible sino que es lo deseable, siempre que nos estemos refiriendo a un partido enfocado hacia la transformación social, y que no sea simplemente un partido-máquina-electoral, cuyo fin es  acoger a quien venga con ambición política personal por desempeñar un cargo y tenga dinero suficiente o agenda y relaciones corporativas para lograr atraer a quienes les subvencionen la campaña electoral.

Eso es algo muy diferente en sus medios y fines, al tipo de partido y metas de las que nos hemos estado refiriendo. Un partido que sea la síntesis del centralismo democrático y del espontaneísmo y la creatividad de las masas. Esa es la aspiración de un partido que asuma las experiencias del conjunto de las clases y sectores populares para hacer efectivos los ideales de una Izquierda Democrática, adecuada a los desafíos que nos esperan.

Carlos Julio Báez Evertsz es autor de Desigualdad y clases sociales (2017), La modernización fallida (2012), Partidos y movimiento popular en RD (2011), Dominicanos en España y españoles en Santo Domingo (2001), La comunicación efectiva (2000),entre otros. Doctor en sociología y politólogo (Universidades de Madrid y Bucarest).

Edita el blog-revista https://un mundoporganar.org Forma parte del comité gestor para la formación de un gran partido de Izquierda Democrática que unifique a la izquierda en República Dominicana.