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Lecciones de Allende en septiembre

Fuentes: Rebelión

A Gastón Fernando Vidaurrázaga Manríquez A casi 40 años del golpe, Allende continúa resultando inagotable en aprendizajes en ese fogón invisible que son las memorias y lecciones de los pueblos. Hoy es necesario recuperar a Allende, ya no sólo desde La Moneda sitiada en esa prueba de dignidad y visión política. Sino, ahora hacerlo desde […]

A Gastón Fernando Vidaurrázaga Manríquez

A casi 40 años del golpe, Allende continúa resultando inagotable en aprendizajes en ese fogón invisible que son las memorias y lecciones de los pueblos.

Hoy es necesario recuperar a Allende, ya no sólo desde La Moneda sitiada en esa prueba de dignidad y visión política. Sino, ahora hacerlo desde esa sempiterna búsqueda de ser capaz de «leer» ese Chile profundo, definiendo las tareas posibles, las alianzas necesarias y las estrategias más pertinentes. Porque sin pretender una inexistente infalibilidad allendista, hoy podemos rescatar ese método de sintonía entre el dirigente político y su pueblo.

Releemos las primeras 40 medidas del Gobierno Popular. La 3, honestidad administrativa; la 9, previsión para todos; la 13, el niño nace para ser feliz; la 28, becas para estudiantes; la 34, fin a la especulación; la 37 disolución del Grupo Móvil (antecedente de las Fuerzas Especiales de Carabineros). Ciertamente no podrían ser las mismas medidas, pero con igual certeza, al construir un programa en este tiempo, volveríamos nuevamente a muchos de los viejos temas 42 años después.

Porque no puede ser que hoy la política chilena, este regida por la encuesta del Centro de Estudios Públicos CEP, que cuan un gran oráculo determina el porvenir. Como si este país se pudiese sintetizar en esa mediática conferencia de prensa, como si esos resultados no estuviesen también determinados por la selección de las preguntas y la auto referencia de la misma. Estudio de opinión que, difícilmente introducirá en sus cuestionarios las pulsiones ciudadanas acrecentadas desde el 2011 o preguntará sobre los nuevos liderazgos que allí van surgiendo.

A momentos, resulta sorprendente esta inconmovible carrera de nombres de presidenciables, desprovistos de elementos diferenciadores sustantivos tras sus igualitarias sonrisas. En todo ello, hay una abismante ausencia de programas y propuestas y eso nos subestima como ciudadanía. Resulta muy difícil de entender que, hoy en medio de una creciente politización y surgimiento de variadas demandas, lo único que importe sea la oscilación de guarismos asociado a una docena de nombres propios.

Qué lejos se percibe el representar programas construidos en ese fogón que conoció y practicó Salvador Allende el 58′, el 64′ y que culmino el 70′, reflejado por ejemplo en esas 40 medidas como programa y didáctica

Tenemos que volver a «leer» este país hoy crispado. Desde la reacción del padre quemando el vehículo del abusador de su hija, hasta el cliente del supermercado gritando arriba de la caja por su auto recién robado. Desde las marchas multitudinarias a los cortes espontáneos de calles debido al ineficiente servicio del Transantiago.

Más de alguno buscara obviar el cambio en la situación política. Desconocer la existencia de una caldera de tensión social que ni las coberturas mentirosas de los medios televisivos ni la violencia policial acrecentada, han logrado hasta ahora ocultar y frenar. Tras ese desconocimiento, está el cómodo refugio en el facilismo de preferir escenarios predecibles, los mismos que hasta hace unos años posibilitaban incluso anticipar resultados electorales.

Es necesario tomarle el pulso a este Chile inconforme desde sus regiones enfrentadas al centralismo. Este Chile con la Nación mapuche encendida porque el progreso y las ganancias los excluyen y sin entender, que el fondo del tema es político. Este Chile de cifras macroeconómicas que no reflejan el endeudamiento y cansancio de las y los jefes de hogar para responder a tanta presión, cuando buscan mejorar sus condiciones de vida. Este Chile que enfrenta a sus adolescentes con dispositivos de fuerzas represivas dotadas de todas las tecnologías, con todo el respaldo político respaldo para reprimir e inhibir las manifestaciones y demás derechos propios de una democracia normal. Porque a fin de cuenta, todo se resume en la felicidad de las personas y este modelito es triturador de vidas y sueños.

Hay que volver a decirlo: este es un gobierno sordo y torpe, que defiende desembozadamente los intereses del gran capital, mientras alterna la censura, las trampas y los palos. Piñera es un presidente inepto y ramplón, que no trepida en tergiversar situaciones y dichos y al que sólo le resta contener su desplome y descrédito.

En Chile se acumula presión social y las justas electorales próximas seguramente resultarán insuficientes para canalizar esas energías. Una incógnita abierta es cuántos serán los votantes efectivos en las próximas elecciones municipales. Tendemos a pensar que una franja de los electores antiguos y nuevos buscara en la papeleta nombres que interpreten comunalmente el espíritu y las demandas del ciclo de movilización social iniciado el 2011. Proyectar que las próximas elecciones puedan ser fenómenos totalmente estancos de las dinámicas de movilización social, sólo puede originarse en el pavor e inseguridad de imaginar los nuevos escenarios posibles.

En este contexto, las expectativas del retorno de Michelle Bachelet obvian la densidad y extensión de las presiones y demandas acumuladas. Tal omisión supone que la ex presidenta por sí sola, podrá resolver mágicamente la alineación de las fuerzas políticas y sociales de su candidatura y que su sola decisión de ser candidata transformará de «sapo en princesa» a una generación de políticos con cada vez más escasa credibilidad. Con esa pretensión, a Bachelet no le quedara cuello con tanto escudero que se cuelga como párvulo con la tía del jardín.

La irreflexiva expectativa respecto de la ex presidenta, desnuda en toda su orfandad la crisis y desafíos actuales, porque ignora que sea quien sea el o la abanderada presidencial tendrá que responder programáticamente a que el balance de la transición es deficitario, porque a 22 años permanece en lo esencial la reproducción del modelo económico, la trampa del binominal y el funcionamiento de un entramado que originado en la Constitución del 80 construye inmovilismo y perdurabilidad del actual estado de cosas, como el único posible. Algo así, como el mentado fin de la historia en versión chilena…

Qué duda cabe que, la derecha y muy particularmente la UDI han sido y son grandes beneficiarios del escenario actual. Que han conseguido dejar atrás la derrota electoral de la dictadura por la vía de crear santuarios institucionales donde no sólo se han replegado, sino además han conseguido transcurridos 20 años recuperar el gobierno. La audacia de hoy es aún mayor, al pretender un nuevo mandato para profundizar la refundación de Chile, esta vez sin bayonetas ni torturas y sólo con las reglas de esta democracia aherrojada.

Chile necesita sueños, propósitos de mayorías surgidos de todo el hervidero de demandas que en este tiempo van quedando expuestas.

Hoy la política opositora no da el ancho y para ello basta ver el payaseo de los alineamientos en ambas cámaras, ante temas cruciales para inmensas mayorías ciudadanas. Sino, que lo digan los estudiantes movilizados cuanto es posible confiar en el parlamento.

Mientras, este gobierno juega sus descuentos y de capitán a paje, es una murga de chaquetitas rojas con trampas bajo el brazo. Un día es Mañalich con las listas de espera en el AUGE y otro Lavín con la CASEN acomodada. Los ministros-candidatos gastan inmensas sumas en viajar a conocer puentes colgantes en China como lo ha hecho el predecible Golborne; o utilizan tragedias para robar cámaras como Allamand o se cuelgan del SERNAC y Peribonio como Longueira. Todo un circo para acompañar a un presidente que se desacredita diariamente con nuevas ignorancias y desatinos.

El futuro es incierto porque el proceso desde la calle, tiene tiempos de maduración que pueden no correr en paralelo con las justas electorales de este año y el próximo. Incluso, todavía los fenómenos pueden ser en paralelo y la movilización social no verse representada a plenitud en los resultados electorales.

La creciente demanda de Asamblea Constituyente, parece ser la única bandera que podría volver a situar la democracia chilena, en un nuevo punto de partida, superando efectivamente las cadenas de la dictadura. Sólo pueden oponerse quienes estén cómodos porque el actual estado de cosas responde a sus intereses más primarios y por ello siguen esperando nuevos créditos para instituciones, liderazgos y mecanismos deslegitimados que, además los incluyen.

Esa sincronía que existió entre el liderazgo y el programa de Allende es lo que requerimos para ser capaz de convocar una amplitud de fuerzas sociales y políticas significativas. Mientras, hay que bregar por recuperar la inteligencia y ética al lado de tanta mediocridad y acomodo.

Seguramente, es por todo lo anterior, que el único personaje político que se ha podido pasear en las marchas de los estudiantes recibiendo el calor de estos, es la representación de Salvador Allende, un político sin celular ni twitter.

Este septiembre volveremos a recordar a Allende despidiéndose desde un balcón de La Moneda. Pero, en este septiembre, bien vale también rescatar al Allende capaz de sumar voluntades, interpretar mayorías y encabezar un programa que a casi 40 años resuena como proyecto de un país distinto. De un Chile que no debiese permitir la expropiación de sus riquezas agotables en la gran minería, teniendo aún tantas necesidades pendientes. De un Chile que después del medio litro de leche, debiese continuar protegiendo a sus niños y jóvenes fortaleciendo una educación pública y de calidad. Entonces y sólo entonces serán consistentes los liderazgos, las alianzas y todo lo demás.

Porque Chile se mueve y se mueve para todos.