Hoy en Chile, se habla ya y se escribe sobre las influencias del nuevo «Frente Amplio«. Desde Revolución Democrática se ha intentado propagar la idea de que un principal referente es el homónimo Uruguayo, pero se han realizado críticas que refutan su coherencia, véase: «El camino es la recompensa o las dificultades de crear un […]
Hoy en Chile, se habla ya y se escribe sobre las influencias del nuevo «Frente Amplio«. Desde Revolución Democrática se ha intentado propagar la idea de que un principal referente es el homónimo Uruguayo, pero se han realizado críticas que refutan su coherencia, véase: «El camino es la recompensa o las dificultades de crear un Frente Amplio». Incluso recientemente se ha planteado una similitud con el proceso en Portugal: «¿Puede el Frente Amplio articular en Chile un gobierno de izquierdas a la portuguesa?»… Pero es evidente que la principal influencia ha sido Podemos, el Partido de Pablo Iglesias, de España. Tanto Gabriel Boric como Giorgio Jackson lo han reconocido, aunque recalcando las diferencias nacionales. E incluso es posible escuchar y leer a representantes de Poder Ciudadano ocupar términos como «la casta».
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Los días 10 y 11 de febrero se llevó a cabo la Asamblea Ciudadana de Vistalegre II, el congreso político y organizativo de Podemos. Originariamente programado para noviembre de 2017, se convocó de forma extraordinaria con el objetivo de resolver una serie de divisiones internas producidas tras el acuerdo entre el PSOE y el Partido Popular, que llevó a éste último a conformar el nuevo gobierno español.
La división del equipo dirigente de Podemos, personificada en Pablo Iglesias, por un lado, e Iñigo Errejón, por otro, no ha sido fácilmente comprendida por la opinión pública. Poder clarificar los términos del debate nos ofrece también la oportunidad de profundizar en una de las mayores innovaciones políticas que es objeto de estudio en gran parte del mundo, pero que muchas veces se centran en los logros electorales y su ingreso a la escena política institucional.
Precisamente esa concepción fue lo que estuvo en juego, al contraponer Pablo Iglesias a la línea política de una maquinaria electoral e institucional promovida por Errejón, la necesidad de la construcción de un partido de masas, inserto en los territorios, ligado a los conflictos sociales y creador de cuadros políticos, de militancia, acercándose sustantivamente a las posiciones del sector llamado «Anticapitalistas» de Podemos, representado por Miguel Urbán.
Tras exponer los principales elementos que considero constituyen a Podemos, su historia, ideas y procesos organizativos, se comprenderá mejor qué significado tuvo y tiene que a lo largo de la campaña, foros y debates en torno a Vistalegre II, Pablo Iglesias haya utilizado la consigna «Luchar, crear, poder popular», haciendo referencias directa a Salvador Allende y la Unidad Popular en Chile, para definir la nueva fase estratégica de Podemos.
1. PERIODO, COYUNTURAS Y SENTIDO DEL MOMENTO HISTÓRICO.
Como en América Latina, los países económicamente menos desarrollos de Europa, los así llamados «países del sur» (Grecia, Italia, España, Portugal), poseen sustantivas diferencias y especificidades nacionales, tanto sociales como políticas. Pero así también como en nuestro continente, están sufriendo los mismos impactos de la política económica neoliberal, promovida en su caso por la Unión Europea (UE); y los efectos, aunque desiguales, son convergentes [1] .
El enorme malestar social producto de los resultados de las políticas económicas de reajuste del gasto fiscal y las oleadas de resistencia tras los efectos de la crisis de 2008, han puesto en evidencia el rol de la clase política y sus instituciones al servicio de los intereses del capital financiero.
Todo esto implica también el «entreguismo» con el que se volcó la socialdemocracia, la supuesta «tercera vía», al modelo neoliberal, las políticas de austeridad y la gobernanza financiera. La demanda por la democratización de la sociedad y la economía, expresa ese agotamiento de los partidos políticos socialdemócratas.
En España, la crisis de la socialdemocracia es la crisis del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que, como escribe Manolo Monereo, «ha terminado convirtiendo en el brazo izquierdo de la derecha» [2] . El PSOE es el partido que representa el régimen político-económico español, por su rol en la transición a la democracia y la configuración de la nueva sociedad. Más específicamente, el PSOE garantizaba la modernización capitalista neoliberal, alineaba los intereses de los grupos económicos con el modelo y generaba enormes consensos en los sectores trabajadores [3] .
Pero el PSOE no lo ha hecho sólo. El Partido Popular (PP), fundado en 1989, antes representado por José María Aznar y hoy por Mariano Rajoy, personifica el espectro conservador y de derecha de la política nacional, alineado con la monarquía y el ejército.
Lo que se ha llamado el «bipartidismo» entre el PSOE y el PP, es una forma de organizar el poder y la institucionalidad política de manera supeditada a los grupos económicos. Por medio del bipartidismo, las clases dominantes controlan los poderes Ejecutivos y Legislativos. El bipartidismo es el eje político del sistema, así como el de su recomposición, por eso cuando sus líderes y actores hoy hablan, lo hacen más bien como representantes del régimen que de sus colectividades.
No obstante, ante la crisis de régimen, esta alianza ha tenido que sumar a un nuevo actor político que, si bien también es parte del espectro conservador y de derecha, plantea una vía de transformación o «transformismo», posee un estilo mucho más transversal que el PP y su emergencia como partido local (no nacional) que se ha estado extendiendo en los territorios, ha aumentado su popularidad. Nos referimos a Ciudadanos, con quien se ha creado recientemente un nuevo escenario de tripartidismo.
¿Pero qué más ha pasado en España, además de las políticas neoliberales y la emergencia de su crisis a partir de 2008, para llegar a este punto? Una percepción generalizada por parte de la ciudadanía de la baja calidad de la democracia; una debilidad enorme (bajos recursos, procedimientos burocráticos, nombramientos partidistas) de las instituciones encargadas de fortalecer la sociedad civil ante el Estado y el Mercado; corrupción generalizada entre los actores del sistema política y los grandes empresarios [4] .
A lo que se suma el hecho de que España se volvió un país económicamente dependiente, es decir, fue perdiendo su soberanía, limitando su democracia y volviendo el sistema de partidos subalterno al poder económico. El carácter «periférico» que fue asumiendo limitó el rol de las clases trabajadoras en la economía y las políticas de austeridad terminaron por deteriorar las capacidades del Estado. Los países centrales, como Alemania, Inglaterra y Francia, han ido imponiendo a España (como a los otros países del sur) el modelo productivo acorde a sus intereses.
Esto había estado «funcionando» durante 30 años, desde la Constitución de 1978, con estabilidad y consenso social, con crecimiento económico, bienestar relativo y el destino favorable que significaba pertenecer a la UE. Pero la crisis que inició en 2008, que generó enormes bolsones de desempleo, recortes sociales y a los derechos laborales, no sólo generó un gran malestar social, sino que también cuestionó a contrapelo los supuestos logros de la transición a la democracia.
La ciudadanía fue reinterpretando ciertos elementos que articulaban la sociedad española y percibiendo con mayor claridad que la clase política había estado siempre sometida a los intereses de las grandes empresas, del establishment financiero, pero que ahora, «que rescataba bancos y empresas, y que degradaba las condiciones de vida y de trabajo de las mayorías sociales», esto se volvía indignante [5] . La crisis de régimen se asoció entonces con la crisis de la Constitución de 1978 y el pacto social de la transición.
Fueron apareciendo pequeños partidos y movimientos sociales de protesta. Se fue expandiendo el desapego de la ciudadanía respecto al bipartidismo que ya no se diferenciaba en sus políticas económicas y que reproducían un estilo verticalista de gestión. Y surgió, en 2011, el más grande movimiento social habido en España incluso desde antes de la dictadura (1939), el Movimiento de los Indignados o 15M.
El PSOE perdió credibilidad, volviéndose un partido convencional. Los políticos y sus familias eran cada vez más percibidos como una clase privilegiada y corrupta. Y tanto el PP como el PSOE fueron cometiendo errores políticos ante la aparición de la protesta, criminalizando, cerrándose en sí mismos y profundizando su impulso clientelar y burocrático.
Una coalición de izquierda, Izquierda Unida (IU), que había sido conformada a mediados de los 80 principalmente por el Partido Comunista Español (PCE) y su principal dirigente Julio Anguita, comenzaba a ver confirmados sus diagnósticos críticos ante la transición española y el modelo neoliberal, pero sin capacidad de capturar el descontento social [6] .
Y lo mismo había estado pasando en toda Europa: a pesar del gran malestar social, de la insatisfacción e incluso de las protestas, no se expresaban opciones al sistema. Se creó un vacío político que no fue ocupado por ninguna alternativa de transformación. Pero fueron surgiendo, con grandes diferencias en sus estilos y capacidades, pero con no pocas similitudes, Syriza en Grecia, Bloque de Izquierda en Portugal, el Movimiento 5 Estrellas en Italia, y en España, Podemos, que, en palabras de Boaventura de Sousa Santos, «constituye la mayor innovación política en Europa desde el final de la Guerra Fría» [7] .
2. LA UNIVERSIDAD, LA TUERKA, EL 15M Y AMÉRICA LATINA.
El grupo dirigente y fundador de Podemos estuvo formado por profesores doctorados o en proceso de hacerlo, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, del ya famoso campus Somosagua, que ha sido denominado un laboratorio político, un semillero de ideas. De ahí surgieron Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Iñigo Errejón, Carolina Bescansa, Ariel Jerez, German Cano, pero también influencias directas como Jorge Verstrynge y Carlos Fernández Liria.
En Somosagua, especialmente desde la asociación de estudiantes «Contrapoder», coincidieron varios activistas sociales y políticos que desarrollaron experiencias dentro y fuera de la universidad, tanto desde el movimiento estudiantil como en el movimiento antiglobalización, el Foro Social Mundial (2001), las protestas contra la Guerra de Irak (2003-2004) y la Primavera Árabe (2010-2013).
Muchos de ellos, muy jóvenes, también tuvieron militancia de IU, pero habían abandonado la colectividad puesto que tras la salida de Julio Anguita de la dirección del movimiento, se desplegó una política de acercamiento hacia el PSOE y de pactos electorales. Además, IU no era capaz de sintonizar con las prácticas y nuevas formas del movimiento social.
En el campus de Somosagua se fue generando una experiencia comunicacional y audiovisual en acuerdo entre la Facultad y Tele-K, una emisora local. Desde allí se fue gestando La Tuerka y más concretamente lo que se denominó la Hipótesis Tuerka.
La Hipótesis Tuerka plantea que la tarea fundamental es dar la batalla en el campo hegemónico para disputar la creación de subjetividades políticas, lo que debe llevarse a cabo desde un dispositivo coherente a esa batalla, dispositivo que no es sino audiovisual, y como parte de la cultura Española, especialmente la televisión, desde donde se forman imaginarios, significados y consensos.
Así surge, en 2010, La Tuerka, un programa televisado de tertulia política en Madrid. Y es que ni desde el espacio Académico ni desde el espacio tradicional de la política ni sus formas de propaganda clásica, podían difundir los discursos y significados que pudieran volverse hegemónicos. Se requería de un espacio mediático [8] .
Cuando el 15 de Mayo de 2011, el 15M, estalla el Movimiento de los Indignados y miles de personas se movilizan bajo la consigna «no nos representan», cuestionando el orden establecido, se asomó una oportunidad histórica y era el momento de la audacia. Se había abierto una ventana de oportunidad política y no se podía desaprovechar.
Con la aparición de los Indignados, La Tuerka adquirió prestigio y ocupó un lugar desde donde se podía dar sentido a los acontecimientos, cuestión que los otros programas de televisión y de radio muy difícilmente podían lograr y más bien lo que buscaban era desprestigiar al movimiento social.
No obstante, el 15M también había sorprendido a los mismos realizadores de La Tuerka y los ya existentes círculos de Podemos. Incluso hubo ciertas tensiones entre las Asambleas de los Indignados y los Círculos, puesto que en los primeros parecía haber un rechazo total a cualquier tipo de política partidaria y los Círculos incluso habían tenido conversaciones con IU, aunque estas fueran rápidamente descartadas. Y así en el Movimiento de los Indignados se fue dando un debate en torno a politizar o no el movimiento social.
Podemos surge de las redes ciudadanas en torno al Movimiento de los Indignados y luego de lo que se denominó «las mareas», que eran articulaciones de trabajadoras y trabajadores de la salud y de la educación especialmente, organizadas contra las política de austeridad. El objetivo era traducir y dar dirección política al movimiento social. El 15M fue una expresión de la crisis y más que una alternativa, mostró a su vez sus propios límites ante las capacidades del sistema de corregirse o recomponerse.
La política comunicacional de Podemos fue mucho más exitosa tanto de IU como los mismos sectores asambleístas del 15M. Y el mismo Pablo Iglesias desplegó sus esfuerzos para presentarse en todos los programas de televisión donde lo invitarán, popularizando profundamente su imagen. Y a La Tuerka en Tele-K, se sumó Fort Apache, en Hispan TV [9] .
Tras el 2011, se fue conformando Podemos. Fue un proceso de muchísima reflexión y cuestionamiento, hasta llegar a las elecciones europeas de mayo de 2014 donde obtienen cinco eurodiputados. Y a medida que las asambleas de debilitaban y desmovilizaban, se fue generando un traspaso de miembros hacia los Círculos.
Sin embargo, durante ese tiempo, algunas asambleas siguieron funcionando y se fue publicando un periódico propio. La diferencia radicaba en el horizontalismo promovido por las asambleas y representado muy bien en un personaje que volveremos a encontrar más adelante, Pablo Echeñique, contra cierto verticalismo surgido del círculo de Pablo Iglesias.
Dos diferencias claras entre Podemos y el 15M son la centralidad del líder, y el uso de los medios de comunicación, ambas cuestiones a la que los Indignados se resistieron, promoviendo vocerías y rotatividad en los cargos y una crítica radical a los medio de comunicación oficiales y la creación de medios propios, independientes [10] .
Un sector de Podemos ha permanecido con mayor apego a las Asambleas y a otros movimientos sociales, los Anticapitalistas, quienes paradojalmente según el carácter antipartidistas del movimiento de los indignados, representan el sector más a la izquierda al interior de Podemos.
Tras 2011 vino la experiencia en América Latina. Como profesionales de las ciencias políticas se interesaron sustantivamente por los procesos de cambio en la región, especialmente en Venezuela y Bolivia. Desde hace tiempo también se tenían algunos contactos generados desde IU, especialmente por un antiguo encargado de política y formación que también se había alejado de la organización para pasar a Podemos, Manolo Monereo, y el mismo Juan Carlos Monedero, quien fuera asesor del gobierno venezolano (2005-2010).
Para 2013 Pablo Iglesias se encontraba como analista político en varios programas de televisión. Pero no era un trabajo individual. Tras las pantallas y más allá, Pablo Iglesias mantenía conversaciones, espacios de formación, de análisis, con el grupo desde donde desplegaban esa estrategia comunicacional, pasando horas antes de salir por televisión para «traducir» sus análisis académicos a un lenguaje de sentido común pero que diera argumentos y herramientas a las personas. Ahí se fue conformando su equipo para la campaña en las elecciones Europeas.
3. LA CASTA, LA TRAMA Y EL DRAMA PSICO-SOCIAL.
El Movimiento de los Indignados y el 15M fue una movilización social sin precedentes. En las calles, por la protesta, se reclamó democracia real, protección social y defensa de las libertades civiles. Estuvo conformado por sectores de trabajadores, especialmente los más precarizados y cuyos sindicatos demostraban no tener eficiencia; sectores medios cada vez más proletarizados; y la juventud, desempleada y sin expectativas.
Escribe Manolo Monereo que «lo natural hubiese sido que este movimiento se hubiese dispersado en lo social y que Izquierda Unida (IU) hubiese incrementado fuertemente voto y representación parlamentaria. No fue así». Podemos surge con la capacidad de sintonizar tanto con los objetivos como con las practicas del movimiento social. Escribe Monereo: «Podemos consiguió lo que la izquierda de Julio Anguita no fue capaz: construir una fuerza política que le disputaba la hegemonía al PSOE. Esto puso en crisis al sistema de partidos y al propio régimen» [11] .
Pero esto no sólo era posible por ciertas capacidades y dispositivos desarrollados por el movimiento social o Podemos, sino por los resquebrajamientos mismos del sistema, que estaba poniendo en evidencia que los que gobernaban realmente ni siquiera se presentaban a elecciones, acumulando un enorme poder económico y capacidad de controlar a la «clase política».
Entonces, crisis de régimen, precarización de las condiciones de vida, movilización social, surgimiento de una alternativa, fueron dando forma al nuevo contexto político Español que expresaba la crisis de la Constitución y los concesos de 1978.
Pero era fundamental crear un elemento más: la definición del adversario, puesto que sin adversario la política pierde orientación. Ese adversario fue denominado «la casta». La casta, una palabra que se escuchó en toda España y más allá, por televisión, las radios, las asambleas, en las plazas.
El concepto «casta» ponía en el foco de atención los privilegios de la clase política y sus esfuerzos por mantener la gobernabilidad, contener los movimientos sociales y reproducir la burocracia. De esta manera se «construyó» discursivamente a un sector dominante pero deslegitimado y a la vez se les permitió a las clases subalternas asumir una identidad propia, la gente, los ciudadanos.
El concepto tuvo una eficacia social sustantiva, pero tenía un problema, era incompleto. Sin embargo era incompleto en el análisis, no así en su capacidad de intervención política, y por eso no fue cuestionado. ¿Pero qué significa ser incompleto en el análisis? Precisamente porque lo que se acentuaba con el termino «casta» eran las características de la «clase política», mientras que en el fondo lo que se expresaba era la relación de esa «clase» con los otros poderes de la sociedad. Y precisamente el enorme poder del gran empresariado y del capital, era lo que les permitía controlar tanto la clase política como el Estado. En una frase: estaban mandando quienes no se presentan a elecciones [12] .
Manolo Monereo ha planteado otro concepto, que no recibió ninguna clase de popularidad, pero en términos analíticos es mucho más completo: «la trama», que expresa precisamente que el tema de fondo es «la oligarquización de la economía, de la sociedad y de la política»… Con el concepto «trama» se articula la clase política, la gran clase empresarial y los poderes mediáticos, en contra del bien común y el interés general de la nación: «existe un mecanismo único que organiza una matriz de poder (para hablar con rigor) entre el capitalismo monopolista-financiero, los poderes mediáticos y una clase bipartidista corrupta y dependiente del capital» [13] .
Y otro elemento que parece expresar muy bien el concepto de «trama» es que ésta se organiza, conspira, se articula, controla, despliega la corrupción. Y en este sentido, la corrupción misma no sería algo así como una desviación del sistema, sino parte de su entramado mismo.
Por último, para definir con mayor claridad el modo de funcionamiento de «la trama» Manolo Monereo ha ocupado el concepto de «drama psico-social», expresando su forma de actuar ante los adversarios políticos como Podemos. La trama arma un drama psico-social mediático para perjudicar al antagonista, pero no sólo para criticarlos o denunciarlo, sino directamente para criminalizarlo, creando odio y miedo. Monereo escribe: » Detrás de estos psico-sociales siempre están, en primer lugar, un medio de comunicación potente, que pone en marcha una supuesta investigación periodística que descubre conexiones entre la fuerza política emergente y las diversas facetas del mal» [14] .
Esto es lo que ha tenido que pasar Podemos, a quienes no se les ha dado tregua, siendo combatidos no sólo como adversarios políticos, sino como criminales antisistema. Crear miedo, esto ha buscado la trama, la casta.
Y es que, ¿qué podría estar en las antípodas del miedo, en las antípodas de los poderes fácticos y del bipartidismo? Pues la soberanía, la soberanía popular y su horizonte de justicia social y democracia.
4. PARTIDO Y ESTRATEGIA, IDEARIO Y PROGRAMA .
Podemos se plantea una voluntad clara de ser gobierno y de tener poder, y esto es algo que les da tanto audacia como verosimilitud, ante una izquierda que se volvía una muleta del PSOE o permanecía en la marginalidad absoluta. El objetivo es la construcción de un partido de masas que movilice y organice a las mayorías sociales, con mecanismos internos democráticos y participativos, prefigurando así también la sociedad que se plantea como horizonte a construir.
Para esto se requiere también «dirección política» y esto es lo que ha generado el llamado «equipo dirigente», desde donde se concibe un análisis e impulsos para que en todas las ciudades, pueblos, plazas, centros de trabajo donde se organicen los Círculos se genere un proyecto coherente y con capacidad de interpelación social.
El equipo dirigente ha tenido que impulsar ideas que en un comienzo las propias bases rechazaban, pero que al fragor de la construcción han ido asumiendo el sentido y la tarea, como por ejemplo el acuerdo entre Podemos e IU, lo que se llamó Unidos Podemos (mayo de 2016), que no es sino la alianza políticos-social, a nivel nacional, que se requería para avanzar en las grandes dimensiones de la política para una transformación nacional. Monereo escribe: «Unir, sumar, converger, esa debería ser la tarea de la forma-partido que es Podemos» [15] .
El equipo dirigente ha tenido que ir un paso más adelante que los Círculos, pero muchas veces donde ha avanzado, para bien o para mal, demasiado, ha tenido que volver a escuchar a los Círculos. El equipo dirigente se había planteado con mayor claridad la construcción del poder social, la hegemonía y la democratización, pero ha tenido que retornar cada vez más a los círculos para que esos impulsos se vuelvan más reales y duraderos.
Lo que ha pasado es que los tiempos de los Círculos no son los mismos que el de la política nacional, entonces es ahí donde el equipo dirigente ha mostrado su capacidad de, como dice Monereo, «hacer política en tiempo real» [16] .
Esto es fundamental puesto que la crisis de régimen pasa principalmente por una crisis de sentido, de hegemonía, es decir, una crisis de dirección social y moral, y por la pauperización de las condiciones de vida de las grandes mayorías, pero no por una crisis de poder institucional. El Estado, la burocracia, los partidos, los medios de comunicación, las fuerzas armadas, la monarquía, en definitiva, «la trama», siguen manteniendo poderes enormes. Si se usa la metáfora del centauro maquiavélico, se puede decir que lo que está en crisis es el «consenso», mientras la «dominación» no ha sido posible de ser cuestionada [17] .
Y ahí está la centralidad de la política, no cómo crear una instituionalidad que ocupe el lugar vacio del consenso y la hegemonía, sino cómo impulsar a la gente, las clases subalternas, los jóvenes, las familias, a definir su futuro y a crear justicia social, en una palabra, a crear soberanía contra la dominación. ¿Cómo hacerlo? Con procesos de democratización, de la sociedad, la política y la economía. Esto era la idea fundamental de pasar la movilización de los indignados a la construcción de una alternativa política [18] .
En el proceso de prefiguración de la sociedad por construir, Podemos debe ser y es una organización democrática que se diferencie del verticalismo de los partidos tradicionales como el PSOE y el PP. Debe ser a la vez capaz de movilizarse y de gestionar, de ser crítica y oposición a la vez que genera propuestas y alternativa. Y esto ha tenido que hacerse en un contexto de crítica y criminalización por parte de «la trama». La democracia, la transparencia, la innovación, el vínculo con los territorios y los Círculos, la deliberación y el debate, la alegría y la fraternidad, han tenido que ser no sólo valores por construir sino herramientas de la política misma.
Un elemento central en el ideario y el programa de Podemos es la cuestión de la redistribución del gasto público y la recuperación de los derechos sociales. Como escribe Pablo Iglesias: «Jamás la exigencia de más democracia estuvo más vinculada a la economía y jamás la denuncia de la corrupción estuvo tan dirigida hacia los mecanismos institucionales que habían permitido a las élites enriquecerse a costa de lo público». Ese ha sido el tema central del programa de Podemos, y la falta de una elaboración más profunda de un programa tiene que ver con que precisamente lo que está en crisis es la cuestión del consenso y aún no se ha podido disputar el poder [19] .
Para Boaventura de Sousa Santos, al surgir Podemos del aprendizaje colectivo de las movilizaciones sociales, de la crítica a la política institucional, de la creatividad de los indignados, de las protestas en las calles, de la participación ciudadana, de la coordinación por internet y redes sociales, tenía que también convertirse en un tipo nuevo de partido y esto es lo que llama un «partido-movimiento» [20] .
Aquí se expresa la necesidad y la razón por la que se mantiene un vínculo estrecho con los movimientos sociales, pero también el de reproducir esos rasgos y procedimientos organizativos de los propios movimientos como asambleas, plebiscitos, movilizaciones, horizontalidad. Pero sin embargo han tenido que mantener grados de centralización y dirección, así como participar de los procesos institucionales y electorales que muchos de los movimientos sociales rechazan.
Un dispositivo complejo de abordar por parte de Podemos, que les ha merecido no pocas críticas, es la cuestión de ser «ni de izquierdas ni de derechas». Ciertamente el equipo dirigente de Podemos no sólo es de izquierda, sino que asume para sí la tradición del marxismo revolucionario, aunque con elementos heterodoxos y críticos. Pero el discurso de los movimientos de los indignados, que excedió no sólo al bipartidismo sino a IU, que intentaba expresar a «la inmensa mayoría de la sociedad», reproducían esta idea de no ser ni de izquierda ni de derecha [21] .
Podemos tuvo que asumir este perfil pragmático y ecléctico. Pero porque efectivamente la distinción izquierda/derecha en un contexto de bipartidismo, sobre todo con un PSOE que se apoyaba en el imaginario de izquierda y de haber luchado contra la dictadura, la distinción perdió sentido político y no explicaba procesos y tensiones como sí lo hacían la distinción entre lo viejo y lo nuevo, los de arriba y los de abajo, la casta y la gente [22] . El esfuerzo de rehuir a esa distinción tenía que ver con no ser asimilados a la «vieja izquierda», pactista y entreguista, tradicionalista y verticalista, ni con la izquierda marginal y testimonial.
Por lo tanto, la cuestión no es que se reniegue de ser de izquierdas, sino que «ser de izquierda es un punto de llegada y no un punto de partida y, por tanto, se demuestra en los hechos» [23] . ¿Y cuáles son esos hechos? La movilización social y la lucha institucional por demostrar la ilegitimidad de la deuda, promover auditorias ciudadanas, asegurar una renta básica universal, nacionalizar algunos sectores estratégicos de la economía, disminuir la jornada laboral y la edad de jubilación, poner límites a los altos sueldos. Y estas ideas programáticas de Podemos no sólo han recibido críticas del PP sino del mismo PSOE, lo que lo ha situado y evidenciado como un partido más cerca de la derecha y los grandes empresarios que de la gente.
La mayoría social, en las calles, protestas, las plazas, las asambleas, no se ubicaban a sí mismo a partir de los ejes izquierda/derecha. Por lo tanto, había que buscar otros elementos que explicaran la sociedad, pero también que permitieran intervenir en ella y aglutinar a sujetos sociales. La misma derecha y los medios de comunicación buscan constantemente situar a Podemos en la izquierda y había que salir de ahí, aunque eso significará asumir importantes contradicciones y ser criticados por la izquierda.
¿Pero cómo sustituir la distinción ideológica izquierda/derecha? La respuesta también fue audaz y no con pocas contradicciones. El eje divisorio no era sino el de la democracia y la no democracia, el de la democracia como participación y deliberación o la democracia como simple procedimiento. Por mucho que las personas voten, eso no las hace ni ciudadanos ni hace que el país sea democrático, puesto que las decisiones verdaderamente definitorias se encuentran en los poderes facticos, en esos que no se presentan a elecciones. Además, la gente puede votar, pero si no tienen pensión, trabajo, vivienda, no se puede definir a una sociedad como democrática. «Pensaron que si se conseguía hacer que la gente entendiese que no hay democracia sin servicios sociales y sin leyes que persigan a los corruptos, se encontrarían con una mayoría social muy amplia del lado de los demócratas, y que por definición, estaría en contra de los no demócratas. Entonces el cambio sería posible» [24] .
Esto planteó también una diferencia sustantiva con la izquierda, esa izquierda más allá del PSOE e incluso de IU, la de sectores más libertarios o «revolucionarios» que no habían mostrado ningún tipo de eficacia política ni social. Uno de los intelectuales españoles contemporáneos más influyentes en Podemos, pero que se ha mantenido orgánicamente al margen, es Carlos Fernández Liria.
La tradición marxista, dice Fernández Liria, especialmente el marxismo-leninismo, planteó que el derecho, la ley, la ciudadanía, las libertades individuales, la separación de poderes, el parlamento, la democracia representativa e incluso los derechos humanos, no era sino ideas «burguesas» que había que derrocar para inventar instituciones totalmente proletarias. De este modo, «el enemigo se apropiaba de Kant, Locke, Rousseau o Montesquieu y nosotros, nos quedábamos con Stalin y Mao o con algunas lúdicas ocurrencias herederas del 68» [25] . En España el único que luchó a contrapelo de estas ideas y que precisamente promovió los derechos humanos como una forma de justicia social fue, nuevamente, Julio Anguita.
Para Fernández Liria la tarea es reivindicar los derechos y las instituciones de la república, al mismo tiempo que se demuestra en el mismo proceso social, que son incompatibles con los poderes facticos, los intereses promovidos por la UE y los mercados financieros, para quienes no importa ni la ley ni la patria ni los ciudadanos.
Podemos ha planteado, precisamente, esta defensa de las instituciones, de la ley, de los derechos, la soberanía, la independencia real de los poderes. En el fondo, de lo público y republicano, contra el secretismo dictatorial del capital y las corporaciones económicas.
5. TRADUCCIÓN, TRANSVERSALIDAD Y CENTRALIDAD POLÍTICA.
La Hipótesis Tuerka plantea, por un lado, el análisis de una situación histórica en el que se abren grietas en el régimen político y una ventana de oportunidades para la construcción de una alternativa, con la obligación de intervenir en el plano correcto de la lucha por el sentido de la dirección de la sociedad, que no es sino en el de los medios audiovisuales y los medios de comunicación de masas.
Pero todo esto implica también no sólo una decisión de cuestionarse los métodos tradicionales de la agitación y la propaganda política, sino también la forma de esa intervención, los estilos y medios. A lo que se agrega saber distinguir con claridad entre el momento o la lógica del análisis político, por un lado, y el de la intervención política, por otro. Tres conceptos se han asociado a esta lógica de la intervención política en los medios audiovisuales: la transversalidad, la traducción y la centralidad.
En estas tres formas de intervención política se requiere un esfuerzo de simplificación, pedagogía, divulgación del mensaje. La empatía y el lenguaje del sentido común son una característica compartida. Esto no ha sido poco criticado por la izquierda, incluso por IU, quienes se han preguntado si esto no es renunciar a las categorías de análisis clásicas como «relaciones de producción» o «conciencia de clase», por ejemplo.
Y es que precisamente una de las dificultades de la izquierda para, no digamos construir mayoría social, sino incluso para crecer socialmente, es su apego a estas categorías que difícilmente se incorporan al lenguaje común y su negativa de realizar un proceso de «traducción». Sus mensajes, entonces, se reproducen en espacios propios de la izquierda o la academia, pero no en los barrios y ni siquiera ya en los sindicatos. La gente normal, por decirlo de algún modo, que no tiene ni el nivel académico ni el compromiso militante, queda marginada del espacio de la propaganda clásica [26] .
Todo esto implica dos cosas, por un lado, que la construcción de una alternativa y de un sujeto político de transformación, requiere un lenguaje compartido que genere procesos identificatorios en la resistencia, la organización y la lucha, y por otro, asumir también que el campo de batalla, sus armas e incluso tácticas, están más allá de nuestras elecciones, sino que en las del adversario, que impone sus términos.
Esta también es la razón por las cuales asumir el abandono táctico del eje izquierda /derecha: la gente no encuentra el sentido a dicha distinción ni menos se identifica con uno de los polos. Aunque como dice Manolo Monereo: » No decimos que esto ya no cuente; lo que decimos es que ya no es determinante» [27] .
Para lograr definir un discurso alternativo para la construcción de un sujeto social mayoritario, que exprese sus aspiraciones, se requiere de una transversalidad política amplia que no sólo se sostiene en los cambios estructurales de las sociedades capitalistas sino también en las subjetividades.
Pero lo esencial, de cualquier modo, es la definición de una «polarización social», de un «antagonismo», una definición precisa de un «enemigo». ¿Cuál ha sido esta polarización promovida por Podemos pero presente ya en los Movimientos de los Indignados? «… la que opone a una minoría privilegiada y dotada de un enorme poder, a las mayorías sociales, al pueblo» [28] .
Podemos se ha planteado la vocación de mayorías sociales y de ser gobierno, el desafío de construir una fuerza político-social con capacidad de construir una alternativa y un nuevo régimen político, democrático y soberano. La transversalidad radica en poder dialogar con actores más allá del eje izquierda/derecha y avanzar hacia un pueblo / no puedo, demócratas / no demócratas, los de abajo contra los de arriba, la gente contra la casta. Y en esa gente habrá trabajadores, estudiantes, desempleados, adultos mayores, familias, profesionales, emigrantes, agrupaciones feministas, los pequeños y medianos empresarios. En definitiva, quienes no viven del trabajo ajeno.
Pero, como decíamos, el campo de batalla e incluso sus armas y tácticas son más una elección del adversario que nuestra. Para esto se requiere un proceso de traducción y transversalidad política que permita construir un sujeto social mayoritario. Pero también requiere la capacidad de definir con claridad cuáles son los temas, las reivindicaciones, los contenidos que permiten generar esos procesos identificatorios, sostenidos en elementos tanto estructurales como subjetivos.
La centralidad, ha dicho Pablo Iglesias, no es el centro político, sino ese espacio del tablero político donde se construyen mayorías [29] . No es estar en el «centro ideológico» de, por ejemplo, IU o la izquierda y el PSOE y el PP, sino en la construcción de un discurso capaz de interpelar a la sociedad, movilizarla y acorralar a la casta política. El rechazo a la clase política percibida como corrupta, la reivindicación de los derechos sociales y mayor justicia social, la soberanía como base de la democracia contra los intereses de los poderes facticos, la democratización misma de la economía, son temas que, puestos en el centro del tablero, permiten la definición de amigos y enemigos, de aliados y adversarios.
Ocupar la centralidad del tablero político y señalar con claridad los contenidos del debate y a los adversarios de la gran mayoría social, los verdaderos responsables de la crisis y quienes socaban la calidad de vida de la gente, ha sido lo que le ha permitido a Podemos pasar de ganar cinco puestos en el Parlamento Europeo a volverse una alternativa política nacional en España, contando con casi 500.000 inscritos, y sin contar los representantes de IU y Juntos Podemos, 5 eurodiputados, 16 senadores, 43 diputados, 137 miembros en los parlamentos autonómicos, 20 representantes en la junta del País Vasco.
6. DERIVA POPULISTA Y PROYECTO NACIONAL-POPULAR.
Lo que fue denominado como «populismo de izquierda», para definir a Podemos, provenía de las influencias latinoamericanas, y era utilizado como una forma de denostar, tanto de sectores de izquierda como de derecha, a una estrategia ambigua tanto en el sujeto político como en su programa e ideario.
Pero en esta idea de populismo también se expresa el acto de aprovechar una coyuntura crítica, con sentido del momento histórico, y con un mensaje simple y eficaz para captar el malestar social contra el recorte de derechos sociales, la corrupción, la casta privilegiada, el desempleo.
Este discurso de antagonismo entre una casta corrupta y la gente idealizada, sumados a las propuestas de solución de las reivindicaciones sociales pero sin formulas concretas, fue lo que llamarón «populismo de izquierda». Contra los «poderosos», la gente. Ese lenguaje directo, de sentido común y con un alto tono moral era menospreciado ante un lenguaje supuestamente responsable de la gobernanza del bipartidismo. Contra el tecnocratismo de los expertos, la voluntad popular del cambio.
El populismo de Podemos expresa precisamente esa dificultad de un concepto que se ha llamado «polisémico», un concepto que pueden usar para denostarlo tanto periodistas de derecha como izquierdistas. Pero en Podemos es entendido de forma distinta, y a riesgo de contradecir lo dicho a propósito de la simplificación del discurso, desde una sofisticación académica y analítica que los críticos, de derecha e izquierda, no lograron entender.
La deriva populista, como la denominó Ernesto Laclau, surge a partir de situaciones políticas de crisis, de sociedades desarticuladas, de la dicotomización de la sociedad, con una destrucción de las identidades culturales y políticas solidas (como las sindicales o partidarias, por ejemplo), con una democracia limitada que permitía la gobernanza y la desmovilización de la sociedad civil, manteniendo la enorme influencia de los poderes facticos. Pero el resquebrajamiento del régimen abre una ventana de oportunidad para un proceso de cambio e incluso instituyente nuevos valores sociales. Se establece entonces un vacío, tanto de los lugares de la legitimidad política como de una alternativa a ocuparlo, un vacío de gobierno pero también de alternativa [30] .
Surge allí una polarización social en torno a identidades minoritaria y más liquidas, pero que va generando una red de articulación de sus demandas, una «cadena de equivalencia» entre, por ejemplo, la demanda de los estudiantes, con la de los desempleados, con los de la gente que sufre de la disminución del gasto social, contra la violencia de género, etc. Surge allí un sujeto social heterogéneo, difuso e incluso confuso, pero que va generando sus propios símbolos, su propio lenguaje y sus repertorios culturales y de movilización.
De este modo, «populismo» no es aquello que se intenta desacreditar ya sea por un oportunismo sin sujeto, como dirían algunos en la izquierda, ni como una irresponsabilidad rupturista, como dirá la derecha, sino una forma de articulación de sujetos políticos en torno a la construcción de una alternativa, a la construcción del pueblo.
La interpelación, en un momento de crisis de régimen, a este sujeto difuso, el pueblo, y el llamado a construir una identidad en torno a un adversario, las elites; la creación de recursos simbólicos y de movilización, incluido el de un líder carismático; y la complementariedad de demandas plurales insatisfechas contra el ímpetu de diferenciarlas por parte de la gobernanza. Todo aquello crea la deriva populista.
Pero la reacción del sistema político tenía que venir y la derecha ha ido recomponiéndose ante tanto desafío y ha comprendido que debía frenar el crecimiento de Podemos. Para eso ha surgido Ciudadanos, que también ha aprendido que el populismo como forma de articulación política genera una eficacia sostenida, pero además cuenta con mayores recursos económicos y control de los medios de comunicación. Y al irrumpir Ciudadanos, el discurso anticorrupción, contra la casta, por mayor igualdad, se vuelve débil y ambiguo [31] .
Y es entonces donde en el centro de esta deriva populista se encuentra la pregunta determinante que toda organización con voluntad de ser alternativa se debe plantear: » ¿cómo construyen poder los que no tienen poder?» [32] . En la creación de recursos simbólicos y de movilización, en el surgimiento de liderazgos, en el planteo de un ideario y complementariedad de reivindicaciones heterogéneas, la cuestión de la organización y la militancia vuelve a ser central.
Aquí es donde el populismo comienza a tomar su forma política más esencial, es decir, donde empieza a configurarse el paso entre la deriva populista y el proyecto nacional-popular, un proyecto posible, deseable, capaz de suscitar grandes apoyos y compromisos, a partir de participación y consenso social, con el objetivo de crear un nuevo proyecto de país.
Para protegerse de la voluntad de los grandes grupos financieros que han carcomido el aparato del Estado, corrompiendo a la clase política y limitando la democracia, la ciudadanía, la gente, debe luchar por sus derechos sociales, crear un orden basado en la justicia y el derecho, que cree dignidad y seguridad. Aquí radica también lo central de la soberanía, soberanía en el país pero también en las comunidades, soberanía de las y los vecinos de decidir en sus barrios y de las identidades interculturales de definir sus formas de vida.
Un proyecto nacional-popular no se restringe a una «nación imaginada», sino construida en la organización y en la lucha, donde caben trabajadores, profesionales, estudiantes, desempleados, feministas, migrantes, medioambientalistas, que buscan no sólo la independencia del país ante la dictadura de los grupos económicos globales y las instituciones de gobernabilidad global como la UE, sino también la soberanía popular y comunitaria. Y la lucha por la soberanía es también la lucha por la democracia y la democratización, esto es: «el derecho a decidir sobre los marcos territoriales, pero también el modelo económico social, la dotación de derechos sociales, políticos y culturales y la concreción de los deberes colectivamente admitidos» [33] .
7. VISTALEGRE II Y EL DESARROLLO DEL PODER POPULAR.
El último debate en Podemos, que llevó a anticipar de manera extraordinaria las elecciones del Consejo Ciudadano (principal órgano resolutorio) y al propio Secretario General de la organización, en el encuentro que se denominó Vistalegre II, la cuestión de la deriva populista y la construcción de un proyecto nacional-popular, de manera confusa y velada, ocupó el centro en tanto que lo que estaba en juego era la línea política estratégica de los próximos tres años.
Dividido Podemos internamente en tres sectores, cada un planteó su propio proyecto político y organizativo para un periodo caracterizado por la puesta en marcha de una estrategia de contención de los movimientos sociales, saneamiento del resquebrajamiento y mantención de la gobernabilidad que hizo que el PSOE rechazará pactar con Podemos e IU y apoyará al PP y Ciudadanos, configurando un nuevo espacio de tripartidismo.
Las diferencias se venían produciendo de forma soterrada, aunque se empezaron a exponer por los medios de comunicación, lo que les permitió a los adversarios de Podemos un gran espacio de crítica. Por lo tanto había que resolverlo y la única manera política de hacerlo era renovar sus órganos de dirección.
Una de las fuerzas al interior de Podemos son los Anticapitalistas, que no han variado sus ideas programáticas desde su llegada a Podemos, y que si bien al mismo tiempo dichas ideas los ha vuelto los más minoritarios también son los más cohesionados. Proponen un ambicioso proyecto de transformación radical con un lenguaje del marxismo revolucionario clásico, pero sin rehuir ni de reivindicaciones transversales ni del centro del tablero político, como por ejemplo demuestran sus planteamientos de auditoria ciudadana a la deuda, gestión colectiva de los bienes comunes, renta básica universal, proceso constituyente para modificar la Constitución del 78. Y lo han hecho sin dejar de plantear el eje de la lucha de clases como definitorio en última instancia.
Si bien en Vistalegre I, el primer encuentro político y orgánico, los Anticapitalistas tenían tensiones con el equipo dirigente liderado por Pablo Iglesias, ha habido acercamientos profundos, precisamente porque ese equipo dirigente se fue dividiendo tras las elecciones generales de 2016 entre el Secretario General y el Secretario Político, Iñigo Errejón.
No caeremos en la simplificación de decir que la diferencia entre Iglesias y Errejón consiste en priorizar la protesta social o la institucionalidad, la ruptura o la reforma, la autonomía o la supeditación al bipartidismo.
La posición de Errejón y su equipo consiste en tener una lectura distinta para este periodo por venir y que se expresa con la idea de que el proceso de crisis de régimen se detuvo tras el acuerdo electoral del PSOE, el PP y Ciudadanos, operándose de este modo un periodo de restauración. Por lo tanto, lo que habría que hacer es aprovechar los logros institucionales para negociar reformas favorables para los sectores populares. Todo esto no sólo por la derrota electoral sino también por una clara disminución en el ciclo de lucha y organización expresado, por ejemplo, en los Círculos.
Pablo Iglesias y su equipo, pero también con el apoyo de Juan Carlos Monedero y Manolo Monereo, considera que la crisis del régimen no se ha detenido y que la tarea es seguir profundizando los resquebrajamientos, mantener y profundizar la organización y la militancia, sostener la protesta por los derechos sociales y en contra de los reajustes neoliberales, mantenido la movilización social y apoyándose también en la institucionalidad ganada. Como lo ha dicho en distintos foros y debates previos a Vistalegre II, citando abiertamente el proceso de la Unidad Popular liderado por Salvador Allende en Chile, de lo que se trata es de «Luchar, crear, poder popular».
Esto implica también el cambio de la forma partidaria de Podemos, para pasar de ser una «maquina electoral» a un «partido de masas, sólidamente insertado en el territorio, ligado al conflicto social y a los movimientos, con capacidad de propuesta alternativa desde el punto de vista de las clases subalternas» [34] . Lo que a su vez implica el fortalecimiento de la militancia… Y es por esto que desde mucho antes a Vistalegre II, el propio Pablo Iglesias encargo la tarea de fortalecer y democratizar la organización a alguien que citábamos a propósitos de las diferencias entre el equipo dirigente inicial de Podemos y los Círculos y asambleas de los Indignados, nos referimos a Pablo Echeñique, quien elaboró el documento «Atarse los cordones» para dar un nuevo impulso de democratización interna a Podemos.
Todo esto explica también el acercamiento entre el sector de Iglesias y los Anticapitalistas, representado por Miguel Urbán, donde se perfila en el horizonte diferencias en torno a los ritmos, a los tiempos del proceso de cambio, pero no a los objetivos estratégicos, puesto que construir una alternativa política y social implica tanto la conquista de las instituciones del Estado y su autonomía relativa, como el desarrollo del poder popular.
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[29] Iglesias, Pablo. La centralidad no es el centro. 20/04/2015.
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[34] Monereo, Manolo. Podemos: el debate ficticio y el debate real. 10/2/2017.
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