Recomiendo:
1

Nacionalidad y Estado Plurinacional

Lectura para los candidatos presidenciales

Fuentes: Rebelión

En las listas de asambleístas vemos que hay candidatos por partidos, pero no los hay por nacionalidades; ¿quién se encarga, por ejemplo, de controlar a las empresas mineras y petroleras que rondan a las comunidades cofanes, sionas, quichwas, waoranis shuaras o sáparas?

En los años 70 llegó al Ecuador Iuri Zubritski, etnólogo ruso de la Academia de Ciencias de la URSS, con el objetivo de dictar en el Instituto de Antropología de Otavalo varios talleres sobre la diversidad nacional en un territorio político-administrativo, y su resolución.  Países como la Unión Soviética, Gran Bretaña, Bélgica, Suiza, China podían encajar en la definición de Estados plurales dadas sus estructuras internas conformadas por varios “demoi”.

Al taller asistieron varios estudiantes quichuas y unos pocos estudiosos ecuatorianos sobre la situación nacional del Ecuador. En las reflexiones comparativas sobre pueblos y naciones, se manifestó una idea que estaba ya latente en la conciencia de todos: se necesitaban conceptos realistas, detalladamente definidos para comprender y explicar la situación de los pueblos indígenas ecuatorianos y que a la vez pudieran alentar sus esperanzas y reivindicaciones. De esta manera se debatió y admitió los conceptos de nacionalidad y de Estado Plurinacional.

El tema indígena como cuestión nacional abrió en el país una nueva línea teórica para el análisis del Estado y el Derecho ecuatorianos. Al asumir los conceptos de nacionalidad y Estado plurinacional, la lucha indígena dio un giro notable. Se asumió con visión histórica el nombre de cada pueblo, la lengua, cultura y el marco territorial. También se tomaron en cuenta las actividades económicas y sociales de cada pueblo, y hasta de sus comunidades. Los conceptos consensuados permitieron impugnar la insuficiencia democrática del Estado ecuatoriano, que representa solo a la nación dominante: lengua castellana, cultura occidental, el que organiza y gesta los procesos económicos). 

 Aunque en dependencia de la nación-estado ecuatoriano y en forma incipiente, unos más, otros menos, los pueblos indígenas están inmersos en relaciones capitalistas y en el mercado mundial, lo que permite entender el nexo entre nacionalidad (pueblo) y clases sociales en el país.

 El levantamiento indígena de 1990 y la marcha de la OPIP en 1992 fueron una sorpresa fascinante para la gente que poco conocía de la existencia de los pueblos indígenas o las causan que provocaron la movilización. La gente les acompañaba con aplausos y les llevaban pan, frutas, artículos necesarios para sus caminatas y hasta juguetes para los niños.

Cuando se organizó la Conaie con líderes como Miguel Tankamash, Luis Macas, Luis Montaluisa, Rosita Vacacela, Ampam Karakras, sus personalidades fueron admiradas y su lucha trascendió fronteras. Prominentes intelectuales como Eduardo Galeano, González Casanova, Samir Amin expresaron su entusiasmo por una rebeldía irreprochable que exigía justicia.

En los actos protagonizados por los indígenas, llegaban a Quito miles de ellos. Provenían de remotas comunidades andinas y de olvidados pueblos amazónicos Traían consigo sus lenguas, culturas, cantos espirituales, silbidos de aves, ponchos y coronas de plumas multicolores, bellas cerámicas de la selva. La comprensión entre los ecuatorianos de las condiciones económicas y políticas de los pueblos olvidados aumentaba.

  De los siguientes levantamientos se recuerdan los ingeniosos modos que encontraron los indígenas para expresar con fuerza sus requerimientos; por ejemplo, cuando rodearon con una larguísima wip’ala el edificio de la Asamblea Nacional o cuando trajeron una enorme anaconda que provocaba que los caballos se encabritaran.  

Ahora, parece, que los propios indígenas han olvidado su lucha, ocupados como están en asuntos que competen a todos los grupos sociales, pero que en determinados momentos resultan circunstanciales para las nacionalidades indígenas. No hay que olvidar que la mayor contradicción que mantienen es contra el Estado nacional que los ha excluido de sus políticas.                    

Tanto obreros como grupos ecologistas, feministas, cristianos de base, jubilados, los que reclaman el cumplimiento de los derechos humanos, o los derechos sexuales y reproductivos, campesinos sin tierra son grupos que indudablemente exhiben la estrechez social del Ecuador, pero al carecer de pertenencia étnica bien definida, se reconocen a sí mismos (y con justa razón) como parte de la nación ecuatoriana, hispanohablante y consolidada por el Estado desde 1830. Sin embargo, los indígenas tienen derecho a su propio ser nacional, a sus lenguas, culturas, epistemes y visiones del mundo, a sus historias, aunque desplazadas y olvidadas por el Estado-nación ecuatoriano. Es decir, su derecho a tener una nacionalidad propia y distinta.

Es característico de las nacionalidades indígenas incluir en su seno comunidades históricas más pequeñas, que vienen, muchas de ellas, de remotos tiempos.Las comunidades andinas o pequeñas colectividades amazónicasestánenclavadas, por lo general, en el medio de una población que habla y vive de distinta manera. La cultura de una pequeña comuna es la de una nacionalidad en una dimensión más grande. La importancia religiosa que se da al estudio de los astros, implica una diferencia entre los distintos pueblos, no se diga con el de la nación dominante.   

Las comunidades indígenas son agrupaciones de vida colectiva igualitaria, su carácter organizativo no corresponde al capitalismo, como tampoco las prácticas culturales que se mantienen y que en su interior guardan epistemes ancestrales: lenguas, visiones del mundo, técnicas agrícolas y de regadío, por ejemplo. Entre los quichuas serranos aún hay ciertos personajes como el Chuza Lungu, o símbolos como la Chakana, el árbol Quishuar, la wiphala, los conceptos del yanantin y el masintin, el cronotopo Pacha o ciertas fiestas ritualizadas como el Inti Raymi o el Qapak Raymi.  

Para los pueblos indígenas disolverse en una nación que no es la suya equivale a renunciar a su identidad, de aquí que no es justo hablar de “una nación ecuatoriana hecha de minorías”.

Por su lado, la nación ecuatoriana comparte los mismos elementos constitutivos con las otras de America Latina. Sin embargo, los Estados latinoamericanos constituidos a mediados del siglo XIX en cada país, dieron consistencia a la sociedad, le otorgaron orden administrativo y comenzaron a orientar la ideología “nacional”, olvidando a las nacionalidades indígenas.

En 2008 el Ecuador, por presión de muchos líderes indígenas, se declaró al estado ecuatoriano como Estado Plurinacional. Mas allá del nombre, se trataba de cumplir con las aspiraciones de los pueblos indígenas que se percataban de que sus historias han quedado fuera de los límites de la oficial; que el Estado les es ajeno y colonizador, tanto que les concede la ciudadanía a cambio de la nacionalidad.

Las clases sociales son solo una de las formas históricas de divergencia en el país. El Estado-nación también ha manejado y maneja formas de dominación: se expresa claramente en la enseñanza del castellano (lengua oficial) y la historia “nacional” de poco sedimento temporal si la comparamos con los largos procesos de conformación de los puebos originarios.   

La nación ecuatoriana no es homogénea, a su interior es evidente la desigualdad entre ricos y pobres. A medida que se desciende por la escala social de la nación dominante las necesidades no satisfechas de la gran mayoría de la población ecuatoriana de la ciudad y del campo se van aproximando; sin embargo, los rasgos nacionales de los pueblos indígenas acentúan la explotación y el desplazamiento estatal.

Un Estado más abierto, con instituciones adecuadas, es la solución para igualar a las formaciones nacionales en el Ecuador. El Estado Plurinacional aunque no implique el fin de la sociedad de clases, permitiría un desarrollo institucional con el que se repararían en algo los daños históricos causados a los pueblos originarios. Por ejemplo, una institución específica que resguarde los conocimientos ecológicos ancestrales de los pueblos originarios, o una que investigue y proteja a las lenguas, otra para velar por las tierras comunitarias en peligro o una específica que administrara y resolviera los procesos económicos de cada uno los pueblos. Se necesita también un organismo encargado de dar becas de estudio y especialización a los estudiantes de las diferentes nacionalidades.

 Por supuesto no se trata de que el Estado nacional desaparezca, se trata de construir un Estado más sensato, efectivo, y plural y participativo, que incluya a la nación ecuatoriana y a las nacionalidades originarias; que permita a los indígenas ser ciudadanos, pero con sus plenos derechos de nacionalidades.

En las listas de asambleístas vemos que hay candidatos por partidos, pero no los hay por nacionalidades; ¿quién se encarga, por ejemplo, de controlar a las empresas mineras y petroleras que rondan a las comunidades cofanes, sionas, quichwas, waoranis shuaras o sáparas?

Resolver los problemas de los pueblos indígenas es tarea larga y sostenida, depende de las propuestas indígenas, y también de los gobiernos que dejen de lado la opresión nacional.   Plantearlos en un diálogo de pocos días a gobiernos colonialistas por su ideología, no conduce a nada, puesto que son problemas seculares y complejos del Estado y del Derecho.

 Los dos últimos estallidos de protesta indígena, sorprendieron por lo inesperado. A la cabeza de estas se pusieron ciertos dirigentes indígenas ultraizquierdistas y muchos aventureros. Todo esto contribuyó, en medida considerable, a privar de contenido claro a la lucha indígena y a que se expresaran las ideas constructivas como la crítica objetiva al gobierno de Lasso; no hay que olvidar que, inclusive, se llegó a la vía del terrorismo. No se debe olvidar que los ideales indígenas son precisos y concretos.  

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.