Los movimientos de liberación nacional y sus reivindicaciones han provocado intensos debates en el seno de la izquierda. Lenin supo abordar la cuestión desde una posición dialéctica y cargada de matices, que hace que sus aportaciones sigan siendo de gran utilidad aún hoy. Para Lenin, la posición de la clase trabajadora ante la cuestión nacional […]
Los movimientos de liberación nacional y sus reivindicaciones han provocado intensos debates en el seno de la izquierda. Lenin supo abordar la cuestión desde una posición dialéctica y cargada de matices, que hace que sus aportaciones sigan siendo de gran utilidad aún hoy.
Para Lenin, la posición de la clase trabajadora ante la cuestión nacional debía componerse de dos tareas fundamentales: la defensa del derecho de autodeterminación para los pueblos de todas las naciones y la búsqueda de la unidad internacional de todos los trabajadores y trabajadoras del mundo.
Rosa Luxemburgo, que protagonizó intensos debates con Lenin acerca de esta cuestión, le acusaba de incurrir en una contradicción, puesto que consideraba que al defender el derecho a la autodeterminación se apoyaban las reivindicaciones del nacionalismo burgués de la nación oprimida, forjando alianzas interclasistas y poniendo la emancipación nacional por encima de la unidad de clase. Éste sigue siendo el argumento principal que se da entre sectores de la izquierda anticapitalista que no reconocen el derecho de autodeterminación.
Sin embargo, Lenin abordaba la cuestión nacional desde una perspectiva que priorizaba por encima de todo la lucha de clases, al considerar que únicamente del desarrollo de la misma dependería la continuidad o el fin del capitalismo. Precisamente, era la búsqueda de la unidad de la clase trabajadora a nivel internacional lo que le hacía defender el derecho a la autodeterminación. Consideraba que no se podía pretender la unidad si entre los propios trabajadores existían desigualdades en cuanto a un derecho democrático como era la posibilidad de constituirse en un Estado nacional si así lo deseaban.
Desde su punto de vista, negar ese derecho a los trabajadores de las naciones oprimidas significaba posicionarse del lado de los privilegios y la opresión ejercida por la clase capitalista de la nación opresora. Además, ello también iría en detrimento de la propia causa de los trabajadores de dicha nación, puesto que, en sus propias palabras: «Un pueblo que oprime a otro pueblo, jamás podrá alcanzar su propia liberación». Para garantizar la unidad nacional, la reacción de la nación opresora propaga toda clase de prejuicios que impiden que los trabajadores de ambas naciones tomen conciencia de la necesidad de unirse en una lucha común. El Estado español es un ejemplo de esta situación: muchos trabajadores castellanos o extremeños miran con recelo a los trabajadores vascos o catalanes, y a la inversa.
Por otro lado, Lenin era consciente de los peligros que conlleva el convivir en un movimiento de liberación nacional con la clase capitalista. Por ello, matizaba que la posición de la clase trabajadora nunca debe ser la misma que la de la burguesía. Ésta apoyará los movimientos de liberación nacional siempre que éstos vayan acordes con sus intereses de clase y los utilizará para buscar ventajas para ‘su nación’ en la competencia internacional. Contra lo que Lenin denomina el ‘practicismo’ de la burguesía, la clase trabajadora ha de guiarse por una política de principios en el problema nacional. Ésta se opone a toda clase de privilegios o exclusivismos y se basa en la defensa del contenido democrático que entrañan las reivindicaciones nacionales. Al reconocer el derecho de autodeterminación para todas las naciones por igual, éste se constituye en un avance democrático que nada tiene que ver con el nacionalismo oportunista de los capitalistas de la nación oprimida.
Así, para Lenin, en un contexto de opresión nacional, la lucha de la clase trabajadora se tiene que dar en dos frentes: contra los privilegios y la opresión ejercida por la burguesía reaccionaria de la nación opresora, por un lado, y contra el afán de privilegios de la burguesía de la nación oprimida, por el otro. En relación con esta doble tarea, consideraba que los marxistas revolucionarios, partiendo de una defensa común del derecho de autodeterminación, debían centrarse en cuestiones distintas dependiendo de dónde desarrollasen su labor. Si lo hacían en la nación opresora, debían poner el acento en la defensa de los derechos nacionales y luchar contra los prejuicios difundidos por la reacción y si se encontraban en la nación oprimida, debían hacer frente a las aspiraciones de privilegios de la burguesía de su propia nación.
Lenin encontró en el reconocimiento del derecho a la autodeterminación la pieza clave para tomar una posición frente a la cuestión nacional sin por ello tener que abandonar la lucha de clases. Pues reconocer el derecho democrático a decidir de todos los pueblos es la única forma de alcanzar la unidad de la clase trabajadora, basada en la igualdad de derechos de todos los trabajadores y trabajadoras de todas las naciones.
Ana Villaverde es activista de En lucha.