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«Llamada al orden» de género

Fuentes: Viento Sur

El asunto ha constituido los titulares de las páginas deportivas de la prensa en el mes de agosto pasado: tras su victoria en los 800 metros en los campeonatos del mundo de atletismo, la surafricana Caster Semenya es sospechosa…¿La causa? Su rostro y su musculatura, consideradas como «demasiado» masculinas, pero también su voz, «demasiado» grave. […]

El asunto ha constituido los titulares de las páginas deportivas de la prensa en el mes de agosto pasado: tras su victoria en los 800 metros en los campeonatos del mundo de atletismo, la surafricana Caster Semenya es sospechosa…¿La causa? Su rostro y su musculatura, consideradas como «demasiado» masculinas, pero también su voz, «demasiado» grave. Todo ello asociado a dudas sobre sus resultados deportivos, juzgados demasiado impresionantes para ser creíbles.

De forma muy rápida, se expande el rumor en los medios del atletismo, rápidamente seguidos por los periodistas deportivos: Caster Semenaya sería un hombre. Más que interrogarse sobre la oportunidad de un test antidopaje, como se haría en cualquier otra situación de duda sobre los resultados deportivos de un hombre, el mundo del atletismo reclama ¡un test de feminidad!. Como subraya con razón la historiadora del deporte Anais Bohoun, «está bajo sospecha sobre todo porque Semenya no corresponde a los criterios tradicionales normativos de la feminidad: las deportistas deben ser imberbes, delgadas, finas, graciosas tanto en sus esfuerzos como en su aspecto». (Mediapart, 11/09/09). Lo último: según varias fuentes, la joven atleta surafricana sería de hecho intersexual. Este asunto subraya la fuerte normatividad y el sexismo en el deporte de alto nivel. Pero hace igualmente visible la intersexualidad, que sigue siendo muy desconocida.

En el momento del nacimiento, un cierto número de individuos no son visualmente categorizables como «chico» o «chica» a partir de sus órganos genitales. Esta ambigüedad se manifiesta a menudo a través de la coexistencia de características sexuales masculinas y femeninas. En la gran mayoría de los casos, las personas intersexos son reasignadas, es decir que los médicos y las familias «eligen» un sexo. Como consecuencia, numerosas operaciones y tratamientos hormonales pesados y penosos. Difícilmente se puede conocer la frecuencia de la intersexualidad, pues sus «signos» son muy variables y pasan a veces desapercibidos. Estos últimos años, se han creado las organizaciones intersexos, para contestar el absoluto dominio de la medicina en estas situaciones. Para los/as militantes de la causa intersexo, «los diferentes grados de intersexuación y las ‘ambigüedades’ del sexo no son en general enfermedades congénitas o malformaciones. No son sino aspectos de la variabilidad del cuerpo humano como la longitud de la nariz, el color de los ojos, etc». La intersexualidad pone finalmente en cuestión la idea recibida de que no habría biológicamente más que dos sexos: la diversidad de la humanidad no permite clasificar a cada individuo en dos categorías estancas.

¿Dos sexos? ¡No es tan sencillo!

Más allá de la puesta en cuestión extremadamente violenta de Caster Semenaya por los medios y las autoridades deportivas, este asunto revela la fuerza de la normatividad de género y del sexismo. El mundo del deporte, marcado por la competición y el culto al cuerpo da evidentemente una versión muy caricaturesca. Pero estas reacciones muestran igualmente hasta qué punto nuestra sociedad continúa vehiculizando los estereotipos de género limitativos y reductores: a través del caso de Semenaya, los periodistas y los comentaristas han abundado sobre la «feminidad» y sus supuestos criterios, como si no hubiera más que una sola y buena manera de ser una mujer u un hombre.

Algunos, creyéndose sin duda más progresistas, han propuesto la creación de una tercera categoría en el terreno del deporte, despertando la creencia de un «tercer sexo». Sobre este asunto, los grupos intersexos son muy críticos, pues según ellos, «la creación de una categoría específica para los intersexuados/as corre el riesgo de marginar aún más una categoría ya mal comprendida. Fundamos nuestros argumentos en el derecho de cada persona a determinar su propia identidad en el sistema binario actual (…)».

De forma más fundamental, la cuestión planteada es la del origen natural e inmutable de la diferencia de sexo. Se sabe desde hace mucho, gracias a los trabajos de historia y de antropología, que las maneras de ser hombre o mujer han variado ampliamente según las épocas y las sociedades. ¡Los clichés de virilidad y de feminidad tal como los conocemos hoy no tienen nada de fijos!. La jerarquía hombres/mujeres es una construcción social y política con el objetivo de mantener un orden social desigualitario. Los movimientos feministas lo han mostrado bien a las claras, estos últimos decenios, logrando poner en cuestión la dominación masculina.

Pero no nos equivoquemos: a través de los comentarios (y las bromas de mal gusto) sobre el caso Caster Semenaya, es una llamada al orden y a la norma lo que se ha producido. Y no se trata solo de una cuestión teórica, una elucubración de investigador: como lo prueba la multiplicación de las violencias y asesinatos contra personas trans en todo el mundo, estas llamadas al orden binario de sexo tienen efectos muy concretos.

Fuente: http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=2581

 

Web de la organización internacional de la intersexualidad : www.intersexualite.org

Traducción: Alberto Nadal para VIENTO SUR