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Lo insólito (noviembre)

Fuentes: Mundo Obrero

No me sorprende que en el discurso de la derecha siempre se afirme que la culpa de que el mundo esté «obviamente fatal» la tiene el otro. En esta ocasión, en este momento, «la brutalidad de las bombas y la carnicería de los integrismos». No me sorprende que los elementos reaccionarios de este país no […]

No me sorprende que en el discurso de la derecha siempre se afirme que la culpa de que el mundo esté «obviamente fatal» la tiene el otro. En esta ocasión, en este momento, «la brutalidad de las bombas y la carnicería de los integrismos». No me sorprende que los elementos reaccionarios de este país no aboguen por el multiculturalismo, ni que utilicen con tanta frecuencia el término «ayudar» para poner parches donde antes hicieron la herida. Tampoco que en sus diatribas feroces, con las que pretenden sembrar el miedo, no mencionen a nefastos personajes como Bus; lo insólito es que Rosa Montero, de cuyo artículo Multiculturalismos publicado por El País proceden las palabras entrecomilladas, adopte el lenguaje de la derecha y hable de ayudar a «los árabes modernos» en vez de respetarlos. Considere que lo que está pasando en el mundo es una lucha entre «el impulso democratizador y la tiranía, entre la civilización y el oscurantismo». Me extraña que adjudique a Occidente logros sociales como «la laicidad, el respeto a la mujer y los derechos civiles». Sin duda, está hablando de otro país que no es el nuestro, y si no, que se lo pregunte de nuevo después de comprobar el altísimo número de mujeres asesinadas en lo que va de año, o reflexione sobre lo que significa ponerse bajo palio en Santiago de Compostela.

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Reflexiono constantemente sobre la violencia juvenil en las aulas. Las armas que los alumnos introducen en las escuelas en Estados Unidos, la policía que vigila a los estudiantes en los colegios franceses, las niñas violadas por compañeros al finalizar la jornada escolar, el suicidio colectivo de adolescentes en Japón o la respuesta, catana en mano, de los niños chinos para defenderse de las agresiones de sus compañeros. Tras mi reflexión aparecen conclusiones sobre el sistema en el que todos tenemos que vivir injusto, competitivo y cruel. Viendo la televisión, que se debate entre la estupidez y la violencia, entiendo, por mucho que me duela y sólo en cierta medida, el porqué de tanta agresión entre los adolescentes. Agresiones que ya no nos extrañan por que son más frecuentes cada días. Me parece insólito que Almudena Grandes y Cecilia Castaño se atrevan a afirmar en el programa A vivir que son dos días que el suicidio de Jokin, después de recibir insultos y golpes de sus compañeros del instituto de Hondarribia, sea «un recuerdo de la kale borroka y una manifestación de la violencia de la sociedad vasca». ¿Ignorancia? ¿Mala fe? ¿Las dos cosas?

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No me extraña que José Bono disfrute jugando con soldaditos de plomo y que entre desfile y desfile continúe entreteniéndose con flechas y pelayos. Lo insólito es que hable de concordia de «ambos bandos», puesto que la División Azul luchó en apoyo a Hitler contra los aliados y no en la Guerra Civil española. Me parece insólito que no haya pensado Bono que el señor que desfiló con la svástica en la corbata y sus compañeros no comprendieran en su momento que habría sido más digno, más honesto y más meritorio haber ido a salvar de una muerte cierta a los niños españoles que perdieron su vida en Mauthausen, en vez de estar en el bando de los asesinos por el que ahora se les reconoce y se les invita a este desfile. Lo insólito es que tantos hayan callado. ¿Cómo les explicaremos a nuestros jóvenes y a nuestros niños la historia del siglo XX, después de haber aplaudido la corbata del «compañero» de la svástica?

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Leo en la prensa, y veo en televisión, todas las mujeres que han muerto en el puente del Pilar; lo leo y lo miro con horror, pero también con ese punto de pasividad con que se contempla lo inevitable, aquello que a fuerza de suceder llega a verse como algo habitual. Lo insólito es que a lo largo del verano y en lo que va de otoño TVE haya programado y emitido un culebrón donde cada día se repite innumerables veces «soy tuya, voy a ser tuya, no serás de ningún otro, solo mía» y así hasta el infinito. También entra en el terreno de lo insólito que en el programa Cine de Barrio se emitiera un película, Una chica para dos, donde un grupo de mujeres cantaban elogiosamente a los malos tratos, «si me pegas, me satisfaces» venían a decir. Y lo que más me extraña y sorprende es que ni la Directora general, ni los Jefes de programas, ni los sabios… se den cuenta de cómo en televisión se estimula la posesión masculina sobre la mujer considerada como un objeto.

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Wangari Maathai, ultimo Premio Nobel de la Paz, ha hecho en sus primeras declaraciones un auténtico alegato contra la intencionada destrucción que supuso en su momento la propagación del virus del sida. «El virus -ha dicho- fue creado por un científico para la guerra biológica. ¿Por qué ha habido tantos secretos en torno al sida?» Algo parecido a lo que se hizo en Australia con los conejos, siguiendo el discurso de la Premio Nobel, se pretendía hacer lo mismo en África, aniquilar a sus habitantes, reprimiendo de paso nuestra sexualidad. Lo insólito es que estas comprometidas palabras no hayan salido en todos los medios de comunicación, en cada tertulia y, al parecer, no hayan provocado escándalo ni malestar.

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