Los objetos que flotan en las aguas se desplazan en el mismo sentido que la corriente, nos parece lógico que sea así. El pensamiento humano también es arrastrado por la corriente de la historia, por el ambiente de la sociedad, decimos que es producto de su época, pero no siempre es así; a diferencia de […]
Los objetos que flotan en las aguas se desplazan en el mismo sentido que la corriente, nos parece lógico que sea así. El pensamiento humano también es arrastrado por la corriente de la historia, por el ambiente de la sociedad, decimos que es producto de su época, pero no siempre es así; a diferencia de los objetos podemos luchar contra la corriente.
En esta década hemos vivido uno de los períodos más intensos de la vida política, no sólo en el Estado español, también en Europa y a escala global. Se despertaron muchas primaveras esperanzadoras de transformación social y, sin embargo, ahora pareciera que nos hallamos amenazados por el invierno, invadidos por la frustración y el desasosiego.
El profundo cambio de ciclo que se fue produciendo a lo largo del año 2016, no fue bien valorado en nuestra organización, la mayor parte de la dirección de IU y de Podemos seguían influidos por la inercia de sus ilusiones pasadas. Cuando explicamos que los resultados de las elecciones de junio de 2016 eran el síntoma de ese cambio de ciclo, que suponían una derrota de la táctica electoralista emprendida por UP y que generarían frustración por la gran discrepancia entre las expectativas y los resultados, que eso afectaría a las organizaciones desatando crisis en su seno (todo esto consta, negro sobre blanco), se revolvieron contra nosotros, sin comprender que sus errores les habían llevado a desaprovechar una gran ocasión y que, una vez que pasa el tren, no fletan uno a nuestro gusto, sino que tiene que volver a darse un proceso de cambio en las conciencias. En demasiadas ocasiones la izquierda infravalora la capacidad de reacción del adversario, de los dueños del sistema; el enemigo se había reorganizado y el PSOE, aunque exhausto, volvía a reivindicar su lugar. No era el PASOK, esto no era Grecia, no era el movimiento de la clase obrera cimentado en las huelgas generales, sino la ilusión de un proyecto electoral demasiado influido por los métodos de intelectuales de la pequeña burguesía.