Recomiendo:
0

Los círculos del infierno

Fuentes: Rebelión

Como casi todos saben, en la La Divina Comedia Dante Alighieri nos transporta a los Círculos del Infierno. Sitúa en ellos a todos los que han obrado contra las leyes de la naturaleza. y han hecho daño a la especie humana. Los ubica en nueve círculos, atendiendo a sus conductas, y los sitúa bajo los […]

Como casi todos saben, en la La Divina Comedia Dante Alighieri nos transporta a los Círculos del Infierno. Sitúa en ellos a todos los que han obrado contra las leyes de la naturaleza. y han hecho daño a la especie humana. Los ubica en nueve círculos, atendiendo a sus conductas, y los sitúa bajo los espectros de horror que han impactado a todas las generaciones, entre el renacimiento italiano y nuestro tiempo.

En la obra, en el séptimo círculo ubica a quienes son culpables por haber puesto malicia en sus acciones. Así denomina a los violentos, en cuyo primer nivel sitúa a los homicidas, los criminales, los tiranos, los violadores y los bandidos Ellos habrán de vivir -dice- sumergidos por siempre en un rio de sangre hirviente -el Flegetonte-, que simboliza la que ellos derramaran en su estancia en la tierra. Los Centauros -que representan la violencia bestial- serán sus eternos custodios, añade el poeta.

Si aplicáramos de manera concreta esta alegoría, y la ligáramos a la vida de nuestro continente, perfectamente podríamos encontrar en este segmento de infierno a quienes ejercieron violencia genocida contra nuestros pueblos. Allí se podría divisar sin mayor dificultad a tiranos de América, desde Gerardo Machado hasta Anastasio Somoza, pasando ciertamente por Estrada Cabrera, Pérez Jiménez, Rojas Pinilla, Fulgencio Batista, Rafael Stroessner, y los militares brasileños que, liderados por el general Humberto Castelo Branco en marzo del 64 consumaron un Golpe brutal contra Brasil y su pueblo.

Pero también, sin duda, a las dictaduras más brutales que jamás hayan conocido nuestros pueblos; a Francois Duvalier, el haitiano, y a su hijo; a Augusto Pinochet, el militar fascista que derribara al gobierno popular de Salvador Allende, y lo asesinara en el Palacio de La Moneda; a Jorge Rafael Videla, el caudillo del «Proceso» Argentino, responsable de la desaparición y muerte de 30,000 personas entre hombres, mujeres y niños: a José María Bordaberry y Jerónimo Alvarez, los dictadores uruguayos que durante once años, a partir de junio de 74, mantuvieron engrilletado a su pueblo; a los militares salvadoreños, que asesinaron a Monseñor Romero; y hasta Alberto Fujimori, el de los 70 mil desaparecidos en los años de la violencia en el Perú.

Todos, sin duda, vivirían per século seculorum en los abismos del infierno y de él, no saldrían siquiera para tomar aliento. Sus acciones, los descalificaron definitivamente ante los ojos de los pueblos no solo de América Latina, sino de todos los continentes. Allí, entonces, navegando en las aguas hirvientes del Flegetonte, se habrían de encontrar con sus pares, Adolfo Hitler y Benito Mussolini, a más de los otros fascistas que, en distintos países, consumaron prácticas similares: Francisco Franco, Georgi Antonescu, Miklos Horthy, Oliveira Salazar y la siniestra pareja búlgara, Alexander Tsankov e Iván Valkov, los genocidas del año 23.

Tambien, por cierto, a los dictadores griegos, como Giorgios Papadopoulos y Konstantin Karamanlis; los coroneles turcos liderados por turcos Kenan Bvren y hasta el mismísimo Mohammend Suharto, el Indonesio del millón de comunistas asesinados.

Y es que, en medio del estupor generalizado, al Presidente brasileño de hoy, Jair Bolsonaro, se le ha dado por «reivindicar»· el golpe militar fascista de marzo de 1964 en su país, y ha dispuesto que en todos los cuarteles y unidades militares, se recuerde esta «gesta gloriosa», que costara la vida a miles de hombres y mujeres en la patria de Castro Alves.

Probablemente, el Cantor de los Esclavos se habrá estremecido en su tumba, del mismo modo que el patriota Tiradentes, preclaras figuras de la lucha independiente y republicana del pueblo brasileño. Pero igual, el fascista hoy triúnfate, se siente en el «deber» de exaltar todo aquello que antecediera su práctica genocida. El general Olimpio Moura Fhilo, entonces, debe haber celebrado, dichoso, la infamia.

Pareciera que asoma en nuestro continente -y se expresa en redes sociales- una campaña siniestra ejecutada por sospechosos «troles» que llaman al «retorno» de los regímenes fascistas. «militares valientes y honorables como Augusto Pinochet y Jorge Rafael Videla, deben poner fin a tantas dictaduras comunistas y terroristas», dicen; al tiempo que, con fotos de ambos, aseguran sombríos: «¡Cómo hacen falta militares como ellos».

Gentes como Nelson de Jesús Hurtado Vanegas Martínez -probablemente un nombre ficticio- Jaisus Crisza -¿Otro seudónimo?- y algunos más; promueven y alientan la violencia contra Cuba, Nicaragua y Venezuela, y contra todo lo que les parezca «rojo», «extremista» o «radical». Insisten en «la necesidad imperiosa» de intervenir militarmente en la Patria de Bolívar y derribar por la fuerza a Nicolás Maduro. Demandan la «intervención militar enérgica» de los Estados Unidos; y señalan que sólo con la fuerza de las amas, «será posible vencer al comunismo en el continente».

Con enfermizo entusiasmo, aseguran que Estados Unidos «está llamado a salvar la democracia en el mundo»; y que «los rojos» buscan «acabar con el orden y la libertad». Podrían parecer simples payasadas, pero no lo son. Se trata más bien de «mensajes» que buscan alentar la sonda más oscura del atraso político y la ignorancia, impactando en los núcleos más primitivos de la sociedad. Se busca crear en ellos una «resistencia»· a cualquier cambio para mantener a perpetuidad el esquema de dominación brutal al que ha arribado el neo liberalismo como expresión máxima de la opresión capitalista en nuestro tiempo.

Pareciera entonces que, en nuestro tiempo, Bolsonaro y los suyos intentan condenar a los pueblos de nuestro continente a retornar los círculos del infierno para que nunca más se imponga el sentido común, y para que la historia retroceda hasta los años mas infames,

Dante Alighieri, por cierto -ni su compañero de ruta Virgilio- aceptaría jamás tamaña felonía.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.