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Los derechos de los Pueblos Originarios, «El País» y los temores de las empresas transnacionales

Fuentes: Rebelión

Existe un debate mundial sobre la ‘emergencia’ de movimientos indígenas y la preocupación de quienes asumen los intereses de las Empresas Transnacionales (ETN) se centra en los Derechos Indígenas. No faltan intelectuales que difunden el discurso que rechaza la ‘pretensión’ de los indígenas de hacer valer Derechos Colectivos. Desde muy al Sur (Chile), leí un […]

Existe un debate mundial sobre la ‘emergencia’ de movimientos indígenas y la preocupación de quienes asumen los intereses de las Empresas Transnacionales (ETN) se centra en los Derechos Indígenas. No faltan intelectuales que difunden el discurso que rechaza la ‘pretensión’ de los indígenas de hacer valer Derechos Colectivos. Desde muy al Sur (Chile), leí un ‘análisis’ presentado en una columna del diario español El País (1). El articulista dijo, a propósito de elecciones presidenciales (en abril de 2006): «Tras la elección de Evo Morales en Bolivia, la victoria de Ollanta Humala en la primera vuelta … en Perú se ha confirmado que el indigenismo es una soberbia fuerza electoral en los países andinos». Independientemente de que se homologue al movimiento indígena y popular liderado por Morales con la atracción electoral, de la cual da cuenta la candidatura de Humala (que no se sustenta en un movimiento social indígena explícito), se resalta el peso demográfico de los indígenas en esos países y que ellos «son los pobres de los pobres».

Ante esa realidad se nos advierte que no se requiere un gran esfuerzo para «desde un país rico ser solidario con ellos». Si ese país es España, la recomendación es que los españoles no se sientan culpables de «la secular postración política y socioeconómica» de aquellos latinoamericanos. Más que pensar «melancólicamente» (sic) en los siglos de colonialismo y la «culpabilidad», el autor insiste en «entender las ideas, instituciones y ambiciones de los políticamente exitosos movimientos indigenistas» (Entendemos que se refiere a los movimientos indígenas, es decir, protagonizados por indígenas y, ciertamente, apoyados por otros no indígenas). Agrega que la identidad ha sido construida por exclusión «de los otros…nosotros los conquistadores» a quienes el ‘indigenismo’ les ha cargado «atroces simplificaciones de la historia», como sería haberlos «expulsado del paraíso» … [donde supuestamente el] «pueblo indígena fue feliz, noble y solidario». El articulista imprime sorna a su prosa para advertirnos, luego, sobre lo que es «relevante»: se «requiere que efectivamente haya una gobernabilidad indígena identificable y genuinamente diferenciable de la gobernabilidad republicana» ¿Por qué? Es obvio; porque «no hay que dar por sentado que el avance del indigenismo implica el fortalecimiento de la democracia republicana y de sus valores. Los nuestros. La propiedad privada, la igualdad de género, la libertad de pensamiento y, en general, la supremacía de los derechos individuales sobre los derechos colectivos».

La preocupación del articulista republicano español (suponemos que lo es asumiendo una monarquía ‘republicana’) y demócrata (no afecta en nada si lo es desde antes o después de Franco) acerca de la intangibilidad de la «propiedad privada» (se trata, por cierto, de la propiedad de los grandes, muy grandes medios de producción, de las finanzas y la especulación), se explica por los volúmenes de capital transnacional invertido en los hidrocarburos y recursos naturales en general que pertenecen al pueblo boliviano u otros; el riesgo de que sus mega-ganancias se vean afectadas por ‘nacionalizaciones indígenas’ es insoportable. Lo de los «derechos de género» parece un tic, agregado a cuenta de la ‘duda metódica racista’, puesto que la condición de la mujer en otras repúblicas no ‘indigenistas’ -como pudieran ser Chile o España- no lo alarma. La prensa nos ha informado que mientras este analista escribía en un país ‘rico’/democrático, muchas mujeres españolas fueron víctimas de crímenes intrafamiliares o de discriminaciones de diversa índole. A pesar de tales datos de ‘contraste’, el articulista no se molesta en exhibir evidencia alguna acerca de por qué la «gobernabilidad indígena» sería más peligrosa para la mujer que la gobernabilidad en manos del capital y su máxima expresión, las Empresas Transnacionales -ETN. La experiencia latinoamericana y mundial vivida por asalariadas de muchas ETN, víctimas de procesos de trabajo (con elementos químicos, por ejemplo), o políticas de abusos salariales o medioambientales, de salud, de educación y tantos otros comprobados en foros y tribunales, podría ampliarle el horizonte crítico. Aunque no le guste admitirlo, la pobreza contra la que luchan esos indígenas, tiene mucho que ver con los ‘modelos’ de producción y de acumulación del capital impuestos ‘desde fuera’, con apoyo de las burguesías locales. Y eso, es verdad desde hace cinco siglos: colonialismo-mercantilismo, capitalismo-liberalismo y neo-liberalismo. Todos ellos y cada uno en su tiempo, bien pertrechados de discursos ideológicos que los han presentado como las únicas ‘gobernabilidades’ posibles.

Movimientos populares -indígenas y no indígenas- que en la historia se han resistido a tales ‘modelos’ de explotación económica y opresión social y política, fueron calificados y tratados como ‘salvajes’, insurrectos. Y hoy, al menos, como anti-demócratas de pensamiento, por oponerse al globalismo neo-liberal. Es así como el articulista nos enseña que «los augurios no son buenos»… «Los movimientos indígenas tienen hoy dos palancas -la multiculturalidad y su alineamiento en contra de la globalización- … que no necesariamente constituyen una estrategia de desarrollo coherente». Lo verdaderamente importante, según él, es que «sin ahorro externo no es posible poner en valor las riquezas energéticas del subsuelo andino». En otros términos, los pueblos latinoamericanos (no sólo los andinos e ‘indigenistas’) estamos condenados a ceder a todos los chantajes de los inversionistas (ETN): exigencia de tasas de ganancia desmesuradas y condiciones de explotación/comercialización de los recursos que ellos decidan imponernos. Debe ser así porque «para atraer inversiones que expandan el potencial productivo del país -según afirma- no basta con solidaridad y buena voluntad».

Está claro que no tratamos con filántropos. Tal como el articulista enfatiza, puede resultar «impresionante que a estas alturas del fin de la historia (sic) alguien tenga que solemnemente proclamar que para la explotación de los recursos de su país lo que busca son socios, que no dueños». ¡Santa verdad!: historia finita quiere decir que lo único razonable, moderno, republicano y democrático es someterse al chantaje y el abuso de las ETN y sus sostenedores ideológicos. Si en Chile (¿será un país andino o europeo?, digo yo, por aquello de mostrase hasta hoy como aventajado discípulo neo-liberal) la empresa estatal CODELCO nacida con la nacionalización del cobre es incuestionablemente exitosa técnica, financiera y comercialmente aún cuando las privatizaciones de Pinochet le arrebataron más del 50% de la producción del metal, traspasándola a ETN, ¿quiere decir que los chilenos tendremos que mejorar nuestro neo-liberalismo y privatizarla? Tal vez no he entendido. Se trata de que lo nacionalizado con gran éxito por Chile, Venezuela y otros países, simplemente no lo sabrán hacer los bolivianos…En todo caso tengo que agradecer al articulista español (del país de ENDESA, que -para los que no lo sepan- conservó el nombre o marca o sigla de la Empresa Nacional de Electricidad S.A. -Endesa-, creada y consolidada por el Estado de Chile hasta que la dictadura de Pinochet la privatizó, entregándola a precio vil al consorcio con sede en España) que me recuerde que «la legalidad republicana» significa prohibición de nacionalizar lo que nos es propio. Y resguardar, así, los derechos soberanos de un pueblo. Si él cree que eso sería sólo cosa de indios, ya no estoy tan convencido.

La clave del discurso citado sobre la «gobernabilidad republicana» y el espolón en este intento por invalidar lo que llama ‘indigenismo’ (el cual ve como irracional voluntad social transformadora de oscuras masas andinas) es que se propague el concepto de Derechos Colectivos. Los movimientos indígenas no pretenden anular ni subordinar los derechos individuales a los colectivos. Ese es sólo un fantasma de la mala conciencia liberal. A ese respecto, sólo puedo aquí recordarle al articulista que los Derechos Colectivos no son exclusivos de indígenas ni de minorías. Ellos se reconocen y aplican en múltiples ámbitos sociales, algunos tan básicos en la democracia como la sindicalización y el derecho a la libre asociación. Los Derechos Colectivos son conceptual y políticamente la base insustituible para que pueblos distintos ejerzan su identidad, en justa convivencia con las sociedades y Estados donde logren caber todos los ciudadanos, todas las culturas y naciones. Ello es aplicable en Bolivia como en Chile y muchos Estados en el mundo; incluido por cierto el de España de las Autonomías.

(1) Diario El País, 16 de abril de 2006; ver José Juan Ruiz, «Indigenismo, ¿revolución o revuelta?».

Augusto Samaniego Mesías es historiador (Dpto. de Historia, Univ. de Santiago de Chile)