La dimensión y la probable larga duración de la crisis, aparecen como desafíos para gobiernos que no pretenden simplemente ser víctimas de ella o transferirla para los más vulnerables, rescatando bancos y grandes empresas, sin contrapartidas y sin garantía de derechos para la gran mayoría. Una primera respuesta está siendo dada por los gobiernos de […]
La dimensión y la probable larga duración de la crisis, aparecen como desafíos para gobiernos que no pretenden simplemente ser víctimas de ella o transferirla para los más vulnerables, rescatando bancos y grandes empresas, sin contrapartidas y sin garantía de derechos para la gran mayoría.
Una primera respuesta está siendo dada por los gobiernos de las grandes potencias – ellos mismos son los mayores responsables por la crisis, al dejar que el mercado financiero funcione sin ningún tipo de regulación -, usando recursos públicos para rescatar los grandes bancos y empresas privadas, intentando hacer de la crisis un momento extraordinario de apoyo al mercado, para que este pueda recobrar sus condiciones «normales» de financiamiento. Esta es la posición de la derecha, aquí dentro y allá afuera, preocupada con las regulaciones estatales, con los nacionalismos, con los desgastes que el modelo neoliberal inevitablemente sufre.
Donde hay gobiernos que privilegian la integración regional, como en América Latina, la derecha se preocupa en multiplicar el clima de pánico, destacando los efectos de la crisis, intentando descalificar las medidas de manutención de ritmos de expansión y de garantía del empleo de esos gobiernos y subestimando las medidas anticíclicas tomadas por éstos.
Para la izquierda se trata de, por un lado, de denunciar el fracaso del modelo centrado en la supuesta capacidad del mercado de transferir los recursos de forma equilibrada, así como del carácter exacerbado – que revela su propia esencia de régimen mercantil – del capitalismo. Mientras que los que predicaban el modelo fracasado – desde organismos internacionales, gobiernos, columnas y editoriales económicos – fingen como si nunca lo hubieran hecho; para la izquierda se trata de no quedarse en la denuncia, sino de demostrar su capacidad de formular y poner en práctica políticas de superación del modelo.
Quedarse en la denuncia de las falacias del neoliberalismo y del capitalismo significa reducir la izquierda a un papel meramente crítico. En este caso, pudiendo sumarse a la prensa de derecha, que busca descalificar las políticas anticíclicas de los gobiernos progresistas. Las críticas que no desembocan en políticas concretas, revelan su fragilidad y su infertilidad como elemento de transformación concreta de la realidad.
La primera actitud que diferencia gobiernos y fuerzas progresistas es no aceptar pasivamente los efectos de la crisis, sino reaccionar con la manutención e incentivos a la continuidad de las inversiones. En segundo lugar, que sean inversiones e incentivos que tengan obligatoriamente como contrapartida la garantía del nivel de empleo. En tercer lugar, si existe apoyo a los bancos y empresas privadas, que sea acompañada de poder de decisión por parte de los Estados sobre esas empresas y no del gasto de dinero publico en fondos perdidos. En cuarto lugar, castigo para las empresas que actúen de manera irresponsable, abusando de la especulación y colocando en riesgo la economía del país.
¿Eso basta? No. Para que la crisis no coloque a los gobiernos y las fuerzas progresistas a la defensiva – recordar que The Economist anunció que había llegado la hora de que la derecha retomara la iniciativa, con sus pautas preferidas: crisis y ajuste fiscal, por un lado, violencia, por otro – es preciso avanzar en el camino de los procesos que apuntan a la creación de un mundo multipolar, en todos los planos. Avanzar en el Banco del Sur, en la creación de la moneda única, de un Banco Central único; en el Consejo Sudamericano de Defensa; en la Unasur; en el Alba; en los proyectos de integración mediática, educacional, de investigación, de políticas públicas, energéticos.
Como efecto de la profundidad y la extensión de la crisis, se pueden debilitar o fortalecer las políticas progresistas, especialmente en América Latina, donde éstas se han afirmado más. Depende de las políticas gubernamentales que seamos simples víctimas pasivas de las crisis – como fuimos en las anteriores, inclusive con las tres quiebras de la economía en el gobierno de FHC – o activamente, avanzando en la construcción de políticas post neoliberales.
Traducción: Insurrectasypunto
Texto en Portugués: www.cartamaior.com.br
Texto en español: www.insurrectasypunto.org