En la revista «Complot Magazine» número 58, de febrero del 2007 (publicación del Grupo Complot C.A. y Complot Media Group Inc., con dirección en Caracas y en Miami y página electrónica -www.complotmagazine.com- en construcción), en su página 104 pueden leerse los nuevos «diez mandamientos». En principio uno estaría tentado de creer que se trata de […]
En la revista «Complot Magazine» número 58, de febrero del 2007 (publicación del Grupo Complot C.A. y Complot Media Group Inc., con dirección en Caracas y en Miami y página electrónica -www.complotmagazine.com- en construcción), en su página 104 pueden leerse los nuevos «diez mandamientos».
En principio uno estaría tentado de creer que se trata de alguna referencia religiosa, moral; que estamos en presencia de una publicación cristiana o algo por el estilo. Pero no. Es otra cosa. Es algo muy distinto, de otro tenor, nada religioso por cierto. Aunque… viéndolo bien: sí se trata de algo moral. ¡Es la ética del capitalismo! ¡La moral del consumo por sobre todas las cosas, la civilización del despilfarro!
Sólo por mostrar algunos de los «mandamientos» allí presentados, permítesenos citar un par al azar, por ejemplo, el número 6: «Pagar, lo que sea, para intentar obtener el cuerpo perfecto». O el número 10: «Poseer tan pronto salga al mercado, el accesorio más deseado: el iPhone». Aunque, en realidad, ninguno tiene desperdicio; podríamos ver, por ejemplo, el número 5: «Exhibir el tesoro más valioso: una piel extraordinaria con L’or de vie créme de Dior», o el número 9: «Mirar, con detenimiento, cuál ha sido el impacto de Paris Hilton en la sociedad, con el divertido blog de Las Ultra fabulosas«, mandamiento donde uno puede enterarse, entre otras cosas, que la referida ¿estrella? estadounidense «salió de prisión desfilando, divina y posando» y que [Christian] « Dior escuchó nuestras plegarias, esta semana el mundo está de fiesta: fue liberada «la más», la divina socialité de las socialités del universo. Confesamos haber llorado de la felicidad al ver a Paris sonreír y abrazar a su mommy*kathy -no exageramos-«.
Podríamos pensar que la referida publicación es una revista de humor, y que los «mandamientos» en cuestión son chistes -quizá de un humor ácido, negro, pero chistes al fin-. Aunque no se trata de eso. No son chistes: ¡son la esencia misma de la nueva «religión» que creó el capitalismo, la sociedad industrial que hace ya un par de siglos se globalizó y maneja todas las relaciones humanas en prácticamente todos los rincones del planeta.
El dios en juego es el «dios consumo». Si no se consume «hasta acabar la existencia» no hay éxito económico. «Triunfar», dentro de esa lógica, es tener bienes materiales por el simple hecho de tenerlos, más allá que sirvan, sirvan poco o que su tenencia implique costos impagables, incluso el costo de destruir de modo irreparable nuestra casa común, la Tierra. Pero… ¿la esencia de nuestra vida puede reducirse a «tener» cosas?
Esta publicación se distribuye gratuitamente en algunos centros comerciales (o malls, o shopping centers, para nombrarlos con las correspondientes palabras a la moda). Es decir: los nuevos templos de adoración a las nuevas deidades, los lugares-símbolo donde se «paga lo que sea» para conseguir…. ¿Para conseguir qué? ¿La promesa de felicidad?
No podríamos decir que «Complot Magazine» es una revista precisamente popular, de consumo generalizado. Pero aunque efectivamente no llegue a la totalidad de la población, lo que encierran sus páginas y estos «mandamientos» son las obligadas reglas de juego de la sociedad globalizada a la que hoy, inicios del siglo XXI, nos ha llevado el gran capital. Eso es mandamiento para todos, sin distinciones: también los habitantes de las selvas tropicales o de alguna remota aldea del Tíbet pueden ser compradores (también allí llega la Coca-Cola, quizá más que el agua potable). De hecho se les estimula para que «posean, ni bien salgan al mercado, las mercaderías más diversas». Todos, sin distinción, pagan tributo a este dios-consumo. Y el petróleo que eventualmente se saca de sus tierras también los envenena a través de la cultura del hiper consumo, aunque nunca hayan subido a un automóvil. ¿Quién escapa al gran centro comercial en que se ha transformado el planeta?
Si algún dios (¿»dios mercado» lo llamaremos?) nos manda a hacer todas estas cosas -comprar todo lo que se pueda, hacer de las mercaderías no una herramienta para algo sino un fin en sí mismo, ver en el consumo y en la superficialidad externa el símbolo de «lo máximo»-, si efectivamente ese dios es el que dirige nuestras vidas…. ¡es para salir corriendo… y que dios nos encuentre confesados!
Y efectivamente, ésa es la deidad suprema que da sentido a la sociedad capitalista; lo de Paris Hilton no es sino una demostración extrema de la estupidez en juego: «consumir hasta morir». Valga decir que la expresión no es metafórica: el modelo en juego es consumir por consumir, aunque eso implique destrozar la naturaleza, «morirnos» envenenados por el desastre medioambiental que ello acarrea, morirnos porque la moda impuesta lo marca.
Sin dudas no todo el mundo es tan superficial, tonto y frívolo como para tomarse en serio este tipo de revistas. Pero más allá de la reducida cantidad de lectores concretos que una publicación de ese tipo pueda tener, los mandamientos presentados son regla obligada que se ha impuesto en nuestro mundo. Por eso mismo, en forma urgente hay que hacer algo. ¿O es que estamos condenados a vivir en un centro comercial mundial de plástico y bajo el glamour prefabricado? ¿No podemos esperar otra cosa del socialismo?
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