Introducción Desde un enfoque analítico marxista, podemos afirmar que, hoy día, América Latina experimenta transformaciones tanto en el nivel estructural como en el correspondiente a la superestructura, lo cual nos hace pensar que entramos a un momento histórico de enorme envergadura. A partir de los planteamientos metodológicos de la obra de Marx sabemos que las […]
Introducción
Desde un enfoque analítico marxista, podemos afirmar que, hoy día, América Latina experimenta transformaciones tanto en el nivel estructural como en el correspondiente a la superestructura, lo cual nos hace pensar que entramos a un momento histórico de enorme envergadura. A partir de los planteamientos metodológicos de la obra de Marx sabemos que las relaciones fundamentales de la sociedad y, de las sociedades, en particular, se explican por las continuidades y los cambios en el sistema económico-social; este planteamiento implica que la historia es un continuum de carácter dialéctico en el que para entender un momento determinado se debe entender el proceso anterior que en su desenvolvimiento caracteriza al presente.
Es en este sentido que debemos analizar cuáles son los cambios que se presentan en la región latinoamericana y cuáles son las posibilidades de que éstos cristalicen en la creación de sociedades más equitativas y más justas para los pueblos y los oprimidos de Nuestra América. Para ello, las acciones que lleven a cabo tanto los movimientos sociales como los partidos políticos de izquierda deben ser tomadas en cuenta, partiendo de la consideración de que el orden neoliberal instituido desde hace décadas en América Latina actualmente enfrenta una crisis frente a la cual se encuentra, por una parte, el auge de movimientos sociales como el de los piqueteros en Argentina, los Sin Tierra de Brasil o el zapatismo mexicano, y por otro, el arribo al poder de partidos y/o coaliciones de centro-izquierda, reflejando en uno y otro caso el hastío de la gente frente a políticas económicas que dieron al traste con el nivel de vida de la población en los países latinoamericanos.
Sin embargo, existe una cuestión imposible de soslayar: el hecho de que ambos -movimientos sociales y partidos políticos de izquierda- se opongan a un mismo enemigo en común -el neoliberalismo- no se traduce en que éstos construyan plataformas conjuntas de resistencia y superación frente al Estado neoliberal; por diversas cuestiones, movimientos sociales y partidos políticos de izquierda han diferido en sus propuestas de construcción de alternativas y dado lugar a una diversificación en el seno de la izquierda: así, por un lado tenemos las acciones realizadas por los movimientos de la llamada izquierda social, radical o movimientista que reniegan de la toma del poder estatal y, por otro, las de aquellos actores insertos en la denominada izquierda institucional o partidaria, es decir, los partidos políticos de esta filiación.
Es por ello que en el presente análisis buscamos problematizar acerca del contrapunteo que se da entre estas izquierdas que, podría pensarse, ya que se encuentran en lucha contra un enemigo en común -el neoliberalismo-, deberían enfrentarse a éste en comunidad de esfuerzos; sin embargo, la realidad supera los ideales de una izquierda unitaria que haga frente común al neoliberalismo que padecemos: en vez de ello, existen hoy por hoy en el espectro sociopolítico latinoamericano una diversidad de izquierdas que no acometen dicha lucha de manera conjunta, lo cual habremos de analizar a continuación a través de tres casos paradigmáticos en este sentido: los casos de Brasil, Argentina y México, por ser en estos tres países donde la tensión entre una izquierda y otra se hace más patente.
Las izquierdas latinoamericanas: tensión entre movimientos sociales y gobiernos «progresistas»
En la década de los ochenta comenzó la implantación del modelo económico neoliberal en los países de la región latinoamericana, a la par que se instituían «regímenes democráticos» que supuestamente llevarían a la región hacia el progreso, la modernidad y el desarrollo; hoy día, a sólo unas décadas de que esto sucediera, el proyecto neoliberal hace agua y se hacen patentes sus carencias para paliar la terrible desigualdad social y la pobreza que aquejan a nuestra región, además de que la democracia formal muestra sus limitaciones y vicios. Asistimos, pues, a la constatación de que la «receta» que nos impusieron no sólo no cumplió con los objetivos que se suponían eran su razón de ser, sino que además desató una severa crisis económica provocada por la implementación de políticas económicas erróneas para nuestros países. Todo ello provocó un agudo malestar social que se expresa en los movimientos de emancipación que acontecen en toda América Latina y que cuestionan la estrechez que asume la política en el marco de los regímenes neoliberales; de ahí que, para Atilio Borón, la crisis económica producida por el neoliberalismo en la región latinoamericana:
«a) generó nuevos actores sociales como, por ejemplo, los piqueteros en la Argentina; los pequeños agricultores endeudados de México, nucleados en «El campo no aguanta más»; los jóvenes y una variedad de movimientos de inspiración identitaria (de género, opción sexual, etnia, lengua, etc.) hastiados por la mercantilización de lo social y las políticas de supresión de las diferencias promovidas por el neoliberalismo; y los movimientos «alterglobalización», (…), que modificaron el paisaje sociopolítico de sus países;
b) potenció la gravitación de otras fuerzas sociales y políticas ya existentes pero que, hasta ese momento, carecían de una proyección nacional al no estar suficientemente movilizadas y organizadas. En una enumeración que no pretende ser exhaustiva señalaríamos a los campesinos en Brasil y México, o los indígenas en Ecuador, Bolivia y partes de México y Mesoamérica;»[1]
Estos movimientos cuestionan lo limitado de la política partidaria, además de que responden al desgaste de las prácticas de la izquierda que se desarrolló durante la mayor parte del siglo XX, la cual se proponía como objetivo la toma del poder estatal para desde ahí transformar las relaciones de poder en la sociedad. Su existencia responde a los cambios en la organización de la sociedad donde, hoy día, la clase obrera industrial parece ceder el papel predominante que se le asignó en las tareas emancipadoras de la misma. Como menciona Atilio Borón en el texto antes citado:
«Pocas dudas caben de que la nueva morfología de la protesta social en nuestra región es un síntoma de la decadencia de los grandes partidos populistas y de izquierda, y de los modelos tradicionales de organización sindical. Decadencia que, sin duda, se explica por las transformaciones ocurridas en la «base social» típica de esos formatos organizativos debido a (…) la aparición de un voluminoso «subproletariado» -denominado «pobretariado» por Frei Betto- que incluye a un vasto conjunto de desocupados permanentes, trabajadores ocasionales, precarizados e informales, cuentapropistas de subsistencia (los futuros «empresarios schumpeterianos», en la delirante visión de Hernando de Soto) y toda una vasta masa marginal a la que el capitalismo ha declarado como «redundante» e «inexplotable» y que por lo tanto, en una sociedad basada en la relación salarial, no tiene derecho a vivir.[2]
De ahí que en los últimos años se desarrollen en las calles latinoamericanas toda una serie de protestas encabezadas por los movimientos mencionados, con lo que se busca regresar a la política su sentido comunitario y de base. Dichos movimientos de izquierda se pueden englobar en lo que Aguirre Rojas llama la nueva izquierda surgida en 1968:
«La revolución mundial de 1968 trajo […] la irrupción de toda una vasta y compleja familia de nuevos y muy diversos movimientos sociales antisistémicos, cuyo abanico cubre desde el entonces emergente movimiento estudiantil, hasta los nuevos y ahora muy visibles movimientos feministas, y pasando por movimientos urbano-populares, pacifistas, ecologistas, campesinos, indígenas, antirracistas, étnicos, territoriales o de grupos como los de los prisioneros, los jubilados, los homosexuales, los desocupados, los sin techo, o los sin tierra, entre toda una amplia gama de los nuevos frentes y de las nuevas formas de la protesta social.»[3]
Dado este carácter antistémico de los movimientos de la izquierda latinoamericana sus posiciones se enfrentan con quienes buscan paliar los efectos de las políticas neoliberales en los marcos institucionales, así, naturalmente reniegan de las formas de representación dentro de las instituciones liberales. La relación que pueda existir de parte de los movimientos de izquierda con el poder es siempre problemática ya que como indicábamos mucha de su razón de ser responde a la crisis de las viejas formas de hacer política de la izquierda tradicional desde los espacios de poder, donde, en la mayoría de los casos los resultados no fueron los esperados; para ilustrar dicha situación analicemos la posición del movimiento de los Sin Tierra en Brasil con respecto al arribo al poder de parte de Luis Ignacio «Lula» Da Silva.
En el caso del Brasil la posición del Movimiento de los Sin Tierra ha sido siempre de un contenido bastante crítico hacia el poder estatal, debido al predominio que sobre éste han tenido los grandes latifundistas, con lo que han impuesto su visión de la economía brasileña y la consecuencia inmediata de ello, la falta de una profunda reforma agraria que garantice un acceso equitativo a la tierra.
Asimismo, han tenido un severo enfrentamiento con los cuerpos represivos promovidos por los latifundistas, por tanto, no es de extrañar que al conocerse los datos de los luchadores sociales muertos a manos de los paramilitares durante el gobierno de Lula[4] la posición del movimiento haya sido de crítica y deslinde del gobierno, así como ante la política macroeconómica seguida por el ministro de economía del gobierno de Lula. Por ende, numerosas críticas se han vertido sobre el accionar del gobierno petista de Lula, quien alguna vez, cuando hubo llegado a la presidencia de Brasil generó toda una serie de expectativas que lo llevaron, incluso, a ser aplaudido en el Tercer Foro Social Mundial de Porto Alegre[5] y que al cabo de algunos años en ella puede ser visto como el ejemplo de los yerros cometidos con la institucionalización; a este respecto, Aguirre Rojas señala que:
«[…] se ha repetido el hecho de que los líderes o dirigentes políticos llevados al poder o al gobierno o a la cúspide de esos vastos movimientos populares de contestación y de protesta social, no han estado siempre a la altura de las exigencias y de la fuerza y energía de dichos movimientos populares, haciendo que esos líderes, situados ante determinadas elecciones o encrucijadas fundamentales, hayan abandonado, o contenido, o en algún caso incluso traicionado, o también decepcionado en distintas medidas, a esas mismas masas populares que los apoyaron y que les permitieron llegar, ya sea al gobierno, o bien a esas encrucijadas políticas decisivas para los propios destinos generales de sus respectivas naciones.»[6]
Como hemos visto, la crisis de las viejas formas de representación ha propiciado el surgimiento de movimientos potencialmente transformadores que mantienen una actitud crítica con el poder estatal; asimismo, ante la crisis de los sistemas tradicionales de partidos políticos en América Latina se abrieron grietas entre las que surgieron nuevos actores políticos que en mayor o menor medida buscan limitar los estragos de las políticas neoliberales. Analicemos otra experiencia en este sentido, esto es, la pérdida de legitimidad de la política provocada por la crisis económica en Argentina y la consiguiente elección de Nestor Kirchner.
Después de la terrible noche que significó para los argentinos la política neoliberal encabezada por Carlos Menem y las posteriores decepciones representadas por Fernando De la Rúa y Eduardo Duhalde y como respuesta a la inmovilidad de la clase política argentina después de la conocida crisis económica del 2001, en las elecciones presidenciales realizadas dos años después resulta electo Nestor Kirchner, ante la amenaza de que Menem resultara reelecto.
No obstante que Kirchner representa el ala centro izquierdista del peronismo sus posiciones no han resultado del todo claras, ya que si de una parte ha realizado algunos avances con respecto a los crímenes del pasado cometidos durante la dictadura militar, así como ha tenido una política internacional más autónoma con respecto a los Estados Unidos; por otra parte, se muestra reacio a las movilizaciones realizadas por organizaciones piqueteras no alineadas a su política, lo que lo muestra renuente a atender las demandas sociales de los argentinos. Sobre el primer punto, Daniel Kersffeld señala:
«Importantes medidas como la necesaria remoción de la cúpula militar y de la Suprema Corte adicta al menemismo, junto con el impulso de la derogación de las leyes de amnistía a los responsables de crímenes cometidos durante el último gobierno militar, contribuyeron a fortalecer la imagen de un «Kirchner zurdo» […] hubo un claro interés por modificar la política de relaciones «carnales» con Estados Unidos para llevarla a un plano más regional, aunque, en el seno del Mercosur, una fuerte rivalidad llevó al gobierno argentino a más de un corto circuito con su par brasileño […]»[7]
Sin embargo, a pesar de que el gobierno de Kirchner se quiera diferenciar de los anteriores gobernantes neoliberales su posición frente al movimiento piquetero ha sido en la mayoría de los casos selectiva sino es que abiertamente desmovilizadora; ello porque ha tratado de manera diferenciada al movimiento según para él se trate de «piqueteros buenos» o «piqueteros malos».[8] Dada esta relación conflictiva con el gobierno de Kirchner, el movimiento piquetero asume posiciones encontradas, dividiéndose entre quienes son adeptos al gobierno, quienes le son adversos y los que asumen una posición intermedia.[9]
No obstante que el gobierno de Kirchner representa una posición tendiente al centro y que no busca cambios sustantivos dentro del sistema capitalista; al movimiento piquetero no le conviene realizar una estrategia que lo aísle del grueso de los argentinos mediante una confrontación sectaria; al respecto, la Anred señala:
«Sin duda, el actual es otro Gobierno que se diferencia bastante del de Duhalde, pero que en esencia defiende intereses similares. Además de su dependencia de las estructuras del duhaldismo, presenta como principal limitación que las expectativas que despierta en términos políticos difícilmente puedan ser satisfechas en el terreno económico: la desesperante realidad material del pueblo trabajador no variará demasiado por un largo período, siendo éste es su talón de Aquiles. […] Ante este panorama, las organizaciones en lucha deberán – en primer lugar – evitar la trampa desmovilizadora y fragmentadora que tendió el Gobierno. Esto exige encontrar el equilibrio entre la necesidad de mantener importantes niveles de movilización, porque las demandas de los sectores populares no esperan, sin que esto conduzca a una situación involuntaria de aislamiento político y social.»[10]
El caso de México
Para el caso de México se presenta una situación particular: 1988 y 1994 significan dos años paradigmáticos para las izquierdas de nuestro país. Del primero nace el llamado Partido de la Revolución Democrática, cuyas filas se conformaron por el ala disidente del otrora partido político hegemónico, el Partido Revolucionario Institucional, y una base del movimiento social mexicano formada por líderes de la izquierda radical de aquel entonces -entre otros-; del segundo año, 1994, nace el movimiento social más importante para el país en la última década, el zapatismo.
Si bien hubo algunos años en que ambos caminaron por el mismo rumbo, éstos llegaron a un estado de confrontación resultado de los errores cometidos por el PRD en su proceso de institucionalización y participación de fondo en la política partidaria, y a decir del EZLN, por errores imperdonables tales como el voto a favor de la contrarreforma indígena -lo cual es bien cierto- y por la cercanía de su actual candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador con personajes salidos de las filas del salinismo. De esto se deriva que en la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, en la cual el EZLN se define claramente como anticapitalista y de izquierda, se haya dado pie a la ruptura total y a la confrontación con quienes forman parte del perredismo. En este sentido, Concheiro Bórquez menciona que:
«No han sido pocas las expresiones de preocupación por la división que significa la posición del EZLN y quienes han expresado su protesta, declaran su convicción de votar por AMLO y seguir apoyando la lucha zapatista. Con esa posición, llaman en los hechos a la unidad de dos fuerzas que, siendo distintas, debieran confluir ante un momento político tan significativo para el país.»[11]
Ahora bien, el ideal de una izquierda unida se enfrenta en los hechos con cuestiones como la transformación de fondo del sistema capitalista, objetivo de la izquierda social, y la participación en las instituciones emanadas de éste, práctica de la izquierda partidaria o institucional, que lo lleva a cabo en búsqueda de reformas que palien la desigualdad social y la pobreza, pero sin objetivos de fondo que busquen eliminar las causas estructurales que las generan. En este sentido, Gutiérrez Aguilar afirma que:
«Por el lado de lo que podemos llamar «izquierda partidaria», ni en México ni en Brasil, donde tenemos expresiones nítidas de esta tendencia, en un gobierno local y en el gobierno federal, respectivamente, los partidos en cuestión presentan proyectos donde se propongan caminos de superación del neoliberalismo, entendido en sus múltiples significados de ofensiva global del capital. Tanto el PRD mexicano como el PT en Brasil, van ajustándose a lo que consideran «posible», intentando negociar límites y ambicionando quizá lo que se podría entender como un «capitalismo regulado».[12]
De esto se deriva que aunque para algunos idealmente ambas izquierdas debieran confluir en aras de superar al Estado neoliberal y construir alternativas a éste, en la práctica se presentan un sinnúmero de contradicciones que hacen imposible su convergencia. Más aún, los militantes del zapatismo y la Otra Campaña en México nunca verían con buenos ojos ningún tipo de alianza con el otrora partido político de la izquierda mexicana; como nos recuerda el mismo Subcomandante Marcos en sus comunicados, el movimiento social que él representa y aquel otro que se arremolina alrededor de la figura de López Obrador, de filiación partidista, se encuentran en las antípodas de la búsqueda de soluciones al neoliberalismo que a todos aqueja. De esto se desprende que aquellos que creían en los principios y valores del zapatismo desde hace años, y que en los momentos más álgidos del proceso de desafuero en contra de López Obrador expresaron su apoyo también a éste, en un momento dado se vieron obligados a la disyuntiva entre el EZLN y la opción que pueda representar la candidatura presidencial de López Obrador, cuando el primero lanzó feroces críticas en contra del último y de su partido. A ello se aúnan, además, las acciones erróneas llevadas a cabo por parte de algunos gobiernos de filiación perredista -caso Sicartsa en Lázaro Cárdenas, Michoacán, y más recientemente el caso de San Salvador Atenco y Texcoco en el Estado de México- que han dado al traste con la tensa relación entre el movimiento zapatista y el PRD. Así, quienes piensan que ambas opciones de lucha pueden converger para combatir juntos al enemigo neoliberal, se encuentran en los hechos con una tensión enorme y muy difícil de superar, aún sea con anhelos genuinos de lucha conjunta y de construcción de alternativas frente al Estado neoliberal.
Conclusiones
En el curso de este ensayo se analizaron diversos casos de América Latina en los que se muestra la tensión existente entre la izquierda social y la izquierda partidaria, concluyendo de todo ello que, no obstante las posiciones que buscan desvanecer las contradicciones entre ambas para que coincidan en un movimiento más o menos homogéneo, vemos que en un sinnúmero de ocasiones esto no es posible. En los casos analizados las aspiraciones de una izquierda antisistémica chocan con los programas que presentan las izquierdas institucionales; pensamos que la imposibilidad de dicha coincidencia se da sobre todo por una razón, la cual nos lleva a un debate mucho más profundo: que dada la coyuntura provocada por el neoliberalismo se estableció que pertenecían al espectro de la izquierda, por una parte, los movimientos que aspiran a una profunda transformación de las estructuras económicas en nuestras sociedades, y por otra, algunos movimientos de corte nacionalista y «progresista» (un sector zurdo del peronismo argentino, por ejemplo), los cuales defienden un capitalismo regulado pero no atacan lo que los movimientos sociales consideran la principal causa del malestar en nuestras sociedades: la explotación de unos seres humanos sobre otros. Por otra parte nos encontramos con el caso de Brasil, que es bastante sui géneris, ya que ahí no llega al poder un partido con una ideología progresista que se limite a algunas reformas como puede ser el peronismo de izquierda, sino un partido con un origen marxista que aspiraba a la transformación del sistema capitalista, por lo cual su actuación gubernamental es aún más decepcionante. En el caso de México, éste se encuentra en un momento fundamental con miras a las elecciones de julio de 2006 y las opciones del zapatismo y el perredismo-lopezobradorismo contienen cada una por su lado proyectos que difieren de fondo, por cuanto, el primero tiene un perfil netamente anticapitalista y el segundo busca paliar la pobreza sin combatir la explotación, es decir, en el marco de las instituciones del sistema capitalista. Por último, somos conscientes de que no hay que olvidar experiencias y procesos como los vividos actualmente en Bolivia y Venezuela, mismos que, por su especificidad, ameritan otro espacio de análisis, pero que podrían ser la excepción a esta ostensible tensión entre las izquierdas latinoamericanas.
Fuentes de consulta
1. Agencia de Noticias Red Acción (ANRed), Argentina: La respuesta de las organizaciones piqueteras ante la estrategia desmovilizadora de Kirchner, en Rebelión: http://www.rebelion.org/argentina/031110anred.htm, 10 de noviembre del 2003.
2. Aguirre Rojas, Carlos Antonio. América Latina en la encrucijada. Los movimientos sociales y la muerte de la política moderna. Contrahistorias. La otra mirada de Clío, México, 2005.
3. Borón, Atilio. Neoliberalismo vs. movimientos sociales en América Latina, en Indymedia: pr.indymedia.org/news/2004/08/4536.php}
4. Concheiro Bórquez, Elvira. «Viraje a la izquierda», en Memoria, Número 200, octubre de 2005: http://memoria.com.mx/?q=node/665
5. Díaz Polanco, Héctor. «La izquierda: desafíos y perspectivas», en Memoria, Número 166, diciembre de 2002.
6. Gutiérrez Aguilar, Raquel. «América Latina: notas para entender qué significa, hoy, «izquierda», en: Las izquierdas en México y América Latina, desafíos, peligros y posibilidades. Fundación Heberto Castillo, A.C., México, 2004.
7. Kersffeld, Daniel. «Néstor Kirchner y los límites de la centroizquierda», en Memoria, Número 202, diciembre de 2005.
8. Modonesi, Massimo. «¿Dónde quedó la política?», en Memoria, Número 169 marzo de 2003: http://memoria.com.mx/?q=node/100&PHPSESSID=8bdb57a80140ca0053f2946d8421fab9
9. Ortaloni Saavedra Luis. «Crisis y reorganización de los movimientos piqueteros argentinos», en Revista de los pueblos: http://www.revistapueblos.org/article.php3?id_article=327 30 de diciembre de 2005.
10. Petras, James, Los derechos humanos en Brasil bajo el régimen de Lula, en Rebelión: http://www.rebelion.org/petras/031113petras.htm, 13 de noviembre del 2003.
[1] Borón, Atilio. Neoliberalismo vs. movimientos sociales en América Latina, en Indymedia: pr.indymedia.org/news/2004/08/4536.php
[2] Ídem.
[3] Aguirre Rojas, Carlos Antonio. América Latina en la encrucijada. Los movimientos sociales y la muerte de la política moderna. Contrahistorias. La otra mirada de Clío, México, 2005, p. 68.
[4] Cfr. Petras, James, Los derechos humanos en Brasil bajo el régimen de Lula, en: Rebelión, http://www.rebelion.org/petras/031113petras.htm, 13 de noviembre del 2003.
[5] Cfr. Aguirre Rojas, Carlos Antonio. Op. cit., p.52.
[6] Ibídem, p. 60.
[7] Kersffeld, Daniel. «Néstor Kirchner y los límites de la centroizquierda», en Memoria, Número 202, diciembre de 2005.
[8] Ortaloni Saavedra Luis. Crisis y reorganización de los movimientos piqueteros argentinos, en: Revista de los Pueblos, http://www.revistapueblos.org/article.php3?id_article=327
30 de diciembre de 2005.
[9] Ídem.
[10]Agencia de Noticias Red Acción (ANRed), Argentina: La respuesta de las organizaciones piqueteras ante la estrategia desmovilizadora de Kirchner, en: Rebelión, http://www.rebelion.org/argentina/031110anred.htm, 10 de noviembre del 2003.
[11] Concheiro Bórquez, Elvira. «Viraje a la izquierda», Memoria, Número 200, octubre de 2005, en: http://memoria.com.mx/?q=node/665. -Las cursivas son nuestras-.
[12] Gutiérrez Aguilar, Raquel. «América Latina: notas para entender qué significa, hoy, «izquierda», en: Las izquierdas en México y América Latina, desafíos, peligros y posibilidades. Fundación Heberto Castillo, A.C., México, 2004, p. 220.
*Autor: David Ángel Bonilla, Sociológo por la Facultad de Ciencias Politicas y Sociales de la UNAM.