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Apuntes sobre el 2001 argentino y el M-15 español

Los Fantasmas de la Libertad

Fuentes: Rebelión

Se ha roto la cadena del terror [ahora] tenemos el poder de incidir sobre las fuerzas que sentíamos inexpugnables. León Rozitchner Mientras miles de españoles continúan tomando las calles, las asambleas se suceden, los talleres se multiplican y las performances artísticas hacen de la política una apertura a la fiesta y la imaginación, al pensamiento […]

Se ha roto la cadena del terror [ahora] tenemos el poder de incidir sobre las fuerzas que sentíamos inexpugnables.

León Rozitchner

Mientras miles de españoles continúan tomando las calles, las asambleas se suceden, los talleres se multiplican y las performances artísticas hacen de la política una apertura a la fiesta y la imaginación, al pensamiento y al compromiso, uno no puede dejar de preguntarse qué pasó para que tanto entusiasmo haya crecido de pronto, para que el grito urgente de la democracia recorra tantos corazones devolviéndoles la vida.

¿Qué pasó (y por qué justo ahora) en las capas más profundas de la subjetividad? Algo se quebró allí, algo que antes impedía por muchos anos preguntarse, colectivamente, por los caminos de la libertad. ¿Qué fantasmas vinieron a despertar la integridad de una indignación cargada por años en el cuerpo, en los hábitos cotidianos, en los sueños obnubilados de cambio social? Una gramática de la libertad, como señala Luis Martín Cabrera, que no deja de multiplicarse. Se trata sin lugar a dudas de una nueva crisis del capitalismo neoliberal cuyo «modelo económico» ligado a las políticas mundiales del FMI y el Banco Mundial no deja de producir grandes masas de desocupados. Una crisis que ya ha acicalado en Europa, y cuya respuesta popular no se hizo esperar como en Grecia e Islandia. Un sistema cruel que enriquece a los bancos y las empresas capitalistas a costa del hambre de millones. Pero también se trata del modo como se llevó a cabo la así llamada transición de la dictadura franquista. Un modo de hacer de la democracia una continuación de la dictadura más que una ruptura con ella. Y esta secuencia hegemónica que se instaló sobre el par posdictadura-neoliberalismo nos hace recordar de aquel 19 y 20 de Diciembre de 2001 argentino. Un fantasma de esos que se entromete en los intersticios del miedo y el terror que nos han inculcado, y después de mucho intentarlo, activa las fuerzas colectivas que nos conforman y nos permite imaginar un mundo distinto para llevarlo a cabo.

Entonces también, además de los vientos que suben del sur árabe, hay otros que cruzan el Atlántico trayendo una experiencia histórica y política que vale la pena mirar. Pues en aquel Diciembre argentino los niveles de desocupación habían superado el 20% sin contar el trabajo en negro que sostenía una parte fundamental de la economía. Bajo la égida de Carlos Menem y los planes de convertibilidad económica de Domingo Cavallo, el FMI había considerado al país como su hijo predilecto, ya que había seguido al pie de la letra todas sus recomendaciones a costa de un aumento descomunal de la deuda externa. Pero no sólo eso: como resultado de las privatizaciones de empresas públicas, los capitales inversores habían cerrado aquellas empresas o fábricas que consideraban improductivas, dejando pueblos enteros en la más completa aislación social, sin ninguna fuente laboral. Precisamente la resistencia comenzó a crecer en estos focos olvidados de donde surgió lo que luego iban a ser autodenominado como Movimiento Piquetero. Ya para finales del 2001 la situación era insostenible. El gobierno de De la Rúa y Cavallo exigía una y otra vez el sacrificio de la población, hasta el punto de decretar un límite para la extracción de dinero (no más de 250 dólares por semana) de las propias cuentas bancarias. Claro, después se conocería que previamente, los grandes bancos habían reunidos a sus principales clientes, todos inversores capitalistas multinacionales, para avisarles del estado de la situación en la que se encontraba el pa161s, de modo que estos señores tuvieran el tiempo suficiente de transferir sus cuentas a bancos extranjeros y así salvarse de la debacle general ¡Al mismo tiempo que ayudaban a provocarla! El punto de quiebre vino el 19 de diciembre con el decreto presidencial de estado de sitio en todo el territorio nacional, despertando el fantasma de la dictadura militar. La respuesta no se hizo esperar: miles de personas se volcaron a las calles principales de Buenos Aires, en un clima de euforia que muchos consideraron de fiesta, no sólo en el centro de la ciudad y la Plaza de Mayo donde se concentro la mayoría (algo así como la Puerta del Sol española), sino también en los barrios y también en otras ciudades del país. Un grito de basta al poder político tradicional que se expresó bajo el lema Que se vayan todos, que no quede ni uno solo (acaso uno de los precedentes de la exigencia de Democracia Ya). La represión policial comenzó en la madrugada y las batallas campales entre los manifestantes y las fuerzas del orden no disminuyeron hasta que el presidente anunció su renuncia el mismo 20 de diciembre. 35 muertos fue el resultado nefasto de aquellas jornadas. No en vano se consideró a posteriori que el quiebre fundamental del diciembre argentino había marcado el fin de la posdictadura: el entroncamiento de la dictadura en el corazón de la transición democrática. La apertura política posterior dio cuenta de ello. En palabras del filósofo León Rozitchner: «se ha roto la cadena del terror» impuesta por el genocidio bajo «una única forma de sociabilidad»; ahora «tenemos el poder de incidir sobre las fuerzas que sentíamos inexpugnables.» 1

A partir de entonces se organizaron Asambleas Populares en casi todos los barrios de Buenos Aires, y alrededor de todo el país para discutir como tomar en sus propias manos la tarea de la participación democrática. Las reuniones se realizaban en plena calle, en las plazas, y hasta se tomaban edificios públicos que habían sido abandonados hace rato (viejos mercados municipales, bancos cerrados, negocios clausurados). Se discutía desde que hacer con la deuda externa hasta problemas cotidianos de ollas populares y relaciones vecinales. Tal vez el signo de este acontecimiento histórico haya sido, no sólo animarse a salir a la calle y desafiar los prejuicios y la represión policial, sino también la puesta en escena de la capacidad subjetiva de autogestión de nuestro propio modo de hacer política. El dispositivo asambleario recorrió otros movimientos tales como el Club del Trueque (donde se experimento una economía alternativa de intercambio de objetos, desde comida hasta automóviles), los movimientos de empresas recuperadas (donde los trabajadores tomaban fábricas abandonadas por sus dueños y las volvían productivas), y hasta los mismos piqueteros. Todo ello parece renacer, 10 años después, en este M-15 español como brotes primaverales que anuncian este doble mensaje: no sólo estamos indignados con como nos han tratado por tantos anos de explotación, exclusión y ultraje, sino que también estamos dispuestos a tomar en nuestras manos la tarea de generar nuestro propio modo de hacer política. A organizarnos desde abajo, a pensar colectivamente, y a actuar sobre nuestra realidad inmediata.

Acaso dos puntuaciones acicalan este paralelo en la experiencia histórica: la necesidad de pensar sobre las potencias colectivas, propias y específicas, pero también ajenas y distantes, cuya ebullición se hizo presente en una espontaneidad desbordante. Y en su reverso, en el medio de esta praxis política novedosa, la tarea de hacer la historia contándola, en un lenguaje que se permita explorar los registros que le dan forma. Hoy en día se ha vuelto a hablar de la spanish revolution. Tal vez un mes atrás no era posible pensar en un fenómeno de tal magnitud, y sin embargo, la fiesta, la organización, y las asambleas hablan por si mismas: la imaginación política ha tomado las calles.

Y para finalizar, aclaremos que no procuramos hacer comparaciones vanas. No se trata, claro está, de imponer el sello del diciembre argentino en el mayo español. Sino más bien, de poder leer las experiencias históricas que acuden a incentivar el lenguaje y las decisiones de una apertura política que se anuncia bajo un mismo signo. Los fantasmas de una libertad a los que recibimos cada vez con más intensidad y curiosidad, torciendo las escaramuzas del miedo y el terror que nos corroen por dentro. Acaso con la esperanza de acercarnos a nosotros mismos en el fundamento colectivo de nuestras relaciones con los otros. Será también en ese devenir fantasmal que el M-15 español escriba su trazo en la historia. Su propia libertad de historia.

1 En Colectivo Situaciones. 19 y 20. Tinta Limón: Buenos Aires, 2002 (p. 39).