Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El Dr. Paul Craig Roberts fue educado en Georgia Tech, la Universidad de Virginia, la Universidad de California, Berkeley, y la Universidad Oxford donde fue miembro del Merton College. Ha sido secretario adjunto del Tesoro de EE.UU. en el gobierno de Reagan, miembro del personal del Congreso de EE.UU., editor asociado y columnista del Wall Street Journal, y columnista de Business Week, Scripps Howard News Service, y Creators Syndicate. También fue Investigador Invitado Sénior de la Institución Hoover de la Universidad Stanford y nombrado para la Cátedra William E. Simon Chair en Economía Política en el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales de la Universidad Georgetown.
En la actualidad es presidente del Instituto de Economía Política y ha sido autor y coautor de diez libros y numerosos artículos en revistas académicas. Ha testificado ante comités del Congreso en 30 ocasiones. El Dr. Roberts obtuvo el Premio por Servicio Meritorio del Tesoro de EE.UU. por «destacadas contribuciones a la formulación de política económica de EE.UU.», y la Legión de Honor de Francia como «artesano de una renovación en la ciencia y política económica, después de medio siglo de intervencionismo de Estado». El Dr. Roberts se comunicó recientemente con Nilantha Ilangamuwa, Editor, Torture Magazine.
NI: Usted trabajó en el Tesoro de EE.UU. como secretario adjunto durante el gobierno de Reagan, cuando la economía mundial cambió hacia el neoliberalismo, y es famoso por ser un cofundador de reaganomics. ¿Cómo sucedió eso? ¿Cuál fue su contribución al cambio del modelo de la economía mundial?
PCR: Reaganomics es un término que los medios dieron a una innovación en la teoría y política económica conocida como economía de oferta. La economía de oferta no es una ideología y no es neoliberalismo.
No pienso que el gobierno de Reagan haya cambiado el modelo de economía mundial o que el gobierno se haya considerado neoliberal. Lo que hizo el gobierno de Reagan fue cambiar la política macroeconómica que había prevalecido en el mundo de habla inglesa de la posguerra. Esa política, conocida como gestión de la demanda keynesiana, se basó en la política fiscal gubernamental y la política monetaria a fin de mantener el pleno empleo y una baja inflación. Si el desempleo era el problema, el gobierno implementaba un déficit presupuestario y el banco central expandía el dinero y el crédito. El estímulo monetario y fiscal aumentaría la demanda agregada, y el aumento de gastos aumentaba el nivel de empleo. Si la inflación era el problema el gobierno implementaba un superávit presupuestario y el banco central reducía la tasa de crecimiento del dinero y el crédito.
Se suponía que la política debía funcionar de esa manera. Por ejemplo, a principios de los años sesenta los economistas veían la reducción en impuestos a la renta marginal defendida por el presidente John F. Kennedy como un estímulo a la demanda de consumo. Antes de Reagan, los economistas no comprendían que la política fiscal podía aumentar o disminuir la oferta agregada.
La política de gestión de la demanda dejó de funcionar durante la presidencia de Carter. Cada estímulo del empleo tenía que ser «pagado» con una tasa más elevada de inflación, y cada ataque contra la inflación tenía que ser «pagado» con una mayor tasa de desempleo. Estas agravadas ventajas y desventajas llegaron a ser conocidas como «desempleo e inflación [estanflación]».
Los únicos economistas que tenían una respuesta al problema de la estanflación eran los del lado de la oferta, a los cuales pertenecía yo. La economía de oferta fue una innovación en la teoría política y en la política económica. Los economistas del lado de la oferta dijeron que la política fiscal afecta directamente la oferta agregada. Por ejemplo, una reducción en tasas de impuesto marginales (la tasa de impuesto sobre ingresos adicionales) cambia importantes precios relativos. Hace que el ocio sea más caro en términos de ingreso actual conocido no percibido, y hace que el consumo actual sea más caro en términos de ingreso actual conocido de antemano. Por ello, una reducción en tasas de impuesto marginales no aumenta solamente la demanda de consumo. Las tasas de impuesto más bajas llevan a un aumento en los factores de mano de obra y oferta agregada. La política de administración de la demanda había estimulado la demanda, pero las altas tasas de impuesto marginales desalentaron o debilitaron la reacción de la oferta ante la demanda. Por lo tanto, los precios subieron. Los economistas del lado de la oferta dijeron que la solución a la estanflación era cambiar la mezcla de políticas: una política monetaria más estricta y una política fiscal más relajada. En otras palabras, reducir el estímulo monetario y aumentar los incentivos para la oferta.
La política funcionó y desapareció el empeoramiento de la relación entre empleo e inflación según la «Curva de Phillips». El presidente Reagan tenía dos objetivos principales: terminar la estanflación y terminar la Guerra Fría. Hizo campaña respecto a la política de oferta. A fin de implementar la política, me nombró secretario adjunto del Tesoro para Política Económica. Más adelante me asoció a su segundo objetivo al designarme para un comité secreto. Reagan pensaba que la economía soviética era demasiado decrépita para resistir la presión de una carrera armamentista de alta tecnología. Creía que al amenazar a los soviéticos con una carrera armamentista, podría llevarlos a negociar el fin de la Guerra Fría.
La CIA dijo a Reagan que los soviéticos ganarían la carrera armamentista, porque era una economía de planificación centralizada que controlaba la inversión y podría destinar todos los recursos necesarios a los militares. Reagan no le creyó a la CIA y nombró un comité para tomar la decisión. El comité concluyó que la economía soviética no podría competir en una carrera armamentista.
NI: La imagen de EE.UU. todavía se estaba recuperando de la Guerra de Vietnam, que terminó en 1975, cuando el presidente Jimmy Carter llegó al poder. EE.UU. había aprendido una lección muy cara por la pérdida de más de 57.000 soldados estadounidenses en las selvas del Sudeste Asiático. Sin embargo, durante el gobierno de Carter también hubo tremendos conflictos de Afganistán a Irán, de Granada a Nicaragua. Fueron tiempos acalorados en la Guerra Fría. Entonces, en 1980, Ronald Reagan ganó la elección, y para cuando abandonó el poder había ganado la Guerra Fría. ¿En qué se diferenció el gobierno de Reagan de otras presidencias?
PCR: Reagan logró sus dos objetivos, y es lo que lo diferencia de otros presidentes. Los conflictos militares durante los años de Reagan fueron menores, y, a diferencia de los conflictos militares en los regímenes de George W. Bush y Obama, no fueron conflictos por cuenta de la hegemonía mundial de EE.UU. Reagan dijo que si tenía éxito en llevar a los soviéticos a un acuerdo para terminar la Guerra Fría, tendría que trazar una línea en la arena para impedir cualquier nueva expansión comunista, sea en Afganistán, Granada, o Nicaragua. Dijo que si más países caían en manos comunistas y se convertían en clientes soviéticos, estos últimos se sentirían demasiado seguros para negociar un fin de la Guerra Fría.
NI: Su libro titulado: «Alienación y la economía soviética«, ha examinado extensamente la política económica de la URSS y sus debilidades en la planificación. ¿Podría compartir con nosotros sus ideas sobre cómo benefició su debilidad el desarrollo de una economía neoliberal de EE.UU. y su identidad como líder de Occidente?
PCR: Mi libro explica la economía soviética como resultado de un intento ideológico de remodelar la naturaleza humana y la sociedad sustituyendo una economía planificada por una economía de mercado no planificada. Paradójicamente, el colapso de la Unión Soviética es uno de los dos eventos (el otro es el ascenso de Internet de alta velocidad) que desbarataron la economía de EE.UU. Cuando colapsó la Unión Soviética, los neoconservadores estadounidenses hablaron de «fin de la historia», con lo que querían decir que el capitalismo estadounidense era el único sistema socioeconómico viable. El colapso soviético llevó a los comunistas en China y a los socialistas en India a repensar sus enfoques y a colocarse del lado vencedor. Esos dos gigantes asiáticos abrieron sus fuerzas laborales infrautilizadas al capital occidental.
Comenzó la era de la deslocalización de los puestos de trabajo. Corporaciones estadounidenses, presionadas por Wall Street para que obtuvieran mayores beneficios, por grandes comercios minoristas como WalMart, y por el tope fijado por el Congreso para el pago a ejecutivos que no se basara en su rendimiento» lo que llevó al exterior la producción de bienes para el mercado estadounidense, a sitios donde los costes de mano de obra eran una pequeña fracción de los salarios de EE.UU. Esta tendencia llevó a un aumento de los beneficios, pero separó a los consumidores estadounidenses de los ingresos asociados con los bienes y servicios que consumen. Lo mismo ocurrió con puestos de trabajo de servicio profesional, como la producción de programas informáticos, Tecnología de la Información, e investigación y diseño. Las escaleras de movilidad ascendente para los estadounidenses se desmantelaron. Los salarios y el empleo se derrumbaron, las prestaciones médicas se perdieron y muchas carreras desaparecieron.
El sistema mediante el cual las corporaciones del Primer Mundo deslocalizan la producción de bienes y servicios que venden en sus países se llama «globalización», y está convirtiendo a EE.UU. en un país del Tercer Mundo. Durante las dos últimas décadas, los únicos puestos de trabajo que la economía de EE.UU. ha logrado crear son en servicios mal remunerados como camareras, cantineros y enfermeros de hospitales. No ha habido un aumento en el ingreso real de la mayoría de la población. Los aumentos en los ingresos y la riqueza se concentran en la cumbre, y la distribución de ingresos es ahora la peor en el mundo desarrollado y peor que en numerosos países del Tercer Mundo. La economía de los años Reagan simplemente ha desaparecido.
NI: En los últimos años, especialmente después del 11-S, usted se convirtió en un analista crítico de la política exterior de EE.UU. ¿Cuándo comenzaron a ir mal las cosas en EE.UU. y cómo ocurrió?
PCR: Las cosas comenzaron a ir mal en EE.UU. cuando se convirtió en «la única superpotencia». Los neoconservadores tuvieron una actitud triunfalista y propagaron su actitud en el público y en el Congreso mediante su propaganda. Argumentaron que había que extender el capitalismo estadounidense al resto del mundo, incluso si había que imponerlo por la fuerza de las armas. Los estadounidenses, proclamaron los neoconservadores, eran «el pueblo indispensable», que tenía el derecho y la responsabilidad de imponer su forma de ser en todo el mundo. Los neoconservadores utilizaron la Fundación por la Democracia de EE.UU. (NED) para fomentar «revoluciones de color» en antiguas repúblicas soviéticas. El evento del 11-S dio a los neoconservadores la oportunidad de iniciar invasiones militares estadounidenses y «cambios de régimen» en Medio Oriente, Afganistán y el Norte de África.
NI: Hablemos de nuestro tema principal, la tortura. Recuerdo de nuestra primera comunicación que usted dijo que no tiene mucha idea de la tortura, con la excepción del contexto estadounidense e israelí. ¿Qué análisis puede compartir, respecto a la tortura relacionada con EE.UU.?
PCR: En EE.UU. la tortura está prohibida por la Constitución y por el derecho escrito. También está prohibida por las Convenciones de Ginebra y el derecho internacional. No sé por qué el régimen de George W. Bush violó el derecho estadounidense e internacional y torturó a «detenidos», que en su mayoría eran desventurados individuos secuestrados por señores de la guerra y vendidos a los estadounidenses para cobrar la recompensa. Es bien sabido en los servicios de inteligencia que la tortura no produce información fiable. Generalmente, una persona torturada inventa una historia a fin de que sus atormentadores cesen la tortura. Disidentes soviéticos acusados de fantásticas conspiraciones, y torturados para conseguir los nombres de sus cómplices, dieron nombres de personas muertas.
Un disidente escribió que, al sospechar que sería arrestado, memorizó los nombres grabados en las lápidas del cementerio.
A mi juicio, el régimen de Bush, un régimen neoconservador, utilizó el exagerado temor ante la amenaza de «terrorismo musulmán» para obtener la anuencia respecto a la tortura del público estadounidense, del Congreso y de los tribunales federales, con el argumento de que era necesaria a fin de proteger a los estadounidenses de eventos como el 11-S.
Los neoconservadores razonaron que si el poder ejecutivo podía violar, impunemente, las prohibiciones constitucionales y legales contra la tortura, se podría expandir ese precedente al habeas corpus, al debido proceso, y a la libre expresión, la libertad de reunión (manifestaciones) y a las críticas de las políticas del gobierno, redefinidas como «ayudar y ser cómplice de terrorismo».
Una vez que se puede hacer caso comiso del derecho y la Constitución, el régimen podría escapar de la responsabilidad criminal por sus guerras de evidente agresión. El presidente Obama ganó la elección presidencial porque los votantes esperaban que detuviera las guerras, detuviera la tortura, e hiciera rendir cuentas a los criminales del régimen de Bush.
Sin embargo, Obama consideró que los nuevos poderes eran convenientes y los mantuvo y expandió. Se negó a exigir cuentas a los criminales del régimen de Bush. Hizo que los poderes ilegales e inconstitucionales utilizados por el régimen de Bush fueran codificados en la ley estadounidense. Y Obama impuso nuevos poderes, el derecho a asesinar ciudadanos estadounidenses de los que sospechaba, sin debido proceso. Lo que han hecho los regímenes de Bush y Obama es convertir EE.UU. en un Estado policial al estilo de la Gestapo. Antes de Bush/Obama era ilegal que el gobierno espiara a los estadounidenses sin presentar una causa a un tribunal que, si era imputada, proveería un mandato. Ahora cada aspecto de las vidas de estadounidenses es rutinariamente vigilado, sus movimientos, sus correos electrónicos, su uso de Internet, e incluso sus compras. No solo son sometidos a cacheos íntimos los pasajeros en los aeropuertos, sino también viajantes por autobús o tren; y el tráfico de automóviles y autobuses en autopistas interestatales es detenido y registrado. No ha habido ataques terroristas contra trenes, autobuses o viajes por las autopistas. Sin embargo, la libertad de movimiento en EE.UU. ha sido comprometida aún más de lo que era en la Unión Soviética con el sistema de pasaportes internos.
NI: ¿Qué solución sugiere ante esta crítica? En otras palabras, ¿cómo pueden corregir las cosas los gobiernos responsables y llevar a sus pueblos hacia la libertad?
PCR: En EE.UU. el gobierno ya no es responsable ante la ley ni ante el pueblo. Quienquiera es elegido a la presidencia o al Congreso responde ante los poderosos grupos de intereses privados que suministran los fondos para la campaña política. Después de comprar el gobierno, los intereses especiales cuentan con que serán servidos por el gobierno. El complejo militar/de seguridad obtiene miles de millones de dólares en beneficios con las guerras, sean calientes o frías. La paz no interesa al complejo militar/industrial. La paz reduce los beneficios de la industria de armamentos y reduce el poder de la CIA, la Seguridad Interior, el Pentágono, el FBI, la Agencia Nacional de Seguridad. En EE.UU. actual, la paz es para mariquitas.
NI: Solo horas antes de la publicación del informe anual de derechos humanos del Departamento de Estado, usted escribió un artículo de opinión diciendo que el gobierno de EE.UU. es el segundo peor abusador de derechos humanos del planeta y el único apoyo del peor abusador, Israel. Si es así, la presión de EE.UU. por las reformas de derechos humanos en otros países parece una hipocresía. ¿Quiere que el gobierno de EE.UU. deje de hablar con esos países? Si EE.UU. no tiene derecho a criticar la violencia contra los derechos humanos en otros países, ¿quién lo tiene?
PCR: Para utilizar lenguaje bíblico, el gobierno de EE.UU. concentra la atención en la paja en el ojo de Siria, Irán o China a fin de distraer la atención de la viga en el propio. Washington es el que ha hecho la guerra durante ocho años en Irak, matando a cientos de miles de personas utilizando motivos falsos.
Es Washington el que hace la guerra durante once años en Afganistán, utilizando motivos falsos, matando a una cantidad desconocida, pero inmensa, de afganos. Washington es el que viola la soberanía de Pakistán y Yemen, asesinando a gente en esos países mediante motivos falsos. Fue Washington el que organizó el derrocamiento del gobierno libio, dejando el país en un caos total, con innumerables muertos. Washington es responsable de la interminable violencia en Somalia. Washington es el que ha enviado sus soldados a cuatro países africanos como parte de una nueva empresa imperialista conocida como el Comando África de EE.UU. ¿Cómo puede un gobierno que comete masivas violaciones de los derechos humanos en Afganistán, Pakistán, Medio Oriente, África, y en el interior, sermonear o hablar a cualquier otro país de los derechos humanos? El mundo acepta esta increíble hipocresía gracias al éxito de la propaganda de EE.UU. durante la Guerra Fría. La propaganda cubrió firmemente con un manto ético al gobierno de EE.UU.
NI: Usted también se opuso a las guerras en Afganistán, Irak, Libia y otros conflictos existentes en el Este de Asia. Vimos cómo ocurrió la tortura en esas guerras. Tal vez el caso más destacado y visible de tortura en los últimos años fue la ejecución pública de Muamar Gadafi. La tortura se ha convertido en normal, sin que importen la culpa o inocencia de las víctimas. Hay numerosas convenciones internacionales contra la tortura pero existe en muchos sitios. ¿Qué piensa al respecto? ¿Por qué se orientan en esa dirección los eventos?
PCR: En el Siglo XX, Occidente, del que no se puede decir que sea inocente, defendió a pesar de todo las libertades civiles, la ley como protección del pueblo en lugar de ser un arma en manos del gobierno. En la Alemania de Hitler, o la Unión Soviética de Stalin, la ley era un arma en las manos de los gobiernos. Hoy en día, EE.UU. se ha puesto al nivel de Hitler y Stalin. La ley en EE.UU. es un arma en manos del gobierno.
A mi juicio, el triunfalismo neoconservador ha destruido la moralidad estadounidense y en su lugar ha colocado una arrogancia desmedida. Los estadounidenses están pasmados ante lo grandes, buenos, morales e indispensables que son. La arrogancia coloca a los estadounidenses por sobre cualquier otro en el mundo. Los estadounidenses pueden torturar, asesinar, invadir y seguir sermoneando al resto del mundo sobre los derechos humanos.
NI: En uno de sus artículos publicados en abril pasado, usted señala: «Estoy de acuerdo en que existe mucho mal en cada país y civilización. En la lucha entre el bien y el mal, la religión ha estado a veces del lado del mal. Sin embargo, no es posible desembarazarse de la noción de progreso moral con tanta facilidad». Como usted dice, en muchos países se ha perdido la libertad, aunque no es posible desembarazarse de la noción de progreso moral. ¿Puede explicar algo más sobre esa interesante conclusión?
PCR: No conozco lo suficiente sobre el mundo no occidental para responder con seguridad esa pregunta. Lo que estaba señalando es que la lucha entre el bien y el mal es antigua. En diversos períodos históricos prevalece el mal; en otros prevalece el bien. Esto significa que los conceptos morales sobreviven incluso durante los períodos de predominio del mal. Como he escrito, no hace mucho, la esclavitud era un hecho de la vida real, no un tema moral. Hoy, incluso el peor gobierno no podría legitimar abiertamente la esclavitud, aunque la esclavitud por impuestos, excepto para los mega-ricos, que controlan los gobiernos, existe por doquier en Occidente.
Lo importante es que no podemos renunciar a la esperanza de que el mundo pueda volver a una existencia moral. Lo que desalienta es que ya no sea Occidente, y ciertamente no el gobierno de EE.UU., el que sea el defensor de «los derechos de la humanidad».
NI: ¿Cómo podemos mejorar las cosas? ¿Dónde deberíamos comenzar para lograr una sociedad libre de tortura?
PCR: A mi juicio, no existe una perspectiva para un mundo moral y libre de tortura hasta que Occidente sea responsabilizado de sus actos. El tribunal de crímenes de guerra en Malasia fue un comienzo. Las condenas de los monstruos del régimen de Bush no tienen autoridad legal, pero las condenas sostienen la autoridad moral. Si el tribunal de crímenes de guerra malasio se repite en muchos otros países, los criminales de guerra de EE.UU. y el Reino Unido y sus títeres criminales no podrían viajar más allá de sus propias fronteras. Se crearía una imagen de dirigentes occidentales perseguidos por el resto del mundo por sus acciones criminales. Es el único camino para volver a empoderar a la moralidad como una fuerza en la historia.
Los gobiernos occidentales se han convertido en la antítesis de la moralidad.
Nilantha Ilangamuwa es periodista y editor del Sri Lanka Guardian, un periódico diario en línea basado en Colombo, Sri Lanka. Recientemente inició una revista quincenal sobre la tortura, publicada por la Asian Human Rights Commission basada en Hong Kong y Rehabilitation and Research Centre for Torture Victims basado en Dinamarca. Torture: Asian and Global Perspectives es una nueva iniciativa que se concentra sobre todo en la tortura y otros temas globales relacionados.
Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/09/21/an-interview-with-paul-craig-roberts-on-torture/
rCR