Recomiendo:
5

Desde la experiencia de Irán

Los marxistas y los islamismos

Fuentes: Rebelión

El  objetivo de este texto es exponer los motivos que llevaron a un sector importante de los comunistas iraníes, sobre todo al Partido Tudeh de Irán, a apoyar a la República Islámica (RI) y las razones que causaron la retirada de ese apoyo y llevaron a organizar su derrocamiento. (Estas apreciaciones son un punto de vista […]

El  objetivo de este texto es exponer los motivos que llevaron a un sector importante de los comunistas iraníes, sobre todo al Partido Tudeh de Irán, a apoyar a la República Islámica (RI) y las razones que causaron la retirada de ese apoyo y llevaron a organizar su derrocamiento.

(Estas apreciaciones son un punto de vista personal)

La repercusión de las protestas que ocurrieron en Irán bajo el nombre de «Movimiento Verde» (MV) en junio de 2009 pusieron de manifiesto las discrepancias dentro de la izquierda a nivel mundial en cuanto a su visión acerca de los movimientos islamistas, en el poder o en la oposición.

Un importante sector de la izquierda europea y latinoamericana dejó solos entonces a millones de iraníes que se echaron a las calles pidiendo unas elecciones limpias dentro del propio marco de la RI. Todavía acusan al Movimiento Verde de ser otro montaje de EE.UU. como sus revoluciones de colores en el espacio exsoviético.

¿Tenían esos compañeros suficiente información para llegar a una conclusión tan grave? Fueron (son) varios los motivos de este tipo de posicionamiento:

* Un maniqueísmo cuasi religioso que divide el mundo entre los «pro y los contra» estadounidenses. Se espera a que Washington adopte su postura en un asunto para colocarse enfrente, rebajando así el análisis científico del marxismo y la dialéctica de observar los acontecimientos en toda su complejidad al nivel del suelo. Así, si EE.UU. está en contra de la Revolución Islámica, ésta es progresista y quienes luchan contra ella están a sueldo del Mossad y la CIA.

* Otros consideran que la República Islámica es un contrapeso de Israel en la zona y no hay que debilitarla. Ignoran que Irán y Estados Unidos comparten el gobierno chií del Irak ocupado y, en parte, el de Afganistán. Y aunque fuera como dicen, una cosa son las alianzas estratégicas (incluso con el mismísimo diablo) y otra bien distinta confundir a la audiencia y denominarlas progresistas

* Niegan que en Irán o en otro país «amigo» haya lucha de clases. Como si por arte de magia ésta se hubiera paralizado, o debería paralizarse, por el bien de la paz (?) regional. En Irán todos los partidos políticos y sindicatos están prohibidos. ¿Representan los ayatolás y los militares los intereses de los trabajadores? ¿Dónde están las enseñanzas del marxismo sobre la independencia de la postura de los comunistas?

* Que fuesen los jóvenes (que además de universitarios vestían «a la occidental» en vez de ir en chanclas) y no los desharrapados quienes encabezaban las protestas, fortalecía todavía más la idea de la conspiración de la clase media y alta contra el gobierno de los desheredados. Otro de los pecados del MV fue el uso de la tecnología moderna para convocar las protestas. ¡Qué extraño que ahora nadie cuestione este punto en las rebeliones de los países árabes!

Desconocen que la mayoría de la población de Irán es menor de 30 años y que casi el 65% de los universitarios son mujeres. Irán es el primer país de Oriente Medio (OM) que consiguió tener un parlamento y una constitución, en 1911, tras la Revolución Constitucional (1906). La modernidad está presente en Irán. El resto lo hacen su milenaria civilización preislámica, la racionalidad y la idea de la justicia introducida en el Islam desde el chiísmo. Es un país en el que el 8 de marzo se celebraba desde 1921 y tuvo el partido comunista más fuerte de Asia por el apoyo popular. Por eso Irán fue la vanguardia de la lucha (en la región) contra la dictadura secular del Sha en 1979 y contra el totalitarismo religioso y por los derechos de la ciudadanía en 2005. Las singularidades de la historia de Irán y su compleja sociedad moderna imposibilitan que acepte el gobierno de una teocracia militar oscurantista y corrupta que legaliza la tortura y aplica la pena de muerte por una veintena de pecados y delitos (incluso a los niños de 15 años), lapida y corta manos y pies bajo la Ley de Talión. Ni en la Edad Media iraní hubo tanta barbarie.

* La debilidad y la pasividad de las fuerzas de la izquierda han llevado a ésta a buscar desesperadamente otra fuerza, la islamista, para que luche por ella contra el imperialismo. Espejismo total. Los talibanes, además de aliados tradicionales de los colonialistas británicos y franceses, y ahora de los estadounidenses, son más reaccionarios que la derecha laica de sus países. (Lean la historia de los Hermanos Musulmanes, por ejemplo, y su colaboración con los nazis).

Algunos analistas, en su amor incondicional hacia los islamismos, han llegado a tergiversar la realidad para justificar su postura. Thierry Meyssan negaba la existencia de la ley de lapidación en el código penal de la RI (ver mi artículo (www.nazaninamirian.es/?p=4739www.nazaninamirian.es/?p=4739) y otro, para denunciar al racista gobierno israelí, llegó a alabar a la RI como el paraíso de las minorías religiosas, donde «viven 25.000 judíos», la mayor comunidad judía de Oriente Medio, después de Israel. No sabía que en 1978 había cerca de 100.000 hebreos en Irán y que unos 75.000 han abandonado el país (igual que otros 5 millones de personas en el mayor éxodo de la historia del país); o que muchos bahaies (fe que nació como una reforma del chiísmo a finales del siglo XIX), solo por serlo, han sido ejecutados, expulsados de sus trabajos y universidades y sus casas se han confiscado. Nos decía la propaganda que el templo bahaí estaba en Israel, sinónimo de que millones de sus fieles eran la quinta columna de Netanyahu. Ocultaban que su templo fue construido en Palestina y no en Israel, y aunque así fuera, nada justificaba el dolo que sufrieron estas personas. Ahora siete de ellos pueden ser ahorcados en cualquier momento.

Es incomprensible su trato benévolo hacia los dirigentes islamistas comparado con la actitud hacia la iglesia católica o los rabinos judíos. Escriben, por ejemplo, del abuso sobre menores por parte de miles de curas, pero nada sobre estos mismos delitos si los cometen religiosos musulmanes que legitiman el matrimonio con niñas de 6 u 8 años por mandato de Dios. Los libros sagrados de las tres religiones tienen el mismo contenido, sus sacerdotes la misma actitud con respecto a los problemas sociales y su solución, y su base social es la misma en general (mirad la fuerza de la iglesia en América Latina).

La RI tiene apoyo popular. Vale, pero lo tiene en un sector, como lo tuvieron, incluso más amplio, el nacionalsocialismo alemán o el nacionalcatolicismo de Franco. Esto no le confiere legitimidad ni la convierte en progresista.

El régimen de Irán es una de tantas formas de fascismo, sistemas que al contrario de las dictaduras, que se apoyan en las élites, crean una base social. Conviene volver a estudiar la composición de las masas que formaron las camisas pardas, los faccios, etc.

En Irán, con la guerra contra Irak (1980-88) y la paralización de la actividad industrial y agrícola, millones de jóvenes sólo encontraron trabajo en las instituciones militares, paramilitares, de seguridad y religiosas  promovidas por el régimen. (Para conocer cómo fue este proceso y a qué clase representa el régimen actual, ver mis dos libros «Entre coronas y turbantes«, editorial Flor del viento, y «Afganistán, Irak e Irán» de lengua de Trapo)

La postura de los comunistas con respecto a la RI:

El Partido Tudeh de Irán (PTI), decidió apoyar al ayatolá Jomeini, a finales de 1978, tras importantes discrepancias en el Comité Central (en el exilio desde 1953) que terminaron con el cese del mítico Secretario General Iraj Eskandari (1907-1985), contrario a la defensa de los islamistas, y su sustitución por el gran estratega Nureddin Kianuri (1915-1999), nieto de un ayatolá, con una postura contraria que defendió hasta la muerte, basada en «alcanzar el socialismo, previo paso por la revolución nacional-democrática», que a nuestro pesar caía en manos del clérigo.

Hay que recordar que la totalidad de las fuerzas democráticas de Irán (desde los musulmanes reformistas hasta la totalidad de la izquierda -maoísta, anarquista, marxista-leninista, trotskista, etc.-, los partidos nacionalistas kurdos y azerbaiyano), consideran que hoy la RI es un totalitarismo religioso, profundamente reaccionario y retrógrado, cuyas acciones en la región justifican la militarización de Oriente Medio y potencian las opciones no progresistas en los países donde tiene influencia. La principal discrepancia entre ellas consiste en determinar la fecha en la que la RI dejó de ser progresista. ¡Fechas arbitrarias que suelen situarse en el momento en que dichas fuerzas fueron atacadas por la RI, no antes!

Factores determinantes del apoyo del PTI a la RI:

* El desconocimiento acerca del Islam y el Islam político. Era la primera vez que la casta clerical chií tomaba el poder. Que el Corán estuviera escrito en árabe imposibilitaba el acceso directo a su contenido a los estudiosos. Tampoco conocíamos la Sharia que luego fue introducida en el código penal y civil, o no sabíamos de qué se trataba.

* La caída del Sha y la ausencia de una alternativa democrática a su régimen, por la durísima represión ejercida por aquel déspota durante décadas, no dejaba otra alternativa. Pensábamos que un régimen peor que el del Sha era imposible. Pero sí fue posible.

* Las promesas de Ayatolá Jomeini, desde Paris, de respetar las libertades políticas, incluyendo la del partido comunista (entrevista con Eric Rouleau de Le Monde) y también los derechos conquistados por las mujeres en la era del Sha (entrevista con Oriana Fallaci para Corriere della Sera), y de que no las envolvería en el chador ni les aplicaría las leyes de hacía 14 siglos. Una vez en el poder, nos dimos cuenta de que había recurrido a taghiyya (disimulo, mentira), legitimado por el chiísmo para salvarse cuando se ven en situaciones de peligro, algo parecido a las «reservatis mentalis» de los jesuitas.

* Los islamistas recogieron las consignas de la izquierda (libertad, independencia y justicia social), a las que añadían un adjetivo «islámico». Sobre la marcha entenderemos que la justicia islámica no era otra que la ley de castigos islámicos plasmada en el código penal aprobado en el 1982, donde la justicia es sinónimo de castigo físico, acompañada por el pago de limosna y otras fórmulas religiosas para mantener la pobreza. O que la libertad era para el «Partido de Dios», Hizbulá (no confundirlo con el libanés), por ser el único partido mencionado en el libro sagrado. La terminología socialista que usaban, como «el Islam pertenece a los oprimidos, no a los opresores», ocultaba que los «oprimidos» en el libro sagrado son los perseguidos por su fe y no los trabajadores. ¡Importante matiz teórico! La misma constitución islámica divide a los ciudadanos en fieles y no fieles (condenados a muerte, de forma automática), musulmanes y no musulmanes, mujeres y hombres, todos desiguales ante la ley. La presidencia y los altos cargos, por ejemplo, están reservados sólo para varones, chiíes y fieles al jefe del Estado. Intentábamos no recordar que Jomeini fue enviado al exilio en 1964 por su oposición a dos reformas del Sha: otorgar el derecho al voto a la mujer y la «desamortización» de las tierras de los terratenientes y de la jerarquía chií.

* Los islamistas, de todas formas, iban a tomar el poder y no precisamente por el apoyo interior, ya que aparecieron meses después del inicio de las revueltas que estaban organizadas por la izquierda musulmana y marxista (atención a la postura ambigua de los Hermanos Musulmanes durante las revueltas egipcias). En el otoño del 78 empezaron a aparecer furgonetas que repartían chadores entre las manifestantes y nos obligaban separarnos de los varones. Las consignas ya se volvieron religiosas. Fue en 2005, y tras la publicación de los documentos de la cumbre del G4, celebrada en la isla Guadalupe en enero del 1978 (http://www.irdiplomacy.ir/index.php?Lang=fa&Page=26&DWritingId=155&Action=DWritingBodyView) cuando conocimos las negociaciones entre Sadegh Ghotbzadeh, la mano derecha de Jomeini (fue ejecutado dos años después en Irán, acusado de ser agente de la CIA) con Jimmy Carter y Giscard d’Estaing, quienes le ofrecieron su apoyo a cambio de impedir la influencia de los comunistas y de la Unión Soviética en el nuevo régimen. También menciona este acuerdo el secretario de prensa de la Casa Blanca, Pierre Salinger, en su libro  America Held Hostage by Iran (http://www.ir-psri.com/Show.php?Page=ViewArticle&ArticleID=171). Así Washington creaba un cinturón verde (color del Islam) alrededor de la URSS. Lo hizo con Pakistán, con Afganistán y ahora con Irán.

La RI de Jomeini mantenía relaciones secretas con EE.UU. Lo supimos tras la revelación del acuerdo de Reagan con Irán para no liberar a los rehenes de EE.UU. en su embajada en Teherán en 1980, para derrotar a Carter; también en 1987 salió el escándalo Irán-contra, que señalaba las relaciones ocultas entre Irán, Israel y EE.UU. Las dictaduras de los países musulmanes siempre se han llevado mejor con los republicanos de EE.UU. que con los demócratas. No les gusta esa bandera de «derechos humanos» que llevaba Carter.

Lo que buscaban (y buscan) Israel y EE.UU. era el debilitamiento de Irán como potencia regional, y no iban contra la RI. Allí nos confundimos. Política que forma parte de la doctrina de «doble contención» (la de Irak e Irán a beneficio de Israel). Derrocaron a su aliado Saddam con el objetivo de eliminar al rival de Israel en la zona; luego tocaba reducir a Irán, independientemente de quien lo gobernase. Saddam no era antiestadounidense.

El odio hacia «el comunismo que es el ateísmo» es lo que ha unido a los islamistas con los colonialistas y el imperialismo. Igual que el nacionalcatolicismo de Franco. En el Islam no hay peor pecado que ser ateo, mientras que un banquero (cuya propiedad es sagrada) y un obrero pueden rezar al mismo Dios.

No nos dimos cuenta del fortísimo carácter anticomunista y antisocialista de los clérigos más allá de sus discursos cuando están en la oposición.

Reivindican su independencia con respecto a otras potencias, para no tener que responder de sus actos ante ninguna institución. De hecho la RI no reconoce ningún tratado internacional sobre los derechos de la mujer, la infancia y los trabajadores.

Aun sin la injerencia de EE.UU. e Israel, desde la plataforma de hoy, creo que la contrarrevolución -compuesta por los miembros del antiguo régimen y los oportunistas y reaccionarios recién llegados al poder-, abortó la revolución desde su inicio. Esto se refleja en la Constitución, en la composición del régimen y en sus actos. Pero, aun así, queríamos intentar el giro de la revolución a la derecha.

Desde el Tudeh se dio prioridad absoluta a la lucha antiestadounidense; fue quizás una de las consecuencias de la Guerra Fría y la amistad que le unía a la URSS. Todo lo demás se podría sacrificar en aras de esta batalla.

En la dirección del Tudeh existía la idea de que el Ayatolá era una persona honesta y de que se podría influir sobre sus decisiones a favor del pueblo. Una ingenuidad absoluta con respecto a un sacerdote mayor, fanático y fundamentalista que pretendía instalar un sistema político a semejanza de Mahoma en Irán. No habíamos leído todavía su principal libro «ToziholMasael (Hace años lo vi traducido al castellano). Sencillamente denigrante.

Separábamos el sector jomeinista de la derecha reaccionaria (religiosa o no). Se nos escapó prestar atención a los cambios que sufrió el propio Jomeini después de la toma del poder.

Por miedo a caer en el «izquierdismo» en un país musulmán, confundimos el respeto a las creencias de las masas con la aceptación del programa retrógrado político-religioso-social de los sacerdotes. Es otro de los errores que comete la izquierda europea y latinoamericana. Hay muchas citas de Marx, Engels y Lenin manipuladas al respecto en los foros.

Jomeini en 1982 al aprobar «La ley de los que entran en guerra con Dios» creó el fundamento de un estado policial. Cualquier crítica se consideraba «guerra contra Dios».

Permitimos que prohibieran los sindicatos independientes, el derecho a la huelga, a la manifestación, etc. Impedíamos huelgas de obreros -que habían esperado muchos decenios para que los atendieran-, porque «debilitaban la revolución», «hacían el juego al enemigo» (como si importase quién te oprime). Les despojamos de su única arma. Miles fueron detenidos, cientos ejecutados.

Pensábamos que el ayatolá Jomeini, honesto, evitaría la corrupción (nacida del aumento espectacular de precio del petróleo). ¿Cómo es posible, si no había ningún órgano del control popular sobre la gestión de quienes sólo admitían el control de Alá?

Los islamistas pueden ser anticapitalistas en la medida en que este sistema perjudica a las estructuras precapitalistas de sus sociedades y daña su influencia y poder. Dijeron que la propiedad era sagrada, y que iban a restaurar la sencilla economía del bazar, el feudalismo… como si esto fuera posible en un país como Irán. (Más información sobre la base económica de la RI en mi libro «Irak, Afganistán e Irán«).

Su oposición a la injerencia extranjera era, principalmente, para impedir la influencia de la modernidad que dañaba el poder del clero y para conservar las estructuras tradicionales. Irán es su «feudo» en el sentido amplio de la palabra y un laboratorio donde poner en práctica lo aprendido en las escuelas teológicas y de la comunidad tribal que dirigió Mahoma, en Arabia en el siglo VI, en un Irán no árabe, capitalista y con lazos con el mundo en progreso.

A pesar de ver ya por dónde iban sus políticas, no podíamos discutirlas en un congreso. Seguíamos en un estado semiclandestino. La velocidad de la marcha de los acontecimientos (la toma de la embajada de EE.UU., la invasión de Irak, la declaración de la lucha armada por parte de distintos grupos) hacían imposible una reflexión reposada sobre lo que estaba ocurriendo.

Las amenazas de una agresión militar de EEUU paralela a la de Irak (1980-88) otorgaba la prioridad de la defensa a la patria sobre la lucha por la democracia. Tampoco sabíamos entonces las razones de la negativa de la RI a la petición de paz de Saddam en 1981. «La guerra es la gracia de Dios» dijo Jomeini, y la alargó siete años más (con cientos de miles de muertos y millones de mutilados). Bajo la cortina de humo de la guerra patriótica, la ultraderecha religiosa tomó el poder, aplastó a todas las fuerzas políticas, sindicales, feministas, estudiantiles, detuvo a decenas de miles de activistas de todos los colores, los torturó y los ejecutó. En 1988 ya habían fusilado a unos 15.000 activistas. Fue cuando el ayatolá Montazeri, el sucesor de Jomeini, renunció y empezó a luchar contra él (ver mi artículo «Teología islámica de liberación» http://www.nazaninamirian.es/?p=30).

Aceptamos el sacrificio de las libertades a cambio de mejorar la situación de los pobres. ¡Esta visión atropella el abecé del marxismo y su lucha de clases! Los trabajadores necesitan los partidos comunistas y los sindicatos para defender sus derechos. Nadie más lo va a hacer por ellos.

La política económica de la RI era desconcertante: construyó carreteras, viviendas, hospitales en las zonas rurales, mientras destruía a la clase media del país. Repartía la pobreza y no la riqueza, a la vez que se lucraban con la inflación y la especulación propias de las guerras y el aumento del pecio del petróleo y convertía a los receptores de estas ayudas en su brazo militar-religioso.

Las luchas internas de la propia RI, así como atentados oscuros que eliminaron a los pensadores y políticos progresistas chiíes como los ayatolás Beheshti y Taleghani, contrarios a la figura Velayet-e faghih (gobierno del docto islámico, una especie de Califa con los poderes de un monarca absolutista) aumentó el balance del poder a favor de los derechistas. El hecho de que de repente Jomeini instaurase ese cargo -inexistente en el Islam- y a su beneficio, fue un signo de la contrarrevolución, y a pesar de criticarla no advertimos el peligro que suponía para la vida política del país. Hasta los propios ayatolás, entre ellos el ayatolá Kazemini Boroujerdi, que lleva en prisión desde 2006, criticaron el abuso del Islam por parte del régimen y pedían la separación entre la religión y el Estado. Un abuso, que entre otros factores eliminó el poso de las singularidades de la cultura persa que convirtió a la sociedad iraní en la más secular del Oriente Medio. Consecuencia de que esté la religión en el poder.

No pudo crear la sociedad feliz y devota (confundió un gran país situado en el mundo real con una tribu pequeña) y decidió realizar una profunda restauración religiosa prohibiendo la música, el baile, el arte, las fiestas milenarias persas, los colores vivos, hasta crearon leyes que multan reír en la calle o besarse en el propio domicilio. Un talibanismo antes de que los talibanes tomaran el poder en Afganistán, significa que hay una visión compartida entre los islamistas, que bebe de la Sharia.

Tuvo un papel primordial el ejercicio de una violencia despiadada, aunque astutamente dividido en etapas. Primero fueron a por los monárquicos (y nosotros no protestamos), luego a por los bahaíes, muyahidines del pueblo (grupo islamista que reclamaba parte del poder), y la izquierda radical, luego las organizaciones musulmanas progresistas… y nosotros seguíamos callados, hasta que vinieron a por nosotros, y ya conocéis el resto del poema.

Carecíamos de cultura de defensa de los derechos humanos. Insensibles a la tortura, los castigos físicos a los niños, mujeres, a los débiles, etc. (Lo mismo que un importante sector de la izquierda mundial). Irán es el primer país que ejecuta a menores (la ley islámica considera adultas a las niñas a los 9 años y a los chicos a los 15). En la actualidad unos 130 niños están en el corredor de la muerte. No se trata de la cultura del país. El adulterio, hoy castigado con la lapidación, en la época del Sha no era un delito, sino un asunto de la pareja. Lo mismo que la homosexualidad. (Ver http://www.iranrights.org/english/document-289-681.php)

Los nuevos hombres que tomaron el poder eran antiguos excluidos sociales. Gentes arrancadas de su clase que paseaban por el limbo se apuntaron al partido del poder. Confundimos al lumpenproletariado con los trabajadores, por su aspecto. Sin duda es recomendable la lectura de «El 18 brumario de Luis Bonaparte» de Marx, para saber quiénes componen este grupo social y cómo actúan.

Entre 1980 y 1983 cerraron las universidades para hacer una «Revolución cultural» (de nuevo ideas de izquierda), expulsaron a miles de estudiantes, otros tanto detenidos y ejecutados. En su lugar entraron los basiyies y los guardianes islámicos, los familiares de los mártires de la guerra (como Ahmadineyad) sin pasar por la selectividad.

Nos callamos ante la discriminación legal de las minorías étnicas y religiosas del país (que son el 60% de la población) que les impide el acceso a los puestos de la administración y a ejercer sus tradiciones y cultos. Acusarlos de separatistas lo único que ha hecho es empujar a una parte de ellos a colaborar en las operaciones encubiertas de Israel y EE.UU. en el territorio iraní.

No captamos los peligros del aumento del poder político y social de los Guardianes Islámicos y sus decenas de brazos paramilitares en tareas de escuchas y vigilancia de los ciudadanos, utilizando masivamente a los mutilados de la guerra. Quizás los confundimos con el papel progresista que jugaron los militares en el nacionalismo árabe.

Aceptamos, sin la lucha que se merecería, la conversión de la mujer en un subgénero en las leyes que aprobaron, despojándolas de todos los derechos conseguidos durante décadas, como bajar la edad nupcial de los 18 años que era, a los 8 (legalizando la pedofilia), convertirla en una menor de edad que siempre necesita el permiso de un varón hasta para salir de casa, ¡en un país donde las dos terceras parte de los científicos son mujeres!

Nuestra política era «apoyar y criticar» a la RI. Sin embargo ella utilizaba nuestro «apoyo» para cubrirse de legitimidad en la escena interna pero sobre todo en la internacional, y ni caso a las críticas.

En 1983 ya sabíamos que todo estaba perdido, aquello ya era un régimen totalitario de corte fascista. Los cuadros se preparaban para regresar a la clandestinidad. Pero ya era tarde.

La revolución había sido secuestrada por una ultraderecha disfrazada religiosamente. En los años 90, la RI se parecía asombrosamente al nacionalcatolicismo sostenida por unos tribunales que imitan las funciones de la inquisición cristiana, y aplican la pedagogía del terror.

Con la revolución del 79 Irán mantuvo su estatus de potencia regional, esta vez no sometido a EE.UU., sino en coordinación con él.

Con la RI, los iraníes no solo no consiguieron libertades políticas ni una redistribución justa de los recursos del país, sino que además perdieron hasta las libertades personales -como elegir la indumentaria, su color-.

A pesar que aun suena en los oídos el discurso de los islamistas cuando tomaron el poder, en el que prometían agua y luz gratuitas para toda la población, mientras manejan el gobierno más rico de la historia de Irán en cuya caja ha entrado en los dos últimos años unos 120.000 millones de dólares gracias al oro negro. El aumento del déficit público ha arrojado al 25% de la población por debajo del umbral de la pobreza, según el ministerio de Bienestar Social.

Aun así en Irán (país que no es pobre), la principal exigencia de quienes protestan es la separación entre la religión y el poder. Creen que un gobierno laico pondría fin al desastre económico, la arbitrariedad, la discriminación entre los géneros, tendrá mejores relaciones con el mundo exterior, lo cual se traduce en inversiones, mejora económica y libertad. Cada año unos 170.000 iraníes titulados universitarios salen del país para no regresar.

¿Cuándo dejamos de apoyar a la RI?

Justo cuando nos atacaron. En febrero del 1983, los domicilios de miles de militantes y simpatizantes del PTI, así como 54 miembros de la dirección del partido fueron asaltados (www.tudehpartyiran.org/TN-207.pdf). Las inimaginables torturas a las que fueron sometidos los dirigentes (muchos mayores de 70 años) y cuadros del partido es otro capítulo de la oscura relación de la RI con los servicios de inteligencia británicos. (Mirad mi artículo http://blogs.publico.es/puntoyseguido/124/egipto-iran-%C2%BFhay-paralelismo/)

Hoy frente a los islamismos, y en concreto frente a la RI, la izquierda latinoamericana y europea repiten los errores que cometimos los comunistas iraníes.

Es hora de que miren con atención los acontecimientos que suceden en esta parte del mundo y empiecen a apoyar a las fuerzas progresistas y laicas. El Islam debe regresar al terreno personal de la vida del creyente, que cumpla su función espiritual y deje la política para los partidos políticos. La religión ya es un poder, cuando además ostenta el poder político, simplemente es una catástrofe.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

rCR