Lenin y los momentos de la organización revolucionaria 1.. En el artículo anterior afirmábamos que era necesaria la existencia de un instrumento político para conducir la lucha contra los opresores, pero esto, no quiere decir que éste pueda ser fabricado mecánicamente de un día para otro. 2. Veamos como Lenin veía su construcción en 1921: […]
Lenin y los momentos de la organización revolucionaria
1.. En el artículo anterior afirmábamos que era necesaria la existencia de un instrumento político para conducir la lucha contra los opresores, pero esto, no quiere decir que éste pueda ser fabricado mecánicamente de un día para otro.
2. Veamos como Lenin veía su construcción en 1921: El dirigente distinguía entre el momento de la fundación de un partido revolucionario y el momento en éste es capaz de ejercer la dirección de la lucha de clases, es decir la capacidad de ser el «jefe político» de la revolución.
3. Aprendiendo de las experiencias históricas y especialmente de lo ocurrido en nuestro subcontinente nosotros propondríamos un momento intermedio entre el primer momento en que se forma la organización revolucionaria y el momento en que ésta es capaz de dirigir la lucha de amplios sectores de la población. Durante ese momento intermedio los cuadros de la organización política tienen como tarea ganar la conducción de los sectores populares más avanzados.
4. , En el proceso de constitución de una organización política revolucionaria tendríamos entonces que considerar un primer momento, cuando se forma el equipo inicial de cuadros de la organización; un segundo momento, cuando se logra conquistar para el proyecto a los cuadros más avanzados del movimiento social; y un tercer momento, cuando se logra estar a la cabeza del más amplio movimiento social dispuesto a realizar las transformaciones radicales que la sociedad necesita.
5. La organización política revolucionaria debe ser entonces capaz de determinar con exactitud cuáles son las clases o fuerzas sociales que se enfrentan en el terreno de la lucha, cómo están agrupadas unas contra otras; y cuáles son las formas más generales que adoptan sus enfrentamientos de clase y, a partir de esos datos, elaborar el camino a seguir para la toma del poder, es decir, una estrategia revolucionaria para su país.
6. Pero, sobre todo, una organización revolucionaria debe ser capaz de intervenir eficazmente en la lucha, poniendo en práctica sus orientaciones estratégicas. Muchas organizaciones que se consideran revolucionarias son, en realidad, pequeños partidos con una gran conciencia de clase, pero muy alejados de la gente. Más bien hacen vida interna dentro de sus propias organizaciones y nunca son capaces de ponerse a la cabeza de un movimiento de masas.
Primer momento: Formación del equipo inicial de cuadros
7. Coincidimos con el dirigente político chileno, Nelson Gutiérrez, cuando afirma que «la experiencia histórica indica que para que los grupos dispersos se transformen en una articulación organizativa se requiere de la existencia de cuadros orgánicos que realicen esta tarea» y que éstos existen con anterioridad a la conformación de la organización política.
8. La formación de una organización revolucionaria pasa siempre por un momento, fundacional, en el que un pequeño grupo de militantes se organiza para participar en la lucha. Se reúnen los cuadros políticamente más afines, dejando fuera a los que no comparten esas ideas. Es un momento de definición ideológica.
1) Época de dura disputa ideológica
9. Es en esta primera etapa donde se caracteriza al enemigo, se definen las líneas estratégicas y las estructuras orgánicas, se busca una diferenciación respecto al resto de los partidos de izquierda, y ocurre, en muchos casos, una enconada lucha ideológica y política.
10. Porque uno de los problemas más importantes que confronta la izquierda en este primer momento es la existencia de varios intentos por conformar organizaciones revolucionarias. Muchas veces con objetivos estratégicos comunes, pero con claras diferencias tácticas.
11. Alfredo Maneiro sostenía, por ejemplo, que las organizaciones de origen comunista tenían «una gigantesca capacidad para triturar al adversario, para [combatir] la voz adversa en el campo de la izquierda, cargarla de motes ridiculizantes, convertirla en grupúsculo; ellos acuñan palabras como infra-izquierda, grupúsculo, los locos, los anarco, no sé qué cosas, en fin, una capacidad de construcción lingüística increíble. Tal vez por esto las luchas internas de estos partidos de izquierda tienden a producir ese tipo de polémica vil, en la que una persona termina siendo despedazada y nunca se sabe ni el curso del despedazamiento, ni por qué ni dónde la polémica franca y real es sustituida por esa discusión bastarda, de que si no sé quién se robó una plata, que si no sé quién tiene un carro que no corresponde a su condición de militante; todo tipo de cosas que producen polémicas feroces, por la vía justamente de rehuir toda polémica seria.»
12. Por otra parte, el dirigente salvadoreño, Joaquín Villalobos, reconoce que una «comprensión dogmática del problema de la [organización política] generó actitudes negativas y erradas en el movimiento revolucionario con planteamientos como los de ‘compañeros de viaje’, ‘aliados pequeño‑burgueses’ y una aplicación mecánica del concepto de ‘hegemonía proletaria’. Quién podría dudar -afirma- que el FDR [Frente Democrático Revolucionario], con el cual se llegó a lo largo de todos estos años de guerra a una gran identidad en cuanto a la necesidad de un cambio revolucionario en El Salvador, debe formar parte de la [conducción política] en nuestro país.» El comandante salvadoreño señala que la [conducción política] debe incluir a todos los agentes del cambio social.
13. Tenemos que evitar caer en la política destructiva que señala Maneiro, ya que en esta etapa es esencial mantener el debate con otras fuerzas de la izquierda dentro del terreno político, respetando, aunque no se compartan, las posiciones de los otros y buscando sobre todo los puntos de coincidencia sobre los cuales plantear una estrategia común para avanzar en el proceso.
14. El esfuerzo unitario en esta etapa es esencial. Por eso hemos querido desarrollarlo más ampliamente en otro articulo dedicado exclusivamente al problema de la unidad de la izquierda.
2) Convertir la organización en un instrumento revolucionario
15. b. Pero la formación del instrumento revolucionario no se limita a una tarea de diferenciación ideológica, es necesario que paralelamente al debate ideológico estratégico se vaya conformando la capacidad de la organización para intervenir políticamente en la lucha, sin lo cual ésta quedaría reducida a una camarilla de teóricos. Esto significa transformar a los militantes de la nueva organización en cuadros políticos capaces de intervenir en las luchas concretas.
16. Este es el período donde -según Gramsci- se forman los capitanes del futuro ejército. El señala que se suele tratar de «capitanes sin ejército» y que «es más fácil formar un ejército que formar capitanes. Tan es así que un ejército ya existente sería destruido si le llegasen a faltar los capitanes, mientras que la existencia de un grupo de capitanes, acordes entre sí, con fines comunes, no tarda en formar un ejército aun donde no existe.»
17. Estando de acuerdo con Gramsci en la necesidad de contar con capitanes para conducir la lucha de clases, habría que insistir en que debe tratarse de capitanes dispuestos a ponerse al frente de la tropa. Hay demasiadas experiencias de organizaciones llenas de capitanes de Estado Mayor, capaces de descubrir las desviaciones ideológicas en el ala de una mosca, pero que jamás han participado en una lucha concreta. Además, tendríamos que preguntarnos si esos capitanes que necesitamos, o al menos algunos de ellos, no cuentan ya con su ejército. Estoy pensando en una organización política que entre sus cuadros podría contar con líderes de movimientos de masa o de una organización que nace de los propios liderazgos sociales.
3) Organizarse alli donde hay un movimiento espontáneo
18. Al respecto me parece ilustrativo lo que ocurrió con La Causa R en Venezuela.La gran preocupación de los dirigentes fue ir hacia dónde se veía que había un movimiento espontáneo de la gente para construir allí la organización política.
19. Veamos a continuación lo que escribe Alfredo Maneiro, su principal dirigente, al respecto. «Nosotros éramos un grupo muy chico de herederos del partido comunista, arrojados por ese proceso de división fuera del partido comunista y del MAS, entonces nos imaginábamos que teníamos que dedicar nuestro esfuerzo a la construcción de […] un tipo de organización política que fuera al encuentro […] del movimiento espontáneo de masas. Y sabíamos que ir a este encuentro es riesgoso, pues suponía cambiar esquemas y mentalidades, correr riesgos y hacer todo más difícil pero, al mismo tiempo, más serio y, si se quiere, emocionante.
20. «[…] ¿qué movimiento de masas de un cierto nivel perceptible, activable existía en el país? Concluimos en considerar a la universidad (sobre todo a las facultades donde se conservaba más ardiente el fuego de la renovación, Ingeniería, Arquitectura), a Sidor [empresa siderúrgica] (que venía de la huelga de los 514 despedidos, movimiento obrero muy curioso, desarrollado con mucha pujanza y a contrapelo de las direcciones sindicales […], al menos con relación a sí mismo), y en tercer lugar los barrios, Catia sobre todo, menos contaminado de cierto lumpen político que en otros barrios abunda, más fiel, conservador de sus tradiciones combativas, con una mayor capacidad para sintetizar la experiencia, un barrio no tan aluvional como los de Petare.
21. «[…] decidimos ir conscientemente al encuentro de ese liderazgo popular que se estaba produciendo […]. Y a pesar de ser tan pocos, 10 apenas, uno de nosotros se fue a trabajar en Sidor, como obrero; no con la idea de infiltrar ningún movimiento sino para facilitar la búsqueda y el encuentro con ese liderazgo, que seguramente se había producido durante el conflicto, y que dadas las condiciones de la lucha obrera, probablemente iba a ser un liderazgo oculto, solapado, no notorio […]».
Segundo momento: Ganar la conducción de los sectores más avanzados
22. Una vez que contamos con un grupo de cuadros revolucionarios organizados debemos detenernos en el problema de cómo ir construyendo las articulaciones del instrumento político primero con los sectores sociales más avanzados y luego con el resto del pueblo. Y hay que determinar las formas organizativas que éste debe asumir para hacer más eficiente la lucha contra el enemigo común.
1. Detectar sectores susceptibles de ser movilizados
23.La experiencia del movimiento revolucionario latinoamericano indica que es fundamental detectar correctamente cuáles son los sectores sociales que, por sus condiciones objetivas, son más susceptibles de ser movilizados,. Debemos ser capaces de rescatar a esos sectores de las influencias oportunistas y reformistas de la cultura burguesa que tienden a limitar el desarrollo de este movimiento a los marcos del sistema vigente.
24. Tenemos que tener claro que hay distintos sectores dentro del pueblo, con distintos niveles de conciencia, y que se mueven por distintos intereses. Es importante lograr determinar qué sectores sociales se mueven y cuáles son sus motivaciones. Se pueden lograr grandes movilizaciones de masas, pero sin olvidar que la conciencia de clase de esa gente, en muchos casos, no va más allá de una conciencia burguesa‑progresista.
a) Experiencia de las FPL en El Salvador.
25. El extraordinario crecimiento de la influencia de las FPL en El Salvador a partir de 1974, cuando se vuelca al trabajo de masas se debió, por una parte, al correcto análisis de cuáles eran los sectores más susceptibles de ser movilizados en aquel momento y, por otra, al hecho de que este diagnóstico permitió crear una organización revolucionaria de masas que logró aglutinar a los sectores más radicales, el Bloque Popular Revolucionario, que logró conquistar para dicha organización a los líderes naturales de esos sectores.
26. Sintomáticamente, a pesar de la autodefinición clasista tradicional de partido marxista‑leninista y vanguardia de la clase obrera de las FPL, no fueron los obreros, sino maestros, estudiantes y campesinos los que constituyeron el núcleo más radicalizado del movimiento de masas.
27. «[…] el Bloque comienza a desarrollarse en los sectores más sensibles -nos explica el entonces comandante salvadoreño, Facundado Guardado-. Fuimos capaces de ver que no se trataba de trabajar en cualquier sector. No buscamos hacerlo ni con los obreros en general, ni con los campesinos en general, sino que empezamos con ANDES, la organización de los maestros, que era la más combativa en los primeros años del 70. Vimos que a partir de ella podíamos extender el movimiento y así ocurrió. ANDES jugó, de hecho, un papel importantísimo en la organización de los campesinos y el estudiantado de secundaria, que era un sector muy receptivo, por la problemática que vivía y por su misma juventud. Los estudiantes estaban dispuestos a organizarse y lanzarse a la calle […]
28. «Lo mismo sucedía en el campo. La situación era explosiva por toda la crisis que se vivía ante la falta de tierras para trabajar, de créditos, de insumos para la producción, de problemas en la comercialización de la producción, los bajos niveles de los salarios en temporada […]. Había muchas expresiones de rebeldía espontánea de las masas en el campo […] El sector universitario era otro sector muy sensible y también la población de los barrios populares, especialmente en la ciudad de San Salvador, Santa Ana, Usulután y San Miguel. Allí hubo mucha organización.»
2. Atraer a los líderes naturales
29. Y dentro de los sectores sociales que se mueven debemos detectar, atraer y captar para el proyecto revolucionario a los líderes naturales.
a) Experiencia del Frente Sandinista en Nicaragua
30. Los sandinistas lanzaron a los compañeros al trabajo de base. Los repartieron en el territorio sin tener en cuenta si había o no un comité regional del Frente Sandinista. La idea era que se ligaran directamente a la gente, y que dentro de ella identificaran y conquistaran a los líderes naturales. El objetivo del FSLN no era crear comités de base, desarrollar la estructura partidaria, sino ganarse a los dirigentes locales que ya la vida había forjado como líderes y a través de ellos atraer [al resto de la gente.
31. «Cuando nosotros llegábamos al campo -nos cuenta por su parte el comandante Wheelock-, no llegábamos a cualquier parte, íbamos directo donde el patriarca para tratar de reclutarlo y si lo lográbamos, reclutábamos a toda la familia y a todo el complejo de familias sobre las que influía ese patriarca.
32. «Yo, por ejemplo -explica-, recluté a cientos de campesinos gracias a un obrero de una empresa que nos llevó a la comunidad de donde era originario y nos puso en contacto con el patriarca local, quien, a su vez, nos puso en contacto con otros patriarcas. A partir de ahí iniciamos un amplio trabajo campesino en el sur del país. Algunos hijos de estos patriarcas trabajaban en industrias y nos señalaban, por su parte, qué obreros eran susceptibles de ser reclutados para nuestra causa. Estamos hablando -aclara- de una sociedad pequeña, de pocos habitantes, donde todos se conocen…»
33. En un momento difícil, cuando la contrarrevolución ganaba terreno en el norte del país – nos comentaba por su parte otro dirigente sandinista, Carlos Carrión-, el FSLN, retomando su práctica histórica, comenzó, en 1985, a corregir su estilo de trabajo en las zonas de guerra y luego intentó extender esta experiencia al resto del país. Entonces encomendó a sus cuadros determinar en los diferentes movimientos sociales y espacios territoriales en que las masas se reunían (barrios, aldeas, escuelas, clubes juveniles, etcétera, quiénes eran allí los agentes de influencia fundamentales. Estos hombres, aunque no hubieran completado todos sus trámites partidistas, fueron considerados como «sandinistas» […]. A través de estas personas, que eran líderes naturales de sus respectivas comunidades de trabajo o de vivienda, se logró ejercer influencia en toda la masa que los seguía.
b) Grado de madurez se mide por presencia de líderes naturales
34. El grado de madurez de una organización revolucionaria, es decir, su capacidad de conducción de la lucha de clases no se mide, entonces, tanto por el número de militantes que se haya logrado reclutar para las organizaciones revolucionarias, sino por el grado de influencia que se haya logrado tener sobre los líderes naturales de los diversos sectores populares, aun si éstos no tienen una militancia formal en ninguna organización política.
35. Creo que resulta muy ilustrativo analizar cuál es la militancia política de los líderes naturales. Si éstos no militan en ninguna organización revolucionaria, esta situación puede responder a dos razones: a un atraso en el desarrollo de la conciencia de estos dirigentes natos o bien a que esos cuadros sienten a las organizaciones revolucionarias existentes como una camisa demasiado estrecha y ajena a sus intereses, y que en lugar de facilitarles su tarea conductora la limitan, la frenan, le quitan espontaneidad y frescura.
3. Construir un mapa territorial
36. Es importante que logremos. construir una especie de mapa que ofrezca una visión objetiva de cómo se distribuyen territorialmente esos sectores, su nivel de lucha y su capacidad para ejercer un rol determinante en la correlación de fuerzas
a) Territorios dónde domina el enemigo y territorios donde dominan las fuerzas revolucionarias.
37. Es muy útil señalar, en ese mapa, los territorios en los que tiene hegemonía el movimiento revolucionario, en cuáles domina el enemigo y cuáles son las zonas todavía en disputa. Este es un dato que debe tenerse en cuenta al hacer un análisis de la correlación de fuerzas, especialmente en los períodos de auge revolucionario, cuando la crisis de la sociedad llega a su mayor profundidad y se acerca el momento del asalto al poder. Pero también es útil cuando la tarea del momento es enfrentar la reconstrucción de la izquierda luego de una derrota.
38. Lenin hace un análisis de este tipo cuando trata de explicar por qué triunfa la Revolución de Octubre de 1917 en su libro: El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo. Sostiene que esto se debió a que la revolución contó con el apoyo «de la mayoría de los obreros con conciencia de clase» que estuvo dispuesta a apoyar «las acciones revolucionarias más resueltas, audaces y abnegadas contra la burguesía.» Y señala algo que nos parece importante tener en cuenta en los países en que la clase obrera no es mayoritaria: que la importancia política del proletariado es infinitamente superior a su importancia numérica. Luego agrega que la revolución contó con el apoyo de casi la mitad del ejército, pero es interesante señalar que esta mitad estaba ubicada precisamente «en los frentes más cercanos a las capitales», es decir, que en el momento del asalto al poder se contaba con una «aplastante superioridad de fuerzas en el momento decisivo y en los lugares decisivos, o sea, (en las capitales y en los frentes de guerra cercanos» a los «centros de la máquina capitalista de estado ,(tanto en el aspecto económico como en el político)».
b) Peso relativo de los diferentes territorios en el contexto nacional
39. Estos análisis de Lenin nos enseñan que no sólo interesa el despliegue territorial de las fuerzas, sino el peso relativo de esos territorios dentro del contexto nacional.
40. En el caso de la revolución sandinista, los territorios decisivos fueron los barrios populares de las principales ciudades y los frentes guerrilleros, donde jugó un papel decisivo el Frente Sur.
41. En la mayoría de nuestros países, donde el peso de lo urbano es muy grande, es imprescindible hacer un diagnóstico correcto del estado de ánimo de la gente, especialmente, en las grandes ciudades que son los centros estratégicos del poder enemigo.
c) No confundir activo democrático con la masa pasiva
42. Por lo demás, no hay que confundir a los sectores populares que se movilizan y participan directamente en la política -o el «activo democrático», como se le ha llamado en Chile- con la masa pasiva que suele ir a las urnas por la inercia de la costumbre o porque la ley los obliga.
43. No pocas sorpresas suelen producirse al no tomar en cuenta este hecho. Un tercio de la población adulta puede estar en la calle a favor de un proyecto, y puede dar la impresión de que éste cuenta con un gran apoyo popular, pero la mayoría pasiva que se queda en su casa, y que suele ser la más influida por la propaganda enemiga, podría estar a favor de un proyecto contrario, lo que a la hora de votar se refleja en resultados electorales desfavorables a las fuerzas revolucionarias.
44. Ello no quiere decir que haya que renunciar a movilizar a los sectores menos conscientes hasta que alcancen una conciencia revolucionaria. Por el contrario, hay que ver sus intereses y de qué forma podrían entroncarse en los objetivos de la revolución.
45. En este sentido es importante el señalamiento del dirigente salvadoreño, Schafik Handal, quien sostiene que «la idea esencial es que el movimiento de masas tiene que ser conducido, no a través de discursos abstractos, sino a partir de las propias motivaciones de las masas, […]. Esa es la cuestión central.»
Tercer momento: Ganar la conducción de los más amplios sectores sociales
46. El objetivo de un instrumento político revolucionario no puede limitarse a ganar la conducción de los sectores más avanzados del pueblo. Debe conseguir que estos sectores arrastren al resto del pueblo para movilizarse por el cambio. Este es lo que hemos denominado tercer momento en la construcción del instrumento político, cuando crecientes sectores del pueblo, hasta ese instante apáticos y no interesados en la política, comienzan a despertar y a participar en ella.
47. Con la maduración de la crisis nacional, el correspondiente ascenso del movimiento de masas se hace urgente e imprescindible la existencia de una fuerza que proporcione coherencia y conducción a los estallidos populares espontáneos para evitar que se frustren y finalicen debilitándose ante la reacción represiva del bloque dominante, o terminen siendo conducidos por fuerzas que poco o nada tienen de revolucionarias.
1. ¿Qué entender por hegemonía?
48. Es en esta circunstancia es cuando surge la oportunidad para que las organizaciones de izquierda demuestren su capacidad de conducir el proceso, es decir, su capacidad de conquistar para sus posiciones a amplios sectores populares y ponerse a la cabeza de ellos.
49. Entiendo que una clase llega a ser hegemónica cuando logra que sus valores, que sus propuestas, que su proyecto de sociedad, sean aceptados, mirados con simpatía y asumidos como propios por amplios sectores sociales. Hegemonía es lo contrario a la imposición por la fuerza.
50. Por lo tanto, no hay que confundir la palabra hegemonía con dominación, porque puede haber dominación de una clase sin hegemonía cuando los intereses de ésta se imponen a la sociedad por la fuerza y también puede haber dominación con hegemonía si estos intereses no son impuestos, sino que son asumidos por la gente como propios. Puede haber entonces una clase que domina mediante la fuerza o que domina mediante el consenso o, lo que es más habitual, mediante una combinación de ambos.
51. ª. Además, hay que tener presente que la hegemonía no es algo que se conquista para siempre. Puede perderse. Y suele ocurrir que aquéllos que ejercían su dominación mediante el consenso, cuando empiezan a perder el apoyo social reemplazan esa pérdida por la adopción de métodos autoritarios que les permitan continuar en su papel dominante. Hay una dialéctica entre debilitamiento de la capacidad de convencer y el aumento de la necesidad de emplear la fuerza.
52. Cuando una clase social llega a ser hegemónica es porque ha logrado conformar un bloque social amplio, que permite mantener unido a un conglomerado social heterogéneo, el cual, normalmente, está marcado por contradicciones de clase, a veces, muy profundas. Son sus planteamientos, sus propuestas las que sirven de elemento cohesionador ayudando a mitigar las contradicciones existentes entre sus diferentes sectores sociales.
53. Pero para que estas propuestas convenzan y aglutinen, la gente debe sentir que es capaz de resolver sus problemas. Al menos debe tener la ilusión de que las medidas que se adoptan van a resolverlos, porque si la gente comprueba que esto no es así, empieza a resquebrajarse esa hegemonía.
54. En el caso de una izquierda en el gobierno, ganar la hegemonía significa ser capaz de articular y movilizar a todos los sectores sociales objetivamente beneficiados por el proceso revolucionario y que encuentran una férrea oposición en los sectores que se oponen a ellos.
2. Un bloque social amplio
55. Lenin tenía muy claro que era inconcebible una revolución que no fuese «una revolución de toda la nación», ya que para triunfar contra una minoría organizada y dominante, es necesario «unir a la inmensa mayoría de la población en la lucha por las demandas de esa revolución.
56. Hoy, sectores importantes de la izquierda han llegado a la comprensión de que nuestra hegemonía será mayor cuando logremos que más gente siga nuestra línea política, aun si ésta no aparece bajo nuestro sello. Y lo más conveniente es lograr conquistar para esas ideas al mayor número, no sólo de organizaciones políticas y de masas, y a sus líderes naturales, sino también de personalidades destacadas en el ámbito nacional.
a) Fidel y el bloque antibatistiano
57. El triunfo de la revolución. cubana se logró porque Fidel fue capaz de concentrar en un solo haz a todos los sectores sociales que, por distintas razones, se oponían a Batista.
58. Me parece que pocos revolucionarios saben que Fidel no levantó la consigna de la lucha contra el imperialismo yanqui sino sólo la consigna de la lucha contra el dictador Batista. Y esto lo hizo aunque sabía que la lucha contra Batista era también una lucha contra el régimen socioeconómico que lo sustentaba y que, por lo tanto, el enfrentamiento con la burguesía y el imperialismo eran inevitables. Fidel fue lo suficientemente hábil como para no explicitar estos planteamientos ya que, en una primera etapa ¾y de hecho así ocurrió¾ contaba con la incorporación de extensos sectores burgueses a la lucha antibatistiana. El dictador había llegado a ser un obstáculo no sólo para el movimiento revolucionario, sino también para algunos sectores de la propia burguesía cubana.
59. A pesar de que el dirigente cubano sabía perfectamente que las únicas fuerzas revolucionarias consecuentes eran sólo las que conformaban su amplio concepto de «pueblo», sabía también que las clases dominantes contaban con medios muy poderosos para mantener el régimen establecido, entre ellos el apoyo del país imperial más poderoso del mundo. Su gran mérito histórico fue haber sabido reunir al máximo de fuerzas sociales para derrocar a la tiranía, unir no sólo a las clases y sectores revolucionarios sino también a los sectores reformistas y aún a aquellos sectores reaccionarios que tuvieran la más mínima contradicción con el dictador.
60. La búsqueda de este objetivo lo llevó a ir suavizando los acuerdos con los sectores burgueses. En un primer momento, en el programa del Moncada sólo se plantearon medidas de tipo «democrático-burgués» y aunque estas medidas necesariamente afectarían a los intereses norteamericanos no se hizo nunca una declaración formación ,
61. En lo que Fidel nunca cedió fue en cuestiones de fondo, las únicas que podían estancar el desarrollo del proceso revolucionario, y ellas fueron: la no aceptación de la injerencia extranjera, el rechazo al golpe militar y la negativa a conformar un frente que excluyera a alguna fuerza representativa de un sector del pueblo.
62. Fue gracias a esta concepción amplia de Fidel que se logró la victoria contra Batista.
b) Los sandinistas y el bloque anti-Somoza
63. El FSLN gracias a su justa conducción estratégica y su habilidad y flexibilidad tácticas, aglutinó contra Somoza a los más amplios sectores populares, al mismo tiempo que logró un extenso apoyo internacional, que amarró las manos del imperialismo impidiendo una intervención más abierta contra el movimiento revolucionario.
64. Es oportuno recordar aquí la habilidad empleada por los sandinistas al impulsar la conformación del llamado Grupo de los Doce antes del triunfo de la revolución, constituido por doce personas pertenecientes a la burguesía nicaragüense y a las capas medias, una parte importante de los cuales no eran militantes del Frente Sandinista, aunque sí sentían simpatías por su proyecto político. El grupo, donde había intelectuales, miembros del clero, hacendados y empresarios, sirvió de factor mediador en el plano nacional e internacional para introducir al Frente Sandinista como factor indispensable en la búsqueda de cualquier solución política a la crisis y, sin duda, logró extender la hegemonía del FSLN a importantes sectores sociales. Fue así como Somoza cae derrotado para siempre el 19 de julio de 1979.
3. Construir un bloque social de acuerdo a cada país
65. Las características de este bloque social -que podría reunir a la inmensa mayoría de la población- dependerán de cada país. El peso de cada sector social, de cada grupo étnico, etc. será diferente en cada uno de ellos. En América Latina, además de los sectores tradicionales de la clase obrera urbana y rural, y de los sectores más pobres y marginados, podría convocar a: los estratos medios empobrecidos, la constelación de pequeños y medianos empresarios y comerciantes, el sector de los trabajadores informales, los productores rurales medianos y pequeños, la mayoría de los profesionales, la legión de los desocupados, los cooperativistas, los jubilados, los sectores patrióticos y revolucionarios de la policía y los militares.
66. Pienso que también podrían formar parte de él sectores capitalistas cuya situación en el mundo de los negocios ha entrado en contradicción objetiva con el capital transnacional. No se trataría de sectores burgueses capaces de levantar un proyecto propio de desarrollo nacional, sino de sectores que, para sobrevivir como tales en el contexto de la globalización neoliberal, no tienen otro camino que insertarse en un proyecto nacional popular que les asegure apoyo crediticio y un amplio mercado interno, producto de las políticas sociales de dicho gobierno.
67. Y como el neoliberalismo empobrece a la gran mayoría de la población de nuestros países, y no la empobrece sólo desde el punto de vista económico, sino también en su subjetividad, en ese bloque no sólo deberíamos considerar a los sectores económicamente afectados, sino también a todos los discriminados y oprimidos por el sistema.
68. En este bloque deben tener cabida, entonces, todos aquellos que sufren las consecuencias del sistema y están dispuestos a comprometerse en la lucha por detener en un primer momento su avance y, luego, tratar de revertirlo.
69. El grado de hegemonía alcanzado por el instrumento político no puede medirse entonces por la cantidad de cargos que se logre conquistar en las organizaciones de masas representativas de los sectores populares. Lo fundamental es que quienes están en cargos de dirección -sean militantes de una organización política o sean independientes- hagan suya por convicción e implementen la línea de la organización política.
70. Por el contrario, si se ha logrado conquistar muchos cargos en una organización de masas o en el aparato de Estado, la organización política debe evitar caer en desviaciones hegemonistas. Es más fácil para quien tiene un cargo imponer desde arriba sus ideas que arriesgarse al desafío de lo que significa ganar la conciencia de la gente.
4. Coordinaciones y estrategias de lucha a nivel regional
71. Por otra parte, en un mundo en que el ejercicio de la dominación se realiza a escala global, parece hoy aún más necesario que ayer establecer coordinaciones y estrategias de lucha a nivel regional y supra-regional. Los foros sociales mundiales y otros encuentros de carácter internacional han permitido notables avances en este sentido, aunque todavía queda mucho por hacer.
72. Sigue plenamente vigente lo que escribió, en 1994, el dirigente uruguayo y senador del Frente Amplio, Enrique Rubio, quien sostiene que debemos buscar una articulación «de los excluidos, postergados, dominados y explotados a escala mundial, incluyendo a los que viven en los países desarrollados. Es preciso […] jaquear al capitalismo desde lo político, estatal o no estatal, militante o no militante, partidario o no partidario, desde los movimientos sociales, desde los complejos científico‑técnicos, desde los centros culturales y comunicacionales en los cuales se moldean, de modo decisivo, las formas de sensibilidad, y desde las organizaciones autogestionarias […]. Para decirlo en una forma un poco esquemática y quizá chocante, la revolución será internacional, democrática, múltiple y profunda, o no será.»
73. Por último, pienso que el proceso de articulación de tan diferentes actores se facilita si somos capaces de proponernos tareas concretas y limitadas, que prioricen los puntos de convergencia, y que seamos capaces de tratar correctamente las contradicciones que necesariamente van a surgir entre los diferentes sectores del pueblo. En un próximo artículo propondremos algunas de estas posibles tareas usando la experiencia de América Latina.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.