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Una explicación histórica del estalinismo

Los muertos de Stalin

Fuentes: Kaosenlared

La revolución rusa de Octubre que se postulaba como «prólogo» de la revolución mundial, acabó sacrificando dicha revolución a sus propios intereses de «Estado nacional». Para mayor conocimiento anexamos una entrevista con el historiador ruso Viktor Zemskov, Esta fue la gran paradoja del «siglo corto» que habla Eric J. Hobsbawn, un historiador que también perdió […]

La revolución rusa de Octubre que se postulaba como «prólogo» de la revolución mundial, acabó sacrificando dicha revolución a sus propios intereses de «Estado nacional». Para mayor conocimiento anexamos una entrevista con el historiador ruso Viktor Zemskov,

Esta fue la gran paradoja del «siglo corto» que habla Eric J. Hobsbawn, un historiador que también perdió su fe en un «socialismo» en el que la disidencia era castigada duramente, a veces con la muerte y con el escarnio, como sucedió con los antiguos bolcheviques según documenta de manera inapelable Pierre Broué en su obra-testamento, Comunista contra Stalin (Ed. Sepha, Málaga, 2008), que el pasado día 11 de junio presentaron en la Biblioteca Histórica de Madrid, Javier Maestro, Andy Durgan y Juan Manuel Vera, actividad que la Fundació Andreu Nin espera a realizar en otros lugares.

El título estaba indudablemente tomado de otro, Los bolcheviques contra Stalin, que se editó en varias lenguas y que recogía diversas aportaciones oposicionistas, entre ellas la muy excelente de Christian Rakovski, Los peligros profesionales del poder, también conocida como la Carta A Valentinov, y que aquí nos llegó en uno de los primeros números de la revista Acción Comunista

Para operar semejante transformación, tuvo que transcurrir una compleja historia que comienza con las propias limitaciones objetivas de la revolución. En 1917, ningún marxista creía que en la atrasada Rusia existieran las condiciones materiales para emprender el camino hacia el socialismo; antes tendría que desarrollarse la revolución democrática de signo burgués…Pero dado que la burguesía temía más a la clase obrera que al zarismo, los bolcheviques asumieron la responsabilidad de una revolución democrática (reforma agraria, derecho de autodeterminación, paz unilateral, etc), pero en nombre de la clase obrera en unión con el campesinado…No era la revolución socialista, sino la ruptura del eslabón más débil del imperialismo, un primer paso que prologaba la revolución social europea que se veía venir, pero que fracasó en un primer momento (1918-1923), en un tiempo en el que la Internacional Comunista apostó fuerte por dicha extensión.

No solamente se atrasó la revolución europea, también Rusia sufrió una guerra nacional-internacional que si bien acabó en victoria dejó al país literalmente al borde del abismo…En estas condiciones, sobre la base de un atraso brutal, de la destrucción de la vanguardia obrera, y del sacrificio del partido de la revolución, surgieron dos opciones: la que representaba el último Lenin, profundamente autocrítica que apuntaba contra un «aparato burocrático» que había ido creciendo (sobre la base de unas tradiciones de siglos), y la que representaba el más nacional de los bolcheviques, Stalin, alguien que no había tenido especial relevancia hasta entonces pero cuya capacidad en los pasillos del poder se mostró especialmente adaptada a las nuevas circunstancias. El balance está ahí, una historia de desastres que culmina con la «caída» del «socialismo real» que en ese momento sufría tal desprestigio que su caída no suscitó la menor resistencia social.

Obligado a cabalgar el tigre del atraso con métodos zaristas pintados de rojo, Stalin lideró una revolución industrial bajo unos esquemas organizativos que han sido definidos como «faraónicos» (lo cual no es muy correcto), establecer un sistema de terror ilimitado, sacrificar el Komintern para sus propias exigencias diplomáticas, y reescribir la Historia a su medida. Tanto es así, que toda oposición quedó catalogada como expresión de una «quinta columna» que trabajaba desde antes de la revolución, al decir de Nikolai Bujarin, una absurdidad no inferior a la que hubiese sido atribuir a Nicolás II el liderazgo de la revolución de Octubre. El lector podrá encontrar una investigación rigurosa y razonablemente objetiva en el libro de Moshe Lewin, El siglo soviético (Crítica, 2007), obra escrita muy especialmente para desmontar y ridiculizar todos los «libros negros» del neoliberalismo, libros cuya influencia se puede percibir, no ya en la prensa de derecha, también entre los «expertos» en sovietología de El País como el antiguo carrillista Antonio Elorza, quien pone a Lenin a la altura de Stalin (y de Hitler), aunque al misma tiempo tiene la más alta estimación por la política rusa en la guerra civil española.

Resulta curioso que entre los «negacionistas» del estalinismo se trate de echar mano de autores cuya principal vocación es reconstruir la verdad del Gulag con su cronología básica (1932-1940), y con una descripción de sus principales víctimas (la vieja guardia bolchevique), al tiempo que apuntan contra los abusos de lo que se ha llamado el «canon Soljenitsin», cada vez más desprestigiados. Según se puede leer en diversos trabajos que presumen de rigor historiográfico, uno de estos autores citados es Viktor Zemskov, que fue entrevistado en el Instituto de Historia de la Academia de Ciencias rusa. En 1989, cumpliendo una directiva del Politburó de Mijail Gorbachov, la Academia de Ciencias, encargó a Zemskov aclarar un gran enredo; las dimensiones reales de la represión estalinista. Hasta entonces, el tema había estado en manos de quienes el profesor Moshe Lewin, define como, «personas con una fértil imaginación». En esa categoría se incluyen muchos «Cold warriors», cruzados de la «guerra fría». Algunos de ellos siguen hoy con el reloj parado.

En una entrevista extraída de La Vanguardia se define a Zemskov, como un hombre humilde y discreto, y en la que se puede leer que Víctor:

«…tuvo, por primera vez, acceso a uno de los sectores más secretos de los archivos del Ministerio del Interior (Mvd-Mgb) y de la policía de estado (OGPU-KKDV) de Stalin. Allí se encontró con una documentación pormenorizada y exhaustiva de la máquina represora de Stalin; el Gulag, las cárceles, la estadística de fusilados, deportados, etc. Resultó que el estado y sus matarifes llevaban las cuentas de sus crímenes y fechorías con el rigor de un esmerado y pedante oficinista.

Hace casi diez años que los documentos de estos archivos han hablado, pero Zemskov y sus conclusiones siguen siendo desconocidos. «A mi no me invitan a hablar por televisión», dice sin el menor atisbo de falsa modestia. Esta es la primera entrevista de Zemskov a un medio de prensa extranjero, porque nadie se había interesado por el testimonio del hombre que alteró las cifras, no la esencia, de uno de los grandes dramas del siglo XX.

En el momento culminante de la represión estalinista, el «gran terror» de 1937-1938 en la URSS se practicaron 2,5 millones de detenciones, y entre 1921 y 1953 se fusiló por motivos políticos a 800.000 personas. La cifra es tan impresionante que, a su lado, poco importa que hasta ahora se hablara de 20 millones de detenciones o de 7 millones de fusilados.

– ¿Existen cifras exactas sobre la represión estalinista?

- El criterio «represión» puede interpretarse de diferentes formas. Yo me limito a la «represión política», es decir a los incriminados según el artículo 58 del código penal («actividad contrarrevolucionaria y otros crímenes graves contra el estado»), que fueron condenados a muerte o a otras penas. Entre 1921 y 1953, pertenecen a este grupo unos 4 millones de personas. De ellos, cerca de 800.000 fueron condenados a fusilamiento. Además, suponemos que alrededor de 600.000 murieron en presidio, por lo que las muertes políticas fueron 1,4 millones.

– ¿Incluye ésta cifra de 4 millones, de ellos 1,4 muertos, a los «kulaks» (campesinos acomodados), los pueblos deportados, etc?

- Los «kulaks» se dividían en tres categorías. Una es la de los detenidos y juzgados como delincuentes políticos. Estos sí que entran en nuestra estadística. Otra es la de los apresados y enviados a regiones del norte, y otra la de aquellos que simplemente eran expulsados de los pueblos y se buscaban la vida en las fábricas. Los dos últimos grupos, los más numerosos, no entran en nuestra estadística, de manera que entre los 4 millones el grupo de los «kulaks» es pequeño.

– ¿Por qué no los incluyen?. ¿Acaso el destierro al Norte y la deportación no son represión?

- Si, pero no eran juzgados. Sólo se les deportaba y se les confiscaba sus propiedades. Hay motivo para un debate…

– ¿O sea que si no está formalizado jurídicamente, todo eso no es represión?

- Es la única manera de distinguir a los represaliados políticos del sufrimiento general. Consideramos que a partir de 1918, cuando empieza la expropiación de los terratenientes, de los capitalistas, del clero, eran represaliados quienes eran detenidos por la VCHK (la policía de estado), aunque, incluso si no eran detenidos, todos estos grupos perdieron todas sus propiedades. Con los «kulaks» aplicamos el mismo criterio; los represaliados eran los detenidos, mientras que los deportados eran simplemente víctimas de las transformaciones socio-económicas, crueles e igualitaristas. Esa circunstancia puede aplicarse a la mayoría de la población de la URSS, pues, de una u otra forma, la gente sufrió; se pasaba hambre, se vivía mal, etc.

– Efectivamente, pero el concepto «represión» debe abrirse a otras víctimas de castigo terrorista, que frecuentemente sufrieron una enorme mortandad. Por ejemplo, los estudios más convincentes señalan que entre 1,1 y 1,2 millones de familias «kulaks» fueron destruidas en la colectivización, ¿cuántos miembros de ese colectivo de 5,5 a 6 millones de almas murieron?

- La cifra aún no se ha establecido. En la bibliografía se dan cifras absurdas de 6 a 10 millones de muertos, entre ellos de 3 a 7 millones en Ucrania. Pero gracias a la estadística demográfica sabemos que en 1932 en Ucrania nacieron 782.000 y murieron 668.000, mientras que en 1933 nacieron 359.000 y murieron 1,3 millones, Estas cifras incluyen mortalidad natural, pero está claro que la primera causa de muerte esos años fue el hambre.

– Los nacionalistas ucranianos consideran eso un genocidio nacional contra ucranianos, ¿está de acuerdo?

- No, porque esa misma situación se dio entre la población del Cáucaso del Norte, la región del Volga y Kazajstán, donde hubo hambrunas. Había que cumplir el plan confiscando parte de la cosecha, pero como, a causa de la sequía, no se alcanzaba lo necesario, confiscaron toda la cosecha. El estado cometió un crimen contra todos los campesinos, independientemente de su nacionalidad.

– Catorce nacionalidades de la URSS fueron deportadas por completo y 48 parcialmente. Sólo entre las etnias del Cáucaso se deportó a 650.000 personas en tres operaciones militares, vigiladas por un ejército de 100.000 hombres, sin contar 19.000 soldados del NKVD. ¿Qué se sabe de esa mortandad?

- En la propia operación de deportación no fue muy elevada. En el caso de los tártaros de Crimea, por ejemplo, murieron dos o tres personas en cada convoy ferroviario, en general ancianos. En total 191 personas. Pero al llegar a su destino, en Uzbequistán, murieron por decenas de miles. En los primeros años de destierro la mortalidad superó con creces a la natalidad. Sobre los chechenos, no se sabe con exactitud, pero por el camino tampoco murieron mucho, en cambio en su destino, sí.

– ¿Por qué la franja temporal 1921-1953?. ¿Acaso concluyó la represión después de 1953?

- Entre 1937 y 1953 la represión era mortífera. En su periodo más cruel, 1937-1938, fueron condenadas más de un millón trescientas mil personas de las que casi 700.000 fueron fusiladas. En 1951 fueron condenados casi 55.000, y en 1952, 29.000… Veamos ahora 1958, con Stalin ya muerto: los condenados fueron menos de 2000, entre ellos 69 personas a fusilamiento. Es decir, el volumen de la represión se redujo veinte veces en comparación con los primeros años cincuenta, y en centenares comparado con los años 30. A partir de Jrushov ya no hay una escala extraordinaria.

– ¿Que le parecen las cifras sobre represión y mortandad en la URSS barajadas durante la guerra fría?

- De lo que se trataba era de desacreditar al adversario. La sovietología occidental afirmaba que 50 o 60 millones habían sido víctimas de la represión, la colectivización, el hambre, etc. En 1976 Solzhenitsyn dijo que entre 1917 y 1959 en la URSS habían muerto 110 millones de personas. Es difícil comentar éstas tonterías. La realidad es que la población del país fue aumentando por encima del 1%, superando el crecimiento demográfico de Inglaterra o Francia. En 1926 la URSS tenía 147 millones de habitante, en 1937 162 millones, y en 1939 170,5 millones. Los censos son fiables, y sus cifras son incompatibles con matanzas de decenas de millones.

– ¿Cómo reaccionaron a sus cifras?

- Lev Razgón, un conocido literato, polemizó conmigo. Defendía que en 1939 había más de 9 millones de presos en los campos, cuando los archivos evidenciaban 2 millones. Se basaba en impresiones, pero tenía acceso a la televisión, donde a mi no me invitaban. Mas tarde comprendieron que yo tenía razón y se callaron.

– ¿Y en Occidente?

- El líder era Robert Conquest, cuyas cifras de represaliados y muertos quintuplican la evidencia documental. En general, la reacción de los historiadores fue de reconocimiento. Hoy ya son mis cifras las que se barajan en las universidades.

– ¿Hasta qué punto son exactos los archivos del Gulag, del NKVD, etc., a los que usted accedió por primera vez gracias a Gorbachov?

- La estadística del Gulag es considerada por nuestros historiadores como una de las mejores.

– ¿O sea, que los dirigentes conocían exactamente las dimensiones de su represión y de sus fusilamientos?

- Sí. Informaban regularmente a Stalin. Un solo caso de un preso desaparecido en un naufragio o fugado, genera todo un dossier de documentos y correspondencia.

– ¿Se conoce algo sobre cómo argumentaba Stalin y su entorno éstas matanzas y violencias?

- Creo que de lo que se trataba era de deshacerse de la gente que no cuadraba con el proyecto comunista de futuro, asi como de aquellos que tenían un gran instinto de preservación, aunque formalmente no fueran culpables de nada. Era una medida preventiva. Mólotov le dijo una frase reveladora al periodista Felix Chuyev; «no esperábamos a que nos traicionaran, nosotros tomábamos la iniciativa y nos anticipábamos a ellos».

– ¿Qué piensa como historiador? ¿Hasta qué punto es única la historia rusa desde el punto de vista de la gran mortandad política?

- Con respecto a la historia de Inglaterra del XVII, la Francia del XVIII y la Alemania del XIX, lo de Rusia es único en el sentido de que eso ocurrió en el siglo XX, cuando ya existía una economía compleja e integrada que se hundió con la revolución. Cuando H. G. Wells vino a Rusia en 1920, contempló un salvajismo total; se desmontaban las vías férreas, no había electricidad y todo se hundía, la gente moría de frío y hambre. Y antes de eso, aunque Rusia era periferia europea, había sido un país civilizado. Es decir, que cuanto más civilizado es un país, tanto menos deseable es la revolución, por las terribles consecuencias que ésta tiene.

– ¿Quiere decir, que la modernidad, en lo que tiene de capacidad de matar, es lo que hace más temible a Stalin que a Gengis Kan?

- Sí.

– ¿Tiene algo que ver el comunismo, la ideología, con todo esto? ¿Hasta qué punto tiene sentido para alguien que cree en Dios estudiar las víctimas de la Iglesia Católica masacradas en nombre de Dios?

- Tiene sentido porque no se puede creer en Dios de una forma absoluta, sino concreta. Todos aquellos desgraciados que quemaban en la hoguera, morían por creer de una forma «torcida», equivocada, diferente a la disciplina del Papa de Roma. ¿La ideología? Se construía una nueva sociedad y se necesitaba un hombre nuevo para el futuro comunista. Los que mataron en 1937 eran los irrecuperables. Se mataba a los superfluos.

– ¿Se puede acusar a Cristo por la inquisición, o a Marx por Stalin?

- Marx hizo su teoría para Europa, no para Rusia y menos aun para China. La represión no es posible en cualquier régimen comunista, sino sólo allí donde hay un fuerte y cruel despotismo, como en la Rusia de Stalin o en la China de Mao. Una represión como aquella ya no fue posible con Jrushov, Brezhnev o Deng Xiao Ping.

– ¿Qué pensó al entrar por primera vez en los archivos secretos del Gulag y constatar que las cifras de la represión eran mucho mas bajas de lo que todos creían y decían?

- Al principio me asombré. Luego comprendí rápidamente que en Occidente se habían engañado mucho al respecto, pese a lo cual, todas las conclusiones acerca del carácter terrorista del régimen, por la represión a la que sometió a la gente, mantenían toda su vigencia. Sobre todo para que nada de eso vuelva a repetirse».

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Nada pues, ni una sola línea que pueda justificar semejante instrumentalización de los grupos que parten del axioma de que el estalinismo fue primordialmente positivo, y que por lo mismo, los opositores estuvieron al servicio del imperialismo y del capital.